viernes, 20 de diciembre de 2013

Puerto Rico NÓMADA -El abandono de la Justicia Social


Puerto Rico Nómada: 
el abandono de la justicia social
 
El éxodo clásico es el del pueblo judío. Vagó por el desierto, y luego por el mundo entero. Pero entre un vagar y otro, conquistó una tierra que proclamó como suya: la alegadamente prometida. Y mucho después, ya en este siglo, volvió a conquistarla con la ayuda de las Naciones Unidas. Y sigue conquistándosela a los palestinos.

Pero nos dicen que hay más puertorriqueños viviendo en el exilio que en la isla-nación. La presente crisi
s económica provocada por el neoliberalismo financiero que quiere entregárselo TODO al Gran CAPITAL ha impulsado nuevamente a los puertorriqueños al exilio, la emigración, un nuevo éxodo. La población joven, trabajadora, decrece, y el país se llena de gente mayor. 


¿Y qué hace el gobierno? Declara quebrado los sistemas de retiro para reducir dramáticamente los beneficios. Ya lo hizo con los empleados del gobierno central. Ahora lo hace con las maestros. Mañana serán las corporaciones públicas y la Universidad. El resultado neto, después de retirar beneficios laborales como la permanencia en el empleo, es aumentar la edad requerida para el retiro, y la miseria en la vejez al reducir los beneficios.

Si la población puertorriqueña se caracteriza ya por el nomadismo, el gobierno debería considerar declarar al pueblo de Puerto Rico como un pueblo nómada. Desterritorializado somos: nuestro suelo fue robado en el 1898 por EEUU que proclamó que la isla-nación le “pertenece”. Los nómadas tienen resuelto el problema de la vejez. Como el pueblo nómada se desplaza continuamente detrás de los rebaños y de tierras con frutos, aquellos que no pueden hacer el viaje continuo sencillamente se dejan abandonados.

La política del gobierno de Puerto Rico, totalmente de espaldas al proclamado afán de la “justicia social” que fundó al partido en el poder, consiste, en el fondo, en eso: abandonar a los pobres y los necesitados; reducirlos a la miseria. Tal como hicieron siempre los pueblos nómadas. 

¿Abandono... o revolución? No podemos hablar de tierra prometida ni de reconquista, porque esta tierra, a fin de cuentas, nunca ha sido nuestra. Menos de ellos. La misión histórica del pueblo de Puerto Rico es CONQUISTARLA DE UNA VEZ. Hacerla NUESTRA.

La Independencia No garantiza la Libertad. Pero NO HAY LIBERTAD SIN INDEPENDENCIA.


Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!

viernes, 15 de noviembre de 2013

"A Julia sin lágrimas" de Pedro Mir


. “A Julia sin lágrimas” 
           de Pedro Mir: 

                  Del agua y de la piedra                              
 (Ponencia presentada dentro del marco del “Gran Homenaje de la UASD a Pedro Mir en sus 100 años”, en la II Semana de la Poesía. Anfiteatro Manuel del Cabral de la Biblioteca Pedro Mir, la noche del viernes 18 de octubre de 2013, en compañía de Roberto Fernández Retamar. Publicado en 80 GRADOS, 15 de noviembre de 2013.)
               
1. Guajana en la historia dominicana: 

unos apuntes
    Me parece perentorio señalar, antes de decir otra cosa, que padeceríamos de extrema soberbia si se nos ocurriera pensar que podemos explicar nada sobre Pedro Mir al pueblo dominicano. En este trayecto antillano del sol nació, aquí creció alimentado con los dolores y los amores de este pueblo, y, rodeado de amores, entregó aquí su alma al viento.
    Sin embargo, la historia oficial y la historia vivida por nuestros pueblos se han cruzado de manera incesante durante milenios, más que siglos, con hambre de eternidad. El mismo pueblo taíno, el mismo colonizador español, los mismos africanos esclavizados, el mismo dolor, la misma sangre, la misma esperanza, la lucha compartida por la libertad, el pan y la luz. No es extraño que nuestro Hostos sea asimismo suyo y repose de sus afanes en el panteón de los héroes de la república dominicana. Ni es extraño que hace 46 años, a ley de muy poco para el cincuentenario, Vicente Rodríguez Nietzsche, capitán del Grupo Guajana, conozca a Mateo Morrison, y establezca con él una fecundísima relación de amistad cómplice, de la que saldrán numerosas colaboraciones mutuas por más de cuatro décadas. Entre ellas, la primera visita a la casa de Pedro Mir, en el 1969, hace 44 años.   
    Para escribir estas líneas repasé, entre otras cosas, un artículo publicado por Wenceslao Serra Deliz en su libro La memoria que no cesa, y que bajo el título alegre “Visión de un amistoso ente a través de Guajana” (379-386), refiere los diferentes encuentros entre los poetas de Guajana y poetas dominicanos, gracias, particularmente, al auspicio infatigable del poeta Mateo Morrison, Premio Nacional de Literatura. Conforme al relato de Wence, además de 1967 y 1969, los poetas de Guajana visitaron oficialmente la República Dominicana en el 1979, 1982, 1991, 1992, 1993 –ocasión este año de los 80 años de Mir, en la que estuve presente–, y, además, en el 1998, 2004, y 2007. También en el 2012, ocasión que me consta porque estuve presente, y en la que fuimos hasta la última morada de Mir a rendirle un homenaje poético. Del grupo Guajana, según Serra Deliz, han estado presentes aquí Vicente Rodríguez Nietzsche, José Manuel Torres Santiago, Edgardo López Ferrer, Ángela María Dávila, Andrés Castro Ríos, Juan Sáez Burgos, Carlos Noriega, Reynaldo Marcos Padua, Antonio Cabán Vale, el Topo, Marcos Rodríguez Frese, además de Wenceslao y mi persona. Vicente me cuenta que en el 1977 llegó acompañado de decenas de grabados y pinturas que enviaron artistas plásticos de Puerto Rico como obsequios a don Pedro.
       La amistad y colaboración entre el grupo Guajana y varios grupos y poetas dominicanos echó lumbre. Asimismo la solidaridad atizada por los acontecimientos históricos de estas décadas ardiantes, entre las que destacan la invasión norteamericana que depuso a Juan Bosch, suceso que ayudó a torcer el rumbo, y también a fraguar la identidad, del grupo Guajana.
    Cabe mencionar, que la revista Guajana, fundada en el 1962, dedicó un número de su revista en el 1970 a la República Dominicana. Y que el grupo Guajana invitó a Pedro Mir a “participar como conferenciante principal en las actividades que el Departamento de Estudios Hispánicos (UPR - Río Piedras) le dedicó a Guajana en abril de 1992 durante la Fiesta de la Lengua” (385).  De tal modo estamos entrelazados dominicanos, cubanos y puertorriqueños, que don Pedro echó a volar sus pájaros justo al día siguiente de la muerte de don Francisco Matos Paoli, amigo suyo, y uno de los grandes poetas puertorriqueños del siglo XX. Es aquí que entra en la ecuación Julia de Burgos. Las convergencias, los espacios de encuentro, son innumerables.

