El ELA no es cuestión de leyes
sino de PODER
García Padilla se colgó apenas se inició como candidato. Su primer error fue distanciarse, irse al polo opuesto, al de Willie Miranda Marín, líder que fingió admirar y seguir. Y no se fue al polo opuesto de Miranda Marín por proponer como nuevo el viejo régimen colonial del ELA, sino por lanzarse de pecho a una campaña de engaño y de fraude, de deshonestidad absoluta, y al mentir descaradamente con sus “pilares” del ELA, puro humo.
Las tesis absurdas de los Hernández que García Padilla hace suyas como peón, apéndice, parásito o perrito faldero, se riñen, absolutamente, no sólo con los análisis del task force de Casa Blanca, sino con la práctica política no sólo del ELA, sino la que por más de un siglo llevamos con Estados Unidos. Las tesis de Hernández y Padilla quieren descalificar a Hostos, a Vicente Géigel Polanco, al mismo Trías Monge, a los Fernós, al mismo Luis Muñoz Rivera. Pero lo peor es que quieren descalificar y engatusar el sentido común con las frases absurdas del Muñoz que convirtió la ciudadanía norteamericana y al dólar en ciudadanía y moneda “común”. ¿Es que habrá alguien en Puerto Rico, una sola persona, que no sepa que el Congreso, y el gobierno de Estados Unidos, puede legislar lo que deseen ellos sobre Puerto Rico?? Si algo es capaz de detenerlos no es asunto de poder o no poder, sino de prudencia política.
Los analistas del país han señalado recientemente –como muchos otros lo han hecho durante más de un siglo– que los pilares del ELA son, con mucho, anteriores al ELA. La ciudadanía “común” nos fue impuesta en el 1917 con la sola finalidad de reclutar a los puertorriqueños como soldados norteamericanos en la Primera Guerra Mundial. Y la “moneda común” se estableció en Puerto Rico con la llegada de los norteamericanos y, tras la Ley Foraker de 1900 –ley que legalizó el imperialismo–, se impuso un cambio nefasto al dólar que arruinó a muchos puertorriqueños.
Los hoy tristemente célebres Hernández, tristes por entregaos, quieren imponerse sobre los puertorriqueños y sobre el Congreso haciendo alegatos de jurisprudencia y de palabrería a lo Cantinflas, cuando el verdadero pilar sobre el que se sostiene el gobierno norteamericano en Puerto Rico es la fuerza de las armas. La ley obedece a las armas. La ley siguió dócil, en Estados Unidos, a la voluntad imperialista del gobierno de Estados Unidos y declaró los absurdos políticos que dicho gobierno le exigió a los tribunales.
Hostos señaló con razón, que no había ningún artículo en la Constitución de Estados Unidos que le permitiera a ese país poseer colonial y avasallar a los puertorriqueños. Lo hizo, simplemente, utilizando, la “fuerza bruta” –palabras de Hostos– y contra la protesta y el denuncia de “Imperialistas” que le hizo al gobierno el propio Partido Demócrata de Estados Unidos.
Quien crea que el mal llamado “problema de estatus político” se va a solucionar en los tribunales o en un plebiscito sin poder alguno, se equívoca. El nuestro es un problema político, es decir, de fuerza. Y no es un problema de “estatus político”, sino de soberanía.
Aquí lo único que hace falta es ejercer ya, de una vez, el poder soberano, inalienable e irrenunciable, del pueblo de Puerto Rico.
García Padilla se colgó apenas se inició como candidato. Su primer error fue distanciarse, irse al polo opuesto, al de Willie Miranda Marín, líder que fingió admirar y seguir. Y no se fue al polo opuesto de Miranda Marín por proponer como nuevo el viejo régimen colonial del ELA, sino por lanzarse de pecho a una campaña de engaño y de fraude, de deshonestidad absoluta, y al mentir descaradamente con sus “pilares” del ELA, puro humo.
Las tesis absurdas de los Hernández que García Padilla hace suyas como peón, apéndice, parásito o perrito faldero, se riñen, absolutamente, no sólo con los análisis del task force de Casa Blanca, sino con la práctica política no sólo del ELA, sino la que por más de un siglo llevamos con Estados Unidos. Las tesis de Hernández y Padilla quieren descalificar a Hostos, a Vicente Géigel Polanco, al mismo Trías Monge, a los Fernós, al mismo Luis Muñoz Rivera. Pero lo peor es que quieren descalificar y engatusar el sentido común con las frases absurdas del Muñoz que convirtió la ciudadanía norteamericana y al dólar en ciudadanía y moneda “común”. ¿Es que habrá alguien en Puerto Rico, una sola persona, que no sepa que el Congreso, y el gobierno de Estados Unidos, puede legislar lo que deseen ellos sobre Puerto Rico?? Si algo es capaz de detenerlos no es asunto de poder o no poder, sino de prudencia política.
Los analistas del país han señalado recientemente –como muchos otros lo han hecho durante más de un siglo– que los pilares del ELA son, con mucho, anteriores al ELA. La ciudadanía “común” nos fue impuesta en el 1917 con la sola finalidad de reclutar a los puertorriqueños como soldados norteamericanos en la Primera Guerra Mundial. Y la “moneda común” se estableció en Puerto Rico con la llegada de los norteamericanos y, tras la Ley Foraker de 1900 –ley que legalizó el imperialismo–, se impuso un cambio nefasto al dólar que arruinó a muchos puertorriqueños.
Los hoy tristemente célebres Hernández, tristes por entregaos, quieren imponerse sobre los puertorriqueños y sobre el Congreso haciendo alegatos de jurisprudencia y de palabrería a lo Cantinflas, cuando el verdadero pilar sobre el que se sostiene el gobierno norteamericano en Puerto Rico es la fuerza de las armas. La ley obedece a las armas. La ley siguió dócil, en Estados Unidos, a la voluntad imperialista del gobierno de Estados Unidos y declaró los absurdos políticos que dicho gobierno le exigió a los tribunales.
Hostos señaló con razón, que no había ningún artículo en la Constitución de Estados Unidos que le permitiera a ese país poseer colonial y avasallar a los puertorriqueños. Lo hizo, simplemente, utilizando, la “fuerza bruta” –palabras de Hostos– y contra la protesta y el denuncia de “Imperialistas” que le hizo al gobierno el propio Partido Demócrata de Estados Unidos.
Quien crea que el mal llamado “problema de estatus político” se va a solucionar en los tribunales o en un plebiscito sin poder alguno, se equívoca. El nuestro es un problema político, es decir, de fuerza. Y no es un problema de “estatus político”, sino de soberanía.
Aquí lo único que hace falta es ejercer ya, de una vez, el poder soberano, inalienable e irrenunciable, del pueblo de Puerto Rico.
Marcos
Reyes
Dávila