jueves, 28 de diciembre de 2017

“Mi viaje al sur” de Hostos: 
150 años después

A despecho de algunas reservas relacionadas con el mareo y el frío intenso,
hice recién una travesía que me obligó a recordar persistentemente ese famoso “viaje al sur” de Hostos que realizó a plazos cómodos a  principios de los años setenta –siglo XIX. Entonces se viajaba en barcos de vapor. Hostos emprendió ese viaje peregrino desde Nueva York desilusionado con el liderato cubano-puertorriqueño que  disolvía sus energías en insolubles polémicas “revolucionarias” que giraban en torno al afán de buscar a la vez la independencia y la posterior anexión a los Estados Unidos. Le tomó alrededor de cuatro años.

Mientras se desarrollaba en Cuba la guerra por la independencia que inició Céspedes y morían cada día cubanos y otros antillanos, Hostos consideró que era más útil y acaso posible promover la causa de libertad de las Antillas en los países de la América que llamaba colombiana, pues sobrevivían algunos héroes que generaron al mando de Bolívar, de San Martín y otras personalidades dignas de imperecedera gratitud, en posición política de primera línea, o gozando de un prestigio impune en sus países. Creyó que aun reinaba en sus corazones el ideario emancipador y el recuerdo imponderable de Simón Bolívar. Pasó, fundamentalmente, por Colombia y Panamá, Perú y Chile, y Argentina, con otras paradas quizá de menor importancia. Logró impactar con su prédica a muchos, incluso, a algún presidente. Intentó revivir el sueño bolivariano de una América unida a través de convocatorias del más alto nivel y proponiendo la creación de instrumentos mutuamente útiles entre los países que pudieran relacionarlos, acercarlos, y hacerlos participar de proyectos colaborativos. 


Su viaje no cayó en el abismo oscuro del olvido y los empeños fracasados, si bien no obtuvo todo lo deseado. Tuvo impacto observable en muchos de esos países y aun en otros como la República Dominicana, Cuba, España y, seguramente, tanto en la ruta preconcebida del dominio norteamericano en Puerto Rico, como en la visión puertorriqueña de nuestra propia precariedad. El Hostos que emerge de esta travesía su travesía por el sur fue un Hostos transformado, el definitivo, paladín de una libertad concebida más allá de la independencia y principal gestor de algunas de sus instrumentalidades. El viaje al sur maduró su personalidad y su figura.

La referencia frecuente al “viaje al sur” nos llega en gran medida a través de la edición de las “Obras completas” publicadas a propósito del centenario de su natalicio. Uno de sus volúmenes se presenta ante los ojos del porvenir con ese título acertado –“Mi viaje al sur”– aunque no se trate de una obra concebida por Hostos en esos términos. En realidad es una recopilación de trabajos distintos redactados durante su travesía, o poco después, a propósito de diferentes motivos convergentes. Algunos caen como anillo al dedo a la concepción que los editorializó, pues su intención es la de observar, describir y estudiar desde la topografìa y geología de los países que visita, hasta los paisajes que vislumbra y lo deslumbran, e incluso la antropología y sociología de comunidades y sociedades. La curiosidad de Hostos era incansable, vasta, de mirada múltiple. También comprometida. De modo que el viaje de Hostos no se limitó a la propaganda, sino también, y en medida en ningún sentido secundaria, al estudio de los países que visitó. Tratándose de él, no podía ser de otra manera.

Hostos recorrió, a caballo y en tren, muchas zonas del Perú –del Callao a Lima y hacia la sierra andina–, de Chile –hacia el sur araucano y la sierra–, de Argentina, hasta Mendoza, Córdoba, la Pampa y Rosario. En Perú observó y estudió los tipos humanos, las instituciones políticas, las socio-culturales y las político-económicas. No le faltó desarrollar proyectos y promover iniciativas de alcance nacional. En Chile, como bien se sabe, desarrolló sus tesis sobre la educación de la mujer y, a través de la Exposición nacional de logros económicos y sociales de Chile, analizar y valorar las instituciones, proyectos ambiciones y logros del país. En Argentina propusó iniciativas culturales, económicas y sociológicas, incluido su famoso tren trasandino, la navegación de los ríos del centro-norte y la creación de una especie de mercosur. No le faltó tampoco, como se ve, desarrollar proyectos y promover iniciativas de alcance continental.

Mi viaje de solo dos semanas no podía aspirar a otro tanto. En realidad, más que a la estrechez del tiempo, a la diferencia obvia de capacidades. Pero no pude evitar mantener a lo largo de toda la ruta la memoria del puertorriqueño que alcanzó  las proyecciones y los logros más grandes y vastos. Pasé de Bogotá a la populosa ciudad de Buenos Aires. De allí  a Montevideo a través del Río de la Plata. Luego las Islas Malvinas azotadas por vientos helados. Vislumbré la majestuosa entrada al estrecho de Magallanes, de cuyo tránsito no faltan observaciones en el citado volumen de Hostos. Disfruté de la epopeya visual de parajes insólitos y de extrema belleza en los nevados fiordos chilenos y sus glaciales azules; sufrí los mareos de la travesía por el Cabo de Hornos; conocí Puerto Montt y Puerto Varas, y, además de Santiago de Chile, capital que ya había visitado en dos ocasiones, retorné a la espléndida vista cromática de Valparaíso.

