lunes, 25 de enero de 2010

"Glosas al poemario de Marcos Reyes Dávila":

Una lluvia tan grande de campanas


(Poesía completa hasta ayer), Universidad de Puerto Rico en Humacao: Editorial

Museo Casa Roig, 2002, 251 pp.)



Por Rubén Soto       


"Era un viento fuerte
de campana" (p. 242
"En la borrasca de instante
sobrellevando el sambenito inmarcesible
que me has dicho, poesía
el carimbo que portara don Quijote" (p. 137)


Una lluvia tan grande de campanas no es sólo el título del  poemario, sino un estribillo de un poema (p. 246). Para Marcos Reyes Dávila, hay, en su imagen de campana, hay una denotación polémica contra cierto posmodernismo, cuando aquél dice: "¿Tendré que disculpar aquí, en plena marejada posmoderna, el campanear de La Alhambra?" (p. 15). Erige, como un bastión-simbolo, este alcázar árabe-granadino contra el neoimperialismo globalizador y sus corifeos posmodernos. Reminiscencia de las formas geométricas
y de la escritura hecha no sólo lección sino además ornato: […] "la  lecería de La Alhambra que fueran nidos de esa lluvia de campanas invisibles que te cuento y señal de muchas otras cosas imposible que no tienen término. Así, pues, como puede verse, nada de posmoderno al uso, porque contra la homogenización occidental del planeta, lo posmoderno en mí, en todo caso, es una inversión de aquel imperialismo: asumir y recuperar la riqueza y la diversidad de un mundo de arenas" (p. 16). Como las de los desiertos en ciertos países musulmanes, o como las arenas del mar.

También, a aquéllos, los llama "judas", o "popmodernos (p. 249). Lo de "judas es sinónimo de traición. Para el poeta glosado, la campana es una especie de alarmacontra la homogenización occidental del planeta, cuyos adalides homogeneizadores no escatiman ni siquiera en usar el Manifiesto Comunista, de K. Marx y F. Engels, para justificarla, a pesar de que se desdicen del marxismo. No obstante, M. Reyes Dávila recoge la dialéctica y la revolución marxistas, en sus imágenes marinas:

"Existe / la réplica de las espigas. / La dialéctica fluvial / del agua en el camino" (p. 47). O: "Y el amar de la revolución" (p. 34). O, en otro verso: "Su revolución permanente" (p. 48). El poeta manifiesta que: "El arte revolucionario se transforma en revolución del arte y derivaba hacia el arte que es yugular del arte posmoderno" (p. 15).

Así, en su concepto de una lluvia tan grande de campanas, hay una nostalgia por la utopía, es decir, por los valores e ideales de una alta cultura, como lo fue la árabe creadora de la Alhambra.Ese utopismo se expresa veladamente en la imagen de la novia. Sí, Reyes Dávila canta: "Novia de la campanada / que aún no llega / y que anuncia" (p. 54). En otros versos, dice lo mismo: "Son hoy campanas de un réquiem enamorado, / de una vida necesaria que espera, / vaticinio inexpugnable / de un sol amanecido en la impaciencia" (p. 137). Como el famoso soneto amoroso de Quevedo, ese "réquiem enamorado" connota el "polvo enamorado", del "Amor

