Eugenio María de Hostos:
de la sangre a la luz *
Biografía Mínima
(Revisada en agosto de 2019)
Por Marcos Reyes Dávila
Una biografía de Eugenio María de
Hostos no puede reducirse a la reseña del destello luminoso de su obra escrita.
La biografía de Hostos es, quizás más que otra cosa, la crónica de una obra de
acción, tanto de carácter político, moral, filosófico, sociológico, jurídico,
literario, como educativo, que es el rasgo, este último, que en la colonia
puertorriqueña se acentúa para minimizar las otras. El título de estas líneas
pretende aludir, entonces, a que en ellas hablaremos de la crónica de su
accionar en el mundo tanto como de sus obras escritas. Estas no existen sin
aquellas. Todas las huellas de su camino convergen en una línea de acción
principal, la libertaria, la del libertador y revolucionario, tanto de personas
como de pueblos. Para nosotros, Hostos fue, ante todo, un libertador y un revolucionario.
Para imbuirle un orden a estas
líneas, embrión mínimo para una biografía, haremos un resumen de la vastísima
obra hostosiana siguiendo un formato cronológico y esquematizándola en cinco
etapas. Los esquemas biográficos varían según difieren las interpretaciones
sobre el quehacer de Hostos. Mas, en general se reconoce de manera perentoria,
una etapa de formación; la gestión en España; la época revolucionaria con base
en la emigración antillana de Nueva York; el periplo transformador de su viaje
por la América “colombiana” o “latina”; la etapa del educador, en Quisqueya y
Chile; su regreso a Puerto Rico en el 98, y su vuelta a la República
Dominicana. En nuestra biografía, conforme a nuestra interpretación de los
hechos vividos y pensados, un esquema generalizado de la biografía de Hostos
quedaría definido de la siguiente manera:
1. Etapa de formación o española
(1839-1969), o del joven Hostos
Incluye la
infancia, el proceso de su formación, y sus primeros textos y luchas políticas
en España. Hostos no despierta a la idea de la federación hispánica y la confederación
antillana: parece haber nacido con ellas. Cristalizará, no obstante, durante la
siguiente etapa.
2. Etapa del Hostos
en armas y del Viaje al Sur (1870-1878)
El periodo de
acción revolucionaria armada con base en la comunidad antillana de Nueva York
está imbricado íntimamente con los propósitos de su “viaje al sur”. Durante
este periodo la gestación de ideas de Hostos será una fragua sin parangón. En
esta fragua se articula y concreta una idea de América y las necesidades y
caminos utópicos de su porvenir. Dentro de ella, se consolida su concepción de
la inexorable Confederación de las Antillas. Conforme a nuestra interpretación,
lo que llamamos respecto a la vida de sus ideas “década refulgente”, es decir,
el periodo de mayor creatividad y en el que toma cuerpo definitivo su
personalidad histórica, se extiende de 1868 a 1878.
3. Etapa del
Hostos educador (1878-1898)
Este periodo de
veinte años se divide en dos: la etapa dominicana y la chilena. Incluye además
la reinserción de Hostos en la lucha política y armada de la guerra iniciada en
1895 por José Martí en Cuba. En esta etapa se inserta su matrimonio con Belinda
Ayala y la vida familiar con sus hijos. En este periodo Hostos forja gran parte
de sus proyectos y sus programas educativos de diversas materias.
4. Hostos ante el
1898 (1898-1900)
Recoge la
intervención de Hostos en los desarrollos de la intervención militar
imperialista de los Estados Unidos en la Guerra
Hispano-antillana-norteamericana, y la creación de la Liga de Patriotas.
5. Regreso a la
República Dominicana y muerte (1900-1903)
A pesar del
regocijo personal que siente al asentarse nuevamente en esta tierra antillana,
y, particularmente, en la tierra dominicana en la que forjó y dio inicio a una
revolución educativa, este corto periodo puede interpretarse en cierto sentido
como un apéndice del anterior, pues abre un proceso de adversidades y de
desaliento, y junto al mismo, la caída luminosa que culminará inexorablemente
con una muerte que se ha juzgado temprana. Veamos con mayor detalle sus
campañas.
