miércoles, 30 de diciembre de 2015
#Albizu seas
#Albizu seas
y Eugenio María de Hostos
Hace muchos años, Francisco Matos Paoli, devoto eterno de don Pedro Albizu Campos, me obsequió un peso de la República de Puerto Rico que, en forma de moneda del tamaño usual de un peso o un dólar, se llamaba y se llama “un albizu”. Conservo la moneda, y durante años la llevé en mi bolsillo para frotarla con mis manos en momentos difíciles. Fui tímido para hablar en público, pero esa moneda me sirvió para sobreponerme a esa pena y conferenciar, en la sala solemne de la Universidad de Chile, y dentro del contexto de un encuentro latinoamericano de escritores, con absoluta naturalidad y dominio de mí mismo. Así desde entonces.
“Albizu seas” es un lema que uso desde hace varios años. Corresponde a mi admiración a, y mi respeto por, la figura histórica del puertorriqueño más significativo en la historia del siglo XX en Puerto Rico, al nivel de lo que, en mi alma, son Ramón Emeterio Betances y Eugenio María de Hostos respecto a nuestro siglo XIX.
Tanto Betances como Hostos encarnaron figuras cenitales y de absoluta abnegación en la lucha por la libertad de Puerto Rico y de las Antillas todas. Su proyecto fue, además, y necesariamente, anti imperialista. Trabajaron juntos y también de forma paralela utilizando medios a veces convergentes y a veces sencillamente diferentes. Betances surcó las rutas del levantamiento y de la lucha armada desde poco antes de la gesta que inspirara, y que la historia ha llamado, el “Grito de Lares”, hermano del Grito de Yara en Cuba. Ambos de 1868. El de Yara inició una guerra que se sostuvo durante diez años. El de Puerto Rico unos días, aunque no su secuela. Tanto Betances como Hostos fueron sus incondicionales paladines desde el extranjero acopiando recursos y armas, defendiendo en tribunas y en la prensa de numerosos países la guerra en curso, y prestos a tomar las armas tanto en defensa de Puerto Rico como de Cuba. Esa guerra fue el motivo de la célebre peregrinación de Hostos de varios años por diversos países de la América del sur, peregrinación que lo impactó y transformó a él mismo, tanto como tuvo impacto en muchos países del continente nuestro y de la emigración antillana en Nueva York. De ahí que lo proclamara la Sociedad de Estados Americanos “Ciudadano de América” en el 1938.
La guerra del 68 no provocó solo eso. Betances y Hostos persistieron en su intento por reanimar el levantamiento en Puerto Rico y apoyaron la restauración de la independencia de la República Dominicana defendiendo las causas de la libertad en esa isla hermana. De ahí el renombrado antillanismo que caracterizó a ambos. Betances, reconocido como “el Antillano”; Hostos, como el paladín y máximo teorizador de la “Confederación de las Antillas”. (Martí vendría luego.)
Tras la muerte de ambos próceres, una ocurrida en el 1898 y la otra en el 1903, el ímpetu de la lucha cedió tras la intervención imperialista de Estados Unidos en el Caribe. De modo que la lucha tuvo que reorientarse de una lucha contra el dominio español a una lucha contra el dominio norteamericano. Es entonces que emerge de las sombras la figura luminosa de Pedro Albizu Campos.
Albizu Campos, fue un “tiznado” como Betances, graduado en la exclusiva Universidad de Harvard, sede mayor de la inteligencia de Estados Unidos, país famoso por su incurable racismo. Fue poseedor de varios títulos académicos, incluyendo las leyes. No obstante, a su regreso a Puerto Rico se identificó con el nacionalismo puertorriqueño que presidió de manera incuestionable desde el 1930. Reanimó las causas reivindicadoras de Betances y de Hostos, y en indudable medida la peregrinación y proyección del inalienable derecho a la libertad de Puerto Rico que caracterizó a Hostos. Su personalidad fue tan atrayente que motivó al FBI a seguirle los pasos y sabotear su proyecto histórico y su imagen, pues la inteligencia norteamericana tomó conciencia de su capacidad para poner en jaque su dominio colonial de Puerto Rico. "Un loco", decía el sistema. Y en todo caso fue, en efecto, todo un "Canto de la locura" más sublime. “La patria es valor y sacrificio”, sentenció olímpicamente don Pedro, “el Dirigente”, como lo llamó de manera desnuda y transparente el inmenso poeta puertorriqueño Francisco Matos Paoli. Acosado por el poder imperial con la ayuda de los mayordomos de la colonia en Puerto Rico, don Pedro fue encarcelado casi toda su vida restante, apagada en el 1965, y relumbrante como una epifanía legendaria e imborrable en la cultura de la resistencia puertorriqueña.
La figura de don Pedro fue una de tal impacto que no solo se inmoló a sí mismo sino que incitó a muchos a inmolarse en defensa de la libertad y nuestros derechos humanos. Hubo muchas batallas y muchas muertes. Incluso masacres. Se atacó con armas desde el hemiciclo al mismo Congreso de Estados Unidos. Estalló un nuevo grito de rebeldía armada en Jayuya, al sur de Lares, que tuvo que ser sofocado utilizando las fuezas armadas y la aviación militar.
La historia de Puerto Rico no puede ocultar el poder revolucionario de Albizu Campos. Seguramente no habría habido una transformación, ilusoria ciertamente, como la que dirigió Luis Muñoz Marín, segundo gobernador puertorriqueño y el primero electo con la venia imperial, con el establecimiento en el 1952 del Estado Libre Asociado, el rescate de la bandera nacional, y el himno, reletrado y aguado, que se fraguó en el siglo XIX con la letra combativa de Lola Rodríguez de Tió.
Es cierto que el nacionalismo y el socialismo marxista son armas diferentes y en algunas formulaciones antagónicas. Pero ese antagonismo se hace sal y agua en países coloniales. Así lo ha demostrado la experiencia histórica en numerosísimas regiones del planeta. Así lo vivió Juan Antonio Corretjer, secretario general del Partido Nacionalista que presidió Albizu y fundador de la Liga Socialista.
No hay libertad sin el ejercicio del derecho a ser libre. Hostos lo proclamó como un prolegómeno incuestionable. “Derecho no practicado no es derecho”, sentenció el Maestro de la “Moral social” y el catedrático del Derecho. El libertador. Albizu, por su parte y luego, que contaba con siete y ocho años cuando regresó Hostos a Puerto Rico para tratar de impedir la ocupación indefinida de Puerto Rico que realizó el imperio norteamericano, y doce años cuando este murió, lo lanzó al ruedo político armado del “valor y sacrifico” que constituyó su propio principio libertario.
Repito: no hay libertad sin el ejercicio, concreto y practicado, del derecho a ser libre. Por eso desde hace años he acuñado, como máxima y apotegma, derivado del prolegómeno hostosiano, esa y ese que reza, sencillamente, “albizu seas”.
Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!
viernes, 27 de noviembre de 2015
Salvemos el FIPPR
SALVEMOS
el FESTIVAL
INTERNACIONAL
de POESÍA
en PUERTO RICO
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El Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico es
una organización sin fines de lucro que, desde 2007, se ha dedicado a
llevar, de forma gratuita, recitales, talleres, charlas, conferencias,
diálogos, lecturas, libros, presentaciones, espectáculos, publicaciones,
certámenes y mucho más.
Creemos en que la poesía debe llegar a toda la población y por ello visitamos igualmente comunidades pobres y marginadas como escuelas y centros de estudios universitarios.
En todos estos años de arduo y trabajo voluntario hemos beneficiado a personas de todas las edades y estatus social, sobre todo a muchos jóvenes. Un joven con un libro de poesía en sus manos, será más propenso a una vida productiva y de profunda reflexión donde no cabe la violencia ni los vicios destructivos de la humanidad.
Si hoy hay un libro de poesía en un hogar donde antes no lo hubo, mucho se le debe a nuestro Festival. La obra de nuestros artistas y poetas también se ha dado a conocer mucho más desde nuestra fundación.
Desde la existencia de nuestro Festival, hemos observado además un resurgir poético que abarca todos los rincones de nuestro país.
