viernes, 9 de julio de 2010

Puerto Rico en llamas



¿Será la hora de los cacerolazos en Puerto Rico?

Puerto Rico 
            en llamas
 
En la tarde de hoy, viernes 9 de julio de 2010, la mayoría del Partido de gobierno en el Tribunal Supremo de Puerto Rico, mayoría que compró sus asientos en el tribunal vendidos por el partido en el poder a cambio de decisiones favorecedoras a ellos, determinó incautarse de unos reclamos sometidos por un senador del partido opositor en reclamo de la libertad de prensa y del derecho del pueblo de Puerto Rico a estar presentes en las sesiones legislativas para que no se legisle a sus espaldas y en cuartos oscuros. No hay fallo aún, mas nadie tiene duda de cuál será. La prueba la veremos en sólo unos días, una vez salga el fallo ¿inapelable? del tribunal. El Tribunal Supremo en Puerto Rico es el caucus de un partido político con hambre dictatorial y fascista.

    Es precisamente esta ausencia de justicia, esta orfandad en la imparcialidad de los procesos judiciales vendidos y/o comprados, según se mire, uno de los factores que más contribuyen a la sensación de desamparo que vive el país, y que radiografía y verifica la dictadura fascista que se levanta imponente en Puerto Rico ante los ojos del mundo, y del mismísimo Obama, jefe del estado que ejerce un poder colonial sobre Puerto Rico y, por lo tanto, responsable directo de la dictadura que sobre el dominio colonial ejercen los intermediarios nacionales del regimen norteamericano.
 
    En la Universidad de Puerto Rico en Humacao, ayer, al reinicio del semestre tras la huelga universitaria, las compañeras profesoras del Departamento de Español se expresaron en una reunión del departamento con aire de extrema gravedad acerca de la crisis que vive el país entero, pues bien sabemos que la crisis universitaria se vincula directamente con la otra. Dos de ellas hablaron con alarma profunda de cómo veían levantarse en Puerto Rico la bestia de una dictadura fascistoide que creyeron haber dejado atrás, como un recuerdo terrible, en el franquismo y el pinochetismo de sus países de origen. Otra detalló entre sollozos parte de las experiencias vividas en la represión policiaca contra los manifestantes en el Capitolio del primero de julio de 2010, en la que estuvo presente, y donde presenció escenas de horror y espanto que exceden lo publicado en los medios del país.
 
    Ayer oía a Gabriel Laborde, presidente del Consejo de Estudiantes de Río Piedras, contestar preguntas en un medio radial y expresar el aparente sinsentido que reina en el país y en la universidad, pues todo luce y da señas de que el gobierno desea desprestigiar la Universidad de Puerto Rico, hundirla en el caos, desacreditarla, reducirla, humillarla, postrarla, desmembrarla quizás, perder intencionalmente los fondos de las becas federales, ponerla por debajo de las universidades privadas, particularmente, de los recintos de la Fundación Ana G. Méndez, principal aportadora del gobierno anexionista de turno, en lo que luce que es mucho más que un conflicto de intereses: una traición al país. ¿Cómo es posible que una administración universitaria –cuerda– pretenda y busque tales atrocidades propias de la falange española o del general Videla de Argentina que deseaban, según lo expresaron de manera concreta y explícita, ver morir la inteligencia? ¿Cómo es posible que se pretenda mejorar los ofrecimientos de salud despidiendo decenas de médicos y vaciando las oficinas administrativas de apoyo? Lo mismo ha hecho el gobierno en todas y cada una de las agencias públicas.
 
    Me recordaron varias compañeras un artículo publicado en EXÉGESIS (número 45 del 2002) titulado “Argentina en llamas”, de Tomás Saraví, sobre la crisis profunda que vivió ese país aborde del abismo. Me lo recordaron por encontrar en él paralelismos extraordinarios con la situación que se vive hoy en Puerto Rico. Dice Saraví en los primeros dos párrafos lo siguiente:
 
    “Las escenas que a diario se transmiten por televisión o por la prensa escrita, o los informes radiales, no muestran ni una milésima parte de lo que realmente sucede en la Argentina. La hambruna adquiere características gravísimas. La salud popular se ha descalabrado. La educación está prácticamente detenida en los sectores populares: muchos alumnos se desmayan por hambre en las aulas. Los suicidios aumentan. La desocupación se multiplica. Las cifras de pobreza extrema cada día pegan mayores saltos. La solidaridad internacional se pone de manifiesto por el envío de alimentos y medicinas por parte de algunos países hermanos. En el orden interno, se trata de atenuar con ollas populares el hambre del pueblo.
 
    “Una vez más, los medios de comunicación se quedan cortos en mostrar lo que realmente sucede, aunque las imágenes y las noticias han alcanzado a sobresaltar al mundo entero. La pregunta generalizada es: ¿cómo pudo destruirse el antiguo granero del mundo? Los economistas gastan su tiempo en sesudos análisis del estado de los pagos del país ante sus acreedores internacionales. Abundan las referencias a tasas de cambio, tasas de interés, estado de las Bolsas, actitudes de los organismos internacionales de crédito... Ese es, sin duda, el lenguaje del sistema para distraer a la gente de la situación real. En las calles, en las plazas, en los caminos, millones de familias argentinas muestran su angustia por medio de carteles que ponen de manifiesto su estupor y su protesta. Y su desesperación, porque se han visto reducidos, no a un menor nivel de vida sino, directamente, al hambre, la enfermedad y la muerte. Se tratará de mostrar en este artículo cuáles han sido las causas profundas de esta crítica situación. En rigor, son dos las grandes corrientes que han confluido para generar el caos” (pág. 7).
 
