.
A propósito del fascismo en Puerto Rico
La Universidad obediente
El fascismo, lastimosamente sea dicho, no murió tras la Segunda Guerra Mundial. No deseo hablar ahora de ese fascismo histórico nazi o italiano, ni del de las camisas, precisamente azules, del fascismo falangista español. La acción política de la derecha intolerante siguió alimentándose y orientándose contra el bloque soviético y los movimientos verdaderamente socialistas, y brotó incontenible en las dictaduras latinoamericanas de los años setenta con la eliminación física de decenas de miles de personas. Particularmente se ensañó contra las universidades, los intelectuales y el libro. Hoy despunta nuevamente en Puerto Rico, en la colonia de Estados Unidos.
Un cuento de Óscar de la Borbolla (1949), me sirve para explicar qué es el fascismo y su incompatibilidad con la vida universitaria.
El cuento se titula “Los locos somos otro cosmos”, cuento que trabaja lúdicamente con la jeringonza que tan útil resulta para ejercitar la habilidad verbal y articulatoria.
En ese cuento Rodolfo es un paciente en una institución psiquiátrica a quien van a administrarle la terapia de electroshock. Rodolfo se opone, naturalmente, a la misma, y pronuncia un importante argumento para intentar persuadir al médico que desista de la aplicación del mismo en su caso. Rodolfo dice:
“Doctor, los locos sólo somos otro cosmos, con otros otoños, con otro sol. No somos lo morboso; sólo somos lo otro, lo no ortodoxo. Otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos, como formó los olmos o los osos o los chopos o los hongos.”
Añade que si bien él solo es “lo otro”, él no compone, troncha, rompe ni norma a los que no son como él.
El doctor desoye su argumento, y ante el cuestionamiento de una enfermera, vocifera que no solo los “droga” sino que también los doma y los corrompe.
Rodolfo se defiende planteando el tema fundamental de la otredad. Es decir, la radical heterogeneidad y diversidad en la que reside la riqueza de la humanidad. Esa diversidad se construye en el plano de la cultura, siempre varia, cambiante, disímil, como la vida misma, y por eso nunca acabada, nunca finalmente definida. Esa diversidad es la esencia de la otredad y de la proteica naturaleza humana. Ella misma valida la importancia humana del disentir y de la discrepancia, y por lo tanto, de la naturaleza crítica del pensamiento que está siempre en búsqueda eterna de una verdad que siempre se escapa.
La vida de una universidad depende de la libertad de discrepar, de la actitud contestataria y retadora. No hay creación ni saber donde no hay pregunta, duda, cuestionamiento, posibilidad. Por eso la cultura universitaria es contraria al fascismo.
Al fascismo lo define mejor la intolerancia. La intolerancia remite al dogma que se postula como incuestionable. Por eso la disensión debe ser suprimida. No hay otredad en el fascismo.
Algunos creen que el gobierno de Puerto Rico quiere destruir la universidad, para reducirla o para venderla a la Fundación Ana G. Méndez. Yo no creo que eso sea correcto. Al menos lo dudo. Pero sí creo que Fortuño, la Junta de Síndicos y el presidente de la UPR, José Ramón de la Torre desean una universidad obediente, silenciosa, sumisa, avasallada.
Añade que si bien él solo es “lo otro”, él no compone, troncha, rompe ni norma a los que no son como él.
El doctor desoye su argumento, y ante el cuestionamiento de una enfermera, vocifera que no solo los “droga” sino que también los doma y los corrompe.
Rodolfo se defiende planteando el tema fundamental de la otredad. Es decir, la radical heterogeneidad y diversidad en la que reside la riqueza de la humanidad. Esa diversidad se construye en el plano de la cultura, siempre varia, cambiante, disímil, como la vida misma, y por eso nunca acabada, nunca finalmente definida. Esa diversidad es la esencia de la otredad y de la proteica naturaleza humana. Ella misma valida la importancia humana del disentir y de la discrepancia, y por lo tanto, de la naturaleza crítica del pensamiento que está siempre en búsqueda eterna de una verdad que siempre se escapa.
La vida de una universidad depende de la libertad de discrepar, de la actitud contestataria y retadora. No hay creación ni saber donde no hay pregunta, duda, cuestionamiento, posibilidad. Por eso la cultura universitaria es contraria al fascismo.
Al fascismo lo define mejor la intolerancia. La intolerancia remite al dogma que se postula como incuestionable. Por eso la disensión debe ser suprimida. No hay otredad en el fascismo.
Algunos creen que el gobierno de Puerto Rico quiere destruir la universidad, para reducirla o para venderla a la Fundación Ana G. Méndez. Yo no creo que eso sea correcto. Al menos lo dudo. Pero sí creo que Fortuño, la Junta de Síndicos y el presidente de la UPR, José Ramón de la Torre desean una universidad obediente, silenciosa, sumisa, avasallada.
La Universidad Fascista de Puerto Rico.
Y eso es su muerte.
Y eso es su muerte.
Marcos
Reyes
Dávila
No hay comentarios:
Publicar un comentario