Peregrinando al Simposio “Me llamarán Poeta” - III
JULIA De BURGOS:
Más allá de su pausa para el amor
No le plagio el título al libro de Juan Antonio Corretjer: “Pausa para el amor”. Es imposible. El título alude de manera palpable y casi ardiente no solo a su amor constante por su compañera esposa Consuelo Lee Tapia, sino a su dedicación, abnegada e inquebrantable, con la lucha por la libertad de Puerto Rico y la construcción de una patria socialista. Para la Patria es la entrega de la vida; para el amor es la pausa.
Al aludir al libro de Corretjer en el título de este trabajo, pretendo establecer el vínculo que lo hermana con Julia, a la vez que construyo, con la trayectoria vital de Julia, la imagen, así corregida, del verdadero carácter de su vida que tanto la potencia. Porque Julia de Burgos guarda muchas convergencias con el poeta de Ciales, y porque, con “la tea en la mano”, despejamos algunas de las muchas sombras que falsifican la obra de Julia de Burgos asistidos principalmente, en esta ocasión, por algunas de las ponencias presentadas en el importantísimo “Congreso Internacional Julia de Burgos” que se celebró en el Ateneo Puertorriqueño en el 1992 por iniciativa del Edgar Martínez Masdeu. Nuestro Simposio, “Me llamarán poeta”, a celebrarse en la Universidad de Puerto Rico en Humacao en febrero de 2015, se inspira en aquel Congreso y aspira a prolongar su egregia estirpe.
Digamos, conforme a lo ya expresado, que no, que con Julia no es posible celebrar “la ruta que hemos elegido como país”, como dice Mayra Santos Febres en su biografía titulada “Yo misma fui mi ruta” (Edición del Municipio de Carolina, 2014, 189), porque, en primer lugar, este país-nación –Puerto Rico– no ha tenido nunca la libertad de elegir su ruta, y porque, por lo contrario, y en segundo lugar, Julia combatió con todas las fibras de su ser el régimen colonial de Puerto Rico a lo largo de toda su vida. Afirmar lo que se afirma en esta biografía niega su vida y su obra. Así lo apunta, sin lugar a dudas, Iris M. Zavala, en la ponencia incluida en las Actas del mencionado Congreso Internacional (ACI-JB) publicadas por el Ateneo Puertorriqueño en el 1993: “debería quedarnos claro –señala Zavala– que Julia de Burgos es una poeta anticolonial” (380). Y es que, contrario a la esperanza expresada por el organizador del Congreso, Edgar Martínez Masdeu, lamentablemente aun no están “vencidos los puritanismos absurdos que hipócritamente se ensañaron con ella” (13), probablemente alentados y sembrados por las agencias coloniales norteamericanas. Por eso, a un siglo de su nacimiento, apena constatar a la luz de la biografía antes citada, que, como dice, por otra parte, Martínez Masdeu, “la biografía auténtica está aun por escribirse” (15).
La visión lacrimosa de una Julia doliente, víctima del escritor y político dominicano Juan Isidro Jimenes Grullón, falsifica la figura real de Julia, aunque la proclamen así con velas encendidas a la luz de la luna aquellos que sueñan con pesadillas. Esa, con ligeras variantes, es la visión predominante entre los biógrafos. Un poco se parte de la fuerza expresiva de Julia, “amanecida del amor”, y del posterior desengaño de su “verdad sencilla”, al que se vincula con una prolongada y fatal caída en el alcoholismo que cubriría los últimos diez años de su vida. La evidencia disponible por los más importantes biógrafos –desde Yvette Jiménez hasta Mayra Santos, pasando por Juan Antonio Rodríguez Pagán– pudo, y debió, haberles permitido ver las cosas de otra manera.
