“Mujer bisiesta”
de Vilma Reyes
Vilma Reyes Díaz ha publicado en la Colección Habitante del Bosque, de Palabra Pórtico Editores, un poemario de 76 páginas, de formato más ancho que alto, espacioso, que incluye 33 títulos, es decir, 33 poemas. Su título: “Mujer bisiesta”. El índice ya revela algo del conjunto, pues encima de la palabra “índice” trae un subtítulo que reza “Los días del calendario”. El subtítulo nos encarrila, pues, no a un conjunto definido por una temática particular, sino a un conjunto que recoge... una experiencia personal de vida.
Una nota biográfica, incluida en la página 71, viene con otro título alusivo, que coincide con el del índice, y también con el título del poemario. Esa nota biográfica la llama “Carta de viaje”. En ella se le informa al lector que la poeta es natural del río, como Julia de Burgos, pero no del Grande de Loíza sino del Río Piedras. Poeta, narradora y docente, fundadora y presidenta del Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, viajadora de festivales, autora de textos escolares y de otros libros como “Versos para la lluvia insomne” y “Desacordes”, la novela “El señor de los bolsillos de lluvia”, “Las galletas de chocolate y otros cuentos”, todos inéditos, a excepción del primero que es del 2010. Aunque lo publicado antes sea corto, los diversos títulos evidencian un quehacer constante, así como lo evidencian las numerosas publicaciones en revistas y antologías.
El libro lleva una dedicatoria: “A los amores de mi vida”, dice, incluyendo en ellos al esposo, los hijos, el nieto, la madre y las hermanas, y a su padre. (No me encontré por ninguna parte, quizás porque me reservó para esta noche: honor que me hace.)
Lleva el cuaderno un epígrafe de Jorge Luis Borges que dice: “El tiempo es el mejor antologista”. Con ello no se refiere Vilma, seguramente, a que el tiempo determinará si algunos poemas suyos la sobreviven, sino a que el conjunto de poemas es una antología de experiencias (vividas).
Paso de inmediato al enigmático título: “Mujer bisiesta”, cuyo “acertijo” invitan a descifrar los editores. En mi examen de la obra no puedo eludir el planteamiento. Afirmemos, pues, en primer lugar, que no, no es la mujer que toma doble la siesta. Sin el artículo indefinido “una” o el artículo definido “la”, antepuesto a “mujer”, la mujer bisiesta no sugiere ya un tema objetivo y ajeno. Eso mueve al lector a deducir que la mujer bisiesta se trata de ella misma.
Bisiesta, por su parte, es un término que proviene del latín “bisextus”, que significa dos veces sexta, es decir, la docena, doce, el tiempo completo, el giro acabado de las manecillas del reló, la órbita total. Pero también significa “día intercalado”, es decir, añadido en el medio. El diccionario de la Academia asocia “bisiesto” con cambio, con mudanza. Y también lo asocia con variar el lenguaje o la conducta. También, claro está, nos remite al concepto específico al que arribamos todos, en primera instancia, del “año bisiesto”, es decir, de aquel que tiene un día más que el año común, añadido en febrero. Un día más. Un tiempo añadido. Otro tiempo. Ese otro tiempo implícito o sugerido en las imágenes de la carta de viaje y en los días del calendario. Pues sí algo enfatizan estas imágenes es que no se ve la vida como un museo detenido, fijo en el tiempo, sino como un discurrir, cambio, transformación.
Por fortuna, el libro abre con un poema del mismo título, que nos permite empezar a despejar y atinar la incertidumbre. Desde luego, el texto se llama “Mujer bisiesta”. Es un poema de 23 versos que reflejará las características del conjunto. Por él sabemos que encontraremos a lo largo de este cuaderno poemas más espaciados que estrofiados, de verso libre, sin metro uniforme clásico, ni rima oportuna o forzada, pero, eso sí, con un ritmo libre, producto de oraciones generalmente cortas, con un discurso recogido y libre de elementos innecesarios, y un discurrir bastante transparente.