2. Julia del agua y Julia sin lágrimas 

en la voz de Pedro Mir

    Con el caso de Julia de Burgos, poeta puertorriqueña de inmensa trascendencia, cuya vida y obra está también repartida entre las islas del Mar de las Antillas, ocurre otro tanto. El grupo Guajana le dedicó el número cinco de la revista en el año 1964. El año próximo, justamente, celebramos el centenario de su natalicio. Don Pedro, desde allá, colabora con el centenario de Julia con al menos dos trabajos vinculados entre sí, y aunque medie un cuarto de siglo entre uno y otro, son inolvidables y están muy presentes entre nosotros.
    Señalemos, de entrada, que difícilmente hallamos en la historia de la poesía de la América Nuestra poetas en los que abunden versos tan entrañablemente inolvidables como en la poesía de Pedro Mir (1913-2000). Le hubiera bastado a don Pedro con el eco sublime de Hay un país en el mundo para merecer la eternidad. Un gran poema es un espacio habitable donde nos encontramos muchos, sino todos, porque la capacidad creadora del verdadero poeta expande los horizontes del ser humano y también el horizonte de los pueblos. Mir crea patria a la vez que crea humanidad. Federico Jóvine dice con razón que “si desapareciera la historia y la geografía de nuestra nación, podría reconstruirse a partir de sus versos” (“A lomo de Rocinante” 274). Y es que ese poema es un espacio entrañable creado por el poeta Pedro Mir, como una plaza pública, un lugar de reunión que permite no sólo al pueblo dominicano, sino también al pueblo latinoamericano, y de paso, un poco de sesgo, al mundo entero, descubrirse mayor de lo que era.  ¿Cómo podría ser más inmenso un poeta en cualquier parte del universo?
    Pero en la poesía de don Pedro la luz de los relámpagos inauditos caen, una y otra vez, desde su corazón hasta sus páginas. Así se suceden, como por encanto inverosímil, Si alguien quiere saber cuál es mi patria, Contracanto a Walt Whitman, Amén de mariposas, Viaje a la muchedumbre, Concierto de esperanza para la mano izquierda, El huracán Neruda, y A Julia sin lágrimas, por no citar todos sus títulos. Este último opúsculo de Mir, de 1998, está dedicado al tema de Julia de Burgos.
    Es muy difícil ignorar, al ponderar el valor de la obra de un autor, el trazo trágico que fractura la vida de algunos autores. ¿No ocurre eso incluso con figuras tan notables como Miguel Hernández o Federico García Lorca? ¿No lastima la suerte heroica del Martí caído en Dos Ríos y levantado de inmediato a la vanguardia del porvenir? Y que no decir de Roque Dalton, de Adolfina Storni, e incluso de la apacible, mas sufrida muerte de Hostos? ¿Cómo poner de lado la trágica muerte de Julia de Burgos al juzgar el carácter y el valor de su obra ?
    Mir se ocupó primero del tema de esta poeta puertorriqueña en un artículo breve que tituló, sublimemente, “Julia del agua” (Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, 16.59: 42-43) de 1973, 25 años antes del poema citado. En el artículo Mir se pregunta, a propósito de Julia, por la relación entre poesía y sufrimiento. Como discípulo de Hostos que soy, me afinqué en la idea expresada por él en su biografía crítica de Plácido donde afirma que “las edades más tristes son los más poéticas”. Pero Mir se resiste en este artículo a aceptar que “ese milagro” que llamamos poesía “sea producto del dolor sostenido”.  Según Mir, el poema no es canción por sonoro, “sino por alegre, por sano, por limpio”, o así “debería serlo”, añade, admitiendo, no obstante, acto seguido, “que el canto no sale verdadero, auténtico, genuino, si las espinas no viajan en la sangre”.
    Mir se plantea la interrogante que le formula Julia al vincularla con otras voces gigantes de la América nuestra como Gabriela y Alfonsina. Ellas, dice, “no pudieron alcanzar el timbre de la palabra poética sin ser mujeres torturadas”.
    Pero Mir, como quien se plantea para sí mismo una incógnita que le urgiera resolver, soluciona el enigma arguyendo que en estas poetas la poesía y el dolor se fueron forjando mutuamente. No obstante, don Pedro niega, “rotundamente”, “que en la condición humana esté definida ya la condición dolorosa”.
    Mir termina su artículo haciendo referencia a una edición en formato grande, ilustrado por Torres Martinó, de la poesía de Julia de Burgos, su “Julia en el agua”, y no deja de anticipar lo que el tiempo forjará con esa “obsesión amorosa que es Julia de Burgos en nosotros”. Así, en efecto, ocurrió con el opúsculo “A Julia sin lágrimas” de 1998. Esa es su génesis.

3. “A Julia sin lágrimas”

    El libro de versos está compuesto por diez poemas de aliento sinfónico y diferentes movimientos, cada una con su tempo y estructura. El epígrafe de Julia de Burgos, tomado del poema en el que ella se desdobla en dos Julias diferentes (titulado “A Julia de Burgos”) anticipa ya el choque entre la Julia “que era la esperanza” y la Julia “que era la desesperación”.
    Mucho nos llama la atención la apertura. El poema a Julia evoca el que quizás sea su poema más celebrado: Hay un país en el mundo, pues abre, como éste, con un afán de ubicación del motivo de su objeto que es, como en éste, el mismo, por fuerza, es decir, las Antillas del Mar Caribe. Si en el primer libro-poema se trataba de “un país –que hay– en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol”, ahora se ubica “por un camino de sal que tiene el sol”, pues por ese camino, dice textualmente, se llega al Mar Caribe. La sal es, como sabemos, una imagen gustativa llena de sugerencias relativas tanto a la evocación como a la amargura más triste.
    Uno podría pensar que el afán de ubicación en varios poemas de Mir, más que geológico o de telurismo entrañable, sugiriera una búsqueda en el espacio astronómico, pues eso de estar “colocado en el mismo trayecto del sol” parece referirse a los astros del cosmos. De esta manera, la imagen engrandece con notas de ternura, desde su inicio, el motivo a desarrollar. Lo mismo las aliteraciones consonánticas entre sol y sal, y el sabor tan clásico de la combinación de endecasílabos con heptasílabos. Mir, como sabemos todos, es maestro de un ritmo variable, a veces sujeto a formas clásicas, como en la parte tercera compuesto por alejandrinos en pareados rimados, y a veces la forma espaciosa del versículo repentinamente recogido. Mas lo que de veras cautiva, amén de las mariposas cadenciosas de su ritmo, es el tono entrañable, apelador, saturado de querencias que lo acercan inmediatamente a Santo Domingo. 
    El acercamiento cinemático, no obstante, se dirige en realidad al cementerio de Carolina donde reposan las dos Julias. Esta idea de Mir rescata el desdoblamiento de sí misma que hace la propia Julia en el conocido poema “A Julia de Burgos” ya citado. Quizás, más que “rescata”, deberíamos decir que parte, pues la naturaleza del desdoblamiento no es la misma en los versos de Julia y en los versos de Mir. La Julia del poema incluido en su primer libro, Poema en veinte surcos, enfrenta a un yo atado por los convencionalismos de clase y de género con la Julia en la que alienta una rebeldía que desde joven se identificaba ya con la rebeldía albizuista de carácter nacionalista, con el antiimperialismo, con la república española y contra los dictadores latinoamericanos como Trujillo. Es la rebeldía de quien no se siente inferior al hombre. Menos aún, sumisa. Mas en el poema de Mir se toma, en cambio, a la Julia con toda su vida a cuestas, no sólo su juventud, también sus grandes pasiones y las desgracias que vendrán más tarde.
    En las partes que siguen el poema toma un desarrollo aún más interesante, pues Mir identifica a Julia con las islas del Caribe. No es sólo la identificación de Julia con la colonia puertorriqueña, pues literalmente, en el poema, Mir se refiere a Julia como “Julia de Santo Domingo”. No hay en ello una sinécdoque: este “Santo Domingo” no es su amante Juan Isidro Jiménez Grullón. Es que para Mir, cito, “la cuestión de Santo Domingo /(...) es la misma cuestión de Puerto Rico” y de todo el Mar Caribe, según dice Mir, siguiendo con ello un procedimiento analógico frecuente en la poesía. Pero es, además, la cuestión de Wall Street y la Quinta Avenida donde halló –tan simbólicamente– la muerte Julia. Mas para Mir, este desembarco trágico de Julia que Mir hace convergir, analógicamente, no solo con el de Puerto Rico y Dominicana, sino con el de la América Latina toda, no puede tomarse en términos lastimeros, el de una desgracia personal que se imagina con el destino fatal de una predeterminación, como suelen hacer críticos y biógrafos de Julia que ven las señas del fin desde el principio e interpretan el tránsito de lucha por el resultado final, reducido a la cuneta de una calle, y olvidando de paso lo sustantivo, esto es: la gesta luchada y la obra lograda. Amén de ser ello absolutamente falaz e inexacto, es indigno. No hay dignidad en la lástima, y don Pedro Mir tiene la entereza suficiente para decirle a esta impostura que “no –cito– definitivamente no / verdaderamente porque no”.  Entrego por ello, otra vez, mi aplauso entero a don Pedro. Pues solo así, y de esta manera, Julia puede conviertese, con su muerte, en una lección para toda la América Latina.
    La muerte de Julia, como una Jane Doe,  no fue un suicidio, pero sí fue el resultado fatal de grandes acosos y agonías. Y hay que decirlo de espalda a todo fatalismo: esos percances pudieron tener otros desarrollos, pero fueron mal manejados por Julia. Dice Mir en el poema final:

        “Julia de Burgos cuidado con el suicidio
        la humanidad no se suicida

        la humanidad es una enredadera

        sólo trepa y se agarra a las paredes
        muertas y las llena de flores sobreentendidas”

    Esa “Julia victimaria”, que toma a la “Julia su víctima”, tiene, en el poema de Mir, como hemos dicho, las puertas cerradas con un NO rotundo y repetido. Y ello es así porque, para Mir, nunca debemos atizar el fatalismo enfocando la mirada sólo en el desenlace particular, accidental, de Julia. A Julia hay que tomarla entera, con todas esas pasiones y rebeldías que muy bien pudieron tener otros derroteros. Hay que tomar a la Julia, enfrentada con ella misma, como dice Mir, en lucha tenaz, y atizar ese fuego necesario.
    A Julia no hay que llorarla. “Definitivamente no”, dice Mir. Y añade, acto seguido: “por las razones del inconmovible no”. A Julia hay que comprenderla y celebrarla. Por eso, críticos y biógrafos, el título del poema: “sin lágrimas”. Será Julia del agua por su río de Loíza y su mar, pero no, nunca, por las lágrimas. De esta suerte, Pedro Mir se reafirma en la idea expresada en el artículo, 25 años antes, que afirmaba que la poesía es más esperanza que dolor.
    Regreso para terminar a la idea de Hostos expresada al comenzar. Tras anotar en su biografía sbre Plácido lo expresado antes, Hostos añade acto seguido que “los pueblos tiranizados –son– los más líricos”. 
    A Julia hay que verla como a Plácido, o como a Martí cayendo en Dos Ríos, con toda esa cola de angustias y de luchas que tienen dimensiones personales y dimensiones políticas, pues no es por casualidad que la Julia que se resiste a la sumisión doméstica y urbana es también la Julia que enarbola la bandera de las rebeliones políticas contra el imperio norteamericano. El ostracismo vivo que vivió Julia es el mismo ostracismo que vivimos los escritores de Puerto Rico, pues el dolor de vivir en el vacío, y de carecer incluso del apoyo de una tierra que sea nuestra, nos separa del resto del mundo literario de la América Nuestra.
    Pero Julia misma responde con toda claridad a esta incomprensión, al publicar en la revista Pueblos Hispanos lo siguiente: “La verdadera biografía de un artista está en su obra”. Es esa biografía la que le permite a Jóvine decir que Pedro Mir –como también Julia de Burgos–  “se fue repartiendo entre nosotros”.
    “La vida manda que pueble estos caminos”, escribió don Pedro. Y don Juan Antonio Corretjer, por su parte, acotó en su “Poema para otro aniversario” esto que viene aquí como anillo al dedo:
        “pasado por desazones y traiciones,
        penalidades y combates y
        retrocesos y hambres,
        –pero– jamás humillado, jamás herido ni aplazado,
        atreviéndome siempre sencillamente a ser quien soy”.   
    Es de esta suerte y de este modo, que el grupo Guajana ha venido aquí, con esta Julia de todos nosotros, esta Julia del agua, como la llamó don Pedro, a bautizar con sus amores a Pedro, la piedra fundadora que nos puebla.
    Que Albizu, Julia o Pedro, seamos todos nosotros. (MRD, oct-2013)



Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!

viernes, 1 de noviembre de 2013

PROTESTA por el ASESINATO de HOSTOS en la UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO



 Sólo el colibrí
        te zumba en las mañanas

Protesta por el Asesinato 
      de Hostos 
             en la Universidad de Puerto Rico

                                              En Memoria de Juan Mari Brás

               Querido don Juan
               don Pepe Ferrer Canales,
               Manolín, Manrique, Julio César...
Nuestro Eugenio María de Hostos

el que madrugó tan temprano cada día
ese de las luces peregrinas
y que anticipó el sol por las esquinas
ese que  quemó sus alas como un ícaro sublime
el de la semilla encendida

y el cholo marginado
el del africano encadenado en su negror
y el gaucho atascado en los olvidos
el del inca afantasmado
el mapuche perseguido como un ciervo
y el chino de yunta y látigo
el del paraguayo aniquilado
el peruano empedrado de la Oroya
el navegador del Orinoco y el Amazonas
el de los trenes trasandinos
el de las escuelas y de los liceos
el portero de la mujer postrera
ese del antillano ungido
del cubano en la manigua de Céspedes
el de sus dominicanitos
el que llevaba al cinto una pistola
    para dominar su voluntad rebelde
el de las pasiones absorbentes
    como un grito
ese ser humano completo
el de Salomé
Mitre
     Pardo
          Luperón
el Maestro de Martí
y el Bayoán deicida
ese que predica aún
    por la república española vencida
el que corre por las venas abiertas
    de los ríos profundos
el de la balanza
    en el reino de este mundo
el que combatió la fuerza con el derecho
el independiente
el que tuvo la libertad
    por derecho indispensable
el de la lámpara y la brújula
el que aborreció la colonia
    con España y con Estados Unidos
ese compinche de Betances
ese amigo de Ruiz Belvis
ese del 98 pisoteado
el aclamado
    por las vegas de Puerto Plata
el del fuego eterno en Dominicana
el de los centenarios
este ciudadano de América...
Fue expulsado de sus aulas
amputado de sus utopías
y asesinado frente a la torre
de la Universidad de Puerto Rico
La letra A del sambenito
que intenta inúltilmente humillarte
lleva la inicial del nombre
de la Patria Grande de Bolívar
y de tu Patria antillana
Mirándote
mutilado otra vez como la estatua
desde donde sólo se puede contemplarte
Desde la altura de los Andes
o desde el Pico Duarte
y la Sierra Maestra
Desde las montañas de Lares
o desde la sangre que corrió
por las calles dominicanas
Desde la sangre en la manigua cubana
Desde la sangre del cordero colonial
    de todos los sacrificios
Desde el porvenir americano inevitable
    y las cuerdas de las arpas
los candombes y las llaneras
los corridos y las cuecas
Te digo con ardiente paciencia
maestro      padre    hermano
que desde esta altura
ellos no pueden mirarte
ni los ojos     ni las barbas 
¡Cuán grande eres!,
Eugenio María
¡Sólo el colibrí te zumba en las mañanas!
¡Bendito seas!