Comprobé con insospechados asombros no solo la mencionada belleza de sus paisajes, sino el riquísimo desarrollo de capitales vigorozas y modernas. Estuve en el departamento interior de San Luis, Argentina, próximo a Mendoza. Vi allí iniciativas de desarrollo urbano espléndidas que transforman la región. En las Malvinas, amén de un viento antártico que hiela hasta el hueso, contemplé parajes desolados de piedra, sin arbustos siquiera, y pingüinos que no hayan qué hacer. Usuhaia, por otra parte, es un paraíso escondido en la zona habitada más al sur de planeta, ubicado a orillas del mar de los fiordos y elevada hacia una cordillera de cerros nevados que abrazan la cuidad.     

Visité nuevamente las tres residencias en la tierra que parecen esperar aun el regreso de Neruda, y abracé amigos entrañables en Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile, donde con un poco de empeño conseguí hallar en lecho de enfermo a un poeta que conoció la obra de Hostos desde niño y que ha vigilado y sufrido, además de los propios, nuestros desaciertos como pueblo disminuido y paupérrimo.

Recorrí nuevamente las calles de Valparaíso sin olvidar que Hostos acudió justamente allí a visitar la tumba de su entrañable amigo Segundo Ruiz Belvis. Cerca de 150 años después de su visita, y salvando algunos nombres y distancias, sobrevive entre una miseria y pobreza que le debe más al coloniaje que a los huracanes, el eco imperturbable de aquel Hostos que clamó por la presencia del amigo de sus ideas, y que reclamó en lo alto del cerro, la luz viva que siempre intenta desvanecer el mismo olvido que ataca asimismo el recuerdo de Hostos. Esa luz bien podría alumbrar y deslumbrar nuestros caminos de hoy.     







Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!
MRD, diciembre de 2017

martes, 27 de junio de 2017

Hernán Cortés: más allá de la leyenda




Hernán Cortés
más allá de la leyenda”

 