1. Etapa de formación o española (1839-1969) o del joven Hostos
Hostos nació en el Barrio Río
Cañas, en las montañas de Mayagüez, próximo al municipio Las Marías, el 11 de
enero de 1839. Hijo de un escribano mayagüezano, pasó la mayor parte de su
infancia en el pueblo de Mayagüez. Su padre, Eugenio de Hostos, se interesó en
la educación de sus muchos hijos, y comenzó a enviarlos a España. Allá,
concretamente a Bilbao, fue a parar Hostos, detrás de su hermano mayor, tan
temprano como en el 1851, con solo doce años. Su vida habría de ser zarandeada
muy pronto por la tragedia: la muerte en España de su hermano mayor, en 1854. Un hermano
menor fallece en 1861. Hilaria Bonilla, la madre, que había enfermado tras la
muerte del primogénito, se traslada a España a cuidar de sus hijos y de sí
misma. Allá halló la muerte en el 1862. Como consecuencia directa de la muerte
de la madre, Eugenio María tuvo que enfrentar además, en un lapso de tiempo muy
breve, la muerte de otros dos hermanos.
Tras la muerte del hermano mayor,
Eugenio María se vio obligado a interrumpir sus estudios, próximo ya a
finalizar el año. Al volver a Bilbao un año después, no pudo conseguir que se
le impartieran los exámenes para aprobar el curso. Empeñado, no
obstante, en lograrlo más tarde o temprano, siguió matriculándose en los años
subsiguientes, y luego en Madrid en la carrera de Derecho, mas la falta del año
sin terminar impidió que los estudios le fueran acreditados, a pesar de la
intervención personal, in sito, de su padre. En consecuencia, Hostos
nunca se graduó de carrera alguna. El padre de Hostos, don Eugenio, narra estos
sucesos extensamente en sus memorias.
Lo que sí hizo
España por Hostos fue formarle y alentarle a servir a la causa de la libertad
de las Antillas, entonces colonias españolas. En su lucha por la libertad
antillana asumió la lucha por la libertad de España, porque la estrategia que
siguió para las islas pasaba por el triunfo de un régimen liberal republicano
en España. España era entonces una monarquía. Desde el 1776, Estados Unidos
había instituido la primera república del mundo, hija directa de la nueva
filosofía, moderna, de la Ilustración, a la que seguiría la República Francesa.
En la república, en una teoría que no se base en la lucha de clases, el pueblo
es el soberano. El liberalismo proclama el fin de la sociedad dominada por la
clase aristocrática en la que basa su poder la monarquía. Desde finales del
siglo XIX en la América Nuestra,
como le llamó Martí a la América que no era sajona –la del centro y la del sur–,
se habían comenzado a crear nuevas repúblicas hijas de la revolución de
independencia acaudillada por figuras como Bolívar, San Martín, Hidalgo y
Toussaint-Louverture, entre otros.
En los años
sesenta, quedaban como colonias españolas solo Cuba y Puerto Rico. España había
restaurado su dominio colonial en la República Dominicana en el 1861. Hostos
decide participar en la vida política de España abogando por una
revolución liberal y la subsiguiente república de tipo federal. Pensó que con
la constitución en España de una república federal, las Antillas debían pasar a
constituir estados federados, liberados así del despotismo colonial y las
facultades omnímodas de sus gobernadores.