                     Marcos 
                     Reyes Dávila, 
                     31 de octubre de 2013
                      ¡Albizu seas!

(La Universidad de Puerto Rico ELIMINÓ el Instituto de Estudios Hostosianos.)
.

sábado, 26 de octubre de 2013

Bayoán y la República Dominicana



Bayoán 
     y la República Dominicana: 
las armas detrás de la antillanidad

                                             "Bayoán no fue español", Hostos

   
Ante la fantasiosa tesis propuesta por Argimiro Ruano de un joven Hostos

definido como “español”, tesis repetida por otros ensayistas y críticos, ha venido a mi mente una nueva lectura de La peregrinación de Bayoán, lectura que si bien, por una parte, no descubre el Orinoco, por otra si pone un énfasis especial en un detalle que a mi juicio tiene una importancia mucho mayor a la acotada hasta ahora. Esta lectura es la siguiente.

La novela de Hostos se escribe y publica en el 1863. Y si bien su génesis se ha vinculado correctamente con la concepción de una identidad nacional antillana, de frente a España, germen embrionario de su queridísima confederación de las Antillas por la que abogará toda su vida como una solución a la debilidad política, social y económica de sus islas, amenazadas, por otra parte, y además, por los poderes imperiales europeos y el naciente poder estadounidense, otras líneas interpretativas segundan la importancia de un hecho que estimo de la mayor importancia.

En ese año se inicia la lucha contra la restauración del dominio colonial español sobre la República Dominicana, entregada en bandeja de plata a España en el 1861. ¿Cómo es posible que este hecho, de la mayor importancia, haya pasado casi como nota al calce, marginal, en el análisis de una novela concebida en términos indigenistas, llena de amor por las islas y su pasado taíno, llena de alusiones a su conquista, colonización y dominio por parte de España, insistentemente cuestionado y criticado por abusivo e inmoral? Bosch apenas señala la presencia de una familia dominicana en  el viaje que según él, Hostos, concibe la confederación antillana y la peregrinación de Bayoán.

Al publicarse en Madrid esta novela sobre las Antillas, a fines de 1863, Madrid vivía una guerra que retaba su restaurado dominio sobre la isla Española, y ese hecho tenía que pesar en el ánimo de cualquier lector español del momento. Hostos lo sabía muy bien, pues un cuñado, esposo de su hermana Engracia, teniente español, fue enviado a combatir en esa guerra acompañado de esta y de alguna otra hermana de los Hostos. Además,  de seguro conocía el aprieto en el que se metió Daniel de Rivera al publicar en el 1854 su poema dedicado a “Agueybaná el bravo”, y no obstante, en la novela se refiere repetidamente a él. Hostos se las arregla para elogiar una y otra vez a los caciques que defendieron la isla contra el dominio español, lo que es un modo metafórico de elogiar a los duartes y luperones que luchaban, justo en ese momento, contra el dominio español. No hay otra lectura posible.

De cualquier manera, esta lectura refuerza el carácter revolucionario que le hemos atribuido siempre a la novela de Hostos en cuanto afirmadora de una nacionalidad independiente de España, en cuanto afirmadora de las ideas liberales –revolucionarias– que gestó la revolución francesa contra las monarquías y las aristocracias, en cuanto a un compromiso radical –hasta las armas de Luperón y Duarte– con la causa de la libertad para el pueblo de las Antillas. Por ello es personaje en la novela Guarionex, cacique mayor de la Española que combatió a los conquistadores, y Bayoán, el protagonista, cacique de Borikén (hoy Puerto Rico) que descubrió que los españoles no eran dioses y podían morir en la batalla.

Por eso puede Hostos responder a quien pretende anteponerle a Bayoán el título de “Don”, lo siguiente: “Bayoán no tuvo Don porque no fue español”. Y ya sabemos que este Bayoán es Hostos.




Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!



martes, 22 de octubre de 2013

Julia de Burgos y Pedro Mir

Tomado de El Listín Diario, Rep. Dominicana, 21 de septiembre de 2013.


Julia de Burgos y Pedro Mir



Por Mateo Morrison
msacalidadycultura@yahoo.es
 
En el inmenso poema Espacio, Juan Ramón Jiménez expresa “¿Quién sabe más que yo, quién, qué hombre o que Dios, puede, ha podido, podrá decirme a mí que es vida y mi muerte, que no es?”.

Esto se complejiza al tratarse de poetas; podríamos saber de su nacimiento pero su muerte real no es cuando ocurre su deceso. Si son grandes escritores y dejaron en sus palabras un halo de creatividad excepcional, entonces podría con la muerte física dimensionarse su vida escritural.

El poeta puertorriqueño Marcos Reyes Dávila ha reunido en un texto a Julia de Burgos y a Pedro Mir. Es decir, a Puerto Rico y a República Dominicana a partir de la realidad tangible de que nacieron en 1913 y este año celebramos el centenario de ese hecho, donde nuestra geografía antillana los acogió, quizás con un ardiente sol, una tenue llovizna, un sismo o un huracán, cerca de un río o a orillas del mar.

En la ponencia “A Julia sin lágrimas” de Pedro Mir: del agua y de la piedra, que presentará Dávila en la Semana de la Poesía del 14 al 21 de octubre en República Dominicana o a través de su poesía, demuestra una vez más la inmortalidad de los autores de Río Grande de Loíza y del Contracanto a Walt Whitman.

La poesía de Julia y Pedro estarán una vez más en las calles de nuestro país, con sus palabras llenándonos de luz.

En el hermoso fragmento de la poesía Isla Julia, Marcos Reyes Dávila nos dirá: 

No hay un país en el mundo/como tú/ tan pedacito de alma Oriundo del viento negro/ y la colilla encendida/ eres esa migajita de pan/ relamida en la mesa del mar de las antillas/ Tan quebradiza/ como el cristal / de una ilusión ingrata/ Tan contemplada Una isla-país que apenas nacida / de las aguas/ ya eras fósil de ese coral / que no te olvida/ Algo así como el recuerdo/ de un jardín vedado al beso. (...)

Renacida de tu muerte/persiste la estrella que fulge / Por eso Isla julia/ te bautizo:/albizu seas.