    Saraví hace un recuento de los orígenes de la crisis que se remonta a los inicios de la dictadura militar de 1976 (hasta 1983), pero que la desbordan, pues la crisis se prolonga hasta principios del siglo XXI. Es decir, que si bien las causas parten de la política neoliberal que adopta servilmente la dictadura de las armas, para entregar la riqueza del país a las multinacionales extranjeras, esa misma política traicionera que desmontó la economía nacional, disolvió la industria y los sindicatos, privatizó la riqueza nacional a precio vil, fabricó los elevados “deficits”, congeló las jubilaciones y las pensiones, bajó los salarios, desprotegió a los trabajadores, redujo las indemnizaciones, aumentó la pobreza general a la misma vez que concentró la riqueza, esa misma política continuó inalterada tras el regreso a la democracia de Alfonsín y Memen, que curiosamente perdonaron los crímenes abominables cometidos por la dictadura. ¿O sería que la misma dictadura se disfrazó, trocando sus uniformes militares por los trajes de bancario del Fondo Monetario Internacional de sus presidentes y ministros?
 
    Llegaron finalmente las protestas multitudinarias por todo el país, protestas que apuntan “a la desolación del ser humano ante la impotencia frente a engranajes antihumanos que unen la falacia burocrática a una nueva concepción del mundo basada en el permanente engaño y en el desprecio del otro” (11).
 
    A la vista saltan diferencias entre el caso argentino y el puertorriqueño. No podía ser de otro modo. Sin embargo, los paralelismos exceden la simple coincidencia.
 
    Otro artículo publicado anteriormente a éste, también en EXÉGESIS, viene a mi memoria. Me refiero al artículo del catedrático español de Filosofía del Derecho, Francisco Javier Caballero Harriet, titulado “Estado, Derecho y globalización” (núm. 35, 1999: 11-23. Puede leerse en http://cuhwww.upr.clu.edu/exegesis/35/caballero.html ). En este trabajo Caballero Harriet , sin dejar de apoyarse en Weber, Marx, Habermas y otros, para buscar derrotero definitivo en Wallerstein, traza los cambios económicos, político-sociales y filosóficos que generaron las fuerzas capitalistas para transformar la sociedad feudal y luego, la propia sociedad capitalista, para encontrarse de pronto frente a una especie de retorno, un neofeudalismo, que a juicio de Wallerstein pudiera ser una de las opciones probables del porvenir. Los acontecimientos que se generan tras la caída del bloque soviético y que con tanto triunfalismo proclamaron el “fin de la guerra fría”, nos colocan en sociedades que reducen al “individuo-ciudadano”, sujeto a derechos y libertades político-sociales en “individuo-consumidor” que vive la “ilusión de la libertad en el mercado” (17). Las nuevas democracias occidentales no obedecen al modelo de auténticas democracias participativas asociadas no sólo a elecciones libres y al ejercicio pleno de la libertad: obedecen a un modelo de control social más autoritario, fundamentado en la eficacia y en el recorte de las libertades civiles. El nuevo modelo le quita al estado la regulación económica y la devuelve a factores del mercado desligados del sentido de justicia y marginación de la ciudadanía.
 
    Dios es el mercado. Y el mercado promueve guerras focalizadas en intereses económicos, con represión y aumento masivo de la migración, nuevas formas de esclavitud, “con formas de vasallaje en el que mujeres, niños, inmigrantes, y marginados son los principales víctimas” (18), y “soberanías parceladas” y “jerarquizadas”.
 
    La opción, y quizás complemento al neofeudalismo, es el “fascismo democrático”, según Wallerstein. “Dicha fórmula implicaría una división del mundo en dos estratos, casi dos castas, una de las cuales, la de arriba, incorporaría tal vez a un quinto de la población mundial. Dentro de este estrato podría haber un alto nivel de distribución igualitaria. Basado en tal comunidad de intereses en el interior de un grupo tan grande habría fuerza suficiente como para mantener al restante 80 por ciento en la posición de un proletariado trabajador totalmente desarmado. El nuevo orden mundial que Hitler tuvo en mente era algo parecido. Fracasó, pero es que entonces se definió a sí mismo en términos de un estrato superior demasiado escaso” (23).
 
    Estamos ante la explicación plausible y coherente de un fenómeno que aparece ante nuestros ojos como un “sin sentido”. El capitalismo restaura los factores salvajes de su origen dando marcha atrás a las conquistas sociales que levantaron un estado benefactor que pudiera darle freno a las demandas del socialismo. Pero descartado el socialismo, las fuerzas brutas del mercado regresan con su afán devorador, incansable e insaciable.
 
    La crisis en la Universidad de Puerto Rico es sólo el síntoma de una crisis del estado tomado por los empresaurios en el mundo postsoviético. No habrá defensa para nadie aislado. Uno a uno y sector por sector será aplastado. A nadie temen: comenzaron en Puerto Rico nada más y nada menos que con el Colegio de Abogados.
 
    Es necesario unirnos, rescatar la democracia verdadera como clamó Saramago en el Foro Social de Brasil hace algunos años, o someternos al vasallaje y la pobreza. La lucha será durá.   
 
    ¿Llegará la hora de los cacerolazos en Puerto Rico?

 
Marcos 
Reyes 
Dávila
   

    

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