más allá de la Muerte". En efecto, hay campanadas anunciantes de matrimonios y funerales. No en balde, en el folclore de muchos pueblos, la muerte se homologa a una boda o el matrimonio a una muerte: en fin, ritos de pasaje. Éstos podríamos subsumirlos dubitativamente en este cuestionario: "(¿metafísica?) / ¿Que más allá / no, mar? / … ¿Más acá? / ¿Mucho acá? / ¿Mucho más acá?" (p. 51) Nuestro poeta trasciende los límites de lo físico, pero a partir de lo físico mismo; halla lo metafísico en lo endofísico. El poeta Reyes concibe una poética, o metapoética, del pensamiento creador: "Tú, poesía, eres perpetuo crear. / Y en la historia, presencia eterna. / La dialéctica materialista / me dice que no tienes tú historia. / Has sido, eres, corazón de todo tiempo, / sol de todo espacio" (p. 134). Así que, lo que torna esta poética en una metapoética consiste en que es: "Una preceptiva / siempre / en fuga, inabarcable en su vastedad" (p. 135). La metafisica como ontologia prescribe que: "Todo lo que es / es" (p. 225), pero la metapoética sugiere que todo lo que es, es otro que sí mismo. Si lametafísica ha salido a la arena de esta fiesta brava de conceptos, espiguemos qué piensa el poeta borinqueño en cuanto a teología.

El Dios del poemario Una lluvia tan grande de campanas, de Marcos Reyes Dávila, suena, o se le oye, en el repicar de las campanas, como el murmurante ir-y-venir de las olas del mar:

“Vienes y vas, mar, / casi dios, por mi vida. / Atravesándola / en mi

fluir / voluble por lo voluble, / que es lo eterno” (p. 51). El Mar es

un: “Difícil tránsito de transiciones” (p. 43), como dijimos antes, un

rito de pasaje. Así como nos parece oír el tumultuoso mar, al

colocar una oreja nuestra a la entrada del hueco de un caracol, por

ejemplo, de carrucho, semejantemente suena el repicar de las

paredes de la campana golpeadas por el badajo. El poeta pregunta:

“¿Me escuchas / hasta el fondo de tu caracol?” (p. 79) No en

balde, la estructura anatómica del oído se asemeja al de una

campana, o caracol, y el tímpano, con el badajo. Reyes dice: “El

caracol en el oído. / Y el pulpo en la mujer” (p. 42). El concepto

"pulpo de la mujer" parece incorporarse en la imagen del nautilus,

un molusco de la clase de los cefalopodos, relacionado con el pulpo

y el calamar. Es el único cefalopodo con una concha. Además, el

pulpo de la mujer sugiere la imagen de las valvas, o mejillones (del

latín valvae: “batientes de una puerta”, “hojas de puerta”, o con la

vulva, en latín: “vulva, matriz”, “vientre de cerda [plato muy

apreciado])”, “volva [envoltura de los hongos y de ciertos frutos]”

Reyes cita el título de un poema de Luis Palés Matos: "Puerta al

tiempo en tres voces" (p. 103), y habla de: "La puerta / que me invita

a incursionar / desde dos puntas de sol / me cosen al carbón / de

un gran hallazgo" (p. 106). Esa Anima, o Mujer arquetípica es una

imagen de la POESÍA, plato muy apreciado como el vientre de cerda.

Nautilus

Mar es un dios del devenir: “Vienes y vas, / mar, casi dios, /

por lo otro que es lo mío, / en fluir tropezado” (p. 52). Un Poseidón,

o Neptuno: “Vas, marydios, regidios” (p. 53). Estamos, sin duda

"Frente al mar / de las religaciones" (p. 40). Es decir, de lo que se ha

pensado en Occidente, con el vocablo "religio". Su esencial fluidez

contrae necesariamente su inestabilidad. Templamos ante la

efimeridad de nuestra existencia, o ante el: “Dios del temblor” (p

125). "¡Y este temblor / de no volver a ser el mismo. / Este temblor

de renacer / en la frontera de un hechizo" (p. 126). O: "Y estar en

ti. / Así, ante ti, / en medio de tu luz / como un temblor" (p. 126)