La primera obra
conocida de Hostos es una novela publicada en Madrid en el 1863 con el título
de La peregrinación de Bayoán. Esta tiene, de arranque, el mérito de ser
una de las primeras novelas puertorriqueñas. Hostos publicó en España su novela
porque fue escrita con una intención de propaganda política dirigida al público
español. En ella Hostos reflexiona y expone la política colonial y tiránica de
España en las tres Antillas, hermanas a su juicio, y germen de una misma
nacionalidad. La inclusión de la isla de Quisqueya, independiente desde 1844,
obedecía a que en ese entonces, España libraba una guerra contra los que en
Dominicana luchaban contra la restauración en el 1861 del poder español. Quizás
por eso Hostos, que publicaba su novela en España, y con censor, no habla de la
situación presente, utilizando en cambio una especie de alegoría que consiste
en hablar de la conquista de la Española del siglo XVI y del maltrato a la población de indios. Bayoán es una
alteración del nombre del cacique borincano conocido como Urayoán, el cacique
de Mayagüez, precisamente, que conforme a leyenda ahogó a Diego Salcedo en un
río para probar que los españoles no eran dioses inmortales (deicidio) e
iniciar la rebelión de los taínos.
Pero esta novela
de Hostos, que no es la única, pues en esas fechas escribió otras (alguna perdida
y otra inédita hasta hace poco, La tela de araña) es importante también
porque toma forma de diarios, tomados a su vez de los propios diarios de
Hostos. El “Diario” –que no es uno, sino una serie
extensa de anotaciones hechas con ese carácter a lo largo de gran parte de su
vida y luego agrupadas por los editores– está entre las obras más importantes
de Hostos, único en su clase, pues fue escrito para “sondear” y corregir los
defectos de su carácter. Hostos se autoanaliza en él en una época en que la
sicología estaba en pañales.
A partir de 1865,
conforme permiten reseñarlo los textos conocidos, Hostos toma parte en numerosos
periódicos de España, dirigiéndolos muchas veces como “propagandista”, en favor
de una revolución antimonárquica. A veces escribió como editor-director de un
medio español, es decir, como español y para españoles. Mas otras veces predicó
en su propio carácter, es decir, como antillano. Desde entonces lo asedia la
idea de que la corrupción colonial que enajena y malea el espíritu, y la
pobreza e indigencia de Puerto Rico, producto del régimen colonial español, le
impone la asociación federal con otros territorios afines. A su juicio la
solución ideal estaba en la Confederación de las Antillas, su ambición más
acariciada, como recurso que podía proteger a un Puerto Rico libre de caer en
una tiranía propia, o impuesta por poderes de afuera. Esa ambición antillana
brilla en La peregrinación de Bayoán, instrumentada en el viaje que hace
su protagonista a las tres islas y en los personajes protagónicos. Pero la
situación de Puerto Rico antes descrita, sumada a la semejante condición de
Cuba y la inestabilidad política en la República Dominicana que recién
recuperaba la soberanía de España, aconsejaba a su parecer la búsqueda de otra
solución, transitoria.
Conviene, pues,
tener en cuenta que la preocupación y la meta de Hostos nunca fue, por tanto,
la mera independencia de las Antillas, sino algo distinto y quizás
mayor, y más utópico e inasible: la libertad. Y tanto de las personas
como de los pueblos. Por eso no cabe reducir la política del “joven Hostos” al
mero reformismo autonomista, siempre parásito y dependiente. La dependencia
nunca tuvo cómoda acogida en sus concepciones políticas por indigna y por
renuente a cualquier fórmula de libertad. Y sus esfuerzos tampoco coincidieron
nunca con la asimilación a España, sino con la autogestión puertorriqueña y antillana.
Las luchas
antimonárquicas tuvieron un éxito relativo en España con la Revolución
Septembrina de 1868, y la abdicación de la reina Isabel II. Mas los líderes
republicanos españoles, correligionarios de Hostos, se negaron a extender los
beneficios de una república prometidos a las Antillas, y solo prometieron, otra
vez, aprobar “leyes especiales”, como se hizo varias veces a lo largo del
siglo. Habían ocurrido, casi simultáneamente a la revolución en España, los gritos
de Lares y de Yara (en Cuba). Hostos defiende a los rebeldes –cubanos y
puertorriqueños– y sus causas ante el gobierno de España. Aunque tras el
triunfo de la revolución liberal se le ofrece la gobernación de Barcelona, una
de las provincias más ricas, Hostos rompe, insatisfecho, con el gobierno, y
también con su propia estrategia de libertad para las Antillas dentro de la
hispanidad, y se marcha a Nueva York para unirse a la emigración organizada en
apoyo a la lucha armada en Cuba y en Puerto Rico. Ello demuestra que Hostos no
luchaba por España en esos años, sino por las Antillas.