Han sido muchas las bondades de este grandioso festival de poesía, pero, para poder continuar ofreciendo de forma gratuita nuestros servicios, necesitamos de tu generosa aportación.
Sabemos que contamos contigo.
¡Muchas gracias!
Donativos directos pueden ser enviados a:
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Vilma Reyes
Presidenta
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Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico,
FIPPR
domingo, 22 de noviembre de 2015
Mujer bisiesta
“Mujer bisiesta”
de Vilma Reyes
Vilma Reyes Díaz ha publicado en la Colección Habitante del Bosque, de Palabra Pórtico Editores, un poemario de 76 páginas, de formato más ancho que alto, espacioso, que incluye 33 títulos, es decir, 33 poemas. Su título: “Mujer bisiesta”. El índice ya revela algo del conjunto, pues encima de la palabra “índice” trae un subtítulo que reza “Los días del calendario”. El subtítulo nos encarrila, pues, no a un conjunto definido por una temática particular, sino a un conjunto que recoge... una experiencia personal de vida.
Una nota biográfica, incluida en la página 71, viene con otro título alusivo, que coincide con el del índice, y también con el título del poemario. Esa nota biográfica la llama “Carta de viaje”. En ella se le informa al lector que la poeta es natural del río, como Julia de Burgos, pero no del Grande de Loíza sino del Río Piedras. Poeta, narradora y docente, fundadora y presidenta del Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, viajadora de festivales, autora de textos escolares y de otros libros como “Versos para la lluvia insomne” y “Desacordes”, la novela “El señor de los bolsillos de lluvia”, “Las galletas de chocolate y otros cuentos”, todos inéditos, a excepción del primero que es del 2010. Aunque lo publicado antes sea corto, los diversos títulos evidencian un quehacer constante, así como lo evidencian las numerosas publicaciones en revistas y antologías.
El libro lleva una dedicatoria: “A los amores de mi vida”, dice, incluyendo en ellos al esposo, los hijos, el nieto, la madre y las hermanas, y a su padre. (No me encontré por ninguna parte, quizás porque me reservó para esta noche: honor que me hace.)
Lleva el cuaderno un epígrafe de Jorge Luis Borges que dice: “El tiempo es el mejor antologista”. Con ello no se refiere Vilma, seguramente, a que el tiempo determinará si algunos poemas suyos la sobreviven, sino a que el conjunto de poemas es una antología de experiencias (vividas).
Paso de inmediato al enigmático título: “Mujer bisiesta”, cuyo “acertijo” invitan a descifrar los editores. En mi examen de la obra no puedo eludir el planteamiento. Afirmemos, pues, en primer lugar, que no, no es la mujer que toma doble la siesta. Sin el artículo indefinido “una” o el artículo definido “la”, antepuesto a “mujer”, la mujer bisiesta no sugiere ya un tema objetivo y ajeno. Eso mueve al lector a deducir que la mujer bisiesta se trata de ella misma.
Bisiesta, por su parte, es un término que proviene del latín “bisextus”, que significa dos veces sexta, es decir, la docena, doce, el tiempo completo, el giro acabado de las manecillas del reló, la órbita total. Pero también significa “día intercalado”, es decir, añadido en el medio. El diccionario de la Academia asocia “bisiesto” con cambio, con mudanza. Y también lo asocia con variar el lenguaje o la conducta. También, claro está, nos remite al concepto específico al que arribamos todos, en primera instancia, del “año bisiesto”, es decir, de aquel que tiene un día más que el año común, añadido en febrero. Un día más. Un tiempo añadido. Otro tiempo. Ese otro tiempo implícito o sugerido en las imágenes de la carta de viaje y en los días del calendario. Pues sí algo enfatizan estas imágenes es que no se ve la vida como un museo detenido, fijo en el tiempo, sino como un discurrir, cambio, transformación.
Por fortuna, el libro abre con un poema del mismo título, que nos permite empezar a despejar y atinar la incertidumbre. Desde luego, el texto se llama “Mujer bisiesta”. Es un poema de 23 versos que reflejará las características del conjunto. Por él sabemos que encontraremos a lo largo de este cuaderno poemas más espaciados que estrofiados, de verso libre, sin metro uniforme clásico, ni rima oportuna o forzada, pero, eso sí, con un ritmo libre, producto de oraciones generalmente cortas, con un discurso recogido y libre de elementos innecesarios, y un discurrir bastante transparente.
El lenguaje lírico de Vilma no es impetuoso ni salvaje, sino contenido y atractivo. Viene muy bien prendido de imágenes interesantes que han sido tomadas fuera del campo de lo común y trillado, como lo es el título mismo del libro, desconcertante, y del poema. Manifiesta una voluntad de revelar su propio ser, de poner al descubierto quién se es. Y para ello parte de la naturaleza de su ser doble, o bisiesto. Es decir, de la dualidad de haber nacido al mundo natural anegada con las lluvias de septiembre –y en septiembre estamos ahora justamente, asistiendo, en el sentido de asistir o ayudar al nacimiento de este libro. Pero hablamos de dualidad porque el poema alude también a otro nacer, que se ubica en febrero, precisamente, mes de una transformación que la convierte, ya sea en escritora y poeta, o quizás en mujer, en el sentido de incursionar en el terreno siempre incierto del amor. Esta idea me la sugiere la referencia a la cámara, la foto... y la sonrisa. Ya sea, pues, la transformación en poeta, o la transformación que en nuestro espíritu opera el amor, Vilma se digitalizó –dice ella– “entre el dos y el nueve”, es decir, entre febrero y septiembre. Un doble nacer, un tiempo añadido por sustitución de otro perdido, según veremos más tarde: mujer bisiesta.
El “Poema en el SXXI a la rosa” –SXXI es siglo 21– desarrolla de manera novedosa un tema que es un tópico común desde hace muchísimo tiempo, aunque se revitalizara con originalidad hace unas décadas: el de la simbólica rosa. Pero Vilma no verborrea, elude el retoricismo, el narcisismo verbal, los elementos sintácticos y morfológicos innecesarios que distraen el discurso de un fluir natural, y tampoco se remite a los símbolos y textos previos de la rosa. En su lugar, la poeta vincula curiosamente la rosa con el hombre. Quizás con el esposo de apellido Rosa, nos parece, y maravillosamente, ya al finalizar, con el atardecer y con la ternura del amor ausente. Esta interpretación nos la confirma el poema que sigue.
En “La voz de la mujer”, en efecto, la mujer toma la palabra para afirmar la dualidad vital del amor que une fatalmente al hombre y la mujer. “Desacordes”, el siguiente texto, nos confirma la impresión de hallarnos ante composiciones de finales inesperados, de sorpresa. Nos llama la atención el uso frecuente de un lenguaje en el que abundan vocablos modernos, menos comunes. Así, por ejemplo, “electrodoméstico” se utiliza para significar un regreso al mundo común, cotidiano y hogareño. Por otra parte, las voces “ilegible” e “ilegibilidad” se utilizan para sugerir cierto nivel de ruptura que se desea temporeramente, es decir, esa situación de la mujer que se retira, incomunicada, cuando lo desea o necesita.
Abundan también las imágenes marinas. Es muy hermosa la imagen de los “rostros encallados” en el mar. En un poema que titula “El silencio me tornó ancla”, fragua otra imagen maravillosa: las escamas de salitre en el hierro oxidado en las anclas, nos remiten al paso inexorable del tiempo que le permite a la poeta vislumbrar cómo –y cito: “El ancla guardará con sigilo el recuerdo”, pues el oxido, que se fragua a lo largo del tiempo, cubre y encubre el metal. De ese modo, el recuerdo, “ocre oxidado de su anzuelo / será un plan de contingencia / en la tormenta”.