El lenguaje lírico de Vilma no es impetuoso ni salvaje, sino contenido y atractivo. Viene muy bien prendido de imágenes interesantes que han sido tomadas fuera del campo de lo común y trillado, como lo es el título mismo del libro, desconcertante, y del poema. Manifiesta una voluntad de revelar su propio ser, de poner al descubierto quién se es. Y para ello parte de la naturaleza de su ser doble, o bisiesto. Es decir, de la dualidad de haber nacido al mundo natural anegada con las lluvias de septiembre –y en septiembre estamos ahora justamente, asistiendo, en el sentido de asistir o ayudar al nacimiento de este libro. Pero hablamos de dualidad porque el poema alude también a otro nacer, que se ubica en febrero, precisamente, mes de una transformación que la convierte, ya sea en escritora y poeta, o quizás en mujer, en el sentido de incursionar en el terreno siempre incierto del amor. Esta idea me la sugiere la referencia a la cámara, la foto... y la sonrisa. Ya sea, pues, la transformación en poeta, o la transformación que en nuestro espíritu opera el amor, Vilma se digitalizó –dice ella– “entre el dos y el nueve”, es decir, entre febrero y septiembre. Un doble nacer, un tiempo añadido por sustitución de otro perdido, según veremos más tarde: mujer bisiesta.
El “Poema en el SXXI a la rosa” –SXXI es siglo 21– desarrolla de manera novedosa un tema que es un tópico común desde hace muchísimo tiempo, aunque se revitalizara con originalidad hace unas décadas: el de la simbólica rosa. Pero Vilma no verborrea, elude el retoricismo, el narcisismo verbal, los elementos sintácticos y morfológicos innecesarios que distraen el discurso de un fluir natural, y tampoco se remite a los símbolos y textos previos de la rosa. En su lugar, la poeta vincula curiosamente la rosa con el hombre. Quizás con el esposo de apellido Rosa, nos parece, y maravillosamente, ya al finalizar, con el atardecer y con la ternura del amor ausente. Esta interpretación nos la confirma el poema que sigue.
En “La voz de la mujer”, en efecto, la mujer toma la palabra para afirmar la dualidad vital del amor que une fatalmente al hombre y la mujer. “Desacordes”, el siguiente texto, nos confirma la impresión de hallarnos ante composiciones de finales inesperados, de sorpresa. Nos llama la atención el uso frecuente de un lenguaje en el que abundan vocablos modernos, menos comunes. Así, por ejemplo, “electrodoméstico” se utiliza para significar un regreso al mundo común, cotidiano y hogareño. Por otra parte, las voces “ilegible” e “ilegibilidad” se utilizan para sugerir cierto nivel de ruptura que se desea temporeramente, es decir, esa situación de la mujer que se retira, incomunicada, cuando lo desea o necesita.
Abundan también las imágenes marinas. Es muy hermosa la imagen de los “rostros encallados” en el mar. En un poema que titula “El silencio me tornó ancla”, fragua otra imagen maravillosa: las escamas de salitre en el hierro oxidado en las anclas, nos remiten al paso inexorable del tiempo que le permite a la poeta vislumbrar cómo –y cito: “El ancla guardará con sigilo el recuerdo”, pues el oxido, que se fragua a lo largo del tiempo, cubre y encubre el metal. De ese modo, el recuerdo, “ocre oxidado de su anzuelo / será un plan de contingencia / en la tormenta”.
