en el centenario
de la Revolución Mexicana
de la Revolución Mexicana
Ayer me di el gusto de ver dos películas sobre la revolución mexicana. Las películas, exhibidas por cable con motivo del centenario de la revolución campesina de 1910, tratan sobre la vida de dos personajes históricos inverosímiles: Pancho Villa y Emiliano Zapata. Pancho Villa tuvo la mala fortuna de salir caricaturizado por el actor Wallace Berry. No obstante, el director, John Conway, logra escenas evocadoras e inolvidables.
“¡Viva Villa!” es de 1934; “¡Viva Zapata!” es de 1952. En el segundo filme, el inmortal líder campesino es caracterizado extraordinariamente por Marlon Brando, con el auxilio de Anthony Quinn, quien interpreta al hermano de Emiliano, en un guión escrito por el Premio Nóbel norteamericano, John Steinbeck.
La película sobre Zapata destaca la lucha zapatista basada en el reclamo de la propiedad de los pueblos sobre la tierra. El reclamo tenía sus raíces en el virreinato, negadas posteriormente por las Leyes de la Reforma que, con la intención de nacionalizar las tierras en poder de la iglesia católica, permitieron su expropiación y su privatización, así como la creación de enormes latifundios.
Zapata aparece en la película como un hombre sin hambre de poder personal, de un gran desprendimiento, y entregado a la causa de los campesinos. En una escena de película, el presidente Madero, caracterizado como un hombre ingenuo y pusilánime, le ofrece a Zapata algunas de las mejores tierras de México en recompensa por su participación en el derrocamiento de Porfirio Díaz y el triunfo de la Revolución. Zapata se indigna.
Tanto Zapata como Villa logran configurar enormes ejércitos de campesinos. Se dice, por ejemplo, que Villa entró a la capital de México al frente de una tropa de más de 60 mil hombres. Es entonces que ambos se encuentran en el palacio presidencial y se toman una famosa foto en la que Villa aparece en la silla del presidente que un momento antes le ofreció a Zapata y éste rehusó. La revolución, que antecede a la Revolución rusa de 1917 dirigida a la toma del poder por obreros y campesinos, se diferencia de esta última, conducida por algunos de los intelectuales de mayor calibre del mundo como lo fueron Lenin y Trotsky, en que su fuerza estuvo dirigida por dos analfabetas: Villa y Zapata. La Revolución Rusa la echó a perder Stalin. ¿Qué habrá sido de la Revolución Mexicana?
Ni Zapata ni Villa mueren en combate: ambos fueron emboscados. Villa muere como producto de una conspiración que buscaba suprimir a un hombre capaz de formar de la nada ejércitos oceánicos y que vigilaba desde lejos que las autoridades en el poder no descarrilaran las conquistas populares de la revolución. Zapata, cayó en una emboscada y víctima de engaño. Como ocurrió con Villa, las autoridades en el palacio presidencial que Zapata no quiso ocupar, consideraron necesario terminar con la vida de un hombre capaz de sacarlos del poder. Del mismo modo cayó muchos años después Sandino en Nicaragua. La suerte de estas tres figuras históricas pone en escena el papel protagónico de la traición y el engaño. El jugar sucio, tramposo, inescrupuloso de la clase adinerada, sea la mexicana, la nicaragüense o la norteamericana, tiene una presencia constante en la historia.
Los zapatistas en Chiapas, del Subcomandante Marcos, han revivido con éxito la revolución de 1910. Y como Emiliano, Marcos transforma el vasallaje campesino en autogestión valerosa, a la vez que huye del trono y la corona.
Algunos sabihondos nos quieren convencer, en Puerto Rico y otros países, de que las revoluciones socialistas inspiradas en el marxismo quedaron atrás, como momias fracasadas de la historia. Olvidan la historia de los altibajos de la revolución francesa, o de la norteamericana cuya constitución democrática quedó destrozada en Puerto Rico al convertir aquella democracia en un imperio con colonias. Olvidan cómo viven hoy muchos pueblos del mundo. Olvidan que tras la caída de la Unión Soviética el capitalismo occidental se quitó la careta de “estado benefactor” y, desmantelando las conquistas sindicales, toma rumbo al vasallaje, la explotación de las grandes mayorías, el hambre, el desamparo. Olvidan la terrible crisis que malviven hoy en las grandes potencias enormes mayorías inexplicablemente más empobrecidas que antes. El sueño utópico de construir un mundo mejor, libre de explotación, de hambre y de opresión no perecerá jamás. Mas una cosa es indudable: jamás se llegará a él a través del capitalismo.
México celebra este año el bicentenario de la emancipación de España y el centenario de la Revolución campesina de 1910. Ésta, sobretodo, tiene mucho trabajo que hacer aún en México y en toda Nuestra América.
Marcos
Reyes
Dávila
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