Con la “Muchacha de falda corta”, la temática del libro comienza a desplazarse del lirismo subjetivo a la otredad. No es un desplazamiento brusco, sino un giro en la dirección del viento que comienza a tomar en cuenta los mosaicos de los asuntos sociales, comenzando en el plano individual, y expandiéndose hacia temas más netamente sociales, e incluso políticos. El tema de “Muchacha de falda corta”, con el que inicia el giro mencionado, trabaja la imagen de la mujer que se “encoge”, se reduce, se desvaloriza en cuanto ser humano. En “Por la puerta”, la poeta retrata, en una viñeta que mezcla la descripción de etopeya –es decir del carácter– y la prosopografía –es decir, la física– una víctima femenina que bien pudiera ser masculina. “Vestidos”, por su parte, traza la diferencia entre el vivir y el tener. “Detrás del altar” regresa al tema del otro, interrumpido por un poema que comentaremos en un momento. Este poema se refiere al trabajador explotado, en su conjunto, y lo continua con poemas dedicados a las estreches de vida en el barrio Caimito de la capital. Así, por ejemplo, “Acceso controlado” evoca los desahucios, el borrón inmisericorde de una vida hace mucho tiempo coloreada de canciones infantiles felices, desplazada por un progreso que nos margina y nos expropia.
Esta puerta abierta a la otredad y a la solidaridad, le permite a la poeta hablar de la “libertad en puertorriqueño”, un texto brillante que se refiere a nuestra “encía sangrante”. Ese “incisivo molar con múltiples caries” que es el tema fraudulento de la libertad en Puerto Rico. Como se ve, la poeta logra tratar el tema político lejos de la propensión usual al panfleto. De ese modo puede terminar un poema que, repito, habla de la libertad en puertorriqueño, diciendo: “La libertad /tres sílabas, ocho letras / palabra aguda / sin tilde / sin sentido humano”. Y aun añade: “sin inteligencia / acorralada en libros eruditos / en los centros comerciales / en el deterioro sin regreso / de una conciencia manipulada”.
El poema que interrumpe este tránsito que hemos visto a los temas sociales, es “Pronóstico de lluvia en un cumpleaños”. Con este poema regresamos al tema de la “mujer bisiesta”, pero asociado, esta vez, al sentido del día añadido, mirándolo dialécticamente, por su sentido opuesto. Es decir, así como frío nos remite a calor, y lo alto nos remite a lo bajo, así el día añadido saca a flote, por defección, defectiblemente, lo perdido. En este caso, un helado de chocolate, es decir, un sueño que se evade y desvanece como una guagua de helado. Yo comprendo bien la idea que trae implícita... Vilmita, porque tengo un hijo nacido casi en septiembre, hijo que también fue víctima de lluvias torrenciales y huracanes en su cumpleaños, es decir, de celebraciones canceladas y pospuestas.
El conjunto se ha nutrido de diversidad de tonos, pues no faltado la ironía, ni ha estado ausente el juego lúdico ni la locura. Otro detalle llama la atención, y es que la edición tiene particularidades tipográficas, consistentes en letras, palabras y hasta frases en fuentes gigantes o fuentes diferentes, ya sea para enfatizar términos o giros, para decorar la página, o para añadirle al signo fónico un signo visual cargado de sugerencias. Por ejemplo, en el poema “Lápices de punta ROTA”, esta última palabra aparece escrita, toda, en mayúsculas. Y la palabra “detienen”, aparece escrita en el poema con un punto intercalado, detenido, entre cada una de sus letras.
Para terminar, comento la foto de la autora incluida en su presentación. Vilma aparece de lado, casi de espalda, mirando con una sonrisa recogida o apocada, y los dedos de una mano en el mentón. Se diría que mira de soslayo, de reojo, pero no es así, porque, respecto de sí misma, mira de frente. En la foto está de soslayo respecto al lector, o a quien la mira.
Soslayar es ponerse de lado, de través; pasar por una estrechura, dejando de lado alguna dificultad. ¡Qué bien has pasado, Vilmita, por los laberintos y abismos de la vida, de la vida tuya que es en gran medida la de todos nosotros. ¡Qué bien llegas a nosotros!
La Colección Habitante del Bosque, de Palabra Pórtico Editores, puede sentirse feliz y orgullosa de este libro que constituye una gran aportación, y un gran momento. Enhorabuena, y... ¡Albizu sean!
Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
Diálogos de Liverpool
Los Diálogos de Liverpool
de Marta Emannuelli
El libro de Marta, Diálogos de Liverpool, es en varios sentido provocador y sorpresivo.
Nadie en Puerto Rico, como en gran parte del planeta, escapó al influjo del fenómeno musical que fueron de los Beetles. Ni siquiera aquellos que no comprendían la letra dejaron de vibrar al calor seductor de sus melodías.
En ese sentido es pertinente y oportuna esta incursión de Marta –orgullosa de ser ponceña– en un tema que sí nos atañe, puesto que es parte de nuestra experiencia, de nuestra formación y de la vida de todos.Percatarse de eso, y atreverse a tratarlo, es, de por sí, una aportación original y valiente.
El libro revela una vocación para armonizar contrarios. Ello nos recuerda una tendencia o inclinación que se manifiesta en los títulos de sus obras previas.
Cito: Claroscuro - Mosaico de luces y sombras, es decir contraste, enfrentamiento. Pero también está este otro: Memoria para un eclipse. Todo lo que es ese claroscuro o eclipse sugiere un arte proclive a lo barroco, a lo que es blanco o negro, o a lo que se ve complejo por estar imbuido de opuestos. De esta suerte, hay una propensión, atrevida, a la definición, que dibuja silueta y define el mundo identificando lo que es y lo que vive por la presencia de sus contrarios.
Este libro se trata de la edición bilingüe de veinte poemas cuyo riesgo no se limita a la traducción, ni a la ingeniosa pretensión de definir la poesía con una fórmula química, sino que incursiona en un diálogo complejo que se desarrolla simultáneamente sobre otros abismos.
Y es que, en efecto, no es una mera edición bilingüe, sino una escritura que parte de dos lenguas de familias muy diferentes, para mirar hacia afuera y también desde afuera, desde las orillas del Támesis.
Pero, además, Emanuelli yuxtapone la lengua de la canción musical
–con toda su carga de oralidad azarosa– a la lengua de la poesía cultivada.
No es repito un poema con meras traducciones. En este libro asistimos a una escritura y una re-escritura, porque la traducción obliga a repensar en un código diferente los temas para poder desarrollarlos plenamente. Su fortuna es que es la cosecha de una siembra recibida en su corazón desde la tierna infancia lo que le ha permitido sopesarla, ponderarla, y madurarla también, durante un largo tiempo. Por eso pueden hablar aquí diferentes voces para infundirle vida verdadera, auténtica a las letras en ambos idiomas.
La dificultad está en armonizar mundos culturales disímiles –la inglesa y la hispanoantillana–. Creo que esa es la esencia de ese diálogo mencionado en el título del cuaderno. Pero quizás sea dificultad mayor integrar lenguajes que tienden a buscar diferentes efectos de expresión. Me refiero a la diferencia entre la lengua poética, que hoy día es preferentemente lengua escrita, y la letra de las canciones, con su predominio oral y con su enorme énfasis de entonación.
También está el caso de los referentes que no son exlusivamente literarios, pues nos percatamos, no es un secreto, de las extracciones que se hacen de las canciones mismas del cuarteto de Liverpool, o de su modo de desarrollar los temas tomando motivos casi al azar y pavimentando el discurso con elementos de irrealidad, casi magia.
De ese modo, el aliento, híbrido, hace gala en estos versos de un sincretismo que ilustra muy bien el concepto de los formalistas de extrañamiento.
Pero el libro, además, nos replantea el problema de la relación entre lengua y nación que surge en Puerto Rico a propósito del afán de norteamericanizar un pueblo hispanoantillano y de la intención imperial de implantar el inglés.
También replantea, obviamente, el problema de la emigración que insiste, desde la otra banda, en llamarse puertorriqueña.
El libro de Marta nos replantea esos problemas, aportando a la discusión, porque su libro nos trae una perspectiva diferente. Diferente porque se plantea desde acá, y porque la existencia de esa influencia es innegable y tiene un obvio sello puertorriqueño. Mis felicitaciones a Marta.
Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
domingo, 15 de noviembre de 2015
Los "Hombres buenos" de Arturo Pérez Reverte
Los “Hombres buenos”
de Arturo Pérez Reverte.Anoche terminé de leer la última novela de Pérez Reverte. Confieso que mi
impresión sobre la novela fue variando según avanzaba en la lectura, cosa que no es inusual. Se titula “Hombres buenos” (Alfaguara, 2015, 582 págs.), y aunque su título no sea precisamente sugestivo --predominan hoy día los "bad boys"--, me interesó tras leer en la contraportada que se trataba de la aventura vivida por un par de académicos de la lengua española que a fines del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración y las “luces”, emprenden un viaje a Francia con la encomienda de adquirir, para la Real Academia de la Lengua, una copia de los 28 volúmenes de la famosa “Enciclopedia”.
En esa contraportada se anunciaba que el viaje estuvo sujeto a intrigas y sobresaltos, a “caminos infestados de bandoleros”, a la prolija descripción de París contrastada con la España de entonces, y la presencia y participación de algunos de los “ilustrados”. A ello se añadía que la ficción se nutrió de una exhaustiva investigación, pues lo narrado se ajustó a hechos verdaderos y personajes reales.
Uno de los aspectos que inicialmente me interesó más fue la técnica de Pérez Reverte de anticipar las escenas ficticias ubicadas en el siglo 18 con referencias a la investigación que realizó en el siglo XXI, es decir, recientemente. De la mano de ello van los detalles de las dificultades de esa investigación, realizada muchas veces sobre el terreno, es decir, siguiendo el rastro del viaje de los académicos, tal como debió ocurrirles, para ubicar sobre espacios reales los hechos, la atmósfera de las ideas de entonces referidas con el contraste de un personaje con puntos de vista intermedios entre el catolicismo tradicional imperante, y de otro más afín con, e inmerso ya en, las nuevas ideas. Asistimos pues, en vivo y a todo color, a la manera como el novelista resuelve los problemas concretos que le plantea la creación misma del texto y la ficción novelística. En ese sentido, esta novela revela la intríngulis del proceso como pocas, no sin pizcas de humor, y de la relación entre realidad y ficción, y no desde el punto de vista del crítico que la analiza, sino del narrador en el proceso mismo de la creación. Algo así como esos llamados “acontecimientos en pleno desarrollo”, como el “Dossier” de Walter Martínez en TeleSur.
De principio a fin se teje un discurrir de intrigas y traiciones que acechan en lo oscuro los pasos de “hombres buenos” que poco a poco tienden entre sí los puentes de la solidaridad y la amistad. En un caso, desde la ingenuidad de quien ha construido su vida solo con ladrillos de libros, y en el otro, desde la experiencia de la guerra naval. Pero es la honradez y honorabilidad del caracter de ambos lo que hace posible esta cada vez más estrecha relación entre hombres de ideas disparejas.
Toman vida en la novela las reuniones de los académicos del siglo, la vida urbana madrileña y la de sus calles y sus días cotidianos; toman vida, ante nuestros ojos, los caminos hacia los Pirineos, y los caminos hacia París, en carretas y en posadas; toma vida el París urbano llenos de los acomodos aristocráticos, las plazas, calles, hoteles y paseos a ambas orillas del Sena, y también del París de los barrios miserables marginados. Toma vida la conversación de los aristócratas, la de los representantes de las nuevas ideas, los barruntos de una revolución que no tardará en estallar, así como la encarnación de personajes corruptos y viles.
La continua intervención del autor Pérez Reverte me llegó a incomodar más de una vez por la interrupción de la narración que supone. No obstante, debo reconocer la importante aportación de ellas y la manera como ese contrapunto lograba, a fin de cuentas, darle algo así como una dimensión tridimensional al texto. Lo mismo me ocurrió con el incesante debatir entre los académicos que, a fin de cuentas, no hizo sino enriquecer el debate de ideas que generó entre los académicos de España la penetración subyacente de las ideas de la Ilustración. Parte de la narración, pues, surgía en apariencia del propio Pérez Reverte, y parte de un narrador en tercera persona. Entre una voz y la otra mediaba generalmente una oportuna y clara indicación, pero en otras se pasaba de una voz a la otra casi inadvertidamente.
Con frecuencia ocurre que la novela cuya lectura nos atrapa en un principio languidece hacia la mitad de la historia. No ocurre eso con esta novela. En los últimos capítulos, Pérez Reverte logra imbuirle a la historia una fuerza y una energía apasionante, cristalización de una indudable maestría. Mis felicitaciones al novelista.
Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
Publicado en 8O GRADOS el viernes 20 de noviembre de 2015.
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Arturo Pérez Reverte,
Hombres buenos
martes, 6 de octubre de 2015
El Premio de Poesía Vicente Rodríguez Nietzsche
El “Premio de Poesía
Vicente Rodríguez Nietzsche”
del FIPPR
La Junta de Directores del Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico (FIPPR) decidió recientemente rebautizar su Premio de Poesía –producto de un certamen internacional que realiza cada año para poemas en español– con el nombre de Vicente Rodríguez Nietzsche.
De conformidad con el hecho, el Premio de Poesía “Vicente Rodríguez Nietzsche” se instaurará el jueves 15 de octubre, a las siete de la noche, en el Ateneo Puertorriqueño. Para ello, el FIPPR ha invitado al hermano poeta de la hermana República Dominicana, Premio Nacional de Poesía, Mateo Morrison, como orador principal.
No es ni contradicción ni menoscabo decir que el reconocimiento a Rodríguez Nietzsche no pretende señalarlo como el mejor poeta de los últimos cincuenta años. No es siquiera menoscabo ni contradicción afirmar que Nietzsche no es tampoco el mayor poeta del grupo Guajana. Si miramos a los poetas que incluye tanto el grupo como la generación, y las obras de tan alto grado y excelencia como las que hay en todo su haber, nadie puede determinar al margen de incertidumbres e imponderables quién es ese mejor poeta.
Por otra parte, alguien podría argüir, con razón, que sembrados justo en el año del centenario de Francisco Matos Paoli, lo propio fuera ponerle su nombre al premio. De seguro no faltará quien sostenga que Julia de Burgos lo merece más, por ser poeta mujer, marginada y subestimada invariablemente por su sexo, y, sobre todo, por haber demostrado, tras un centenario extraordinario, estar anidada en el corazón de los puertorriqueños. Otros, más clásicos quizás, preferirán a “cenitales” como Luis Palés Matos, Juan Antonio Corretjer, Luis Llorens Torres. La lista podría extenderse.
No obstante, según lo entendemos, la Junta de Directores seleccionó a Vicente para este honor por varias posibles razones, o por la suma de algunas de ellas.
En primer lugar, el premio que se instituye ahora existe desde hace varios años con el nombre de Premio Guajana de Poesía, es decir, desde mucho antes de los centenarios mencionados.
En segundo lugar, Vicente Rodríguez Nietzsche fue el presidente fundador del FIPPR.
En tercer lugar, Vicente posee una trayectoria literaria de más de medio siglo que se ha proyectado internacionalmente como lo han logrado pocos poetas puertorriqueños.
En cuarto lugar, Vicente ha sido, siempre, el portavoz y capitán del grupo Guajana. La revista y sus autores constituyeron el núcleo de lo que la crítica ha llamado “generación del 60". Esa generación impactó el quehacer literario en Puerto Rico, con su militancia y de manera tan rotunda, que sus efectos se sintieron a lo largo de varias décadas y generaciones.
En quinto lugar, Vicente es, sin duda, uno de los poetas más representativos y excelentes de su generación, y el representante más visible del grupo Guajana.
Pero Vicente representa, además, quizás mejor que todos, un valor particular imponderable, estrechamente vinculado con su trayectoria literaria. Me refiero, específicamente, a lo siguiente. Una generación de escritores, como lo es la del 60, la constituye un grupo cohesivo, unido, de camaradas. Es en ese sentido que la figura de Vicente es insoslayable. Vicente ha sido toda su vida, a pesar de su militancia y compromiso, un símbolo de unidad, de consenso, de diálogo y entendimiento, no solo entre los poetas de su grupo y de su generación, sino con las generaciones sucesivas. Su poesía revolucionaria nunca logra desentonar la “musical costura” de sus “flautas”.
