sábado, 13 de febrero de 2016

En busca de Francisco Matos Paoli



Francisco Matos Paoli: 
candor y fuego


Francisco Matos Paoli fue, quizás, el poeta puertorriqueño que más vivió imbuido de poesía. Suya la consagración de un oráculo y demiurgo de la poesía. Otros grandes poetas dedicados en cuerpo y alma al oficio del verso hemos tenido, como Evaristo Ribera Chevremont. Pero don Paco vivió desde la adolescencia en un coto de encantamiento del que apenas salió, pues lo llevaba consigo. Era, más que su sombra, puro halo.
    Yo conocí a don Paco desde los 19 años, aproximadamente. El Bachillerato en Estudios Generales requería la presentación de una tesina para otorgar el grado universitario, y recurrí a don Paco para que me auxiliara. Desde entonces, y hablo de 1971, lo visité con frecuencia. Durante mi residencia en México, a donde me llevó el afán de realizar estudios posgraduados en la UNAM, nos escribimos con muchísima frecuencia. Don Paco era un comunicador incansable y generoso.  Todo libro que le obsequiaban recibía de vuelta una reseña suya. Su día a día era leer una pila de libros en un sillón de madera en el balcón del segundo piso de su casa. Allí escribía en libretas sus poemas diarios que doña Isabelita le pasaba a máquina.
    En esas numerosas visitas y conversaciones lo oí quejarse con frecuencia de que los poetas jóvenes lo rechazaban por su devoción cristiana, su predilección por la Virgen, y su inclinación espiritista al misticismo. Entendí que se refería a los entonces jóvenes poetas del sesenta, dueños entonces del circo de los equilibrios y desequilibrios literarios, y portavoces de una poesía comprometida y militante. Curiosamente un par de ellos se habían casado con sus hijas y le habían dado nietos.
    La Revista “Guajana” publicó varios números en homenaje a poetas puertorriqueños. Julia de Burgos fue uno de esos poetas, así como Palés Matos, Margenat y Llorens Torres, entre otros. Es cierto que nunca publicaron un número en homenaje a don Paco, pero tampoco publicaron nunca un número en homenaje a Juan Antonio Corretjer, entonces el decano de la poesía comprometida y militante en Puerto Rico.
    Don Paco tuvo una época, en la década del cuarenta principalmente, en la que predominó en su quehacer una poesía que se catalogó repetidamente como hermética, en función de su predilección de entonces por el simbolismo francés y la poesía de Mallarmé. Posteriormente vino la represión política contra el nacionalismo y don Paco fue condenado por violar la “ley de la mordaza”, es decir, pronunciar cinco discursos en la tribuna nacionalista. La prisión lo enloqueció. Aunque sufrió pocos años de prisión, los efectos en su espíritu se prolongaron. Entonces nació de la locura un canto iluminado, destilado de candor lírico. Mas ni siquiera entonces don Paco perdió el norte telúrico con que nació al mundo y a la poesía. En el centro de su “Canto a la locura” sigue afincado “Don Pedro, el Dirigente”.
    Aun adolescente, Matos Paoli da a estampa libros de temas labriegos. Su amor a la tierra patria lo encarrilará en su devoción inquebrantable por la figura maestra de Pedro Albizu Campos, líder del nacionalismo. Mágicos, audaces y sobrecogedores son sus libros “Canto a Puerto Rico”, “Luz de los héroes”, “Canto nacional a Puerto Rico”. Aún en su época postrera, en los años noventa, la figura de Betances y, desde luego, la eterna de Albizu, lo hará estremecer.
    Recuerdo que estando en la Universidad de Puerto Rico en Humacao por esos años de los noventa, un empleado vino a mostrarle unas décimas que había escrito en honor a Albizu, alusivas a “el valor y el sacrificio”, tema predilecto del albizuismo. Don Paco se puso de pie,cuando el otro terminó su lectura, y comenzó a improvisar una glosa de varias décimas en respuesta. Como hiciera siempre en sus discursos, su inicio fue lento, como quien agarra energía de los lados, pero poco a poco se enaltece, y vibró terminando en un acelerado estremecimiento como una antena que fuera a quebrarse.
     Durante décadas, las últimas décadas de sus 85 años, se esforzó por desprenderse del hermetismo en un afán de acercarse y abrazar con su palabra a todos. Incluso se nota un desplazamiento de lo meramente nacionalista hacia el socialismo revolucionario con el que creyó no poder comulgar nunca plenamente, pues concebía al socialismo como ateo. No es extraño hallar en sus diez “cancioneros” de los años setenta, compuestos cada uno por 150 sonetos, y en los posteriores diez libros de “antisonetos” de los ochenta, poemas de tema social y político, contra la corrupción y los esbirros, contra el imperialismo y la colonia, la oda al obrero y la utopía redentora. No es extraño hallar en casi todos sus libros poéticos –más de 250– la temática social, el tono de denuncia o de censura, la diatriba amarga y fuerte.