El Dios veterotestamentario, Yahvéh, es el Dios de los Ejércitos, un

Dios de temor y temblor, pero el de nuestro poeta glosado, un

“Diosico de las resistencias: / siempre es la lucha / y la

resistencia” (p. 32). El Marydios, o Regidios, sería Dios de las

Resistencias, quien siempre lucha y presenta resistencias contra la

Injusticia de la no-fluidez, o inflexibilidad como la de un rigor mortis

El Dios-Mar, sin duda, nos hace temblar, pero porque Él mismo es

temblor y, por analogía, temor: “Tiembla dios / en medio de la luz, /

tus ojos en medio, / ¿o es que están en medio / las estrellas?” (p

124). En su personificación, o deificación, del mar, el poeta le

adjudica temblor como una reacción de un Mar enamorado de

Estrellas, Ojos de la amable Noche. Reyes dice: “No habrá dios que

impida / el derrotero de esta luna” (p. 224). Esta Selene, o Tricorne

Hécate, influye en las mareas del Marydios. El poeta piensa que: "La

luna / era una calavera" (p. 80). Parónimamente, pensaríamos que

la luna era también una carabela, para la cual no habrá dios que

impida el derrotero suyo. La Luna está: “Acaracolada en la arena” (p

56), como el "puño apalabrado / de Pedro Albizu Campos" (p. 244)

La imagen del Dios Todopoderoso judeo-cristiano se ahoga,

reflejado, en el espejo de la Luna. A tenor con esto, el poeta

comentado con sus propios versos, nos advierte del: "Mar

hechicero" (p. 66): "Y el mar, / hosco homicida" (p. 68). Cuidado, -

grita el poeta-, con: "Un aletazo de mar" (p. 127). E, ilusos, nos

refugiamos en tierra adentro.

A veces, pensamos que la Tierra contiene los mares, pero

pocas veces pensamos que sea al revés, es decir, que: “Del

continente incontenible que eres / criatura de una locura de

embocaduras, / dios que se hace palabra de rocíos” (p. 246). El

salado rocío de la espuma de las olas cuando rompen en la orilla de

la playa, o en las rocas de un rompeolas, se dispersa hasta hacerse

una leve llovizna, y ésta, para Reyes, es una imagen de la palabra.

Como la sal, la palabra sazona. Con la palabra, se razona. Como la

sal, la palabra preserva, o conserva, la memoria de lo vivido por

generaciones, sin descartar el cambio en esa apalabrada conserva

O, como dice el poeta: “Mar, / revolución de las respuestas. / Yo te

agradezco / tu campanada recia de sal / que me preserva. / Eres,

mar, / salvación ineluctable, / de la vida” (p. 61). O su: "Poesía

mar: amor" (p. 56). Porque amar es como ir a(l)-mar, y su recuento,

como poesía. Mas como la mar, la palabra es tan benéfica como

peligrosa. No obstante: "La palabra tenía que ser más que una

palabra" (p. 133). Como Antonio Machado definió la poesia: "Palabra

en el tiempo" (p. 135).

Hay momentos poéticos que son poéticas del momento, o

poética de momentos, o instantes. Para el poeta, el instante se

expresa en imágenes de luz: “¿para qué me diste entonces, / desde

el fondo de tus ojos, / el dulce instante / de lo hermoso?” (p. 97)

Ese instante luminoso se hace un abrir-y-cerrar-de-ojos, en un

instante, o en un abrir y cerrar de ojos. Cuando los Ojos-Estrellas de

la amable Noche se cierran, entonces el poeta confiesa: “Yo sé que

te perdí, / tras las cortinas del instante” (p. 121). Noche instante, o

Instante-Noche: una instancia en una fulgurante Oscuridad. Ante

tal espectáculo, Reyes se queja y no sin razón: “¿para qué me diste

entonces, / desde el fondo de tus ojos, / el dulce instante / de lo

hermoso?” (p. 97) El dulce instante de lo hermoso figura la pupila

del OJO que se contempla a si mismo, "Ciego de medianía / y

horizonte" (p. 105).

Nuestro poeta expresa: “Pupila de caracol pendiente” (p. 58).