Aparte de todo lo
anterior, y situado en un plano marginal por tratarse de un proyecto a más
largo plazo en el campo de lo posible, Hostos incurre desde ya en la
formulación de políticas democráticas radicales inspiradas en las doctrinas
anarcosocialistas que se organizan en el norte de Europa, basadas en la
nivelación de las clases sociales, la descentralización del poder del Estado y en
la participación de todos los miembros y de todas las comunidades de la nación.
2. Etapa del Hostos en armas y del Viaje al Sur
(1870-1878)
Desde finales del
1869 Hostos parte a Nueva York a través de Francia, porque en esa ciudad se
concentra la emigración antillana y porque desde allí se urde y se asiste a la
revolución que se batalla en la manigua cubana. Allá está el liderato de la
Cuba en el exilio y de Puerto Rico, incluido el líder indiscutible entre los
puertorriqueños, gestor del Grito de Lares de 1868, Ramón Emeterio Betances.
Para su sorpresa,
Hostos es recibido con cautela por Betances y
sus más allegados porque se le identifica erróneamente con el reformismo
autonomista, ya que se conoce solo su vínculo con el republicanismo
español.
Hostos llega a
Nueva York para fomentar la guerra armada en Puerto Rico, continuar promoviendo
la causa de una Cuba libre, y tomar, él mismo, las armas en la mano. De joven
soñó con ser artillero. Se encontró en Nueva York con las prevenciones y el
silencio de Betances –más breve de lo que muchos sugiere–, y con una situación
que le es inadmisible: el liderato de las Antillas en el exilio era
independentista-anexionista. Esto es, que buscaba la independencia de España
para buscar luego la anexión a Estados Unidos. Hostos, ni entonces ni nunca,
favoreció la anexión, porque sabía que significaba el “exterminio” de la nación
puertorriqueña. Hostos conocía muy bien lo que era el imperialismo. Vivió y
estudió en España; nació en Puerto Rico.
Tras mítines,
discursos y diálogos frustrados, Hostos optó por hacer un viaje de propaganda
al sur de las Américas. Buscaba con eso, además de la ayuda concreta en
recursos para la guerra de independencia, balancear con el apoyo de las nuevas
naciones bolivarianas el peso del norte americano y de los afanes anexionistas.
Y buscaba el apoyo concreto y material de los países que a su juicio, debían
completar la agenda libertadora de Bolívar.
El Hostos que
zarpa a Colombia y Panamá se dedicará a la exégesis profunda del pensamiento de
Bolívar y de los libertadores, y al estudio a fondo de los países que visita.
Su viaje, iniciado en el 1870 y completado en el 1874, lo convertirá en
apóstol de la libertad nuestroamericana. Desde su desembarco en Colombia,
Hostos se ha declarado bolivariano, hijo de Bolívar, y partidario de la
ambiciosa “patria grande”. En suelo panameño, desde el 1870, se pronuncia como
antiimperialista, tanto en relación con los poderes europeos como contra los
norteamericanos, y se pronuncia en favor de la neutralidad del futuro canal
interoceánico, que no se construirá hasta el 1903.
Al trasladarse a
Perú Hostos se dedica al estudio de las nuevas culturas y las etnias americanas,
es decir, los indios y los pobladores todos. Se solidariza con ellos –cholos,
incas, mapuches, rotos, guaraníes, y además, de chinos y esclavos negros– y
denuncia la explotación y el maltrato de que son víctimas a manos de la clase
criolla gobernante que dejó en todas partes la lucha por la independencia.
Hostos se da cuenta, como luego lo señalará Martí, de que la colonia sobrevivió
a la independencia, que está viva la herencia del coloniaje, y que es necesaria
una “segunda independencia”.