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http://www.listin.com.do/puntos-de-vista/2013/9/20/292986/julia-de-burgos-y-pedro-mir

sábado, 12 de octubre de 2013

Carmelo Delgado Cintrón Vs HOSTOS



Carmelo Delgado Cintrón 
                vs 
                     HOSTOS  
                     
                “El diez de octubre no se discute, se bendice.” Hostos (1876).
                “Hijo, te levantaste muy temprano”. Hostos
                “Tengo de la opinión de los hombres una idea definitiva: jamás es justa” Hostos
                “¿Está bien hecho que haya irreflexivos ingeniosos –“eruditos”, dice en otra                parte– que tengan ingenio
              para sacar partido de una falta de memoria que un crítico pensador se avergonzaría    de señalar?” Hostos

       "Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol." Martí


Carmelo Delgado Cintrón es un ser humano exquisito. Catedrático de la Facultad de Derecho del Recinto de Río Piedras y hostosiano de prolongada trayectoria, fue electo miembro del Comité del Sesquicentenario de Eugenio María de Hostos (1989).

Hace varios meses se comunicó conmigo para anunciarme la inminente publicación de su “Biografía jurídica de Eugenio María de Hostos” (DERECOOP, 2012, 3 vols.), y para preguntarme si tenía inconveniente en que me dedicara el segundo tomo de esa obra junto a Argimiro Ruano, profesor de Humanidades jubilado del RUM, de nacionalidad española, y autor de otra biografía de Hostos, publicada en siete tomos. Le informé que no tenía inconveniente. Sentí una emoción de honor por venir de un estudioso como él, mas quedó  sembrada en mi ánimo alguna sombra inquieta, pues Ruano y este servidor hemos estado enfrentados al menos desde 1992 ó 93 por diversas razones, la más importante, su enigmática fijación con desmitificar el mito biensonante de Hostos. Contra las desmitificaciones no tengo nada, a menos que no estén basadas en un proyecto de destrucción que utilice como arma lecturas y razonamientos torcidos, falacias y mentiras. Sostuvimos, ambos y otros más, algunas controversias que casi olvidé... hasta ahora.

Pienso en Carmelo Delgado y en la dedicatoria, y se me hace difícil decir lo que tengo que decir, pero no tengo modo de eludirlo, pues de otro modo, aunque Delgado haya anotado que las dedicatorias no significan endosos a sus interpretaciones, de algún modo sí lo sugieren. Y además, me resulta muy difícil abstenerme como ex director del Instituto de Estudios Hostosianos, cuando se me cita para probar algo con lo que no concurro del todo y para apoyar interpretaciones que se distancian de las que he expuesto durante cerca de treinta años como producto de un amor ininterrumpido por Hostos. Antes de hacerlo consulté en una conversación de pasillo en UPR-Humacao con colegas que concurrieron conmigo en que la obra de Delgado sigue demasiado a Ruano, es muy reiterativa, y pudo configurarla de una manera mucho menos extensa.

Debo señalar, en primer lugar, que leí los tres tomos de cerca de 650 páginas cada uno (706, 616, y 669) , en dos días apasionados. Delgado ha recopilado una impresionante cantidad de materiales para producir una obra, inopinadamente erudita, que abarca prácticamente toda la producción intelectual de Hostos. (Ruano se limitó fundamentalmente a la época española del que llamo “joven Hostos”.) En efecto, Delgado hace hincapié en los aspectos “jurídicos” de Hostos, que incluyen, particularmente, la labor política de su juventud, la obra académica y docente del catedrático constitucional y las luchas que libró a su regreso a Puerto Rico en el 1898. Hay en la obra muchos aspectos novedosos, o vistos, antes, muy a la ligera. Estudia y compara la tesis de Pedreira con su famosa biografía de Hostos, el legado de Hostos y las controversias suscitadas después de su muerte y durante el centenario de 1939. Delgado anuncia desde el principio que su propósito principal es corregir errores que se repiten en las biografías y estudios sobre Hostos, errores que se basan en afirmaciones antiguas, nunca corroboradas, de Pedreira, por ejemplo, o de la propia familia de Hostos.

Pero el texto de Delgado muestra serios defectos. Uno de diseño: la obra es muy reiterativa. Delgado vuelve, una y otra vez sobre asuntos ya tratados. Ello convierte la obra, por otra parte, en un laberinto muy confuso. Es además muy extensa y prolija.

Por otra parte, Delgado asimila demasiado extensamente el discurso de Ruano. Aunque anuncie de un modo distinto su propósito, no desmitificar, sino corregir, el discurso de Delgado incurre excesivamente en impugnaciones del testimonio de Hostos violando principios del análisis crítico y del análisis del historiador, pues salta el espacio del hecho para incurrir en la franca especulación. En la práctica, Delgado dice que el mayor moralista de la historia latinoamericana miente una y otra vez; que algunos de sus grandes atributos no existieron, o son falsificaciones. A veces no afirma estas cosas abiertamente. Le basta, por ejemplo, decir que a Hostos se le atribuyen méritos como feminista, pero que en su época fueron feministas una larga lista de personajes que nombra, uno por uno. Su actitud se parece a la del fiscal, y su discurso, ambiguo –pues no deja de incurrir en la franca admiración y el elogio–, es tan argumentativo como expositivo.

Es cierto que quien escribe ha señalado, desde el 1994, que en las obras completas de Hostos la escritura está alterada y editada, enmendada, con pasajes omitidos. Apuramos la tesis de que ello se hizo para suprimir expresiones en las que el espíritu fogoso de Hostos, nada matemático ni frío, podría sonar muy fuerte, pero nunca implicamos que esa edición tuviera el propósito de enmendar el carácter sustantivo de sus ideas ni decir lo que no dijo. Más podemos decir, pues en fechas recientes, al releer textos que leímos hace décadas, como la biografía de Bosch o a Pedreira, hemos tenido la certidumbre de que ambos tuvieron acceso a textos de Hostos que no se publicaron en las obras completas, pues ambos afirman cosas que no recordamos haber leído en sus obras completas. Pero quien habla nunca sería capaz de atribuirle a Juan Bosch, coeditor de esas obras, la intención de tergiversar a Hostos o de hacerlo parecer más próximo y atinado al alegado mito biensonante. No podemos afirmar que se hayan ocultado cartas y discursos, o porciones del diario, como dice Delgado, aunque varias cosas nos sugieren que eso es así. Yo tengo la convicción de que todo debe conocerse, y que ocultar, por el motivo que sea, textos de Hostos es una traición a una figura histórica que es un patrimonio nacional de un valor imponderable.

