sábado, 13 de junio de 2015

"El tren pasa primero" de Elena Poniatowska



Para llorar de gozo

en un Tren de México:
Elena Poniatowska
 


Para Maru y Rubén Alvarado,
y en el entrañable recuerdo de doña Meche Fajardo, Jorge Niño y Ofelia Castillo.


No sé si a cuarenta años de distancia se puedan argumentar prejuicios a favor. Pero acabo de terminar la lectura de la novela “El tren pasa primero” (España: Punto de lectura, 2008, 553 págs) de Elena Poniatowska, Premio Cervantes, y he quedado tan conmovido como cuando murió el Quijote ante mis ojos una noche mexicana de hace casi cuarenta años. Eso a pesar de que un libro que cayó en mis manos interrumpió su lectura de súbito, una biografía de Cervantes que reseñaré en otro momento. Y es que la novela de Elena tiene tanta fuerza de unidad que nada se pierde con la interrupción.


    Conocí a Elena Poniatowska desde esa época de mi juventud, cuando era tan flaco como el rocín de don Quijote o como el Quijote mismo. (Perdón, pero me sigue interrumpiendo esa lectura.) Aparecían textos suyos en las páginas de “Excélsior” y de “Siempre”, siempre con su hermosa sonrisa, y además era la autora temeraria del libro “La noche de Tlatelolco”, tema del que se hablaba entonces en voz baja y con una seriedad que agrietaba el rostro. El recién entregado Premio Cervantes a esa Elena de apellido polaco tan extraño me la recompuso en la cabeza al verla recibirlo en Madrid con su sonrisa feliz y su deslumbrante vestido de típica señora de Oaxaca. (No sé si el estilo del vestido es de Oaxaca, pero Oaxaca aparece, como tantísimas otras comunidades, en la novela, y de inmediato recordé a Maru diciendo ese nombre de su región natal –¡hace 40 años!– para invitarme a conocerla. Rubén –véase la dedicatoria a este artículo– fue uno de los primeros en hablarme en voz baja y agrietado rostro –él tan humorista y feliz–  de la matanza de Tlatelolco.)


    Nunca monté en un tren mexicano –aunque sí esos modelos de  primo lejano
que son los del metro de Nueva York, el metro del DF, los trolebuses de ruedas metálicas, el Ave de España, o el tren guagua que tomé para llegar a Granada una noche muy larga, o el hermosísimo que me llevó a San Sebastián al norte de España–,  pero los trenes son partes de los unicornios fascinantes de mi niñez. Ya fuera el transiberiano que atraviesa los bosques de Siberia, o el trasandino que unió con cremallera, a través de los Andes, el Atlántico y el Pacífico, los trenes atraviesan mis sueños desde siempre.
    “Princesa de Polonia ” a su pesar, aunque nacida en Francia en el 1932 de madre
mexicana, la gran guerra de los cuarenta trae a Elena a México donde echa raíces de ríos profundos. En esta ocasión Elena rescata para nosotros la historia de Demetrio Vallejo, nombrado en la novela Trinidad Pineda Chiñas, auténtico oaxaqueño que a fines de los años 50 protagonizó la huelga de los ferrocarrileros que puso en jaque al gobierno corrupto del pri-eño Adolfo López Mateos. Por ello nada más, por referir desde los andenes, los rieles y las máquinas, desde el centro de las asambleas de los trabajadores, desde sus pasiones y su ignorancia, desde la fuerza de sus luchas y reivindicaciones y de sus miedos y traiciones, la novela de Elena, que de hecho entrevistó a Vallejo-Pineda en la prisión de Lecumberri, es extraordinaria. (La primera edición es de 2005.)
    Pero la novela de Poniatowska es extraordinaria por muchas otras razones. Su extraña estructura gira en el tiempo de aquí a allá como si la construyera con bloques de lego, pero sin sufrir en nada, curiosamente, su portentosa unidad y fuerza. La primera parte arranca con las incertidumbres de la víspera de la huelga que culmina victoriosa ante el propio presidente de México pasando por el acecho de los caciques asesinos. Allí se pone a la vista toda la explotación del sistema ferroviario de mano con la pasión de un personal que ama esas vías, esas locomotoras, esa vida. La segunda parte nos refiere cómo el protagonista mantiene invicta su dignidad en su larga temporada en la prisión de Lecumberri. La tercera parte se remonta a los orígenes, al niño Trinidad que emerge de la tierra y el nopal, y cómo se hace quien llega a ser movido por la pasión de saber, a impulso de su voluntad, hasta enfrentar su destino final.


