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El rebrote del
Fascismo
en Puerto Rico
Cuando hablamos de Fascismo, el pensamiento deriva instintivamente hacia la Alemania nazi y Adolfo Hitler. No muchos recuerdan que se expandió por otras regiones de Europa, como Italia y España, e incluso Asia. Quizás hayamos oído hablar de fascismo en la época de algunas dictaduras latinoamericanas como Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Argentina, entre otras. Casi seguramente se asociará el término con el exterminio de los judíos en los famosos campos de concentración.
Pero el fascismo es un fenómeno mucho mayor que todo ello, y que no quedó aplastado por la historia. Vive, rebrota, de diversas modos, en muchas partes del planeta. Pocos sabrán que existen grupos fascistas en países occidentales como Francia, Inglaterra y Estados Unidos, entre otros.
Sigo para escribir estas líneas el valioso libro de Carlos Rama, La ideología fascista, publicado en España en el 1979 por la Biblioteca Júcar (222 páginas), producto final de numerosos trabajos sobre el tema que Rama publicó desde 1954.
En el libro Rama hace el registro de un fenómeno complejo y variado que brotó a lo largo del siglo XX en numerosas latitudes por todo el planeta. De modo que, aunque las reflexiones parten principalmente de la época nazi en Alemania, y del fascismo italiano de Mussolini, no escapan a su juicio las diversas manifestaciones que se presentaron en muchas otras partes y ocasiones, incluido, como es natural, el fenómeno en la América Latina.
La definición del fascismo, tomado todo lo anterior en cuenta, no es fácil. Con cautela, Rama lo intenta del siguiente modo:
“Es un régimen político de masas fundado sobre el sistema del partido único y de la milicia de partido, realizado por métodos policiales y el control de todas las fuerzas de información y propaganda” (171). Se basa –añade– en una ideología irracionalista y anti-intelectualista; en la demagogia política, el ultranacionalismo y el belicismo; en la apelación a la violencia sistemática, la concepción totalitarista del Estado, la acción eficazmente procapitalista y ultrareaccionaria, y en la destrucción del movimiento obrero y social de izquierda (18). Sobrevive, el fascismo, “en todos los países donde las minorías tengan un precario control de sus privilegios, y vastos sectores de la población sean mantenidos en forma compulsiva en la explotación y la ignorancia” (159).
El fascismo comienza por enfrentar en la calle, violentamente, a las fuerzas de la izquierda política que la prensa burguesa califica de amenazadoras, como los sindicatos, los partidos de izquierda, los intelectuales progresistas. Más tarde populariza esa violencia y atemoriza a las masas (161), se alimenta del terror y la impotencia que genera en las comunidades.
Como se ve, la hostilidad del fascismo hacia la cultura es notoria (162). Se forjó en países con un gran desarrollo capitalista para enfrentar y aplastar los movimientos de reivindicación obrera que estuvieron a punto de tomar el poder para crear estados socialistas. El enemigo principal de los nazis fue la Unión Soviética, el primer estado socialista producto de la revolución de 1917, país que pagó el precio más alto de víctimas en la Segunda Guerra Mundial. En los países de la periferia capitalista, como en el mundo latinoamericano y asiático, se trata de un “fascismo colonial” que se presenta como una fuerza de choque al servicio de las grandes corporaciones internacionales (181).
Es el mismo que desbarata países enteros como intentaron hacer con Viet Nam, con Palestina, con Irak, con Libia, Afganistán y ahora con Siria y el Líbano. Una invasión hecha con mercenarios y un torrente de armas, seguida de bombardeo y de invasión formal, seguida de otro ejército de mercenarios, aún más costoso que el ejército formal, que se encarga de todo lo sucio y de beber sangre a diario, como los vampiros.
El fascismo colonial en Puerto Rico
Puerto Rico es una colonia norteamericana. Se trata de un país concebido en el marco de la colonización, por España, de gran parte de América, y que no alcanzó a forjar su libertad en los años bolivarianos. Tuvo que luchar por esa libertad durante el resto del siglo XIX, hermanado a Cuba.
La guerra de intervención norteamericana (1898) en la guerra antillana que inició Martí en el 1895, le permitió a Estados Unidos tomar a Puerto Rico como botín de guerra. La persecución se inició desde el principio en la forma de “partidas sediciosas”, de “turbas republicanas” que quemaban las sedes de periódicos y obligaron a huir incluso a próceres como Luis Muñoz Rivera, sino terminaban en las cárceles, como otros. Hostos denunciaba al imperialismo de los “bárbaros” que permitían un uso de la violencia en Puerto Rico dirigido al “exterminio” de los puertorriqueños.