Hostos estudia la cultura
de todos estos países, así como la geografía y la topografía, los sistemas
económicos, la situación política, las haciendas del interior. Su mirada es
múltiple, poliédrica. En Perú aboga por la construcción de ferrocarriles que
unan al país, y la montaña andina con la costa. En Chile abogará especialmente
por la educación científica de la mujer, entonces marginada a la esfera
doméstica y despojada de derechos. Estudiará las instituciones del país, su
sociedad y su política; su geografía y su cultura, y abogará por constituir
asociaciones del saber cómo lo hizo en tantas partes. En Argentina, abogará
también por la comunicación ferroviaria de los enormes sectores en que se
divide la pampa infinita, y por la construcción de un ferrocarril trasandino que
una la costa atlántica con la costa del Pacífico, la costa con la montaña,
Argentina con Chile. Dicho ferrocarril, que se construiría a pesar de las
inmensas dificultades de la altura, estuvo en función desde principios del
siglo XX hasta los años 80. De
acuerdo con Antonio S. Pedreira, “la
primera locomotora que cruzó los Andes llevaba al frente el nombre de Eugenio María de Hostos”. Abogará por unir
los países con la navegación de los enormes ríos, por la creación de un mercado
común suramericano, y por una confederación de los países que les permita
defenderse de las agresiones imperialistas de Europa y de Estados Unidos, que
se ha comido la mitad más rica de México. Su estudio de las haciendas
argentinas del interior, desde Río Negro hasta Córdoba y Rosario es tan
meticuloso y documentado, que no nos extrañará que Hostos funde años después la
ciencia de la Sociología en la América Latina. En Brasil se asombrará al
comprobar el estado terrible de la esclavitud negra.
En todas partes
Hostos comprueba el naufragio de los principios republicanos, pues en todas
partes se marginaron a las poblaciones autóctonas y las inmigrantes. Ya sean
los pobladores indígenas originales, cholos, mapuches, incas, guaraníes, o la
esclavitud de los chinos y de los africanos, o la marginación del gaucho de las
pampas, o la mujer. La libertad ha quedado obnubilada en la independencia
y la república sin asidero, náufraga. Hostos visitará en otra oportunidad a
Venezuela, donde, como antes en Chile y en Argentina, titubea con la idea de
radicarse para dedicarse a la enseñanza, pero se lo impide, una y otra vez, su
compromiso y su consagración a la independencia y libertad de Cuba y Puerto
Rico, y además, el gobierno de un dictador de turno.
A su regreso a
Nueva York Hostos es recibido por Betances, al fin, como un compañero de
luchas. Juntos intentarán promover la lucha armada en Puerto Rico, continuar
asistiendo la guerra en Cuba, y defender la libertad e independencia de
Dominicana. Por la República Dominicana campea abrazando “auxiliares” a su “idea
dominante”. El fin de la Guerra de los Diez Años iniciada en el 68 por Céspedes
en Cuba, con el Grito de Yara, dará fin a esta etapa. Es el 1878 y Hostos se ha
casado con una cubano-venezolana: Belinda Otilia de Ayala.
3. Etapa del Hostos educador (1878-1898)
Durante su viaje
al Sur Hostos ha titubeado en varias oportunidades con dedicarse a la
enseñanza. Cuando finalmente decide dedicarse de lleno a ello, lo hace movido
por la necesidad de proveer los recursos para una familia, pues se ha casado.
Pero Hostos, como bien lo entiende Pedro Henríquez Ureña, no da la espalda a su
lucha libertaria: “le da forma nueva”.
Se reinventa. Piensa que la revolución ha fracasado por carecer de los “auxiliares”
necesarios a la empresa, y decide formar un “ejército de auxiliares” en suelo
dominicano, único suelo antillano libre donde es posible hacerlo. Así lo
declara, expresamente, en “El discurso de la Normal”, en la graduación de los
primeros maestros normalistas.