La Junta de Directores del FIPPR le debe a Vicente esa piedra fundamental de su constitución. Ese invaluable legado. Enhorabuena.
Marcos Reyes Dávila
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Premio de Poesía,
Vicente Rodríguez Nietzsche
miércoles, 16 de septiembre de 2015
Gibson: Cuatro poetas en guerra
Ian Gibson:
Cuatro poetas en guerra
(Barcelona: Editorial Planeta, 2007, 334 págs.)
Desde muchacho fui asiduo lector de los poetas de las primeras generaciones
del siglo XX de España. De Machado para acá, hasta la generación de 27 y de la guerra civil, y algunos posteriores como José Hierro. Mis padres tenían muchos libros en la casa. Juan Ramón Jiménez me sacudió intensamente cuando leí ya en mis primeros años de universidad su “Dios deseado y deseante”, y luego, sobre todo, esa obra incalificable e imperecedera titulada “Espacio”, tanto la versión en prosa como la versión en verso. Lorca, siempre. En mis estudios graduados en la universidad de México tomé cuatro cursos: sobre León Felipe, Machado, Miguel Hernández y Alberti. Mi tesis fue sobre León Felipe. De modo que la poesía española de esas primeras décadas del siglo pasado son una parte que gruñe y gime continuamente en mis venas con una agonía que pareciera que la viví.
Tengo las obras completas y las biografías de muchos de ellos. De ahí que no fuera extraño que cuando supe de este libro de Ian Gibson, el imprescindible biógrafo de Lorca y Machado, titulado “Cuatro poetas en guerra”, sintiera el irresistible impulso de adquirirlo. Algo me costó conseguirlo, tanto en dificultades como monetariamente. Pero bien valió disfrutar la dulce agonía de leerlo.
El libro nos refiere, loor de biografías, el acontecer de cuatro poetas involucrados hasta el tuétano en la Guerra Civil Española (1936-1939), en este orden: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Miguel Hernández. Cado uno vivió la guerra desde muy diferentes circunstancias, mas la suma de ellas nos impregna con un aroma de balance y plenitud. No se trata de biografías completas. Gibson se limita en cada caso a la experiencia de cada uno en el periodo concreto de la guerra, aunque expandiera la mira hasta la muerte, muchos años después, de Juan Ramón. De ahí el título del libro.
El autor se ocupa inteligentemente del abrir y del cerrar. Es decir, un prólogo, “Epifanía del Frente Popular” (9-43), llevado de la mano, principalmente del periodista y dramaturgo argentino Pablo Suero, ayuda al lector a ubicarse en el terreno incierto de la víspera, es decir, desde finales de 1935 hasta el inicio de la guerra. Suero, que había conocido a Lorca en Buenos Aires, ha llegado a Palmas, y luego entra por Cádiz, y da buena cuenta del ambiente hostil y de presagio “escalofriante” que se respira en todas partes. Hace sus observaciones sobre el liderato político y las controversias insalvables entre las partes, así como da cuenta de muchos de los grandes escritores: Alberti, los Machado, Juan Ramón, Neruda, Lorca, Hernández, Altolaguirre y otros.
El primer poeta cuya suerte escudriña Gibson es Machado. A pesar de haber leído ha pocos años su biografía, todavía me asombra la intensidad de su lucha y compromiso con la República, así como su identificación con socialistas y comunistas. De estos, solo lo separaba su falta de simpatía para con el principio marxista de que el factor económico es “el más esencial de la vida humana y el gran motor de la historia” (74). Me asombra su sencillez, su honestidad y humanidad demostrada en momentos de angustia y dolor. No deja Machado de culpar a las democracias occidentales cobardes que abandonaron a la República a su suerte a pesar de conocer las enormes dimensiones de la intervención del fascismo en España. De ello, particularmente de la actitud de Estados Unidos, culpa concretamente a la cadena de medios de Randolph Hearst, el fiero instigador de la intervención de Estados Unidos en Cuba, que no dejó de abonar de su propio bolsillo enormes recursos en armas cuando la guerra del 1898, y que ahora apoya con todo lo que tiene a Franco, Hitler y Mussolini. Vemos de cerca cómo sufre Antonio el tener en el lado enemigo a su hermano Manuel y la separación forzada de su querida Guiomar, también en el bando contrario. La relación del tránsito al exilio es seguida por Gibson con detallados pormenores, para decirlo con énfasis, y por ella conocemos el enorme caos de la huida de miles de españoles y los campos de concentración que los esperaban en Francia.
De Jiménez me asombra hallarme ante una figura que se mantuvo constante en su lealtad a la república y en su rechazo del fascismo. A pesar de su famoso tema de “con la minoría siempre” y de su aparente desinterés por la política, Juan Ramón, tras acoger durante un breve tiempo en su casa a niños huérfanos, abogó luego desde el exilio en EstadosUnidos,, en su carácter de agregado cultural de la república, por esta. Lamentablemente, también en Estados Unidos tenía auge el fascismo, y además predominaba entonces un fuerte aislacionismo. No obstante, había llegado hasta expresarle a Suero que se consideraba un “comunista individualista” (?) (135), seguidor de un “comunismo ideal” que, a su juicio, era el “comunismo poético”: aquel en el que todos pudieran hacer un “trabajo gustoso”, el de su propia vocación (137), incluyendo la “ganancia justa”. Admiró el ejemplo heroico que dio la república en los campos de batalla, firmó proclamas y manifiestos de adhesión a la república y de repudio al fascismo, y previó la segunda guerra mundial.
Su repudio a Franco no admitió nunca contemplaciones ni sosiegos, y su agonía ante la muerte de Lorca, Machado y luego, Miguel Hernández fue intenso y manifiesto. El dolor ante la muerte de Machado lo unió a Pablo Neruda.
La relación del viacrucis de Federico García Lorca es demasiado vívido y casi insufrible. Gibson revela con lujo de detalles cuánto se vinculó el alegadamente apolítico Lorca con la república, su manifiesta y constante simpatía hacia los jornaleros y campesinos, y su repudio del fascismo. Sin embargo, Lorca se cuidó de firmar manifiestos comunistas y resintió la presión a que fue sometido para que se comprometiera más (177). Sorprende la cadena de errores de juicio que lo fue llevando a entrar en la jaula de las fieras. Lorca pudo escapar a su suerte varias veces, pero tomó la acción equivocada. Como le ocurrió a Miguel Hernández, llegó a creer que estaría a salvo entre la gente de su pueblo. El cerco se cerraba en torno suyo, hubo quien le suplicó que huyera en su compañía cuando aun era posible, pero creyó hallarse a salvo en casa de los Rosales, amigos y escritores, pero colaboradores destacados de la falange fascista. Uno de ellos consiguió una orden para su liberación de gobernador militar de la provincia, que el comandante Valdés desobedeció al mentirle alegando que ya se habían llevado al poeta. Valdés apeló al general Queipo de Llano, máxima autoridad rebelde de Andalucía, y este ordenó la muerte.
Gibson maneja innumerables testimonios y documentos sobre las últimas horas de Lorca. Y el lector lo sufre, miserablemente. Ya no había luna, estaba cerca la célebre Fuente Grande que los árabes llamaban “Ainadamar”, es decir, la fuente de las lágrimas (226).
La suerte de Miguel Hernández no será menos penosa. Solo que su ruta hacia la muerte fue más lenta. Miguel tenía la juventud que le faltó a Machado para luchar por la república desde la trinchera. Los años de la república fueron los años de su ascenso a la república de la poesía. Todo coincidió ajustadamente. Miguel venía del catolicismo asfixiante del campo de Orihuela. El “poeta-pastor”, como lo conocían y se presentaba él mismo, pronto se convirtió en el poeta de la guerra. Atrás quedaron los versos gongorinos de su “Perito en lunas” y los apasionados de amores por la pintora Maruja Mallo. Miguel sí se afilió tempranamente al Partido Comunista, influido por Alberti y Neruda. Miguel gozó de una rápida aceptación entre los escritores de Madrid, muchos de la talla de Lorca –con quien tuvo luego una fugaz desavenencia–, Alberti, Altolaguirre, Bergamín, Serrano Plaja, Sender, Cernuda, Jorge y Nicolás Guillén, así como los nuestroamericanos Pablo Neruda, Octavio Paz, Carpentier. Juan Ramón encabezó los elogios, y Vicente Aleixandre fue de los amigos más fieles.