Lamento el ataque a Julio César López, el hostosiano más capaz y competente que ha existido nunca. Delgado, por ejemplo, le atribuye reproducir, con
carácter oficial en las publicaciones del Instituto de Estudios Hostosianos, una cronología equivocada en las fechas y errada en su contenido (I, 71-77, y otras veces más). Delgado alega que según la cronología en internet del Instituto de Estudios Hostosianos (IEH) y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, publicada por una auxiliar de investigación, Hostos, en enero 15 de 1868 rechaza la oferta de ser gobernador de Barcelona “después del triunfo de los republicanos españoles”. No pude constatar eso, pues las páginas referidas parecen no existir ya. Para vergüenza eterna de la Universidad de Puerto Rico, para vergüenza de la comunidad universitaria que lo ha permitido, para vergüenza del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y para vergüenza del gobierno de Puerto Rico, el Instituto de Estudios Hostosianos fue desmantelado y sus haberes repartidos sin guardar registro alguno, según me informan, mucho antes de completar la encomienda de recopilar, editar y publicar una edición crítica de sus obras completas. Pero Delgado sostiene que esa cronología es “similar y exacta” –frase enigmática– a la que usa Julio César López y el IEH, a pesar de que al reproducir lo que dice la de López y la oficial lo que se lee es lo siguiente: “1868 - Realiza esfuerzos a favor de la República española.” En la oficial no aparece el mes y día del 15 de enero, sólo el año. Pero Delgado dedica casi un tomo a refutar esa afirmación de la republicanidad de Hostos en el 68. Según Delgado (siguiendo a Ruano), Hostos se desplaza, con toda celeridad, desde la indiferencia política, al reformismo, al autonomismo luego, luego al republicanismo español federalista, al autonomismo canadiense, a separatista-independentista y, finalmente, al separatismo independentista en la confederación antillana. Todo un ciclón. Hemos escrito muchas veces sobre este tema del carácter revolucionario del republicanismo del joven Hostos (Véase mi libro, Hostos, las luces peregrinas, o los varios ensayos publicados en mi portal www.lasletrasdelfuego.com). En mi opinión, Delgado no comprende bien el fenómeno que paso a resumir.

El texto más antiguo que se conoce de Hostos es la novela, La peregrinación de Bayoán, de 1863. En esa novela hay ya una concepción, embrionaria si se quiere, de la nacionalidad antillana, y por ello, una prefiguración de la confederación antillana.  Ignoro si la restauración del dominio español sobre la República Dominicana (1861-65) jugó algún papel en la concepción y la escritura en sí de esta novela, pero el hecho es coincidente. La novela pone en evidencia las ideas liberales de ese Hostos que coloca a las Antillas con identidad propia frente al poder, históricamente opresor, de la España monárquica. Los artículos de Hostos que comienzan a aparecer sólo después de 1865, hasta donde hasta ahora sabemos, defienden los derechos de las Antillas, las ideas liberales, y la descentralización administrativa y política para España y sus Antillas. Hemos dicho que Hostos busca tanto reparaciones como mayores poderes de soberanía para las Antillas, pues Hostos no cree en la asimilación de las Antillas, es decir, la anexión. Su pensamiento propende siempre a la idea federal. Cuando Hostos escribe sobre Canadá en el 1867 va detrás de libertades políticas que coloquen la colonia “en aptitud de ser pueblo soberano” (España y América –EyA– 314), de “un modo de independencia” (316), “de una nacionalidad separada y distinta” (318), de modo que, tras la confederación, el “débil lazo que una a la colonia y a la Madre Patria” se rompa sin esfuerzo ni dolor (320).

Delgado desarrolla una complicadísima argumentación para tratar de demostrar que la revolución española de septiembre de 1868 no fue una revolución republicana y que el Partido Progresista en el que decía militar Hostos tampoco lo era. No era una revolución republicana aunque hubiera derrocado la monarquía de Isabel II y el proceso desembocara poco después en una República. No era un partido republicano el progresista aunque estuviera constituido por sectores con inclinaciones republicanas. Iris Zavala, que no es poca cosa, Blanco Aguinaga y Julio Rodríguez explican en su Historia social de la literatura española (II, 122-123) que en septiembre estalla la “revolución” antiborbónica, y el 8 de octubre sube al poder Serrano con “medidas típicas de una revolución burguesa liberal”. Y añade que a nivel político esa revolución presentó “contradicciones entre partidarios de la República y de una monarquía no borbónica”. Entonces, ¿por qué Hostos no puede ser republicano en octubre de 1868, si desde el 1865 lo vemos defendiendo que las reformas políticas precedan a las administrativas, pronunciándose en contra de la asimilación –a la metrópoli–  y a favor de “leyes especiales” que atiendan las particularidades de las islas, y rechazando la integración de las Antillas –Cuba y Puerto Rico, las dos–  a las Cortes del Reino para abogar por el establecimiento de asambleas legislativas propias? ¿Por qué no puede ser republicano si escribe entonces en defensa de Cuba en armas –“La insurrección en Cuba”, EyA, 203– y de los revolucionarios de
Lares, incluido el venezolano Manuel Rojas (“Al Gobierno Provisional”, EyA 258, y otro en la 259). ¿Por qué no puede ser republicano si defiende en el 1869 esa forma de gobierno en España justo antes de salir a buscar las armas, y si a Martí, ya entonces separatista, le pareció bueno para reproducirlo en La Habana?

¿Cómo puede hablar Delgadode los artículos de Hostos desde 1863 si no hay ninguno hasta el 65? ¿Cómo puede hablar Delgado de las ideas políticas de Hostos desde 1851 al 69? ¿Qué importancia puede tener que una vez diga que su vida política comenzó en una fecha y otra vez diga que en otra? ¿Por qué regatearle que diga, quizás retóricamente, que fue el primero que protestó las matanzas de San Daniel la noche del 10 de abril de 1865, si ya escribía el 12 y le publicaban el 13 de abril? ¿Cómo saber por qué Moya hizo o dijo, y por qué Sagasta otro tanto, sin leerles las mentes retrospectivamente? ¿Cómo atreverse un crítico, un historiador, un abogado, a especular por qué no hay una carta de Martí a Hostos, pero sí hay artículos escritos y artículos reproducidos por él? ¿Cómo puede nadie atreverse a decir, ni siquiera sugerir, que una figura del calibre de Juan Bosch haya removido cartas ? ¿Cómo afirmar que Hostos, el más grande teórico de la antillanidad, maestro del propio Martí, un hombre que sacrificó con la más admirable abnegación su vida entera por la libertad de Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana, sea en el 1898 un independentista “coyuntural” ?

¿Cómo hablar de la admiración ciega de Hostos por Estados Unidos si señala desde el 1870 –¿1874?–  sus tendencias absorbentes e imperialistas, el peligro que representa para Panamá y CentroAmérica y la urgencia de frenar su afán expansivo con la Confederación Antillana, si califica su política como una de “fuerza bruta”, si explica lo que es admirable y lo que es peligroso, si hablando de Estados Unidos señala el carácter corruptor de esa admiración ciega?

Delgado incurre en errores importantes, a mi juicio. En la página 117 del tomo primero cita una carta de Hostos del 29 de febrero de 1868 en la que según Delgado, Hostos “se declara enfáticamente contrario a la independencia de Cuba y Puerto Rico”. Y lo que dice la carta es, "enfáticamente", lo contrario... si se completa la cita. Delgado cita a Hostos diciendo lo siguiente: “La mala fe secundada por el patriotismo ciego, ha dicho que queríamos la independencia de las Islas, es decir, lo contrartio de lo que dice la declaración”. Pero Delgado no cita lo que sigue, punto seguido: “Deseo saber si usted como yo, opina que las Antillas no pueden seguir regidas como lo están; si opina usted como yo, que el régimen actual nos lleva inevitablemente a la anexión; si usted como yo, desea la pronta independencia de Cuba y Puerto Rico; pero de tal modo, que independencia no sea rompimiento de relaciones, sino creación de las que no existen hoy; de las relaciones del afecto y del interés material, moral y etnolólogico” (Epistolario, Edición Crítica, III.I: 26).

