Libros de Puerto Rico:
Marcos Reyes Dávila: Pájaros de invierno (1978).
Por Juan Martínez Capó
(Publicado en El Mundo, San Juan, 8 de julio de 1979, p. 8-B.)
El romanticismo es un elemento constante en la lírica puertorriqueña, y su huella puede trazarse hasta nuestros días, aún cuando en su desarrollo, no como escuela sino como tónica, cayó en tales excesos sentimentalistas que para algunos su mera mención adquirió carácter casi peyorativo.
No obstante, en nuestro siglo hubo un renacer de la conciencia de lo romántico, y cayeron bajo su influencia, ya sea en la totalidad o en parte de su obra, poetas de la talla de Clara Lair, José Antonio Dávila, Carmen Alicia Cadilla, y Luis Palés Matos, dentro del postmodernismo y la generación del treinta, en la modalidad que se dio en llamar neo-romanticismo y que cultivaron posteriormente escritores como Violeta López Suria. Su huella puede rastrearse luego en poetas como Hugo Margenat y Ángela María Dávila.
Dentro de esta corriente general en la cual, según se ve, militan poetas de acusada individualidad, puede inscribirse en parte el libro que comento –Pájaros de invierno – primera salida de Marcos Reyes Dávila en forma de libro. Al igual que Eric Landrón, cuyo libro “Pupilazos” comenté hace poco, Reyes Dávila pudo haber figurado en la antología “Poesiaoi” de Joserramón Melendes, ya que nace en 1952.
Pájaros de invierno tiene su propia originalidad, y en el marco de la tradición romántica de la que vengo hablando, es un poeta inscrito en moldes contemporáneos. Habla de la devastación del sueño del amor, dentro de un ámbito de paisajes fríos y desolados, zona en la cual, en parte, inscribió Iván Silén sus Poemas de Filí Melé.
El panorama centralizador es marino, y en “Mar de invierno” llega el poeta al paraje acuático al cual dota –como en la “pathetic fallacy” romántica– de su propio sentir, y sienta la atmósfera del poema:
Mar hechicero,
mediador de las voces del sol,
predicador costero.
Tomo un poco de ti
sobre mis manos
y tienes la pupila vacía
el mundo remoto y cansado.
Cansado de resortes
y etiquetas
vengo de la loma
a tu balcón, anacoreta entero.
En el poema “Mar de invierno” se empieza a aludir al título del libro:
Está el jardín estrangulado
en este invierno
que nos hiela por dentro.
En estos paisajes nórdicos, desiertos, tan ajenos a lo tropical, se advierte un poco la presencia de Poe, como el comienzo de “En la región de las tormentas”:
Estamos en la región
más gélida del viento
y de la luz
Y el mar
hosco humanicida
escarcha trae en los pies
y augurios muertos.
En este poema, al iniciarse el peregrinaje amoroso que es el asunto del libro, se intenta a menera de programa de viaje, introduciéndose además el tema del pájaro que cobrará luego preeminencia:
Es preciso buscar otro vuelo
tomar un nuevo aire,
buscar una nueva forma de colocar las alas...
para superar
el dolor de las tormentas.
Vuelve el desánimo (“Con las alas caídas”) y hay un grito – “¿qué me queda!”– que recuerda aquel otro de Julia de Burgos: “¿qué me queda del mundo, qué me queda?”
En “Sobre la arena fría”, no obstante, se alza un amago de esperanza:
Tienes la arena fría,
mar.
Y más allá de la bahía
y el tiempo muerto
permanece esa región
de la otra orilla,
ese campo amarillo
que siempre viene,
que no se quiere ir,
que se hace verde.
Por este ambiente marino el poemario puede situarse entre cantos al mar como “Tú y yo y Mar y Ella” de Evaristo Ribera Chevremont; “Variaciones al mar” de Francisco Matos Paoli, y “Poemas a la Cáncora” de Violeta López Suria, entre otros libros puertorriqueños contemporáneos.
En la sección “Para recordar por qué has partido”, además de los símbolos ya dados, como el de la arena, se insistirá en otros que se desarrollarán a lo largo del poemario, como luna, piel, caracol, sueño, en este historia de despedida, donde la amada misteriosa, de sombras, también recuerda a Poe:
Ahora que emigras
a la región más gélida
de la oscuridad
y los desiertos
¿recordarán con amor
la imbatible criatura
que fundimos en un cuerpo?
Aquella criatura
que vivió mejor que las demás
aquella que vivió de más
aquella que sobrevivió.
En la sección “Espantapájaros” se encuentra el núcleo poemático en composiciones como “Poema de los pájaros”, “Pájaro de invierno”, y “Espantapájaros”, y es en ellos donde se amplía plenamente la historia amorosa.
Como lo hizo al dirigirse al mar, el poeta dota al pájaro de invierno de sus propias inquietudes y estado de ánimo:
Te vi venir un día
bordeando el litoral.
Con un vuelo indeciso
y moribundo
llegaste amor{tajado
de la mar.
Te vi venir un día como yo.
Y estás ahora aquí,
mudo, percudido
y hambriento
soportando la noche de los vientos...
En “Para saber cómo es la soledad” afluye la presencia de Hugo Margenat en estos versos:
y permanece abierta
esta ventana
hacia lo último.
La imagen de la luna calavera se reitera al final de “Luna pirata”, junto al omnipresente símbolo del caracol y el cangrejo, y es emblema de destrucción y muerte del sueño amoroso:
La luna era
una calavera.
Fíjate en sus tibias
de pirata
y en sus huecos ciegos.
Era sólo un hueco hueco,
una caverna
de cangrejos dispersos.
Ese descalabro de sentir amoroso quedaría finalmente resumido en el símbolo del espantapájaros. El poema, dentro de su orientación romántica, termina en arranque pesimista. El epílogo “La capitulación de los sueños”, marca un final de entrega y desolación total, en los versos:
Señor del Génesis
y el agua del viento de la vida,
te lo devuelvo todo.
La arcilla y el soplo
que me diste
y estos huecos húmedos y ciegos
que dices tú que no se hicieron
para ver la imagen de los pájaros,
sino para regar las cenizas
que riegan tus zapatos...
Si bien dentro del libro hay caídas sentimentalistas, en general, dentro de la tónica neo-romántica, la lengua es ágil y por momentos novedosa. La descripción se hace en función del símbolo, como en las presentaciones del mar, el pájaro, el caracol. He aquí el espantapájaros:
Tienes la frente
rellena de paja
y cabizbaja
tiznada de tinieblas
y cenizas
que llueven
en esta noche saqueada.
Gusta el autor de la aliteración, la repetición, el juego de palabras, la inversión de términos, la antítesis, la paradoja. Marcos Reyes Dávila ha escrito un libro de rara unidad temática que le asegura un lugar individual en la nueva poesía isleña, libro que sobre todo ofrece una tensión lírica bastante sostenida, como en esta tirada de “Almirante del río y las arenas” (a pesar de la débil repetición de piel*:
yo también fui
almirante del río y las arenas.
Y me hice lento cangrejo
en su piel,
donde levanté mi tienda
para hacer un mito eterno
y verdadero
de cada centímetro de su piel.
Me dejé remolcar un día
por la urgencia de sus pájaros
hasta perderme sobregirado
en el espacio sin fondo
de su altura.
Y un caracol extraño
espantó luego
los sueños y las lunas.
____________
*Tenía razón el crítico. En la edición de este libro incorporado en Una lluvia tan grande de campanas hicimos una ligera revisión de los textos que el apuro de los amigos no permitió en la primera edición.
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