Amigos
revolucionarios en el gobierno le piden que lo haga. La dificultad estará en
que en Dominicana no hay medios. La situación de los recursos educativos es
sumamente pobre y precaria. Hay que, prácticamente, partir de cero y
construirlo todo. Hay que definir un currículo y un sistema educativo, hay que
formar los maestros, hay que preparar los textos, legislar, asignar recursos,
hallar asentamiento para las aulas. En estos años Hostos se dedicará a tratar
una multiplicidad de materias. Lo más importante, es la creación y puesta en
práctica de una pedagogía nueva y revolucionaria, que dará la espalda a la
escuela religiosa y a los métodos recitatorios y memorísticos de los clásicos.
Tuvo que enfrentar la tenaz oposición de la iglesia y de los tradicionalistas.
Hostos enseñará a leer y a pensar, críticamente.
La educación de
Hostos tendrá en cuenta la formación del espíritu humano, las etapas de su
desarrollo y la aparición, por etapas, de funciones y aptitudes. La educación
hostosiana se ocupará de los distintos instrumentos de la razón, desde la
intuición hasta la sistematización, y partirá siempre de lo concreto y lo
cercano, para ir, sirviéndose de la deducción y la inducción a lo abstracto y
sistemático. La educación hostosiana será una de formación de la razón, de
enseñar a pensar, basada en el amor a la nación, a la patria, a los valores
éticos, a la necesaria libertad. Educará todas las facultades humanas, incluidas
la moral y la voluntad. Hostos educará a niños y a niñas, por igual, terminando
su proceso de transformación con escuelas mixtas. La revolución educativa de
Hostos lo señalará como uno de los cincuenta educadores más significativos en
la historia toda de la humanidad. De esta etapa de vida es también el Hostos
moralista. En esos años en Dominicana Hostos dicta sus cursos de Moral
social, base de su Tratado de Moral. En ese tratado Hostos describe
muy bien la ignominia de los imperialismos. En esos años –y luego también en
Chile– escribe varias piezas cortas de un teatro de “nenerías”, teatro para
niños –sus hijos.
Esta etapa se
dividirá en dos partes de duración semejante. La primera, en la República
Dominicana, se extiende entre el 1878 y el 1888. Para esta última fecha, la
situación política en Dominicana se hace insostenible, y acepta un llamamiento de Chile, donde
cree poder ser más útil. Llega allá, inicialmente, a la rectoría del Liceo de
Chillán, al sur de Santiago, de donde pasará al nuevo Liceo Miguel Luis
Amunátegui en Santiago, y también a la Universidad de Chile en Santiago. Hostos
continúa en Chile poniendo en práctica sus ideas educativas, y se forja como un
especialista en Derecho Constitucional en la universidad. En esta etapa, de
mayor sosiego y porque sus tareas docentes lo requieren, Hostos escribe algunos
de sus “ensayos didácticos” más amplios y sistemáticos, como el mencionado Tratado
de Moral, la Sociología, las Lecciones de Derecho Constitucional y
las nociones e historia de la pedagogía, entre otros.
No obstante, la
historia interviene para arrancarlo de allí. José Martí, el apóstol de la independencia
de Cuba, reinicia la guerra de independencia de las Antillas al desembarcar
junto a Máximo Gómez en Cuba a principios de 1895. Allí morirá en combate pocas
semanas después. El espacio que se extiende desde el 1895 hasta el 98 es, por
tanto, un interregno de etapas yuxtapuestas.
Poeta, novelista,
ensayista, Martí conocía de Hostos desde los dieciséis años, pues reproduce el
23 de enero de 1869 en un periódico que publica en La Habana, La Patria
Libre, aquella parte del discurso de Hostos pronunciado en el Ateneo de
Madrid el 20 de diciembre de 1868 y que Martí titula: “Rectificaciones de
Hostos”. Hostos, y así mismo la crítica, considerará que el discurso señala su
rompimiento con aquella España republicana que da la espalda a la libertad de
las Antillas. Posteriormente,
en el 1876, y desde México, Martí comenta el “Programa de los Independientes”,
texto en el que Hostos establece los estatutos del programa, y
reflexiona sobre los principios que deben regir la lucha de los que
buscan la libertad, no solo en las Antillas sino la de los pueblos todos.
