Las caras de JULIA
de Dennis Mario
Por Marcos Reyes Dávila, Coordinador del Simposio
Con fecha de marzo de 1996 aparecen publicadas en la revista “A Propósito”, que dirigía Beatriz Navia desde Ponce, los tres rostros de Julia que componen un tríptico del músico-pintor, artista, Dennis Mario. Ampliamente conocido por su obra monumental “Don Pedro y los pitirres” que se exhibe en su Museo sin Techo en una pared de la calle San Sebastián del Viejo San Juan, Dennis Mario es quizás, como Hostos, un “ilustre desconocido”. Ilustre porque todos conocen su celebrísimo Don Pedro y otras obras suyas de gran impacto. Pero pocos quizás conocen a su autor, muy poco dado a entrar en los grandes salones con bombos y platillos, un poco huidizo y anarquista, un rebelde absolutamente refractario al halago vacío y la prensa amarilla. Dennis Mario es un artista comprometido hasta el hueso con las causas más urgentes de los pueblos. Es un músico “cromático”, pero también un pintor “affannoso”.
Las imágenes de Julia de Burgos de Dennis Mario las conocí ese mismo año del 96, en la revista de Navia, y jamás las olvidé. A pesar de que Julia es un motivo frecuentado por la plástica puertorriqueña, son simplemente impactantes. En este año de su centenario hemos visto una infinidad de obras de muy diversos autores, aunque no abundan las imágenes fotográficas. La preferida parece ser una foto de estudio tomada en Nueva York en la que Julia coloca su mano sobre el rostro y abre como plumas de ave los dedos meñique y anular de su mano izquierda.
Algunos artistas han ilustrado libros, poemas y versos de Julia, casi siempre atada al agua de su río o del mar de sus amores y sus distancias. En otros países también se ha trabajado el tema de Julia, y con otras artes, como la escultura y la música. José Manuel Sánchez-Darro Pérez, por ejemplo, es un pintor y escultor español que traerá obras inspiradas en Julia a una exposición que formará parte del Simposio “Me llamarán poeta - Julia de Burgos”, simposio que se celebrará en la Universidad de Puerto Rico en Humacao en la primera semana de febrero de 2015. Las obras se exhibirán en el Museo Casa Roig.
Rafy Trelles, puertorriqueño, ha realizado, para el cartel oficial de la Comisión Nacional del Centenario, una hermosísima obra a plumilla del retrato de Julia rodeada de esas esferas celestiales que sugieren aquella sinfonía de estrellas de la que hablaban los antiguos. A través de esa obra, Julia, celestiada de azul, se convierte en el émulo de una de esas figuras de los mitos clásicos que pusieron nombre a las constelaciones del cielo como Perseo y Orión. La obra de Trelles, más que metáfora, es encarnación de la poesía misma. Elizam Escobar ha producido varias obras impresionantes para una antología preparada por Judy García Allende y publicada por Ediciones SM.
Dennis Mario optó por una visión quizás inversa a la de Trelles y marginal a las de Escobar. Menos etérea y celestial que la de Trelles, pero más encarnada y más telúrica. Ante los intentos de plasmar contenidos cerrados y específicos de Escobar, la relación de tres imágenes totalmente diferentes en la línea del dibujo, el color y la expresión, pero interrelacionadas e interdependientes, ofrecen la visión de una Julia más compleja, quizás fragmentada sin perder su organicidad, quizás conflictiva consigo misma, quizás realizada de maneras diferentes a lo largo de su corta vida. El tríptico, de 1992, se exhibió en el Congreso del Ateneo de ese año, dedicado a Julia de Burgos. Por esa multiplicidad de julias, y por el vínculo que une de esta manera a este simposio con el Congreso del Ateneo de 1992, hemos elegido como imagen oficial para el Simposio del 2015 el tríptico de Dennis Mario.
La primera y la segunda julia de Dennis Mario, si leemos el tríptico de izquierda a derecha –como debe hacerse, pues cada pieza incluye una porción del nombre de la poeta– están en agudo contrapunto. La primera Julia, es la más afín a la conocida criatura del agua. Versos alusivos al poema “Río Grande de Loíza” aparecen al pie de la imagen, casi de color natural, pero rosada. La expresión sonriente y la mirada elusiva, le añaden algo de complacencia a una figura que sugiere evocación y ensueño, deseo y esperanza, en una Julia joven, pero dueña de sí.
La segunda imagen sorprende por el tono blanco de la piel. La línea de expresión del rostro es grave, adolorida, a tono con el rojizo colocado en los ojos, fácilmente vinculable al corazón tatuado en la frente, sobre el ojo izquierdo. Afloran signos de negritud en el semblante adusto, austero, como si esta Julia fuera la imagen de una negra albina. Es una imagen de severidad y desafío, claramente contestataria, presta a la batalla en su palidez de luna. No es lucha del que odia, sino la lucha de quien ama.
La tercera imagen es ya el mito redimido. Pura encarnación de anaranjados muy saturados. La segunda Julia miraba desafiante hacia adelante. La tercera, como la segunda mira al vacío. La esperanza y la complacencia del primer rostro ha desaparecido, así como severidad beligerante del segundo. El rostro de esta Julia, a pesar de la encarnación, luce en paz, como quien remonta en los espacios insondables de la mente el camino recorrido y, desde la paz, las tormentas vividas. Es la Julia postrera acuñada en la eternidad. Hija del sol. Y ardiente.
Dennis Mario nos ofrece tres lecturas nuevas, no arrimadas a las imágenes consabidas y trilladas. La selección del tríptico de Dennis Mario como representación del Simposio “Me llamarán poeta” pretende comunicar que Julia no es reducible a la imagen de víctima que se propaga popularmente. Mas a ninguna otra, tampoco. Que se trata de una Julia múltiple y enriquecida. Julia fue una mujer de profundas raíces y convicciones inclaudicables. Y aunque el tríptico habla de “tres tiempos”, el sentido de estos no debe reducirse al tiempo cronológico sino a una triple naturaleza, o quizás al tránsito del paraíso al infierno, inverso a “La divina comedia” de Dante, pues Julia, más que llevada y traída, agenció su propia ruta –tal como lo proclamó en sus versos–, y su destino fue asumido por voluntad propia.
Julia sí fue esa mujer de ensoñación en su juventud temprana, ensoñación que le permitió vivir toda su vida en una dimensión al margen de la cotidianidad rústica; que evolucionó con el corazón en la mano hacia el amor, tanto por la libertad de su pueblo como de todos los seres humanos, por igual, sin distinción de razas, nacionalidad, y por encima de los géneros; que amó intensamente como podía hacerlo una mujer que se atrevió a ser libre a pesar de piedras e injurias, y que se expresó en versos que vuelan como colibríes, y que a veces queman y se graban, entrañables, en la sensibilidad de públicos inmensos.
En la selección de textos incorporados a las imágenes convergen, en cierta manera, Trelles y Mario. Trelles cita el verso que dice: “¿Cómo podrán callarme / cuando todos los ecos del universo sean / sinfonías en mi frente?”; Mario, en cambio, cita el verso que dice: “Estarás en las ramas del universo entero.” Cielo en la tierra o tierra en el cielo. Es que por donde pasa Julia, se revuelven siempre tanto las palomas como las estrellas.
MRD
Este artículo se publicó el sábado 3 de enero de 2015 en El Nuevo Día, págs. 60-61.
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