En primer lugar, porque Juan Isidro, de acuerdo al testimonio testigo de Juan Bosch, sometía a Julia al ataque de celos constantes que lo llevaron al extremo de escribirle a la hermana de Julia, Consuelo, que esta lo engañaba con los jóvenes estudiantes de la universidad (ACI-JB., 21-22). Se desprende del epistolario, así como de los textos poéticos, que Juan Isidro quería tener a Julia sometida a un absurdo puritanismo, dependiente y reducida al ámbito doméstico, sin poderse maquillar siquiera en la casa. De esa pretensión de hacerla vivir, encerrada, “cosiendo, oyendo la radio y hablando con las damas”, como “la más puritana de las momias femeninas”, se queja Julia en carta a su hermana Consuelo en esos días de La Habana (Yvette Jiménez, “Julia de Burgos: vida y poesía”, Río Piedras: Editorial Coquí, 1966, 53). Juan Isidro no esconde mucho sus motivos cuando todavía muchos años después, en entrevista que le hiciera Chiqui Vicioso (“Juan Jimenes Grullón: el rival del Río Grande de Loíza”, En En Rojo, “Claridad”, 12 al 18 de febrero de 1988, 19-21) dice que a pesar de su devoción por él, Julia “no podía concentrarse en un amor”, porque era “torrente”. Añade que fue un error suyo “llevarla a la universidad de La Habana donde podía reunirse con otros jóvenes bohemios”, y que quizás, de haber llegado un hijo, ella hubiera permanecido a su lado “en forma de lealtad total”.
En segundo lugar, cuando Juan Isidro se niega a echar adelante la relación con Julia tras el divorcio, alegando que no podría hacerlo mientras vivieran sus padres, la situación se hace insostenible para la propia Julia, que es quien, según parece, rompe la relación con Juan Isidro: “le escribí un profundo, desgarrador, pero inaplazable adiós”, le escribe su hermana Consuelo (Ibid., 60). En tercer lugar, Julia es capaz, después de eso, de abrirse a otras relaciones que concluyen en el matrimonio. En cuarto lugar, Julia nunca deja de crear, lúcidamente, hecho en cierta medida incompatible con la visión de la vida de beoda que se le atribuye. Y en quinto lugar, Julia fue la encarnación más elocuente y transparente de una mujer rebelde, comprometida, militante, contestataria, revolucionaria, toda su vida. El episodio con Juan Isidro no da la medida de su verdadero carácter, y se reduce al periodo que va entre el 1939 y el 1942. Antes, y después, lo que tenemos es la Julia de “la tea encendida”. El episodio de Juan Isidro bien puede verse, entonces, como una “pausa para el amor”, título del cuaderno de versos de Juan Antonio Corretjer, nacionalista, socialista, y luchador revolucionario, de toda la vida, como Julia.
Nacida en febrero de 1914, Julia era apenas mayor de edad cuando se inserta en las luchas políticas del nacionalismo que bajo el liderato de Pedro Albizu Campos logró retar y poner en jaque al régimen colonial de Puerto Rico. De acuerdo a Juan Antonio Rodríguez Pagan (“La hora tricolor: cantos revolucionarios y proletarios de Julia de Burgos”, Humacao: Editorial Cundeamor, 1992), Julia es miembro de la directiva del Frente Unido Femenino Pro Convención Constituyente de la República de Puerto Rico desde junio de 1936. Julia se inserta justo en medio de la guerra que el régimen colonial norteamericano desata contra el Partido Nacionalista que dirije Pedro Albizu Campos a través del gobernador Winship y el Coronel Riggs. Para la fecha en que Julia es electa en esa directiva, ya ha ocurrido la masacre de cuatro nacionalistas en octubre de 1935, vengados luego con el asesinato de Riggs, y seguida de la ejecución inmediata de sus dos ejecutores nacionalistas en febrero de 1936. El liderato nacionalista ha sido sometido a juicio en la corte “federal” o colonial, y se ha condenado, en un segundo juicio –pues en el primer juicio el jurado no halló culpa–, a Albizu y otros líderes, a prisión en Atlanta. La “Masacre del Domingo de Ramos”, en la que la policía asesinó a sangre fría a 19 nacionalistas e hirió a un centenar, está por ocurrir en marzo de 1937. En el 1939 Julia es electa a la directiva del Congreso Nacional Pro Liberación de los Presos Políticos, y de la Liga Pro Democracia que presidirá Vicente Géigel Polanco, el independentista. La joven Julia escribe proclamas y versos revolucionarios que denuncian esos crímenes, y arenga con discursos desde la plaza de la Revolución de Lares desde 1936, a los 22 años, lo que le merecerá el apelativo de “la Novia del Nacionalismo”. Algunos de los poemas de estos años pasarán a formar parte de su libro de 1938, “Poema en veinte surcos”.
