Puerto Rico:
un pueblo detrás de la zanahoria
Grima da ver cómo disputan en los medios el asunto fútil del plebiscito.
El gobernador Infortunio, de Puerto Rico, ha propuesto para fines de año la celebración de varios plebiscitos dirigidos a encuestar en el pueblo puertorriqueño la preferencia de estatus político. Y todos se alborotan en Puerto Rico.
Se alborotan los que saben que Infortunio recurre al viejo truco del plebiscito porque el país lo odia a él, pero no a la posibilidad de obtener la estadidad, es decir, la incorporación a Estados Unidos como estado 51.
Un grupo inter-agencial recomendó a Obama no actuar en el Congreso norteamericano sobre el estatus de Puerto Rico. El Congreso es quien posee bajo llave, metralletas, bombas, bombardeos y misiles, hurtada, la soberanía del pueblo de Puerto Rico. Pero ese grupo inter-.agencial recomendó también que los puertorriqueños se entretuvieran con varios plebiscitos que ellos no se comprometen a respetar de forma alguna. Todos en Puerto Rico, saben esto. Todos saben que el plebiscito o los plebiscitos serán inútiles para modificar un ápice el estatus político colonial de Puerto Rico, del mismo modo que las rutinarias elecciones coloniales de cada cuatro años. Sin embargo los partidos políticos insisten, empecinada y absurdamente, en definirse por la preferencia de estatus.
No obstante, Infortunio está decidido a lanzarse al terreno de ese juego a pesar de administrar un país quebrado, fracturado y carcomido que se hunde inevitablemente en el fango. El desarrollo económico de Puerto Rico es sólo inferior, en el mundo entero, al de Haití.
Infortunio cree que una campaña a favor de la estadidad hará que la gente olvide las penurias y las afrentas, y vote nuevamente por él en las nuevas elecciones que se efectuarán el año próximo, creyendo que votan para obtener una estadidad por la que no pueden votar, pues le pertenece, no al pueblo de Puerto Rico, sino al de Estados Unidos.
Puerto Rico es un país saturado por los medios y los controles informativos, educativos, políticos, publicitarios, etcétera, de Estados Unidos. Ese poder colonial mantiene en la más absoluta miseria y enajenación un país que carece de capital propio, pues todo ha sido incautado y hurtado por los norteamericanos. La política oficial mantiene a un país que casi no trabaja ni produce riqueza alguna que no vaya a parar a Wall Street. Grandes muchedumbres viven de cupones de alimentos y otros subsidios que desalientan cualquier iniciativa productiva. Puerto Rico ya casi no produce ni café, ni piñas, ni frutos menores, ni azúcar, ni pescado, a pesar de ser isla. ¿Quién, en su sano juicio, votará contra los cupones para alimentos que distribuye mes tras mes el gobierno colonial? ¿Quién morderá la mano del amo que alimenta a medias?
Todos sabemos en Puerto Rico que los plebiscitos son una agenda estratégica de Infortunio para mantener en el poder su gobierno de empresaurios. Todos sabemos en Puerto Rico que los plebiscitos son absolutamente inútiles.
Sin embargo, vea usted la prensa, vea los telenoticiarios, oiga a los analistas políticos, carcomiendo la palabra “plebiscito” como roedores, embelesados con el plebiscito como se embelesan ante la “boda real” inglesa, cegados por la fastuosidad; fortaleciendo una monarquía de truco y falsedad, parasitaria; fortaleciendo la existencia de una comunidad aristocrática, de duques de sangre azul ante los cuales todos se postran, reverentes, y besan la mano avasallados, como ante un obispo. ¿Para eso proclamaron la “Igualdad” las revoluciones norteamericana y francesa? “¡Qué linda es mi princesa!”
El mundo sigue corriendo, estúpidamente, detrás de una zanahoria.
un pueblo detrás de la zanahoria
Grima da ver cómo disputan en los medios el asunto fútil del plebiscito.
El gobernador Infortunio, de Puerto Rico, ha propuesto para fines de año la celebración de varios plebiscitos dirigidos a encuestar en el pueblo puertorriqueño la preferencia de estatus político. Y todos se alborotan en Puerto Rico.
Se alborotan los que saben que Infortunio recurre al viejo truco del plebiscito porque el país lo odia a él, pero no a la posibilidad de obtener la estadidad, es decir, la incorporación a Estados Unidos como estado 51.
Un grupo inter-agencial recomendó a Obama no actuar en el Congreso norteamericano sobre el estatus de Puerto Rico. El Congreso es quien posee bajo llave, metralletas, bombas, bombardeos y misiles, hurtada, la soberanía del pueblo de Puerto Rico. Pero ese grupo inter-.agencial recomendó también que los puertorriqueños se entretuvieran con varios plebiscitos que ellos no se comprometen a respetar de forma alguna. Todos en Puerto Rico, saben esto. Todos saben que el plebiscito o los plebiscitos serán inútiles para modificar un ápice el estatus político colonial de Puerto Rico, del mismo modo que las rutinarias elecciones coloniales de cada cuatro años. Sin embargo los partidos políticos insisten, empecinada y absurdamente, en definirse por la preferencia de estatus.
No obstante, Infortunio está decidido a lanzarse al terreno de ese juego a pesar de administrar un país quebrado, fracturado y carcomido que se hunde inevitablemente en el fango. El desarrollo económico de Puerto Rico es sólo inferior, en el mundo entero, al de Haití.
Infortunio cree que una campaña a favor de la estadidad hará que la gente olvide las penurias y las afrentas, y vote nuevamente por él en las nuevas elecciones que se efectuarán el año próximo, creyendo que votan para obtener una estadidad por la que no pueden votar, pues le pertenece, no al pueblo de Puerto Rico, sino al de Estados Unidos.
Puerto Rico es un país saturado por los medios y los controles informativos, educativos, políticos, publicitarios, etcétera, de Estados Unidos. Ese poder colonial mantiene en la más absoluta miseria y enajenación un país que carece de capital propio, pues todo ha sido incautado y hurtado por los norteamericanos. La política oficial mantiene a un país que casi no trabaja ni produce riqueza alguna que no vaya a parar a Wall Street. Grandes muchedumbres viven de cupones de alimentos y otros subsidios que desalientan cualquier iniciativa productiva. Puerto Rico ya casi no produce ni café, ni piñas, ni frutos menores, ni azúcar, ni pescado, a pesar de ser isla. ¿Quién, en su sano juicio, votará contra los cupones para alimentos que distribuye mes tras mes el gobierno colonial? ¿Quién morderá la mano del amo que alimenta a medias?
Todos sabemos en Puerto Rico que los plebiscitos son una agenda estratégica de Infortunio para mantener en el poder su gobierno de empresaurios. Todos sabemos en Puerto Rico que los plebiscitos son absolutamente inútiles.
Sin embargo, vea usted la prensa, vea los telenoticiarios, oiga a los analistas políticos, carcomiendo la palabra “plebiscito” como roedores, embelesados con el plebiscito como se embelesan ante la “boda real” inglesa, cegados por la fastuosidad; fortaleciendo una monarquía de truco y falsedad, parasitaria; fortaleciendo la existencia de una comunidad aristocrática, de duques de sangre azul ante los cuales todos se postran, reverentes, y besan la mano avasallados, como ante un obispo. ¿Para eso proclamaron la “Igualdad” las revoluciones norteamericana y francesa? “¡Qué linda es mi princesa!”
El mundo sigue corriendo, estúpidamente, detrás de una zanahoria.
Marcos
Reyes
Dávila
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