Miguel, que se había adscrito a la Alianza de Intelectuales Antifascistas, se enlistó pronto, y pronto se convirtió en “comisario político”. Desde esa posición gozó de gran movilidad, y produjo una obra numerosa de combate, tanto en verso como en prosa y teatro. Como es sabido, la paternidad cambió su vida. Y aunque murió a los pocos meses su primer hijo, Manuel Ramón, no ocurrió lo mismo con el segundo, Manuel Miguel. A diferencia de los demás escritores, Miguel vivió de cerca el combate de sangre y muerte. A la hora de la huida, sin embargo, lo abandonaron a su suerte en Madrid, según parece. Por más que intenta ingresar en la embajada de Chile, su nombre no aparece en la lista de recomendados por Alberti, y Alberti tampoco provee para él en la huida en coche que este hace a un pueblo cercano donde está su mujer y desde donde saldrán en avión. Tras una amnistía, y a pesar de hacer inicialmente esfuerzos por buscar cómo salir de España, entre ellos, otro fracasado intento con la embajada de Chjile, Miguel va a su pueblo, a su mujer y su hijo, y sueña y cree que podrá rehacer su vida campesina a pesar de que muchos le advierten del enorme peligro.
Como Lorca, los pasos de Miguel se agravan con sus desaciertos y malas decisiones. Además, se niega a declararse arrepentido a cambio de la libertad y el perdón, aun cuando está enfermo gravemente y en tránsito de muerte. El obispo Almarcha que en su niñez y juventud lo apadrinó se negó a socorrerlo hasta que fue demasiado tarde. Incluso su propia mujer se negó a visitarlo y a llevar consigo al niño de sus desvelos, y tampoco su padre. La tuberculosis, sin verdadera asistencia médica, lo pudrió, literalmente. Era política oficial evitar aumentar innecesariamente el número de fusilados si se podía contar con el auxilio de una “muerte natural” instigada.
Juan Ramón Jiménez llegó a declarar en el 1948 lo siguiente:
“De los poetas españoles muertos durante la guerra, los más señalados fueron Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Federico García Lorca y Miguel Hernández. De ellos, el que peleó en los frentes y no quiso salir de la cárcel, donde se extinguía tísico y cantando sus amores, mientras otros compañeros siguieron detenidos, fue Miguel Hernández, héroe de la guerra. Decir esto que yo digo es justo y es exacto” (283).
“El autor se ocupa inteligentemente del abrir y del cerrar”, estipulamos al principio. Y es que, además del prólogo, un “Epílogo” hace el balance parcial, somero, de algunos derroteros. Por ese epílogo sabemos que “por lo menos 50,000 presos republicanos fueron fusilados entre 1939 y 1944", sin tener en cuenta los instigados a “muerte natural” como Miguel Hernández (288).
El libro de Gibson, quien ha estudiado intensamente esta época y a estos autores, goza de una notable cantidad de notas y referencias: 28 páginas. Incluye una amplia bibliografía de siete páginas y un índice onomástico. Qué más se puede pedir de una obra encuadernada en una blanca pasta dura, como una decantada lápida, pura y pura.
Marcos
Reyes Dávila
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viernes, 11 de septiembre de 2015
lunes, 7 de septiembre de 2015
Nueva biografía de José Martí
Nueva biografía de
José Martí
“Cesto de llamas” de Luis Toledo Sande
Escribo estas líneas con la desventaja de hacerlo varias semanas después de haber leído el libro. (A veces no contamos con la oportunidad presta.) Sin embargo, no quería dejar de mencionarlo, por tratarse del amigo Toledo Sande (LTS), por tratarse de un libro excelente, y, naturalmente, por tratarse de Martí, altar preferido de nuestras devociones y querencias.
Quizás la mejor biografía de Martí que conozco, con perdón de Luis, sea la de Jorge Mañach: “Martí, el Apóstol”. Esto por su gran extensión y minuciosidad, y porque cuenta su vida, hasta donde recuerdo, como si fuera una historia novelada. Tiene la ventaja de que fue la primera biografía que leí de Martí, y por eso la información --la vida misma de Martí-- me dejó en el alma una impronta imborrable.
Al iniciar la redacción de estas líneas busco el libro de Mañach y no lo hallo. En su lugar me topo con otra edición anterior del libro, que tiene la firma de mi padre y que corresponde a una edición de 1942. Encuentro aún otra edición de 1990. Junto a ella hallo, justo al lado de “José Martí, con el remo de proa”, libro también de 1990 de LTS, la edición de 1996 del libro que reseño ahora. Parece que somos repetitivos y constantes en nuestras preferencias e intereses. Olvidadizos también.
La biografía de LTS tiene, sobre la de Mañach, numerosas ventajas también. Entre estas, la de ser una versión revisada y actualizada en el 2012, de la escritura de 1996. Tiene 293 páginas. Dividida en ocho capítulos, esta biografía aprovecha el fruto de las amplias investigaciones realizadas principalmente desde el Centro de Estudios Martianos, que completó hace un tiempo una edición crítica de sus obras completas en las que se incorporó mucho material nuevo. Además, usufructuó del material crítico, abundante e intenso, generado principalmente desde el CEM durante la época pos revolucionaria.
En lo que toca a la infancia y los primeros años de Martí, antes de establecerse en Nueva York para iniciar su insólita gestión revolucionaria y literaria, LTS es prolijo. Sus traslados me han llamado la atención, particularmente su desembarco en Nueva York el 14 de enero de 1875, donde permanece doce días. Creo que Hostos estaba entonces en la ciudad y era ya una figura muy conocida. Espacio le dedica LTS a exponer las actividades revolucionarias del joven apóstol. También nos detalla las dificultades de su matrimonio y sus repetidas separaciones. LTS le dedica bastante espacio a desacreditar las afirmaciones en torno a su relación con Carmen Miyares y a descreer de su paternidad de María Mantilla.
La parte más sustantiva es la de su ejercicio como escritor, y la de su compromiso político con la causa de libertad de Cuba. En esta parte expone minuciosamente su relación compleja con las figuras principales de la lucha por la independencia, particularmente, con Maceo y con Máximo Gómez. Naturalmente, los asuntos personales están referidos a un plano inferior de aquel en que considera las avenencias y desavenencias de política y de estrategia. En la página 240 –en la edición de la Editorial Patria de 2014–, LTS menciona la fundación del club Los Independientes a mediados de 1888, en Nueva York, en la que participó Martí. No tengo claro el asunto de este club al cual Hostos le redactó los principios y el programa en el 1876. Aunque en el libro “José Martí, con el remo en la proa”, LTS incluye un ensayo titulado “José Martí, puertorriqueño”, suele observarse en las obras cubanas, que el mundo exterior, no cubano, tiene un espacio y un valor reducido. La parte pertinente al desembarco en Cuba en el 1875, y a las pocas semanas que sobrevive Martí en la manigua cubana levantada en armas por el Partido Revolucionario Cubano y por él, están escritas con gran intensidad.
LTS nos ofrece una biografía redactada entre la pasión del poeta y el ojo crítico de los académicos. Naturalmente, el autor está formado al calor de las ideas revolucionarias, cosa que no se oculta y que determina rumbos y juicios. Abundan las citas de la obra del poeta, ya sea para informar o para, simplemente, para darle calor y luz a la expresión. El libro posee un utilísimo índice onomástico, temático y toponímico.
Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
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Relectura de El Quijote
Relectura de
El Quijote
El Quijote cumple 400 años. En la novela, el Quijote dice repetidamente que sus hazañas serán recordadas en los siglos venideros. ¡Cuánta razón tuvo! Tengo muy claro en el recuerdo la primera vez que se me murió en los brazos en el 1974, hace poco más de 40 años. Tomé un curso graduado sobre él en la UNAM, México. No había vuelto a leerlo completo, íntegro, del principio al final, hasta estos días, y con la fortuna de contar esta vez con la edición del IV Centenario de Alfaguara y la Real Academia Española de la Lengua.
