.
.
En el cruce
de tu vera*
Para Carlos Véjar, el IVEC y Veracruz
Para Carlos Véjar, el IVEC y Veracruz
se nos cruzaron las venas.
Mis ojos eran tus ojos
Tu sangre estaba en mis venas
Solo un momento después
te hiciste polvo y arena.
En el cruce de tu vera
se nos cruzaron las penas.
2.
Un parpadeo tan sólo
y me perdí en tus ojos.
Se me perdieron tus muros
la torre el cañón y el faro
la promesa del mar puro
las plazas y las bodegas
la multitud de tus calles
y tu malecón de arena.
Por la ventana me asomas
el cuerpo azul de tu abeja
y aquella mirada que huye
hebra en rebozo de cielo.
Esa escalera me sube
hasta el cielo que respira
la promesa de tu seno
bullicioso y marinero.
Con teclas de tus marimbas
y los dedos de tus pencas
soneas un son de sol
en la piel de tus aceras
aunque en la sombra los muertos
asomen congas y cuero,
viejísimas manos negras.
3.
Miré un momento hacia oriente
y se me perdió el techo azul
el fruto amarillo
la hoja verde
la tierra café
Mis ojos eran tus ojos
Tu sangre estaba en mis venas
Solo un momento después
te hiciste polvo y arena.
En el cruce de tu vera
se nos cruzaron las penas.
2.
Un parpadeo tan sólo
y me perdí en tus ojos.
Se me perdieron tus muros
la torre el cañón y el faro
la promesa del mar puro
las plazas y las bodegas
la multitud de tus calles
y tu malecón de arena.
Por la ventana me asomas
el cuerpo azul de tu abeja
y aquella mirada que huye
hebra en rebozo de cielo.
Esa escalera me sube
hasta el cielo que respira
la promesa de tu seno
bullicioso y marinero.
Con teclas de tus marimbas
y los dedos de tus pencas
soneas un son de sol
en la piel de tus aceras
aunque en la sombra los muertos
asomen congas y cuero,
viejísimas manos negras.
3.
Miré un momento hacia oriente
y se me perdió el techo azul
el fruto amarillo
la hoja verde
la tierra café
que el Caribe pide.
Se me perdieron las palomas
en la catedral de tus caderas
(donde me juro inocente)
los panes y los ríos
la misma aldea de mis pasos de niño
el viento aquel que nos hiciera
el paraíso mismo
el arcoiris granulado de tus telas
los barcos del abrazo
los mares de tu vera
el beso en los portales
que en la parroquia te espera.
4.
Nada carece más de eternidad que el paraíso.
Nada caduca más que un paraíso.
Nada es más frágil
que esa luz que oscurece sólo un soplo
Tan llena de sol como eras
te libó fugaz un colibrí.
Se me perdieron tus ojos a la vera
y en la cruz de tus caminos me perdí.
Se me perdieron las palomas
en la catedral de tus caderas
(donde me juro inocente)
los panes y los ríos
la misma aldea de mis pasos de niño
el viento aquel que nos hiciera
el paraíso mismo
el arcoiris granulado de tus telas
los barcos del abrazo
los mares de tu vera
el beso en los portales
que en la parroquia te espera.
4.
Nada carece más de eternidad que el paraíso.
Nada caduca más que un paraíso.
Nada es más frágil
que esa luz que oscurece sólo un soplo
Tan llena de sol como eras
te libó fugaz un colibrí.
Se me perdieron tus ojos a la vera
y en la cruz de tus caminos me perdí.
Marcos
Reyes
Dávila
nov /2011
nov /2011
*Publicado en ARCHIPIÉLAGO, número 75 (2012): pág. 44.
No hay comentarios:
Publicar un comentario