De por qué escribir en estos tiempos aciagos:
Marcos Reyes Dávila
y la palabra como auxilio mutuo
Por Rubén Alejandro Moreira
No es causalidad que Bertold Bretch me sirva de puente, con la referencia a los tiempos aciagos en que estamos viviendo. Tal parece como si las guerras de este mundo se hubieran encadenado todas, y los tiempos aciagos de los que nos habla Bretch, se hubieran extendido a los tiempos nefastos que nos toca vivir a nosotros hoy. Entonces, en estos tiempos de guerra, en tiempos en los que la vida cotidiana es regida por el insensato capital que nos compra y castiga, por qué escribir poesía. No es por casualidad tampoco que aluda a los Poemas del auxilio mutuo de Reyes Dávila para saltar a una actitud de poeta que compromete la palabra, sin doblegarla. La poesía de Reyes Dávila es una poesía con imperativo.
Marcos Reyes parece contestar desde lo libertario y desde el amor.
«Mi vida es venir
en anverso y en reverso.
Sol de la tarde
que cae dislocado
vestido y cerrado
en mí
por ti, soledad;
sol de la mañana
que crece firme
desnudo y abierto,
contigo.
Cuán fino estambre, amor,
tu íntegra consecuencia!»
Hay causas poderosas en los imperativos que dictan los pensamientos más atinados del ser humano, y sentimientos que atesoran toda la complejidad inexplicable de nosotros mismos. Pero hay consecuencias, hay hilos, aunque puedan romperse. De ahí que el poeta pueda preguntar en un poema titulado Patria:
« ¿ P o d r á
amanecer
auténtico el
sol?»
A n t e tantas vitrinas, ante t a n t a s pantallas, ante tantos medios de comunic a c i ó n emitiendo señales, el
p o e t a busca la autenticidad. El sol puede brillar, pero bien podría ser un espejismo, o un mero fuego fatuo, si la definición o los principios rectores que deben estar en nosotros, nos abandonan.
Por eso, en su poema titulado Latinoamérica, Reyes desenmascara un orden que es necesario execrar:
“Estamos todos
destituidos sobre el artificio.
Este es el orden del malhechor
que comercia con su cultura de latón, la ánima
adversa
de una cultura amnésica sin hombre,
tos ni emoción.
Hoy estamos en la distancia más excelsa
del olvido. Que hemos sido y nos han ido
de todo lo hijo.
Destituidos...
cada uno de sí mismo!”
Si los tiempos, como decíamos, son así de nefastos, por qué escribir poesía. ¿No nos da la palabra el asidero
momentáneo para nutrir el pensamiento, pero mejor aún el punto de arranque para el combate donde se darán las grandes transformaciones? ¿No se dan esas mismas transformaciones en la poesía? ¿No es la poesía el corazón de lo revolucionario? Para aquéllos que necesitan agarrarse del lado útil de las cosas para poder palpar hasta en la ausencia, Reyes parece construirle un puente de modo que lleguen a las fulgurantes funciones de la creatividad.
“Para saber qué es lo hermoso,
para que tú me quisieras
y para aprender a quererte
me fui con las gaviotas
sobre el mar.
Me tomé el riesgo
de despertar entero
sobre las cimas más altas
de los desfiladeros.
Y me fui, me fui, me fui
--¿a dónde iban?--
me fui con ellas...
Cantan,
cantan los pájaros.
¿Qué cantan?
--Que lo hermoso nos cuesta la vida”.
Vida y poesía para la vida. La palabra de Marcos Reyes Dávila emerge de todo un legado de figuras luminarias que han unido palabra y acto porque la palabra es más poderosa cuando se hace acto. Esos fantasmas que atraviesan sus páginas como dioses titulares --Bolívar, Hostos, Martí, Betances, Albizu, Corretjer, Matos Paoli-- permiten al lector encaminarse por los derroteros del libro, por los imperativos poéticos y personales que propone el mismo.
Reyes no claudica a este imperativo de buscar lo definitorio, aunque lo único definitivo sea el tránsito, como
decía Lezama: «Ah que tú escapes cuando ya había alcanzado tu mejor definición». Sin embargo, alcanzar esas coordenadas definitorias provisionales nos permiten entendernos mejor como colectivo, como pueblo que siente y padece en su propio regazo. Por eso Reyes dialoga con un corazón solar, para decirlo con palabras suyas. Ese corazón solar es la literatura misma, que le brinda mayor aliento al poeta. Retornan los fantasmas vivísimos de Corretjer, René Marqués, Matos Paoli... Y dice Reyes Dávila:
“Por esta eterna faena nuestra
de la liberación
sé que la poesía es
el corazón solar
de los esfuerzos humanos.”
Por qué escribir poesía, nos preguntábamos con frases de Bertold Brecht, y hoy lo preguntamos en esta presentación de Una lluvia tan grande de campanas. La contestación de esta música mojada es rotunda. Esas campanadas son el llamado urgente para hacerle frente a los tiempos más adversos. Quiero dar fe de este llamado, finalizando mi intervención con estos versos del poeta:
“El lago de Atitlán --lo digo como ejemplo--
no es sólo agua.
Son sus orillas y volcanes,
sus peces blancos,
los afluentes helados
que lo nutren,
las algas
los crustáceos
el plancton
y el hombre que vive de sus redes
y cruza diariamente
tu rostro niquelado,
el viento que pule tus acasos
el océano de tu sueño,
tu esperanza,
tu canto.
Qué sería de tanto
si te fueras!”
(Publicado en EXÉGESIS 47.)
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