Tras la “pausa para el amor” de 1939 a 1942, los años de su idilio con Jimenes, y en los que nuestra poeta sale de Puerto Rico a Nueva York, luego a Cuba y nuevamente a Nueva York, Julia se dedica en cuerpo y alma nuevamente a la batalla. Mas, ni aun esa “pausa para el amor” fue absoluta, pues si bien siguió los alientos de su corazón detrás de Jimenes Grullón, continuó escribiendo su obra y reaccionando a los acontecimientos nacionales e internacionales. Pues no fue Julia solamente una poeta anticolonial y nacionalista: fue también una poeta antiimperialista y antifascista, comprometida con la República Española, con la tradición libertaria de Bolívar y de la América Nuestra mestiza. Comprometida, además, con las causas democratizadoras que la hacían incompatible con las dictaduras latinoamericanas, fuera en la República Dominicana de Trujillo, la Nicaragua de los Somoza o la Honduras de los Carías. En Cuba se une a Martí, al Pablo Neruda ya revolucionario del Canto general, al Nicolás Guillén de la redención negra y caribeña, al Juan Marinello del Partido Comunista Cubano, a la Revolución Rusa comunista en guerra contra el fascismo alemán. Su ideario revolucionario y libertario es amplio, coherente y completo.
Tras la “pausa” y de regreso a Nueva York, Julia se une desde el 1943 al grupo editor del semanario “Pueblos Hispanos”, publicación de orientación comunista publicada en Nueva York en plena Segunda Guerra Mundial. El semanario era dirigido por el poeta nacionalista Juan Antonio Corretjer, quien tras la experiencia carcelaria había evolucionado hacia la ideología socialista. El semanario alcanzó a publicar 87 números, a la altura de octubre de 1944, y en él Julia publicó, de acuerdo a Rodríguez Pagán, 29 trabajos, entre poemas, ensayos reseñas y entrevistas, todos de corte político.
Se suele pasar por alto una circunstancia de importancia excepcional. En junio de 1943 sale también de prisión Pedro Albizu Campos, el líder indiscutible del nacionalismo puertorriqueño, quien permanecerá en Nueva York –donde radica Julia– cuatro años, de acuerdo a los términos de su libertad condicional. No conocemos de entrevistas entre ellos, aunque que son de esperar.
Pero para junio de 1946, Julia se convierte en directora de la sección de Cultura de “Pueblos Hispanos”, aunque ya en agosto se traslada a Washington D. C., con su nuevo esposo, Armando Marín. Allá trabaja en la oficina de Inter-American Affairs, y publica en el “Semanario Hispano” un artículo que le permitirá ganar el Premio de Periodismo del Instituto de Literatura en el 1946 (“Cronología”. Cuadernos del ACI-JB).
Desde el 1947 se agudizan sus males físicos: la cirrosis (que puede ser causada por la hepatitis B o C, trastornos autoinmunitarios, trastornos de las vías biliares, medicamentos y otras causas), nerviosismo y un presunto alcoholismo que frecuentemente se señala, aunque Jimenes alegue que en los años vividos con él en La Habana consiguió que Julia no probara una gota de alcohol (Entrevista de Chiqui Vicioso, Op. Cit.). Entonces se inicia la secuela de hospitalizaciones que la conducirá a la muerte. No obstante, aun en 1951 trabaja como directora del “Álbum Literario Puertorriqueño 1950-51" de la cuidad de Nueva York (“Cronología”). Además, participa en un programa radial dedicado a Luis Llorens Torres, ya fallecido, poeta y amigo al que Julia alentó en Nueva York (en el 1944) antes de su muerte. Poco antes de la muerte de Julia, en el 1953, aun escribe versos, algunos en inglés, y participa en el hospital de las reuniones con Alcohólicos Anónimos. Ha salido del hospital presuntamente curada, vive con familiares, y sale a una actividad literaria el día de su muerte.