Sí, pendiente como una campana pende. Una lluvia tan grande de

campanas repican: "A fuerza de pupila / y pupilazos" (p. 184) de:

"Pupila en la sirena. / Pupila guerrera" (p. 60), en: "El mito de la

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http://cuhwww.upr.clu.edu/~rsoto/lluvia_tan_grande_campanas.htm 12/14/2003

luz / y las sirenas" (p. 104). Se pregunta Reyes: “¿Y se cae al

fondo / más oscuro de tu caracol?” (p. 90) El fondo de tus ojos

corresponde a el fondo más oscuro de tu caracol. "Cada momento /

estoy llegando hasta tu encuentro." Canta Reyes. "Que no es

encuentro. / Es un estrellarse fabuloso / en medio del negror, / del

pozo negro" (p. 124). Ante tal disyuntiva: "¿Tu liturgia viene del

fondo / o eres el fondo de la liturgia?" (p. 115), sólo nos queda la

inclusión: "COMO RELÁMPAGO INSCRIBE SU VERSO EN EL

ESPACIO" (p. 212). Ya Heráclito había dicho que el Rayo gobierna

(es decir, tiene el timón de) todos los entes.

El Instante deviene concretamente el Marydios, o Regidios,

gracias a la correspondencia entre la orilla, como límite, y el

instante, también como otro límite. El poeta dice: “La concha de la

luz. / Ya no hay que esperar. / La orilla / ya aorillará” (p. 43). Este

ingenioso neologismo: “La orilla ya aorillará”, exprime la siguiente

correspondencia: “aorillará” reúne sazonadamente dos palabras:

“ahora” y “orilla” como conceptos que expresan “límite”. El Ojo se

caracola, o se encampana. La campana como caracol se hace un

fotograma, cuyas orillas se temporifican en ondas, o fotones, de

ahoras, o instantes. Luego, el Marydios, o Regidios, como Instante

desdice del Nunc Stans, o Instante Eterno. El dulce instante de lo

hermoso se esconde tras las cortinas del instante. Lo hermoso es

efímero, y lo efímero se torna en efemérides, días de fiesta y asueto

de la labor asalariada y medida cronotópicamente por el reloj del

taller de trabajo. ¿Acaso no estamos justificados de algún modo en

leer las siguientes líneas en semejante tenor: "La óptica

“exteriorista” entroncaba y provenía a la vez de la convicción de que

la poesía era brazo fundamental de la tarea más honradamente

humana: la forja de un destino colectivo más libre y justo. Y dentro

de esta urgencia, la poesía “tenía” que ser trabajo no alienado,

sujeto al imperativo rector de una verdad de clase" (p. 26).