Con la “Muchacha de falda corta”, la temática del libro comienza a desplazarse del lirismo subjetivo a la otredad. No es un desplazamiento brusco, sino un giro en la dirección del viento que comienza a tomar en cuenta los mosaicos de los asuntos sociales, comenzando en el plano individual, y expandiéndose hacia temas más netamente sociales, e incluso políticos. El tema de “Muchacha de falda corta”, con el que inicia el giro mencionado, trabaja la imagen de la mujer que se “encoge”, se reduce, se desvaloriza en cuanto ser humano. En “Por la puerta”, la poeta retrata, en una viñeta que mezcla la descripción de etopeya –es decir del carácter– y la prosopografía –es decir, la física– una víctima femenina que bien pudiera ser masculina. “Vestidos”, por su parte, traza la diferencia entre el vivir y el tener. “Detrás del altar” regresa al tema del otro, interrumpido por un poema que comentaremos en un momento. Este poema se refiere al trabajador explotado, en su conjunto, y lo continua con poemas dedicados a las estreches de vida en el barrio Caimito de la capital. Así, por ejemplo, “Acceso controlado” evoca los desahucios, el borrón inmisericorde de una vida hace mucho tiempo coloreada de canciones infantiles felices, desplazada por un progreso que nos margina y nos expropia.
Esta puerta abierta a la otredad y a la solidaridad, le permite a la poeta hablar de la “libertad en puertorriqueño”, un texto brillante que se refiere a nuestra “encía sangrante”. Ese “incisivo molar con múltiples caries” que es el tema fraudulento de la libertad en Puerto Rico. Como se ve, la poeta logra tratar el tema político lejos de la propensión usual al panfleto. De ese modo puede terminar un poema que, repito, habla de la libertad en puertorriqueño, diciendo: “La libertad /tres sílabas, ocho letras / palabra aguda / sin tilde / sin sentido humano”. Y aun añade: “sin inteligencia / acorralada en libros eruditos / en los centros comerciales / en el deterioro sin regreso / de una conciencia manipulada”.
El poema que interrumpe este tránsito que hemos visto a los temas sociales, es “Pronóstico de lluvia en un cumpleaños”. Con este poema regresamos al tema de la “mujer bisiesta”, pero asociado, esta vez, al sentido del día añadido, mirándolo dialécticamente, por su sentido opuesto. Es decir, así como frío nos remite a calor, y lo alto nos remite a lo bajo, así el día añadido saca a flote, por defección, defectiblemente, lo perdido. En este caso, un helado de chocolate, es decir, un sueño que se evade y desvanece como una guagua de helado. Yo comprendo bien la idea que trae implícita... Vilmita, porque tengo un hijo nacido casi en septiembre, hijo que también fue víctima de lluvias torrenciales y huracanes en su cumpleaños, es decir, de celebraciones canceladas y pospuestas.
El conjunto se ha nutrido de diversidad de tonos, pues no faltado la ironía, ni ha estado ausente el juego lúdico ni la locura. Otro detalle llama la atención, y es que la edición tiene particularidades tipográficas, consistentes en letras, palabras y hasta frases en fuentes gigantes o fuentes diferentes, ya sea para enfatizar términos o giros, para decorar la página, o para añadirle al signo fónico un signo visual cargado de sugerencias. Por ejemplo, en el poema “Lápices de punta ROTA”, esta última palabra aparece escrita, toda, en mayúsculas. Y la palabra “detienen”, aparece escrita en el poema con un punto intercalado, detenido, entre cada una de sus letras.
Para terminar, comento la foto de la autora incluida en su presentación. Vilma aparece de lado, casi de espalda, mirando con una sonrisa recogida o apocada, y los dedos de una mano en el mentón. Se diría que mira de soslayo, de reojo, pero no es así, porque, respecto de sí misma, mira de frente. En la foto está de soslayo respecto al lector, o a quien la mira.
Soslayar es ponerse de lado, de través; pasar por una estrechura, dejando de lado alguna dificultad. ¡Qué bien has pasado, Vilmita, por los laberintos y abismos de la vida, de la vida tuya que es en gran medida la de todos nosotros. ¡Qué bien llegas a nosotros!
La Colección Habitante del Bosque, de Palabra Pórtico Editores, puede sentirse feliz y orgullosa de este libro que constituye una gran aportación, y un gran momento. Enhorabuena, y... ¡Albizu sean!
Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
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