    Poniatowska toma un conocimiento inusitado de los trenes, de su
funcionamiento, de su realidad histórica, vista desde el punto de vista de sus trabajadores, lo mismo que desde los andenes de los usuarios, del mundo de arrimados que viven de él, del mundo de sus sindicatos, de los “charros” corruptos –los líderes sindicales entregados a los dueños y al gobierno–, denso y complejo, tan compacto que el lector tiene la experiencia de vivirlo entre el sueño y la realidad. El lector asiste al mundo de camarillas rebeldes, los líderes auténticos, con sus fuerzas y sus flaquencias, así como asiste al universo satélite en el que ellos viven, es decir, sus comunidades, sus familias y sus mujeres. No se limita a las ciudades y la capital, pues añade numerosos espacios del campo basto y diverso del México infinito. No se limita a los años de la huelga de fines de los 50, sino que anda por los orígenes, trepa en el tren de don Porfirio, en los de los héroes de la revolución mexicana de 1910, y de toda la cadena de acontecimientos que lleva al medio siglo, y lo desborda.

    Pero lo más interesante e importante es cómo Poniatowska entra en las mentes de estos personajes nacidos en el abandono y el silencio total de una ignorancia remota como los confines del universo. Entra en sus mentes y recrea su lenguaje y su conciencia con toda esa riqueza inaudita del México de carne y hueso, ese de raíces profundas y ancestrales, ese que está muy lejos del folclore. Allí se vive una experiencia comparable solo al realismo mágico de García Márquez, pero en formas y esencia que no vienen de él, que no le deben nada a Macondo porque México tiene una fuerza primigenia de identidad única. Allí me emociono, y lloro de felicidad.

    La novela trata detalladamente aspectos interesantes de la organización y de lucha sindical. Las huelgas escalonadas –por ejemplo, dos horas más de paro cada día–, las diferencias de táctica y estretegia, la teoría comunista teñida con anarquismo, la educación sindical, la necesidad de asambleas, coordinación y preparación, la ocasión oportuna. También asoman elementos realistas-maravillosos que no dependen exclusivamente de la visión de espantos y creencias sobrenaturales, sino de cosas tan concretas como la construcción de un enorme barco de cemento que se hundió inmediamente tras la botadura con bombos y platillos en el golfo de Veracruz. 

    Leo de Juan Carlos Cena en la red:
    “Elena Poniatowska grafica como nadie toda la épica de los ferrocarrileros mexicanos. Nunca dejó estar al lado de ellos, en todas las épocas, en tiempos tormentosos y en los días calmos. Su libro no es una simple calificación descriptiva del ferrocarrilero mexicano, más bien trató de ir a buscar y graficar esa identidad. A cada paso halló lo real maravilloso de esa unidad. Como decía Julio Cortázar: lo fantástico hay que encontrarlo no saberlo. Elena fue en su búsqueda, lo encontró luego lo retrató en su obra: El tren pasa primero.” (En “Latitud Periódico”, 2014.)

    Leo en la web sobre Demetrio Vallejo:                       

