miércoles, 30 de diciembre de 2015

#Albizu seas


#Albizu seas

y Eugenio María de Hostos
     

Hace muchos años, Francisco Matos Paoli, devoto eterno de don Pedro Albizu Campos, me obsequió un peso de la República de Puerto Rico que, en forma de moneda del tamaño usual de un peso o un dólar, se llamaba y se llama “un albizu”. Conservo la moneda, y durante años la llevé en mi bolsillo para frotarla con mis manos en momentos difíciles. Fui tímido para hablar en público, pero esa moneda me sirvió para sobreponerme a esa pena y conferenciar, en la sala solemne de la Universidad de Chile, y dentro del contexto de un encuentro latinoamericano de escritores, con absoluta naturalidad y dominio de mí mismo.  Así desde entonces.
    “Albizu seas” es un lema que uso desde hace varios años. Corresponde a mi admiración a, y mi respeto por,  la figura histórica del puertorriqueño más significativo en la historia del siglo XX en Puerto Rico, al nivel de lo que, en mi alma, son Ramón Emeterio Betances y Eugenio María de Hostos respecto a nuestro siglo XIX.
    Tanto Betances como Hostos encarnaron figuras cenitales y de absoluta abnegación en la lucha por la libertad de Puerto Rico y de las Antillas todas. Su proyecto fue, además, y necesariamente, anti imperialista. Trabajaron juntos y también de forma paralela utilizando medios a veces convergentes y a veces sencillamente diferentes. Betances surcó las rutas del levantamiento y de la lucha armada desde poco antes de la gesta que inspirara, y que la historia ha llamado, el “Grito de Lares”, hermano del Grito de Yara en Cuba. Ambos de 1868. El de Yara inició una guerra que se sostuvo durante diez años. El de Puerto Rico unos días, aunque no su secuela. Tanto Betances  como Hostos fueron sus incondicionales paladines desde el
extranjero acopiando recursos y armas, defendiendo en tribunas y en la prensa de numerosos países la guerra en curso, y prestos a tomar las armas tanto en defensa de Puerto Rico como de Cuba. Esa guerra fue el motivo de la célebre peregrinación de Hostos de varios años por diversos países de la América del sur, peregrinación que lo impactó y transformó a él mismo, tanto como tuvo impacto en muchos países del continente nuestro y de la emigración antillana en Nueva York. De ahí que lo proclamara  la Sociedad de Estados Americanos “Ciudadano de América” en el 1938.
    La guerra del 68 no provocó solo eso. Betances y Hostos persistieron en su intento por reanimar el levantamiento en Puerto Rico y apoyaron la restauración de la independencia de la República Dominicana defendiendo las causas de la libertad en esa isla hermana. De ahí el renombrado antillanismo que caracterizó a ambos. Betances, reconocido como “el Antillano”; Hostos, como el paladín y máximo teorizador de la “Confederación de las Antillas”. (Martí vendría luego.)
    Tras la muerte de ambos próceres, una ocurrida en el 1898 y la otra en el 1903, el ímpetu de la lucha cedió tras la intervención imperialista de Estados Unidos en el Caribe. De modo que la lucha tuvo que reorientarse de una lucha contra el dominio español a una lucha contra el dominio norteamericano. Es entonces que emerge de las sombras la figura luminosa de Pedro Albizu Campos.
    Albizu Campos,  fue un “tiznado” como Betances, graduado en la exclusiva Universidad de Harvard, sede mayor de la inteligencia de Estados Unidos, país famoso por su incurable racismo. Fue poseedor de varios títulos académicos, incluyendo las leyes. No obstante, a su regreso a Puerto Rico se identificó con el nacionalismo puertorriqueño que presidió de manera incuestionable desde el 1930. Reanimó las causas reivindicadoras de Betances y de Hostos, y en indudable medida la peregrinación y proyección del inalienable derecho a la libertad de Puerto Rico que caracterizó a Hostos. Su personalidad fue tan atrayente que motivó al FBI a seguirle los pasos y sabotear su proyecto histórico y su imagen, pues la inteligencia norteamericana tomó conciencia de su capacidad para poner en jaque su dominio colonial de Puerto Rico. "Un loco", decía el sistema. Y en todo caso fue, en efecto, todo un "Canto de la locura" más sublime. “La patria es valor y sacrificio”, sentenció olímpicamente don Pedro, “el Dirigente”, como lo llamó de manera desnuda y transparente el inmenso poeta puertorriqueño Francisco Matos Paoli. Acosado por el poder imperial con la ayuda de los mayordomos de la colonia en Puerto Rico, don Pedro fue encarcelado casi toda su vida restante, apagada en el 1965, y relumbrante como una epifanía legendaria e imborrable en la cultura de la resistencia puertorriqueña.
    La figura de don Pedro fue una de tal impacto que no solo se inmoló a sí mismo sino que incitó a muchos a inmolarse en defensa  de la libertad y nuestros derechos humanos. Hubo muchas batallas y muchas muertes. Incluso masacres. Se atacó con armas desde el hemiciclo al mismo Congreso de Estados Unidos. Estalló un nuevo grito de rebeldía armada en Jayuya, al sur de Lares, que tuvo que ser sofocado utilizando las fuezas armadas y la aviación militar.

    La historia de Puerto Rico no puede ocultar el poder revolucionario de Albizu Campos. Seguramente no habría habido una transformación, ilusoria ciertamente, como la que dirigió Luis Muñoz Marín, segundo gobernador puertorriqueño y el primero electo con la venia imperial, con el establecimiento en el 1952 del Estado Libre Asociado, el rescate de la bandera nacional, y el himno, reletrado y aguado, que se fraguó en el siglo XIX con la letra combativa de Lola Rodríguez de Tió. 
     Es cierto que el nacionalismo y el socialismo marxista son armas diferentes y en algunas formulaciones antagónicas. Pero ese antagonismo se hace sal y agua en países coloniales. Así lo ha demostrado la experiencia histórica en numerosísimas regiones del planeta. Así lo vivió Juan Antonio Corretjer, secretario general del Partido Nacionalista que presidió Albizu y fundador de la Liga Socialista.
    No hay libertad sin el ejercicio del derecho a ser libre. Hostos lo proclamó como un prolegómeno incuestionable. “Derecho no practicado no es derecho”, sentenció el Maestro de la “Moral social” y el catedrático del Derecho. El libertador. Albizu, por su parte y luego, que contaba con siete y ocho años cuando regresó Hostos a Puerto Rico para tratar de impedir la ocupación indefinida de Puerto Rico que realizó el imperio norteamericano, y doce años cuando este murió, lo lanzó al ruedo político armado del “valor y sacrifico” que constituyó su propio principio libertario.
    Repito: no hay libertad sin el ejercicio, concreto y practicado, del derecho a ser libre. Por eso desde hace años he acuñado, como máxima y apotegma, derivado del prolegómeno hostosiano, esa y ese que reza, sencillamente, “albizu seas”. 


                                       
                              Marcos Reyes Dávila 
                                                                               ¡Albizu seas!


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