Pensemos en un trabajo análogo al de la poesía. Reyes evoca

la imagen del estambre en el telar: “Cuán fino estambre, amor, / tu

íntegra consecuencia!” (p. 19) El concepto de “aorilla” se trasmuta

sutilmente en dicha imagen textil: “Un estambre de sol / sobre la

arena, un caracol de vida que se queda / en un acaracolar / que

crea en la frontera” (p. 30). Reyes se pregunta: "Si te llamase Sol,

¿comprenderías?" (p. 200). Macrobio y Gracián piensan que los

antiguos latinos le llamaron "Sol", porque estaba "Solo", en su

grandeza. Sin duda, que si le llamásemos "Sol" de Soledad, no

comprenderíamos poéticamente qué eclosión denota y, por

consiguiente, sus connotaciones se perderían, se harían perdidizas,

en otro sentido que éste: "Y te ayudó a hacerte perdidizo / como un

San Juan de la Cruz?" (p. 250). O como: "Su aquelarre de monjes

verdes / que la niebla encubre. / Sólo la delgadísima luz

inadvertida / puede tomar la huella de tu huida / la mudanza

repentina de las cosas que se / ocultan / se disfrazan, perdidizas, /

de las cosas que se enmascaran / célebres y exactas / seas el frío

aliento de cristal de las mañanas (p. 227). Como Medea, una hija

del Sol, la poesia es hechicera y guardiana del Vellocino de Oro de

la interplurirrefencialidad, un solar inmenso. ¿Acaso no dice el poeta

nuestro que: "Ese sol es / el corazón de la poesía verdadera. / Por

esta eterna faena nuestra / de la liberación / sé que la poesía es /

el corazón solar / de los esfuerzos humanos" (p. 136). El Sol, como

el Marydios, es Libertador. Helios sería como un telar, y sus rayos,

como hilos de la estambre, y ésta misma, luz.[1] Así, los instantes se

tornan en ocasiones de crear en la frontera, o límite, entre

disciplinas con sus respectivos rigores, pero sin negar dichas

fronteras ni sus coimplicados metodológicos rigores. Por el

contrario, el concepto de instante como hilo se aorilla en la validez

de las variadas disciplinas que convoca a co-operar (con) el

pensamiento. El mundo es como una: "Red / de perspectivas

nuevas / que extienden a su vez la red" (p. 29). Es decir, una

variopinta tautologia. Al tiempo, tampoco le descuadra semejante

imagen: "Los siglos / no fueron todos / de la misma tela" (p. 30), a

pesar de que los siglos han seguido: "La ruta de la red" (p. 37), la

cual está: "Envuelta en tela increíble" (p. 45). Esta red, como las

redes del pescador, son un producto textil, dependiente del telar y

su finísimo hilo de estambre. Mas esto es una perogrullada;

oigamos mejor al poeta: "¡Al hijo que teje la canción [...]!" (p. 44).

Su canción está acompañada del sonido del caracol, como de

una caribeña zampoña en boca de un taíno Polifemo. La imagen del

caracol le sirve, a Reyes, para expresar el flujo y reflujo del tiempo:

“Aún es hoy. / El tiempo recircula / sobre su eje / como las

manecillas de un caracol” (p. 72). Andamos con o sin duda: "Por el

mar del tiempo" (p. 73). La eternidad se hace transtemporalidad;

nunca está el Eterno Presente atemporal, o Nunc Stans: "Vienes y

vas, mar, / casi dios, por mi vida. / Atravesándola / en mi fluir /

voluble por lo voluble, / que es lo eterno" (p. 51). En otros versos, el

poeta dice: “Volver a ver / si el caracol / vuelve a salir. / Y ver

recircular otra vez / su distancia al tiempo” (p. 78). O, en estos

otros: "Y si el espacio / y el tiempo / no son rectos, como dicen, /

tal vez la línea curva / que voy trazando (a ciegas) / sea la más

corta / hasta tu mundo" (p. 122). El Tempus rerum edax está

pensado en su caracterización del tiempo como caracol. De acuerdo

con el poeta implicado: “Como lo hace / un caracol hambriento” (p.

73). Resurge el mitema del Krónos caníbal de sus propios

hijos, o del tiempo consumidor de sus propios instantes: “Anotar

que hay noches / en que un caracol enorme / se come todos los

huesos / y en lugar de pichones / tendremos gusanos nuevos” (p

94).

Este concepto de la autofagia se transmuta, en alquímica

transubstanciación de conceptos, en el del aletargamiento. El tiempo

se sazona en su conservarse y gastarse. A la vez que se oculta, se

manifiesta. Ese “a la vez” es su morada y (de)mora: “Huyó a la

alcoba / de su caracol”, -versa el poeta (p. 74). ¿Por qué? Porque

“Caracol / tenía el sueño” (p. 75). Mas ¿cuál sueño? Para tener

sueños, o soñar, se precisa dormir, o caer en ese letargo onírico. Se

oculta en el sueño y, a la vez, se manifiesta en sueños. Sí, un

"Sueño invertido" (p. 35). Mas el letargo es tal que, en sus sueños, el

tiempo: “Que se está haciendo / caracol de un sueño” (p. 91)