Al principio no me impresionó el lenguaje. Los sucesos, muy conocidos, revisitados tantas veces, tampoco. Excepto que esta vez lo leí siguiendo el hilo, atento al desarrollo de sus caminos. Esta vez disfrute más de las novelas intercaladas. Tenía más conocimiento de lo que eran, de su vínculo con las novelas ejemplares, del cautiverio de Cervantes, de la estética de la época que aconsejaba esas distracciones, de la magistral redacción de cada una de ellas.
Vi con más perspectiva la curiosa relación entre Sancho y el Quijote. No decimos “Sancho y Quijote”, sino “Sancho y el Quijote” como quien dice, el Loco, el Santo, el Sabio, el Hermoso. Atributo apelativo. La palabra se refería entonces a una pieza de la armadura que cubría el muslo, y también al cuarto trasero de las caballerías. Es tras la novela de Cervantes que adquiere las conocidas acepciones del hombre de ideales comprometido, y del hombre flaco, alto y grave. Es decir, que la burla del sobrenombre elegido como pieza que protege el muslo y cuarto trasero de las caballerías se transforma en el significado inverso de idealidad militante.
La relación entre ambos personajes es de las más ricas y complejas que puedan verse. Ambas dinámicas, se transforman, cambian, a lo largo de la novela sin eludir con toda conciencia del autor las paradojas y las contradicciones. Son personajes tan balanceados a pesar de su evidente contrapunto que es muy difícil determinar cuál protagoniza. El título de la novela y la circunstancia que genera las acciones nos obliga a anteponer a don Quijote, pero Sancho, a la verdad, no le va a la zaga, no solo por su gracia y por sus acciones, sino por su complejidad y profundidad, por la riqueza de su lenguaje popular y por la manera como determina la manera como se desarrolla el Quijote. De alguna manera sus reflejos y juegos de perspectiva me recuerdan el cuadro de “Las Meninas” de Velázquez.
Una vez se adentra el lector en la novela, la riqueza del lenguaje nos sorprende y se nos impone. ¡Qué mezcla tan riquísima e interminable de lenguas cultas y populares!
Es muy complejo el desarrollo del punto de vista, la manera tan complicada como se mueve el narrador a lo largo de una novela en la que además, juega un papel tan preponderante el diálogo. Todo esto de Cide Hamete, la manera tan obstinada como se inmiscuye la primera parte en la segunda de modo que se novela propia novela dentro de la novela. A esto hay que añadirle la continua interpolación de la novela apócrifa de Avellaneda, con tan impetuosa entrada que seguramente es una de las razones que inclinan a Cervantes a matar al Quijote, y quizás también, a Gabriel García Márquez a borrar del mapa a Macondo. Cerrar la posibilidad de que otros autores le den continuidad a esos mundos sin la altura y sentido originales.
Me sigue sorprendiendo el papel tan central que juega la visita al castillo de los duques, papel que se extiende, como contrafigura, con el gobierno de Sancho en la Ínsula Barataria. Las burlas de los duques dejan tan mal sabor que la gracia se hace mueca, y el extraordinario desempeño del analfabeta Sancho, cargado tan solo de una sabiduría popular, sentido común, y lo aprendido con el Quijote tras los largos meses de recorrido, resultan inexplicables si no se atiene el lector a las intenciones ocultas de Cervantes.
Me refiero a que a lo largo de toda la novela Cervantes mezcla los “disparates” del Quijote con acciones cuyo rumbo luce obvio, pues siempre va dirigido en pos de los menesterosos, los pobres, y en contra de los poderosos, a pesar de su aparente respeto a lo que llama reiteradamente figuras “principales”. Aparte de su fascinación con las hermosas siempre rubias y muy blancas, cosa del gusto renacentista de Europa en general, en el Quijote los ricos y poderosos son pintados siempre como gente sin escrúpulos, prestos a la burla y al abuso. Entre estos se incluyen los religiosos. En cambio, los criados, los galeotes, los pastores, los bandoleros, los cautivos, los moriscos españoles, son representados con simpatía. El Quijote vive un mundo en el que los ideales humanistas del Renacimiento se han esfumado y se convierte en motivo de burla aspirar a hacer justicia y defender a los menesterosos y a los caídos. El heroísmo ha sido desplazado por un mundo dominado por el cinismo, la mediocridad y la injusticia. El Quijote es una novela en la que se nivela la condición humana, se aborrece la aristocracia presumida, se abandera la dignidad que nace del esfuerzo y la virtud militante, se afirma la igualdad y se venera la libertad, a siglos de la Ilustración.
En toda la segunda parte se ve un proceso gradual de reconversión, de modo que las imaginaciones alocadas del Quijote se disipan y ceden. Es decir, que las ventas serán ventas y no castillos, de modo que los gigantes le serán creados al Quijote por los supuestos cuerdos.
Me sigue pareciendo significativo el encuentro de don Quijote con Roque y los bandoleros de Barcelona. Es inexplicable la actitud de conformidad del Quijote con unos bandoleros que son pintados como gente justa y justiciera. Se hermanan. Y en cierto modo se acoplan, es decir, Cervantes expone literalmente una convergencia entre su actuar de “bandoleros” y el ejercicio reparador de la caballería andante. El Quijote viene de esa feria de burlas que fue su estancia con los duques, y pasa unos días de paz y gracia con bandoleros que lo aprecian. Luego regresa en Barcelona con otro “don” que nuevamente se burla de él. El hecho de que Roque existió realmente, le da un sentido más grave y significativo a estos capítulos.
En un primer momento, la enfermedad y el acelerado deceso del Quijote parece abrupto. Pero, más allá de la necesidad de dejarlo muerto para que nadie continuara robándole el personaje con intenciones muy diferentes a la suya, y del hecho de saber que su vida se acababa y no podría continuar extendiendo su historia, la muerte del Quijote si estuvo finamente trabajada por Cervantes, quizás desde el inicio de la segunda parte. El cambio gradual en este personaje que se mantiene despierto durante la noche, de modo que es el señor quien vela el sueño del criado-gobernador, va desmantelando poco a poco la esencia del personaje hasta colocarlo en un callejón sin otra salida. La idea de convertirse en pastor no parece abrirle fuerza ni posibilidades a su ejercicio redentor.
En la lectura del Quijote es necesario tener en cuenta la importancia que tiene la censura y la inquisición. Hay un margen que es imposible transgredir como no sea con el equívoco y la parodia. De ello es obra maestra insuperable El Quijote.
Marcos
Reyes Dávila
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viernes, 4 de septiembre de 2015
Cuántos niños se arropan con las olas del mar
Cuántos niños se arropan
con las olas del mar
De un niño palestino a un niño sirio
Hoy que tengo tanto que decir
no puedo hablar
Diré que la princesa está triste
Qué tendrá?
Llorará por el Trigris?
Por el seno canceroso del Sena quizás?
Llorará donde lloró Darío
en el dulce mar de Nicaragua?
O en los grandes lagos helados?
Que no
Que no la inquietan hoy
las arenas del desierto
No hay caravanas aquí
ni camellos sedientos
No se trata del faquir
ni de la esfinge
No se trata de las ruinas de Palmira
ni de los leones alados de Babilonia
ni de los frescos turbantes de Arabia
No son no
los leones de agua
de la Alhambra
Es que Abraham
ayer mató a su hijo
Y todo niño
es nuestro hijo...
***
No se trata de las arenas
ni de los oasis
Ni de ese Alá
que no disputa
y clama paz hacia La Meca
Los alminares no son misiles
–los rascacielos sí–
y los niños lloran en las mezquitas
No son las arenas del Sahara
ni las del Sinaí bramante
las que braman tormentas
en las aguas del océano
y en una columna de fuego
gimen los alminares
Pero Israel
es una cuña del imperio
sembrada solo
para robar el oro negro
Y la Europa americana
sigue siendo
una vieja raposa y avarienta
Con solo una palmera
un genio dibujó en su botella
alfombras y jardines
ciudades de sueño
sobre un mundo de arenas
Cuando solo corría
un hilo de agua
por el Nilo
y todo era apenas
un ojo de agua
en medio de la arena
Pero Moisés
tiñó de sangre
otra vez
las aguas del océano
Y Herodes
mandó de nuevo a matar
todos los niños
***
La princesa está triste
Hay un niño en la playa
Delfín quería ser
Cuánto quería!