Radicado en Nueva York, Martí funda con el auxilio de la emigración cubana de
toda la costa atlántica de Estados Unidos, el Partido Revolucionario Cubana en
el 1892. Según Pedro Henríquez Ureña, y tal como nosotros lo hemos reseñado
antes, Hostos “fue uno de los pocos maestros” que tuvo Martí.
El inicio de la
guerra y la sucesiva muerte de Martí reingresan a Hostos a la lucha por las
Antillas. Se lanza a ello de lleno, a pesar de los regaños y los llamados a
capítulo que le hace el gobierno de Chile, pues Hostos es funcionario del
gobierno y España reclama por él ante el gobierno. El reinicio de la guerra en
Cuba, por Martí –“prócer de los próceres”–, alterará la historia del Caribe.
4. Hostos ante el 1898 (1898-1900)
Aunque Martí
intentó precisamente evitarlo al iniciarla, la guerra establecerá las bases de
la intervención de Estados Unidos en el conflicto. Desde sus orígenes como
nación –recuérdese el “Destino Manifiesto” que proclama la ocupación total de
América por Estados Unidos–, la nación norteamericana se opuso a la
independencia de las repúblicas latinoamericanas, a ayudar a Bolívar en el
continente sur, y a ayudar a Bolívar a llevar su guerra a las islas del Caribe,
como pretendió hacerlo. Por el contrario, se expandió hacia el oeste, hasta
California y el Océano Pacífico, y más tarde hacia el sur, hasta el golfo de
México, ocupando gran parte del norte de México, incluido Tejas (Texas).
Bombardeó Veracruz y ocupó la capital de México. Durante décadas buscaron un
espacio en las islas del Caribe donde establecer bases navales con el ojo puesto
en el istmo centroamericano. La guerra de Cuba le dio el pretexto adecuado en
el momento adecuado. Estados Unidos ocupa los territorios españoles del Caribe
y de Filipinas. Más allá del “destino manifiesto”, Estados Unidos demuestra su
interés por desarrollar un imperialismo planetario.
Cuando Hostos se
da cuenta de que se aproxima la tantas veces temida intervención militar
estadounidense, decide terminar sus días en Chile y lanzarse a una aventura
incierta, regresando a la patria con una familia grande, pues su deber le
impone la presencia en Puerto Rico. Teme, como Betances, que la ocupación
resulte en la anexión de Puerto Rico, pues conoce las inclinaciones imperialistas
de Estados Unidos desde 1870. Pero Hostos llega tarde: la invasión de Puerto
Rico ya ha ocurrido.
Dada la ocupación
del país, Hostos se reinventa nuevamente. Desarrolla una nueva estrategia que
aplicar en dos frentes: apelar a los poderes de la sociedad civil, fenómeno del
siglo XXI, y abogar por los
derechos de los puertorriqueños dentro del contexto de la Constitución de
Estados Unidos y del Derecho Internacional. Funda como instrumento educativo y
político del primer frente mencionado la Liga de Patriotas. Además, es electo
en asambleas para integrar la Comisión de Puerto Rico, como uno de cuatro “delegados”
del país que buscará defender ante los poderes del gobierno de ocupación los
derechos de la nación. En esta posición se entrevista con congresistas,
secretarios y el propio presidente McKinley. Como miembro de la Comisión de
Puerto Rico, Hostos formula un plan de gobierno transitorio que propone a los
norteamericanos. Como presidente de la Liga de Patriotas, Hostos intenta fundar
la liga en todos los pueblos y desarrollar un plan de educación que enseñe a
los puertorriqueños cuáles son sus derechos constitucionales para que los
reclame, especialmente el derecho a plebiscito. Hostos entiende que la
ocupación militar de Puerto Rico, y aún más la anexión, sin contar con la
participación y aprobación de los puertorriqueños, es una acción imperialista
contraria a la Constitución de Estados Unidos que expresamente exige el
consentimiento de los gobernados. Pero aunque es bien recibido por algunos sectores
de los pueblos del sur y del oeste, para los que ofrece numerosas conferencias,
el liderato político de la capital lo ignora, y le da espalda, borracho –al
decir de Betances, con la ilusión de la anexión. Estados Unidos responde a los
ilusos con la Ley Foraker en el 1900, que legitima la ocupación y la colonia,
convirtiendo a Puerto Rico en un territorio no incorporado de un Estados Unidos
imperialista. La fórmula legal, aún vigente, es la siguiente: “Puerto Rico
pertenece a, pero no es parte de, Estados Unidos”. Al ver los hechos consumados
y el poco respaldo entre los puertorriqueños, Hostos decide aceptar un nuevo
llamado del gobierno de Dominicana. Betances, Delegado en Europa del Partido
Revolucionario Cubano, muere en París en el 98.