Al día de hoy, 114 años después, Estados Unidos no solo no ha consultado la voluntad soberana del pueblo de Puerto Rico –violando su propia constitución, sus principios republicanos, toda noción de libertad, de derechos humanos y civiles, para convertirse en un imperio– sino que la ha reprimido con el uso letal de la fuerza del estado. Esa fuerza policiaca, militar y la acción encubierta de inteligencia, se vio obligada ante la pujanza del nacionalismo de Albizu Campos, a usar aviones y unidades militares contra el pueblo de Puerto Rico. Más efectivo para ellos, a la larga, fue crear en el país una situación de extrema dependencia con una masiva asistencia de cupones de alimentos, la válvula económica de escape de inscribirse en las fuerzas armadas para obtener ingresos, y un intenso trasiego de drogas. La impunidad de los atropellos efectuados a diario por el FBI y otras agencias coloniales debió instruir y envalentonar a las fuerzas del “orden” puertorriqueñas. Las bandas policiacas asesinas no se hicieron esperar.
El dominio colonial clásico, en el mundo contemporáneo, tiene una estructura fascista, puesto que se trata de la explotación de un país en el que se aplastan las fuerzas propias y se impone una visión, un modo de vida, un orden, una economía dependiente de explotación. El gobierno en Puerto Rico que llaman muchos “federal” –pero que no lo es, puesto que Puerto Rico no es miembro de esa federación–, es en realidad un gobierno colonial que agobiado por las repetidas embestidas del nacionalismo optó en el 1952 por una fórmula de autonomía que llamaron Estado Libre Asociado constituida, como siempre ocurre, por mayordomos del imperio, que se impuso con la utilización de símbolos nacionales –como la bandera– y de algunos reclamos del nacionalismo –“pan, tierra y libertad”– , pero aplicando simultáneamente leyes de mordaza que encarcelaron a los líderes del nacionalismo. Y en el caso de Pedro Albizu Campos, casi casi hasta su muerte. Se redactó una constitución con un orden republicano de gobierno, en apariencia, puesto que los poderes fundamentales no residen en la soberanía del pueblo de Puerto Rico sino en el Congreso de Estados Unidos. Vivimos desde entonces un espectáculo de apariencias que elige un gobernador cada cuatro años, alcaldes y cámaras legislativas.
El gobierno del Partido Nuevo Progresista,
fascismo de autoservicio
Desde su creación en el 1968, el Partido Nuevo Progresista (PNP) coqueteó con las armas más rudas del fascismo tradicional y del neofascismo. (Hacemos abstracción del gobierno del otro partido hegemónico que fundó el ELA, y que bajo su amparo el gobierno colonial norteamericano estableció todos sus programas de carpeteo policiaco, vigilancia y las acciones encubiertas de sabotaje y desestabilización que incluyeron acciones letales.) El gobierno de Luis A. Ferré (1969-1973), fundador del PNP, se caracterizó por los abusos contra el movimiento sindical, las invasiones policiacas a la Universidad de Puerto Rico, y los ataques armados, a pleno sol, de comunidades y organizaciones de izquierda, como hicieron, bajo el mando de algunos senadores y la abstención policiaca, en la plaza pública de Río Piedras. El gobierno de Carlos Romero Barceló (1977-1984) estableció en complicidad con el FBI un programa de acecho y entrampamiento, con agentes encubiertos provocadores, persecución, ataques a bala y bombas. Bajo su mandato se produjeron las muertes a sangre fría de dos jóvenes totalmente inocentes en el Cerro Maravilla, acontecimiento de tal impacto que Hollywood lo llevó al cine (A show of force). Bajo Pedro Rosselló (1993-2000) se privatizaron numerosas corporaciones públicas como la Telefónica y todo el sistema de salud. De la mano de la privatización, se estableció un pacto monumental de corrupción entre el gobierno y los empresaurios que ha dominado la escena política desde entonces y nos trae directamente a los dramáticamente tristes desarrollos del gobierno actual de Luis Fortuño (2009-2012).
Fortuño comenzó a implementar una política neoliberal ultraconservadora que anuló las leyes laborales y los beneficios adquiridos, incluida la permanencia en el empleo. El “Profesor Distinguido” de la Universidad de Puerto Rico, Samuel Silva Gotay, ha hecho una relación más detallada de lo que sigue en un artículo titulado, significativamente, “Hacia una explicación de la destrucción del Estado en Puerto Rico a manos de la dirección del PNP por vía de una política neoliberal” (EXÉGESIS 69).
