sábado, 3 de diciembre de 2011

CELAC no tuvo valor ante Puerto Rico



La CELAC 
no tuvo valor 
para defender 
a Puerto Rico

    Ayer, 2 de diciembre de 2011, fue un día histórico para la América Latina y El Caribe. La constitución de la Comunidad de Estados de América Latina y El Caribe, la CELAC, bien merece el aplauso de su fundador original principal, Simón Bolívar, justo en los años en que el planeta conmemora el bicentenario del concepto de independencia, el inicio de la lucha por la libertad de nuestros pueblos que sólo con la lucha se obtiene, y las proclamaciones de constituir un verdadero mundo nuevo, hijo de sí mismo y soberano, como solamente pueden ser los pueblos y los seres humanos.
 

    Parte de la prensa insiste en desvirtuar los hechos. Plantea, más o menos de manera de manera directa o en una entrelínea sin disimulo, que los Estados Unidos y Canadá están “excluidos”, hecho que es falso, absolutamente. Lo es, porque se trata de constituir un organismo de unión basado en la cultura e historia común de la mayor parte de los pueblos del hemisferio americano, y basado en la experiencia histórica de los poderes del norte que definió toda esta región continental como su patio trasero y la trató con abuso, atropello y explotación.
 

    La región que los próceres llamaron “Nuestra América” se constituyó en la conciencia histórica de la humanidad en oposición a la América imperial del norte. Ha sido precisamente esa historia de dominio imperial, que no sólo condenó a Cuba al ostracismo, sino que mantiene ocupado y aplastado a Puerto Rico, lo que hace nulo, contraproducente y enemigo de nuestros pueblos el panamericanismo fraudulento de la OEA.     

   Hostos, Martí, Sandino, y tantos otros héroes de la segunda independencia de nuestros pueblos, segunda independencia que se planteó como una necesidad de frente a la herencia colonial que sobrevivió a la independencia, y cuyo centro y ser migró desde Europa a Estados Unidos, alertaron a nuestros pueblos, desde 1870 (Hostos), y siguiendo a Bolívar, sobre la necesidad de unirse para enfrentar las agresiones imperiales de los otros. Martí no dejó de señalar ya cerca de 1890 que esa política panamericana de Wáshington traía consigo la intención de tomar el sartén por el mango para el dominio de nuestros pueblos y la explotación de nuestras riquezas. Esa política panamericana delinió la estrategia de la desunión internacional, entre nosotros mismos, y la desunión interna.
 

    Llegada la hora de constituir aquello que ya Bolívar previó como una necesidad de nuestra patria grande para enfrentar los poderes imperiales, tanto los europeos que bombarderaron a nuestros países independientes e intentaron reconquistarlos, como Francia a México, como el norteamericano, que impidió que Bolívar pudiera llevar su guerra de libertad a Cuba y a Puerto Rico, para luego ocupar ambas islas y ocupar repetidamente, una y otra vez, los países del Caribe y robar a México la mitad de su territorio, la CELAC tiene el deber de comenzar interrogándose si están en la mesa todos los países hermanos. Porque mientras Puerto Rico no esté no se ha completado la agenda de Bolívar, ni se ha limpiado la afrenta de esta cabeza de playa, de este enclave colonial situado en el corazón de nuestra alma.
 

    El Presidente Chávez, así como los demás jefes de gobierno, se expresaron acerca del acontecimiento, los propósitos y la agenda ambiciosa. Varias veces anticipé que Chávez mencionaría a Puerto Rico. ¡ Tanto insistió en que estaban representados allí todos los países de la América Nuestra! ¡Tanto insisió en mencionar a los próceres que demandaron la necesidad de esta integración! Mencionó la posibilidad de integrar el continente con ferrocarriles que viajaran de Caracas a Buenos Aires, y creí que mencionaría que el puertorriqueño Hostos, ese Hostos que los estados americanos proclamaron en el 1938 “Ciudadano Eminente de América, ese Hostos que promovió la idea, a mediados de la década de 1870, del Ferrocarril Trasandino que unió durante más de medio siglo la costa del Atlántico con la del Pacífico y cuya primera locomotora llevó su nombre, ese Hostos ideó en los mismos años la integración americana a través de la navegación de los ríos, la construcción del canal intercoceánico, la constitución de una comunidad económica del sur y la confederación de las Antillas cuando Martí era aún adolescente.
 

    De espaldas al señor Presidente estaba el emblema de la CELAC. En Veracruz, el mapa que formaba parte de la actividad caribeña auspiciada por el Instituto Veracruzano de Cultura incluía el perfil de Puerto Rico pero no así su nombre ni el de ninguna de sus ciudades capitales, contrario a lo que ocurría con Veracruz, La Habana, Jamaica, etc. El mapa de la CELAC, por fortuna, no borró a Puerto Rico. Pero allí está el país grabado en la cartografía, y en la historia, mudo e ignorado como los esclavos. Ni Sarmiento se atrevió a defender a Cuba en armas cuando Hostos se lo pidió para esa misma época. Significa el silencio sobre Puerto Rico, pregunto, que ni aún unidos todos los presidentes de la América Nuestra le dio valor suficiente, a ninguno de ellos, para decir, públicamente: “Aquí falta, nos hace falta, Puerto Rico”.
 

    (Tomo nota de que Daniel Ortega sí señaló la ausencia de Puerto Rico a su llegada a Caracas, según EFE. No obstante,) Para acallar su conciencia, Presidentes, propongo que borren a Puerto Rico en ese emblema de la CELAC.
 

    ¡Pobre Martí! ¡Pobre Bolívar!
 
Pero... No se puede hablar de Martí
o de Bolívar
sin hablar de Puerto Rico.

 
Marcos 
Reyes 
Dávila

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