    Para el crítico que pretende estudiar la poesía de don Paco la tarea es titánica, pero nunca ingrata. Luis de Arrigoitia editó en el 2006 una antología –“Raíz y ala”– de la obra poética de don Paco, pero se limitó a la obra publicada. Aún así, le salió la antología en dos tomos y casi mil páginas.
    Por carecer del abundante tiempo para hacer una tarea meritoria y justa indagando sobre el terreno, me concentré en un libro que por fortuna se editó en el 1997. En esa fecha doña Isabelita, su esposa y cómplice, seleccionó más de 100 poemas de Don Paco para componer un volumen poético que tituló “Verbo proletario”. Don Paco dio de este modo muestra inequívoca de una inclinación constante por el tema del obrero. No faltan ni las atribuciones que hace de su propio padre como campesino y proletario. Tampoco la visión del poeta como un obrero. De hecho, en la contratapa del libro dice el propio Matos Paoli lo siguiente:
    “La antología poética Verbo proletario, cuya determinante es la exaltación del trabajo manual en el obrero, se realiza hoy en día a base de la gestión hecha por Isabel Freire, mi esposa, que se inquietó maravillosamente por el tema y luego fue seleccionando de mi obra poética cien utilidades rítmicas. Se ha querido expresar no solamente el fervor del mundo, sino también la vivencia creadora del poeta-obrero que soy yo.
    “Íntimamente entrelazada a un cúmulo de experiencias vitales de primer orden, esta poesía busca la identificación del trabajo explotado para llamar la atención a los capitalistas. Deben entender la urgente necesidad de aclamar al obrero y elevarlo a la categoría justa que se merece como ente civilizador.
    “Tengo que hacer un reclamo público por medio del cual identifiquemos el arte poético como una trasmutación de la justicia social. Al mismo tiempo quiero hacer posible otra identificación que merece reconocimiento por nuestra parte: el hecho tácito de que no hay diferencia alguna entre el trabajo manual y la dedicación perenne del poeta a traer luz de los mundos imposibles”.
    De esta manera Matos Paoli reivindica en la misma plaza de la revolución proletaria su fervor cristiano y espiritual. No ve contradicción entre la fe y el compromiso patriótico y humano que aboga por la redención de los humildes explotados. A pesar de sus rencillas agridulces con los nerudeanos, suya es también la convicción de que la poesía nunca debe “cantar en vano”.
    Curiosamente este libro sale a la luz en el 1997. Para esa fecha la generación de poetas comprometidos y militantes había evolucionado significativamente desde las posturas más intransigentes de la juventud. Pero el 1997 no es la fecha de composición de los poemas. Como se ha dicho, es una selección hecha de libros publicados e inéditos, a partir del inicial “Cardo labriego” de 1937. Sin embargo, de los 49 libros representados, treinta estaban entonces inéditos.
    La poesía proletaria de don Paco se congrega en diferentes formas, a veces las clásicas, a veces el verso libre. La noción de la explotación de que es víctima el obrero en la sociedad capitalista es una constante. De ahí la imperiosidad de las redenciones y la demanda de revolución. Con ello va de la mano la noción de patria esclava de tiranos. Don Paco reivindica conceptos caros al marxismo como el poder creador del trabajo, la plusvalía y la enajenación; caros a la poesía como la imagen del sudor; caros al humanismo socialista como la hermandad de la clase que comparte como camaradas. La mujer proletaria está presente, así como la evocación martiana que alude a la solidaridad “con los pobres de la tierra”. Piquetean en estos versos términos rituales en este tipo de poesía como pan, masa, nuevo hombre y nueva mujer, himno al trabajo, el látigo del campesino, las trabajadoras domésticas, la denuncia del capitalismo, la noción de clase, la idea de que el obrero transforma el mundo, y, naturalmente , un “Cristo proletario”.
         Me consta la enorme simpatía que sentía don Paco tanto por las luchas patrióticas como por las luchas de clase. No era extraño verlo un marchas multitudinarias convocadas en defensa de la patria o en defensa de los derechos de los trabajadores. Su misma queja de abandono expresada hacia el sector más radical y comprometido es evidencia de que en su fuero íntimo don Paco no consideraba incompatible su espiritualidad religiosa y la causa social. Grabadas como estigmas en las palmas de sus manos estuvieron siempre ambas señas de identidad. Eran las semillas heroicas de su tierra natal: las semillas de Lares.


Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
 

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