Pero, hay una salida de tal aletargamiento. El poeta dice: "Sueña. /

Y estáte alerta" (p. 33), pero además canta: "Esta ansia de seguir

soñando" (p. 46). Esta paradoja se repite en los siguientes versos:

"Vuelo que es toda la vida, / el sueño más despierto / que todo lo

despierto" (p. 84). Reyes nos interpela con una serie de

interrogaciones más agudas que las de un teólogo, o filósofo: "Dime:

¿son realidad los sueños? Yo no sé si todo lo pasado fue pasado

verdadero, si todo ¿tu sueño o mi sueño? fue real / -¿sabes tú qué

es lo real?-, si fue un repliegue en el / tiempo, / un fenómeno de luz

y espejo o reconstrucción de una / soledad descascarada que no

quiso continuar. Pero he / aquí, que aún y / vez no existiese nunca,

continúas en el ir y venir del mar como cuando fuimos entre pájaros

sorprendentes por el mar, por la luna, / por el sueño" (p. 65).

Nuestro poeta se pregunta: "¿Era piel de sueño / o era sueño de

piel?" Para contestar: "Yo aún no lo sé" (p. 69). A peasr del pindárico

hombre es el sueño de una sombra hasta La vida es sueño, de

Calderón, y "los sueños, sueños son", del final del monólogo de su

Segismundo, Chuantzé se sigue preguntando si era un ser humano

que soñó que era una mariposa que volaba, o una mariposa que

soñaba que era un ser humano. Ante lo vivido, dicha duda es

legítima.

No en balde, Reyes evoca el protagonista calderoniano, al decir

condicionalmente: "Si este segismundo espatapájaros" (p. 98). Mas

según otros versos: “Y un caracol extraño / espantó luego / los

sueños y las lunas” (p. 88). ¿Hacia dónde las espantó? A la

quijotesca Sansueña, mas con un agudo Sancho como gobernador.

Mas ¿cuál será aquel caracol extraño? Nos parece identificarlo en

este verso: “Caracaracol” (p. 196). Este caracol tenía el sueño del

dios taíno Deminan Caracaracol, según la Relación de las

antigüedades de los Indios, de Fray Ramón Pané. "Para hacerte un

mito eterno / y verdadero" (p. 87). Aquel Gemelo divino y

cosmogónico es: "La misma cifra del origen" (p. 75), a saber: "Surje

un principio" (p. 91), pero: "Un principio de soledad" (p. 91). Reyes

se pregunta "(Cómo te explico / esta soledad sin nombre / este

desemparo…)" [p. 224]. Más adelante contesta: "Para saber / cómo

es la soledad, / para saber / qué quiere decir / la soledad, / asomo

otra vez / a la ventana" (pp. 86-87), para definir: "La soledad

presente. La soledad / no es la muerte / que la muerte / es lo que

desaparece / y se olvida. / La soledad es presencia / y es vida. / Y

sin embargo / en su contorno / todo se enfría" (p. 90). Sí, fría es no

la muerte, sino el morir. Por tanto: "Cómo decirle muerte / si hasta

sus hermanos de luz" (p. 245). Los hermanos gemelos de Deminan.

Como la sangre: "Rojo es el juego / a vida o muerte / de tu muerte

vida" (p. 203). "Estoy ojeando mi fin / como un principio. / Estoy

planteando la muerte / como una forma de vida" (p. 226), para

hacerte, oh tú Una lluvia grande de campanas, "un mito eterno / y

verdadero" (p. 87).



"Effigy Vessel/Vaso efigie. Deminán Caracaracol, Taíno,

Dominican Republic, A.D. 1200-1500.

Ceramic, 40.6 cm high Collection of National Museum of the American Indian,

Smithsonian Institution.

/Photograph/David Heald"

[1] Para Gracián, el ingenio es como el sol, la agudeza, como la luz, y los conceptos, como sus rayos.

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