Apenas asumió el poder, Fortuño declaró una emergencia fiscal, nunca demostrada, para asumir poderes extraordinarios, y despidió de un solo golpe más de 30 mil empleados públicos, a la vez que autorizó la creación de centenares de contratos multimillonarios con empresas creadas de la noche a la mañana y con amigos políticos. Intentó destruir el Colegio de Abogados de Puerto Rico anulando la ley de colegiación compulsoria. Tomó todas las instituciones fundamentales enmendando las leyes o aumentando las juntas de síndicos o directivas. También aumentó los miembros del Tribunal Supremo para crear en el mismo un caucus de mayordomos del partido. Lo mismo hizo con la Universidad de Puerto Rico.
El país vivió durante dos largos años periodos de huelgas estudiantiles en las once unidades universitarias contra las cuales el gobierno lanzó, cada día, todo el poder de la fuerza de choque policiaca y la policía montada violando repetidamente los derechos civiles. El escándalo de esas violaciones creó un cuadro parecido al Guernica de Picasso con monjas gritando a mitad de la calle, mujeres desesperadas en llanto tiradas a la calle, gases lacrimógenos, macanazos y cabezas ensangrentadas de estudiantes. Ello, que fue repetidamente denunciado en el pleno del Congreso norteamericano, obligó al Departamento de Justicia de Estados Unidos a intervenir.
El gobierno del PNP se ha instrumentado a fuerza de decretos, de legislación que se produce sin vistas públicas ni consultas, de manera privada, pues las puertas del Capitolio se cierran incluso para la prensa. En todas las instrumentalidades gobierna un caucus –comité– del partido que se ha abrogado todos los poderes propios de un estado autoritario. El saqueo de los fondos públicos es la orden del día. Durante años se han vetado los aumentos salariales –excepto para sus asociados y amigos–, se ha aumentado dramáticamente la deuda pública, la población emigra desesperadamente, se devaluó la propiedad inmueble, la criminalidad y los asesinatos rompen récords sucesivamente, se le pone mordaza a la expresión de la oposición, se desmantela la universidad y los servicios de salud, se entregan las instrumentalidades públicas a empresas privadas, la mayoría del Tribunal Supremo consulta con el gobernador o con el presidente del Senado sus decisiones, que de ese modo, se pronuncian en cosa de pocas horas.
Recientemente se enmendó el Código Penal para eliminar la discreción judicial y aumentar y fijar las penas, y para crear nuevos delitos que criminalizan, incluso, las protestas y la libertad de expresión. Recientemente, un “contralor electoral” ha impedido a la oposición colocar anuncios contra enmiendas propuestas a la constitución, y la policía le impide a los opositores la colocación de anuncios de campaña en las vías públicas. Los sindicatos han estado, todo el cuatrenio, inusualmente tranquilos: ¿enmudecidos o temerosos?
No solo este servidor, abogados, ex presidentes del Colegio de Abogados, ex presidentes del principal partido de oposición, ex presidentes del Senado de Puerto Rico, también, y muchas otras voces, denuncian la instrumentación de un estado fascista en Puerto Rico, y bajo la presidencia de Barack Obama.
En conclusión
En los países fascistas por excelencia no sufrió todo el mundo el impacto directo de la intolerancia. Pero sentían la crisis, supieron de los atropellos a otros, vieron reducir paso a paso el margen de libertad social y de tranquilidad. Los fascistas se instalaron poco a poco, aplastando primero a unos aquí, luego a otros allá, para ocupar paso a paso todos los espacios del poder desplazando a la oposición, e invalidando las garantías de los derechos civiles. Todos supieron que no era aceptable apoyar a medias al sistema. A callar y a mirar al otro lado. Sobrevivir. Naturalmente, dado nuestro carácter colonial, y dadas nuestra pobreza y pequeñez, hay manifestaciones del fascismo europeo que no se pueden dar en Puerto Rico.
Aunque el gobierno colonial de Estados Unidos en Puerto Rico tenga un carácter fascista inmanente, la vida política en Estados Unidos mantiene un margen de juego político que nominalmente, al menos, permite reclamar los derechos constitucionales en el plano personal. Esa posibilidad, de la esfera judicial, es un freno al juego hostil del fascismo puertorriqueño. Pero esa garantía ya no existe en los tribunales de Puerto Rico.
No es posible predecir hasta dónde podrá llegar la práctica del fascismo en la élite del poder político en Puerto Rico. Pero la bestia está viva, “azota” y muerde donde y cuando puede. El temor de vivir se incrementa, y el acorralamiento. Y la calidad de vida se asfixia. Este es el mundo que construimos y heredamos a nuestros hijos.
Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!