Delgado se dejó engañar, ampliamente, por los errores de Ruano. Un párrafo más adelante, Delgado se refiere, en la parte no citada por él, a la “anexión”, y cree, erróneamente, que Hostos habla de Estados Unidos, cuando lo evidente es que habla de la anexión a España, pues lleva años defendiendo a las Antillas de la asimilación a la metrópoli. Es de las relaciones de afecto e interés material de las Antillas con España, que no existían entonces, de lo que habla Hostos. ¿Cómo podría ser Estados Unidos?

Muchas otras novedades hay, “repito”, como hace reiteradamente Delgado en su libro. Es una novedad la información que ofrece el rector Riveros, de la Universidad de Chile, en el 2003, respecto a que a Hostos, el Consejo de Instrucción Pública, le pidió la renuncia al rectorado del liceo. La relación de Riveros hace omisión absoluta de un aspecto ligado a este asunto, y esto es la campaña a favor de Cuba en armas a partir del 1895, campaña que puso en tensión al gobierno por las protestas oficiales del gobierno de España. Delgado trata este asunto, pero aparte. De modo que la extensa relación de Riveros deja en el lector la sensación de que esta petición de renuncia que se le hace a Hostos tiene que ver o con defectos en la certificación de exámenes de dos alumnos (III, 588) o con la insatisfacción de Hostos con la implementación de planes educativos de un grupo de alemanes. Es curioso que los estudios hechos por chilenos como la Dra. Sonia Ruiz no mencionaran o encontraran este dato de la renuncia solicitada. Hasta leer esta información suponíamos que, como se ha dicho en infinidad de ocasiones, la renuncia de Hostos obedeció a la urgencia de estar presente en las Antillas ante la inminente intervención militar de Estados Unidos, e incluso se relata que la esposa de Hostos, se opuso hasta constatar cuánto abrumaba a Hostos esa urgencia. Se decía también que el gobierno intentó retenerlo y que inventó la excusa de comisionarle una investigación en Estados Unidos para hacerlo regresar. Además, se decía que en ningún lugar estuvo tan bien colocado como en Chile, hasta ahora, que se nos dice que nunca se sintió verdaderamente a gusto en el Chile muy cambiado con el que se encontró en esta segunda visita. Es necesario investigar esto más. No obstante, no me parece que deba comprar la tesis de Riveros, no si sabemos que Hostos, en efecto, se puso completamente al servicio de la revolución martiana en Cuba y que esta campaña, que fue más allá de la prensa y los discursos, le causó dificultades con los ministros de gobierno.

Con Hostos, y también lo he señalado, hay que tener cuidado, pues en sus escritos hay voces diversas. A veces escribe como español desde un medio español y para españoles; a veces como antillano y para españoles; a veces como antillano revolucionario para antillanos revolucionario; a veces como antillano o como latinoamericano para otros públicos; y a veces como padre o familia. A veces escribe a nombre de un medio, un medio que es español, y a veces en su carácter personal, como Hostos. En el 1898, por ejemplo,  hay un contraste muy marcado entre lo que se confiesa a sí mismo o escribe a sus correligionarios de ideas, y lo que escribe a sus hijos. Toda persona modifica el discurso dependiendo de la ocasión, del momento, el interlocutor, y eso no significa que se entre en contradicción ni que se mienta en nigún caso. Pero pongo mi nombre detrás de esta afirmación que digo de manera rotunda, como a veces lo hace Hostos: Hostos nunca se sintió ni se pensó español a secas.

Negarle altura es una mezquindad a quien se carteó y se entrevistó con algunas de las figuras políticas más importantes del momento, y publicó en innumerables medios. ¿O negaremos la entrevista con Serrano en las que defendió al venezolano Manuel Rojas y las cartas de Castelar, por ejemplo? Negaremos el protagonismo en Nueva York, 1870, o sus encuentros con Mitre, su amistad con el presidente Pardo de Perú, sus reuniones con Balmaceda, con Luperón, con McKinley? ¿O negaremos la admiración de un testigo privilegiado e irrefutable como José Martí, o los Henríquez Ureña de Dominicana? ¿Por qué sugerir, casi hasta la burla y siguiendo, desde luego, a Ruano, que al ofrecérsele a Hostos cátedras en universidades de Argentina, eso, o fue una ficción suya, o lo descartó por saber que carecía de títulos universitarios, y no por lo que dice entonces, dijo muchas veces antes en otras ocasiones, y también muchas veces después, hasta encontrarse con Belinda, esto es, que no podía atarse por estar
comprometido con la Guerra cubana y las Antillas? (II, 170) ¿No fue, en efecto, eso lo que hizo? ¿No llegó a embarcarse con Aguilera en Nueva York para ir a luchar con las armas a Cuba? ¿Cuál es el propósito de señalarle los zapatos sucios a Hostos? ¿Fue Hostos el gran Maestro de América como dicen tantos, o no lo fue y vamos a señalarle que no terminó la carrera de derecho porque no podía? 

Hay, como señalamos al principio, muchas aportaciones en esta obra inmensa de Delgado. No paso a evaluar todo el material jurídico, contenido principalmente en el segundo tomo, porque como no es esa mi formación sería para mí un trabajo arduo que no puedo emprender en este momento. No coincido con muchas apreciaciones hechas en el tercero, pues creo que la política que sigue Hostos frente a Estados Unidos, y ante el hecho consumado por una potencia frente a la cual no es pensable recurrir a las armas, es una estrategia que él formula, nadie se la impone ni lo amarra. Es decir, Hostos no ve otra opción que recurrir al argumento legal y constitucional, ese Derecho Internacional que entonces sólo existía en su cabeza con una anticipación de un siglo, igual que ocurre con los poderes de la “sociedad civil” que intentó despertar entonces, y que han generado transformaciones importantes en fechas recientes, un siglo después de Hostos. El hecho era que, como decía él, la Constitución NO LE PERMITÍA A EEUU poseer colonias, porque UNA COLONIA ES LA NEGACIÓN DEL PRINCIPIO REPUBLICANO. Otra cosa es que el PODER todo lo decida, y Hostos no ignoraba eso tampoco.  Cuando habla de la conveniencia de “americanizar” a Puerto Rico, esa palabra no significa para él lo que ha venido a significar mucho después. Hostos se refiere a la formación de una sociedad civil y a los modos de vida de una república. Por eso “americanizar” a Puerto Rico le ayudaría a lograr una independencia viable.

Me permito recordar que Hostos cree en las federaciones y las confederaciones como un medio para hacer viable sociedades débiles como las antillanas. Hostos dice explícitamente en el Programa de los Independientes que su preocupación más grande es la construcción de sociedades libres después de la independencia.  De sociedades libres de los lastres coloniales que muestran los países latinoamericanos que estudió sociológicamente en su peregrinación, y que necesitan, en su opinión, de gestar una “segunda independencia”. Y, además, ve esas federaciones y confederaciones, que quiere no sólo para las Antillas, sino para toda la América Latina, como un medio de enfrentar los grandes y peligrosos  poderes del hemisferio, particularmente, Estados Unidos, y también los imperios europeos que la amenazan y la atacan a cada rato. Independizar a Puerto Rico para lanzar al pueblo a una tiranía no está jamás en sus cálculos.