    “Demetrio Vallejo fue un oaxaqueño inolvidable. Hombre de riel y luchador social, nacido en  El Espinal en 1910 con la Revolución, impulsó como presidente de la Gran Comisión Pro Aumento de Salarios la huelga ferrocarrilera que paralizó al país primero en 1958 y luego en 1959.
    “Cursó hasta el tercero de primaria y su idioma materno fue el zapoteco. Sus padres iban de Espinal a Mogoñe y párenle de contar. Allá sólo había dos opciones: trabajar en el campo o ser chícharo en la estación. Vallejo escogió el tren. Al aprender a leer en castellano, Demetrio estructuró todo un sistema de pensamiento para comprender al mundo al que quería acceder. De niño que comía quelites con huevo, como Benito Juárez, hoy tan injustamente olvidado, Demetrio Vallejo escogió la crítica, el análisis de los acontecimientos, la reflexión, la lectura, la disciplina, para volverse un hombre moderno y llegar a líder. Aprendió muy joven a razonar y se desesperó porque a la estación de tren llegaban pocos libros, y los que pedía por correspondencia le resultaban de muy difícil lectura, como el significado de plusvalía en El Capital, de Marx.
    “Aunque su base fue la cultura zapoteca, él pensaba que siempre hay una razón social y política tras los mitos y las leyendas. Nunca perdió esa cultura esencial, la de la tierra, la de su pasado prehispánico. Se supo y se declaró indígena. Pero tampoco fue eso lo que más le importó. Quería ante todo cambiar la suerte de los trabajadores, depurar el sindicalismo, acabar con los líderes vendidos. Su indignación lo sostuvo. Su indignación fue su moral. Y su amor. Amaba al ferrocarril por sobre todas las cosas.
    “Fue en el año 1958 que surge entonces, como un dirigente seccional, en su
natal Oaxaca desde donde salta al ámbito nacional a partir del Plan del Sureste y de encabezar los paros ferrocarrileros de julio y agosto de 1958, fue así como se ganó la simpatia de la mayoría de los trabajadores ferrocarrileros quenes lo eligieron como Secretario general del Sindicato Ferrocarilero (1958-1959) y está considerado como un defensor de la democracia sindical. Fue encarcelado por el gobierno del presidente Adolfo López Mateos después de romper la huelga que paralizó al país en 1959 recluyéndolo el régimen por más de once años, en el tristemente celebre Palacio de Lecumberri.
    “Después de salir de prisión fundó el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) al lado de Heberto Castillo. Otros integrantes de ese instituto político fueron el general Lázaro Cárdenas, Heriberto Jara, el escritor Carlos Fuentes y Octaviano Silva Barrera.
    “Años más tarde fue expulsado del PMT por sus ideas de liberación del pueblo en general; los puestos públicos no fueron de su interés. En 1985 resultó electo diputado federal por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM).
    “Pocos hombres como él, imposibles de doblegar. Once años de cárcel y una larga huelga de hambre no lo cambiaron. Murió en 1985, él, el incorruptible.
    “La novela El tren pasa primero de Elena Poniatowska narra su biografía bajo el nombre de Trinidad Pineda Chiñas.” (http://demetriovallejo.jimdo.com/sobre-demetrio-vallejo/)

    Leo de Lucía Melgar en sus “letraslibres.com”:
    “En El tren pasa primero, Elena Poniatowska combina los recursos del testimonio, la narrativa histórica y la biografía novelada para entrelazar la historia de un movimiento social con la vida pública y privada de su líder. Los hechos narrados se apegan con fidelidad a los acontecimientos históricos: la gran huelga de 1958 y la de 1959, violentamente reprimida por el gobierno; el encarcelamiento de los líderes y su liberación a principios de los años setenta. El protagonista, Trinidad Pineda Chiñas, inspirado en la figura de Demetrio Vallejo, es en cambio una creación literaria a través de la cual se explora la vida privada de un personaje público.
    “Retrato de una época y relato de una vida, El tren pasa primero explora no sólo los espacios públicos de la historia sino también ámbitos menos visibles: el mundo laboral y la vida de las mujeres; las motivaciones, relaciones familiares y amores de un líder. Si bien el entrelazamiento de historia y ficción –historia social y privada– permiten configurar a Pineda Chiñas como un personaje complejo, alejado del esquematismo o de la idealización acrítica, el atractivo de la novela reside más en su recreación de la lucha social de los ferrocarrileros que en la biografía sentimental de su líder.”


    Algunas citas:
 


“Hay que recomenzar siempre, se gana, se pierde, se gana, se pierde, se vuelve al principio.”

“Algún día la acumulación de capital será considerada un crimen contra la humanidad.”

“No fui ardilla, ni tuza, ni conejo, ni lagarto, yo fui locomotora.”

“La primera palabra de Saturnino Maya fue ‘tren’.”

“Los ferrocarrileros enamoraban a sus locomotoras.”

“Estamos forjando una nación de criados.”

“La certeza de que la conciencia no surge de la fe sino de la duda.”

“La huelga templaba elcarácter.”

“No es la preparación la que te hace revolucionario sino la conciencia.”

“Yo soy mi propio viaje.”


    Sí, el tren pasa primero a través del corazón de Pineda. Él es una de sus piezas, una de sus máquinas, toda su vida. Cada uno de los 44 capítulos distribuidos en tres partes, tiene bajo el número una viñeta diferente de tren. Desde el tren se ha escrito esta historia asombrosa. Sí, es un Premio Cervantes.   
                                                                                                                              Marcos
                                                                                                                              Reyes Dávila
                                                                                                                              ¡Albizu seas!

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