Si nos detenemos en su obra poética, nos sorprenderá descubrir que más de un 22% de la misma tiene o participa del tema político. Su primer libro conocido, “Poema en veinte surcos”, de 1938, contiene alrededor de un 40% de poemas con tema político. Y entre los poemas sueltos, no recogidos en libro, el tema político está presente en alrededor de un 37%.
Como se sabe, Julia vivió estrechamente vinculada con su hermana menor Consuelo. Si bien Julia no padeció de encarcelamiento, su hermana Consuelo en cambio sí, y hasta en tres ocasiones, entre el 1950 y el 55, por alegadas violaciones a la “Ley de la Mordaza”, aprobada en el 1948 tras el regreso de Albizu a Puerto Rico, para encarcelar y aplastar al liderato del Partido Nacionalista (Masdeu, ACI-JB 107), puesto que la ley penalizaba la mera expresión de la deseabilidad de derrocar el gobierno colonial. Solo por pronunciar cinco discursos, por ejemplo, se condenó a prisión al poeta Francisco Matos Paoli.
Si bien se alega, por otra parte, que Julia no había hecho lecturas marxistas o comunistas, sí está demostrado que hizo alguna –“Freud and Marx” de Reuben Osborn, en, Y. Jiménez, 46–, y su hermana Consuelo –casi su alter ego– se desempeñó como Secretaria de Educación del Partido Comunista de Puerto Rico (Ibid.). Las vinculaciones de Julia con organismos políticos de reto al poder imperial norteamericano son, pues, vastas. Ello no prueba, sin embargo, que Julia fuera víctima del acoso y del ataque criminal solapado del poder norteamericano, como lo fue Albizu, pero plantea con fundamento suficiente esa posibilidad.
La aportación de Julia de Burgos a la cultura del mundo excede con mucho los reclamos de las reivindicaciones feministas que, irónicamente, resultó ser la clave de su romance con Jimenes y que, irónicamente, Julia pareció haber previsto proféticamente, desde el primer poema de su libro de 1938: “A Julia de Burgos”. El desdoblamiento psicoanalítico entre la mujer que realmente es y la que socialmente se pretende sea, definida de manera burguesa, es una constante en su obra. Julia se orienta toda su vida de manera revolucionaria devorada por su hambre de niña –hambre física y mental–, por su amor por los pobres de la tierra y por su amor irresistible por la libertad de personas y de los pueblos.
Según Juan Bosch, aunque abundan las mujeres poetas en la América Latina, “la calidad poética a que llegan los versos de Julia no había sido alcanzada por ninguna de las mencionadas –la Mistral, la Storni y la Ibarbourou– ni por otra mujer poeta en nuestra lengua” (ACI-JB, 18). Según Efraín Barradas, Julia “vivió a destiempo”. Suyo era el reino del porvenir y la agenda de las utopías. Todo tiempo anterior al porvenir y la utopía es, ineluctablemente, campo de combate. En esa “brecha”, resurge, alienta, resiste, ruge, embiste y resplandece, como quería José de Diego, Julia de Burgos, la nuestra.
Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
1 comentario:
Los muertos no hablan. No voy a defender a JMTS. Voy a aclararte algunos puntos. El libro lo termin[o en el 2003 y e envi[o una copia para que le enviara unos comentarios. Lo hice y tengo sus cartas para probarlo. No sé si JMTS tenía intenciones de publicarlos. Su obsesión en los últimos dos meses de vida, si se puede llamar vida a esa agonía que sufrió por su enfermedad, que se había agrvado con un golpe que recibió de un automótvil que prácticamente lo inmovilizó, era publicar su Vinicio. No lo vio pero sabía que estaba en imprenta.
El libro lo encontré en mis desordenados desordenados archivos y con la ayuda de mi sobrino lo teníamos listo para publicarlo. En el velorio de Marcos Rodríguez Ramón Felipe me informó que La Iguana estaba considerando publicar el libro. Me comuniqué con Reynaldo y le envié la versión que se publicó que fue la final de 2003. Me responssbililicé por el libro. Me parece injusto que aquí todos los palos los haya cogido Guajana. No sé si hayas vivido en NYC, pero yo sí conozco teatristas, pintores y poetas malditos puertorriqueños que terminaron pidiendo pesetas en las estaciones del subway.
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