5. Regreso a la República
Dominicana: y muerte (1900-1903)
Desilusionado y
profundamente abatido, Hostos retoma la revolución educativa en Dominicana,
patria de varios de sus hijos “dominicanitos”. En muchos lugares Hostos es
recibido con un amor desbordado. En muchas partes se le ofrece hogar y asiento.
Allí Hostos profundiza su revolución educativa y la extiende por toda la nación.
Inicia las escuelas mixtas, niños y niñas en el mismo salón, con los mismos
maestros y los mismos cursos. Empero, la felicidad será breve. Las luchas
políticas oscurantistas regresan pronto y la violencia se apodera nuevamente
del país. Perdida la patria puertorriqueña, echada a perder la patria
dominicana por la violencia, perdida Cuba en la transición que le impone
Estados Unidos, acaso ahogado en el silencio con que responde Tomás Estrada
Palma a su súplica de alojo, Hostos ve hundido por sus tres extremos el sueño
de la Confederación Antillana.
En medio de ese pesar, Hostos muere, inexplicablemente dicen, el 11 de
agosto de 1903.
Sus restos reposan
en el Panteón (Nacional) de la Patria, de la República Dominicana, con fuego
eterno. La Unión Panamericana lo proclamó en la víspera del centenario de su
natalicio, en el 1938, en Lima, como “Ciudadano Eminente de América”.
Margarita Maldonado Colón publicó en el 2013 Memoria
descrifrada. Vida de un escribano: Eugenio de Hostos Rodríguez. San Juan de
Puerto Rico, Los Libros de la Iguana, 2013. Las memorias del padre de Hostos
fueron editadas tras la ardua transcripción del manuscrito, y han permitido
reinterpretar y ver a nueva luz diversos aspectos de la vida de Hostos hasta
entonces oscuros y objeto de especulaciones. En el apéndice de este libro se
reseña. Hostos señala que la muerte de su hermano se produce en o tras un viaje
que este hizo a Bilbao en diciembre de 1853.
Pedro Henríquez Ureña. “Ciudadano de América”. En,
Obra crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, pp.
674-678.
Ibídem, p. 677. En el 1995 dictamos en la
Universidad de Puerto Rico en Humacao, a propósito del centenario de la muerte
de Martí, un extenso estudio de las relaciones y los “diálogos ocultos” entre
ambos “apóstoles”, publicado en la Revista Exégesis con el título
“Hostos en la sangre de Dos Ríos”. UPRH, núm. 23-24, 1996, y luego en nuestro
libro Hostos, las luces peregrinas (2005), pp. 105-147.
Esta relación de infortunios la hace la
historiadora Loida Figueroa en “Hostos el angustiado.” Cuadernos hostosianos,
Río Piedras, Puerto Rico, Comité del Sesquicentenario de Eugenio María de
Hostos, núm. 3, 1988.
Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
* El presente trabajo se publicó en la revista EN ROJO del Semanario CLARIDAD, el 8 de enero de 2015.
También en la Revista electrónica "80 GRADOS": http://www.80grados.net/eugenio-maria-de-hostos-biografia-minima/