Pero nació un día
que dios estuvo enfermo,
grave.
Acaso un segundo antes
del silencio negro
alcanzó a ver sirenitas montadas
sobre caballitos de mar
Cuántos niños se arroparán
esta noche
con las olas del mar?
Pero yo voy a encenderme
el semblante
mi hijo
con un beso de amor.
Marcos
Reyes Dávila
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domingo, 12 de julio de 2015
Francisco Matos Paoli: La alabanza de don PEDRO
En su CENTENARIO
LA ALABANZA DE DON PEDRO
Réquiem por Francisco Matos Paoli
1. Diapazón de Lares
Esta vez
al diapazón
se le huyó el espíritu.
No pudo contenerlo.
Cayó en trance vibrante
el 10 de julio del 2000.
Y en lugar de menguar,
como acostumbra,
creció de sorpresa en sorpresa
y se elevó
sin necesidad de voces
ni de vientos
sobre la muerte aparente
de Francisco Matos Paoli.
De Lares vino a buscarlo la vida
como a una plenitud,
transfigurada en cadencia
en acuarela
en sentido de sentido.
De Lares vino a buscarlo
la patria desguarnecida
que resucitara alientos
en la palabra empuñada
–puño apalabrado–
de Pedro Albizu Campos.
Nadie vivió más fiel
al recuerdo de Albizu.
A las estrellas de sus desvelos,
a las palomas de sus agonías,
a los parajes laberínticos de sus sueños.
Por eso el reencuentro de ambos
un mediodía de julio
en la fosa fúnebre del Dirigente
tuvo que tener un bullicio de versos
desbocados –color de grito–
y de júbilos inconcebibles
que no dejaron dormir ni
siquiera a los muertos.
Cómo decirle muerte a
la liberación buscada
con afán infatigable
por una sangre preñada de sueños de belleza
y de libertad,
y por una voz llena de ojos vivísimos
que buscaba siempre el asidero
de alas transfiguradoras.
Cómo decirle muerte
si hasta su hermano de luz,
don Pedro Mir
–tan piedra de Pedro–,
le oyó pasar el once de julio
bailando sobre el fuego
eterno de Hostos
y le acompañó de júbilo
abierto.
Había un poeta en el mundo...
2. Un moisés en aguas grandes
Al diapazón, esta vez,
se le desgarró el espíritu.
No pudo contenerse.
Cayó en trance vibrante
cuando en Vieques
–y por Viequesí–
la isla soñada
izaba en brazos finalmente la quimera
que pretendiera Bolívar
como un cóndor
y que desde el Yunque
hasta Ayacucho
esperara también José de Diego.
Una lluvia tan grande de campanas
no podía ser sin más la imagen
de un pueblo acorralado
y al fin rebelde
apretado en un mar de banderas nuestras.
Una lluvia tan grande de campanas
no podía ser un verso
que ignorara que te llevo en la sangre
y que me llamó también Francisco en tu nombre,
mi querido don Paco, taco del alma.
Una lluvia tan grande de campanas
parece calibrar
este rostro de tu estela americana.
Aquí se quiebra el verso insurgente
como un salmo,
aquí sudas la sangre con espinas
y reapareces
como un moisés americano
en las aguas grandes
del continente incontenible que eres,
criatura de una locura de embocaduras,
dios que se hace palabra de rocíos.
Una vez te sentí Salto del Ángel.
Eres una inmensa inmensa,
un inmensa luz también,
decía yo una vez atravesado
por esa poesía que tuviste contigo siempre
como amante y paloma.
Presentía y sentía,
pero no sabía cuánto podías sobrecoger
con esa fuerza tuya
de las aguas grandes de Iguazú
que me paralizaron de madrugada y de frío,
esas aguas guaraníes
del brasil
la argentina
paraguay
del mismo corazón del continente nuestro,
esas aguas grandes
que se aprietan a mis pies
como el canto general
que no invoco en vano,
porque todo un oceáno desfila en Iguazú
en honor de los martirios de América
mientras canta un tucán amanecido
sobre la copa de todos tus árboles.
Pero eras también aquel bosque humedecido
que pintaba con sus dedos
un poema de luna y de amor sobre un plato.
3. Quien te ve, dios enardecido.
Hace unos días estuve allí
viéndote pasar sin pasar,
viéndote caer sin caer,
viéndote vibrar diapazón sin término,
inmenso corazón de un continente inmenso.
Estabas en Humacao,
en la universidad que te quería ver
otra vez
aliento frutecido.
Israel te provocó con su décima
al valor y al sacrificio.
Y allí te levantas
diapazón provocado,
allí cantas la oda elemental
el himno estremecido de tu cuerpo en fuga,
allí se concentra el espíritu
de tu dios del aire y de la transparencia,
criatura del rocío.
Y todo diapazón,
diapazón sólo,
improvisaste allí
allí mismo
un réquiem enamorado
a la tierra ensangrentada de los héroes
porque siempre respiras el aroma de sus sulamitas,
y porque siempre llevas en los labios
el cáliz de los vinos
del esfuerzo y de los sacrificios.
Qué semilla encendida tu palabra!
Como un mar de sorpresas
tu verso se extiende y se expande
de espalda a toda ley física
que canonice los límites del esfuerzo humano.
Pero no fuiste un recluido de tu mismidad.
Tu vida fue balcón
para recibir a todos
sentado a corazón abierto en tu sillón.
Pero no solo fuiste sólo parada obligada
de cada insularista
que buscó el pulso de la tierra,
porque fuiste antena,
colector,
amoroso buscar de todo rastro excelso,
solidario amigo de la belleza de todos.
Cuánto aliento en prólogo el tuyo,
cuánto faro en carta,
cuánto artículo de perito relojero,
de atinado catador de los tic-tac de la palabra.
Cómo se veía en tu rostro
el rostro de la lengua satisfecho!
Cómo se acomodaba en tu sillón,
abierto todo como un libro,
el genio de la lengua
satisfecho.
Iba contigo,
como una criatura fiel
o una estrella anclada en tu belén
de río piedras,
a caminar las calles
para airear tus coyunturas
del dolor de los obreros,
del dolor de huesos y de hambre
de este Puerto del Navy Norteamericano
que creímos isla nuestra.
Iba contigo a cada marcha,
tanto piquete,
tanta reunión de mar de banderas
que creyeron en nosotros
sin judas
ni esos posmodernos
popmodernos,
porque fuiste no sólo sesentista militante,
sino militante de siempre
y de verbo incarcelable,
verbo con locura de cielo.
Quien te ve
¿no ve la obra que desborda bibliotecas,
que desborda zenobias-camprubí
y sólo alcanza a acotar
una isabelita paloma
que esperó también
consuelo fuera de la reja carcelaria
y te ayudó a hacerte perdidizo
como un San Juan de la cruz?
3. Coda en testimonio
Quiero dar testimonio
de que me recibiste mozo de sueños,
que joven me llamaste don en México
donde salvabas mis soledades,
que me abrazaste tantas veces
como un padre,
que siempre tuviste una sonrisa
y un corazón abierto de calores para mí,
y tuviste siempre
la medalla de una palabra,
y una palabra como una república,
una república como un albizu,
un centenario albizu como una alabanza.
Fuiste, no cabe duda,
una alabanza en Lares,
pero fuiste también
la alabanza de don Pedro,
esa alabanza que repercute
en el canal de Vieques
–al fin del siglo–
como un albizu entero.
Y allí, y en todos lados,
mi querido don Paco,
una paloma en las campanas,
una huella indeleble
como una estrella
y una bandera nueva
como un sueño!
Dígame, dígame usted,
si llegó a donde debe la alabanza!
Etiquetas:
Francisco Matos Paoli,
Poesía de Marcos Reyes Dávila
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