Hostos es un universo inmenso, difícilmente abarcable. Torrencial. La obra de Carmelo Delgado Cintrón, que en cuanto a dedicación es un monumento,  lo demuestra. Lo agrava al citar, a veces por duplicado, textos extensos, demasiado extensos para el lector común. Pero ese universo sólo puede compartirlo con apasionados sinceros, como quien escribe estas líneas, o como quien ha escrito este libro. En esa pasión, Carmelo Delgado, somos hermanos.



Marcos Reyes Dávila

¡Albizu --u Hostos-- seas!

jueves, 3 de octubre de 2013

Las cuerdas del aguacero -Portada

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LAS CUERDAS DEL AGUACERO,
                         como las cuerdas de un arpa


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Las cuerdas del aguacero es una antología de la poesía de Marcos Reyes Dávila publicada en Paraguay en una acción combinada de Servilibros y la Asociación Pistilli-Miranda (2013, 149 páginas) para la Colección Vagabunda (la poesía es la vagabunda, según José Luis Appleyard). El diseño es de Marcela Capra y la obra de la portada del artista plástico paraguayo Juan Pablo Pistilli. La portada, a mi juicio, goza de una gran elegancia gracias a su fondo negro y a que sobre él destaca, como un pequeño planeta que se muestra incompleto, casi como un eclipse --pero que me parece sugiere que No Es La Obra Completa, pues sigo vivo--, la obra plástica de Juan Pablo Pistilli.

A mi juicio, es un bellísimo arte de portada de Juanpi. Me emocionó el buen gusto y los abundantes vínculos de la obra, titulada generosamente --y afectuosamente, según pude comprobarlo por los abrazos y las sonrisas--  por Juanpi igual que el libro, con mi obra propia. 

Un planeta, también visible como una isla, las lunas, los azules de mar y cielo, las cuerdas, los instrumentos de viento, oboes, esas espirales de obsesiones que regresan, se mezclan y se comprometen entre sí, acaracoladas o ciclónicas, y el fondo de un rojizo corazón palpitante, sanguíneo, pura vida.

Una obra de Tufiño, compuesta por numerosas aristas que portaban cada una en su punta con una imagen diferente pintada, se me antojó hace muchos años que se correspondía con las pasiones diversas que pululan en mis versos. Concretaban el mundo de mis múltiples afanes y temas. Mas todo atado, porque converge o porque brota de un solo afán forjado en el fuego combinado de una alquimia invencible: poesía, amor y patria. Esta imagen de Juanpi me va mejor que la Tufiño.

Toda mi vida me esforcé por buscar y transitar por la américa de mis pasiones cuyo origen no puedo explicar, pero que me hacen orbitar, preso de amor, en torno a la América nuestra. Toda mi obra está saturada de referencias que han ido creciendo, referidas a ese mundo entrañable para mí que va desde México a la Patagonia. Ahora, jubilosamente, este libro me hala y me siembra justo en el corazón de ese continente, y justo entre sus arterias vitales del Paraná y el río Paraguay, en la tierra colorada. Allí, las cuerdas de mi aguacero suenan como las cuerdas de sus arpas. 

Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas! 
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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Las cuerdas del aguacero


Las cuerdas
      del aguacero

Salgo en la madrugada de mañana, jueves 26 de septiembre 2013, a Paraguay, a la presentación de un libro que me publican allá, una antología de mi poesía que titulé 
LAS CUERDAS DEL AGUACERO, que quisiera sonaran como las de un arpa paraguaya. 
La imagen de portada la desconozco. 
Para efectos de esta nota acabo de inventarla.





   Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!

lunes, 23 de septiembre de 2013

Ramón Emeterio BETANCES


En el Aniversario del 
Grito de Lares
(23 de septiembre de 1868)
organizado por 
Ramón Emeterio Betances 
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Portada de Rubén Moreira (1998)




miércoles, 4 de septiembre de 2013

Siria, Grecia: la población prescindible


Lecciones de Siria y de Grecia

La población prescindible
 

Escribo estas líneas el 4 de septiembre, no sé cuántos días antes de que EEUU comience el asesinato en masa en Siria por el que algún día deben ahorcar a Barack Obama. 

Todo el mundo
sabe que el gobierno de Siria NO es el responsable de los ataques con armas químicas. Así lo reveló una periodista de Prensa Asociada tras obtener de los mercenarios-rebeldes la confesión de que fue un accidente provocado por ellos al manejar mal las armas suministradas por los que quieren bombardearlos. Así lo revelaron también los expertos rusos tras descubrir que se trató de un artefacto artesanal fabricado por un grupo rebelde del norte de Siria, “la llamada brigada Bashair Al Nasr”. Hechos, que para quien quiere bombardear y destruir luego a Irán, enemigo de Israel, y destruir el gasoducto que pasará por Siria, no tienen importancia.

Pero también me asombra leer que las potencias financieras del planeta que han puesto de rodillas a Grecia hasta arruinarla, ahora pretenden que Grecia les entregue el patrimonio de la hu
manidad que tuvo su cuna en el mundo helénico. La niña de algún millonario quiere casarse en el Partenón. Hasta ese nivel de indigencia y humillación se ha colocado el pueblo griego que una vez sucumbió luminoso de dignidad en las Termópilas y que bajo Alejandro Magno conquistó un imperio repleto de ciudades esplendorosas.

¡Qué tragedia griega! 

Escribo en un Puerto Rico en ruinas, colonial, progresivamente empobrecido.

Todo esto parecía no tener sentido. Parecía que, intencionalmente, se empobrece al mundo y se destruye un pueblo tras otro. ¿Dónde quedó la noción de progreso, la idea de que a tumbos y con retrocesos,  el mundo adelantaba y progresaba ?? 


Pues esa idea cambió cuando los poderosos descubrieron que NO NECESITAN TANTA GENTE PARA SEGUIR EXPLOTANDO EL PLANETA Y SEGUIR ENRIQUECIÉNDOSE. Ocurre, simplemente, que somos demasiados.

Me sugirió la idea el presidente de Uruguay Pepe Mujica, cuando señaló en un
discurso que pronunció en la Conferencia de Naciones Unidas por el Desarrollo Sustentable en Río, que nuestra idea de progreso No Podía Descansar En La Presunción de Un Mundo en el que Hubiera, en la India, por ejemplo,  la Misma Proporción de Autos por Habitante Que Hay En EEUU y Europa. Y es cierto: Puerto Rico se cae, se empobrece a pasos agigantados, como Grecia y tantos otros países, pero siguen construyendo enormes centros comerciales y produciendo y fabricando objetos de lujo carísimos. Hay población para comprarlos. Sólo hace falta vender tantos millones de tales ipad y de tales iphone, no más, pues inventan otro muy pronto. No hay que vender uno para cada quien para ganar en exceso.

Somos sencillamente prescindibles. Por eso pueden matarnos de hambre, tirarnos bombas, reprimirnos con gases y a golpes de macana policiaca. Nuestra INDIGNACIÓN LE IMPORTA POCO A QUIEN YA PRESCINDIÓ DE NOSOTROS.

Urge aprenderlo.




Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!


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