El título del libro de Christian Duverger (Universidad de la Sorbona en París), publicado en el 2005 por la Editorial Taurus (España) ya es, de por sí, un equívoco intencional. El “más allá de la leyenda” sugiere que se pretende invalidarla o desmitificarla, mas lo que en realidad pretende Duverger es reconstruir, lo que ante los ojos incrédulos del lector, pareciera una nueva leyenda. Para lograrlo, Duverger incorpora un inventario extenso, y para nosotros  irreconocible, de aspectos no frecuentados, y detalles de una vida y una gesta que en definitiva, y tomados en conjunto, reenfoca y corrige la visión corriente de un personaje que no parece tener menor estatura ni relieve histórico que la aventura legendaria del Cid, y acaso, incluso, comparable a la del emperador Carlos V. 
    Con una narrativa apasionante, atrincherado con un amplio bagaje bibliográfico, la obra está muy lejos de reiterar la visión generalizada de Cortés como el mero victorioso conquistador de la capital azteca, Tenochtitlán, y de la instauración de la colonización hispánica de México. Apoyado en la numerosa y diversa documentación producida, in situ, por los propios actores y cronistas del drama, Duverger nos muestra a Cortés como un amante de los indios, un admirador de la cultura náhuatl, un colaborador y cómplice de los pueblos indígenas del centro de México, un defensor de su cultura y su sociedad, un constructor de una sociedad mestiza, gestor de un novedoso sincretismo cultural, y un revolucionario que intentó privilegiar el desarrollo de México contra el poderío de la España de Carlos V, al punto de contemplar la posibilidad de separar a México de España y de sentar algunas de las bases de su eventual emancipación. Estas son solo algunas de las prominentes aristas que revela la figura del Cortés que nos presenta el autor como uno de los más grandes civilizadores de la edad moderna occidental.
    El libro de Duverger consta de 478 páginas divididas en cuatro partes, 39 capítulos, un epílogo, glosario, veinte páginas de notas, ocho de bibliografía, referencias cronológicas, genealogía de Carlos V y de Cortés, un índice onomástico y otro topográfico, índice de mapas y un álbum de fotos del “Hospital de Jesús”.
    En la primera parte el autor narra la historia de Cortés desde su infancia hasta la conquista de Cuba (1485-1518); en la segunda parte refiere de manera detallada lo que fue la conquista de México (1518-1522); en la tercera parte el autor discute lo que llama el “nacimiento de la Nueva España” (1522-1528); en la cuarta parte expone el confrontamiento entre Cortés y el imperio de Carlos V (1528-1547). El epílogo se refiere a la herencia de Cortés: el “mito de Quetzacóatl; el “golpe de estado de los criollos”; y “el fin de la utopía”. Algunos de los elementos que tendrán peso fundamental en la vida de Cortés lo serán: el tránsito de la sociedad feudal medieval a los pininos de la sociedad moderna que descubre el renacimiento; su encuentro, sorpresa, admiración y respeto por las culturas autóctonas de México; la constitución de la Inquisición; y desde luego, el reparto del mundo que trajo consigo el “descubrimiento de América”. Todo ello lo recorre el autor al comienzo del libro.
    Resumimos el relato biográfico hilvana el autor.      
    Nacido en Medellín, en la Extremadura española, en el 1485, Cortés venía de una familia de pequeños hidalgos, emparentados con personalidades de alto relieve –alcaldes, procuradores generales. Su padre tuvo acceso siempre a la corte de Carlos V y al mismo emperador. Egresado de la Universidad de Salamanca, hombre culto y latinista, Cortés pretende enrolarse a los 17 años en la expedición de Nicolás de Ovando de 1502, ya desde entonces dirigida a realizar más que conquistas, asentamientos. Aunque no lo hiciera así, sí llegó dos años más tarde. Allá se encontró Cortés con una conquista brutal, de sometimiento y aniquilación. Aun sin conocimiento previo de cómo hacerlo, dirigió expediciones de exploración y conquista en el interior de la isla, pero mostraba ya, nos dice Duverger, algunas de las cualidades más características y exitosas de la vida de Cortés: la negociación y la persuasión que empleó tanto con los españoles como con los indios de América. Ya fuera como conductor de la política de “pacificación”, como encomendero o como notario, Cortés se ganó entonces una reputación y una pequeña fortuna. De esta forma es elegido como segundo de a bordo en la conquista y colonización de Cuba, solo que rechaza el mando de jefe militar y opta por el de tesorero. Las disputas entre los españoles llegan insertadas junto con la conquista y nunca se apaciguan.
    En una oportunidad Cortés es obligado a casarse con Catalina de Xuárez, pariente de condes y marqueses de Medellín. Pero entonces ya vivía en “feliz concubinato” con una joven taína que le dio una hija a la que llamó Catalina. A cambio del casamiento, Cortés logró que el gobernador Cuba, Diego Velázquez, fuera padrino de su hija mestiza. Cortés, nos asegura Duverger, siempre prefirió constituir familia con mujeres indígenas y tener hijos mestizos. Prueba de su apego por los indios está, entre otras cosas, que Cortés consiguiera que el Papa reconociera a Catalina en 1529, que la educara, que la llevara consigo a México, y que la incluyera en testamento. No nos puede sorprender entonces que Duverger apure en la página 111 la siguiente declaración : “Cortés ama a los indios”. La insólita afirmación no viene solo a propósito de su mujer india y su hija mestiza. No viene tampoco solo a que ya desde su época en La Española y en Cuba optara por la negociación y persuasión en su relación con los caciques. El autor destaca que a lo largo de toda su vida los indígenas de la Nueva España  “amaban” a Cortés, y que sus caciques lo acompañaron a España y en sus exploraciones por la América Central y el Pacífico. Cortés estableció con muchos pueblos indígenas sólidas alianzas que duraron toda su vida.
    Desde el mismo encuentro de Colón con la futura América, España se vertió de manera ramificada y veloz por todo el continente. Las expediciones habían llegado a Honduras y Yucatán, y las noticias se apuraron sobre la mar, de modo que Cortés supo de la existencia de México desde 1514 ó 1515, antes de zarpar de Cuba. A todo lo largo de la costa caribeña, los españoles entraron en contacto con los pueblos indígenas, generalmente hostiles y violentos. Moctezuma tuvo conocimiento de estos hechos, muchos años antes de la llegada de Cortés.
    Cortés se lanzó a la aventura mexicana cubriendo los enormes gastos él mismo. Las expediciones eran de dimensiones colosales. A México llevó 300 hombres, 200 indios taínos, esclavos africanos, 16 caballos, diez cañones de bronce, escopetas y ballestas. Se aprovisionó de cuantos víveres imperecederos pudo obtener en Cuba y las islas vecinas, incluida Jamaica. Le sonrió una fortuna fundamental que posibilitó la conquista: el encuentro con Gerónimo Aguilar, español naufragado que se había aclimatado a vivir con los indios y conocía su lengua, y la célebre Malinche.
    A través de la Malinche, Cortés comprendió la situación de vasallaje y animadversión de los innumerables pueblos que rodeaban a Tenochtitlán. Con su apoyo y dirección hizo la ruta a la capital azteca. Ya en ese tránsito se iniciaron pronto numerosas batallas. El número de indios hostiles con frecuencia alcanzaba proporciones insospechadas: doce mil, 48 mil, 300 mil. 
     A la ciudad de Tenochtitlán, sin embargo, Cortés entró en paz, y con asombro, por la ruta de los volcanes. Moctezuma le había enviado, mucho antes y repetidamente, embajadores con obsequios. Pero se negaba a recibir a los españoles. Fue la Malinche, y con ayuda de los pueblos indígenas resentidos, que Cortés pudo hacer el viaje al valle de México y encontrar la ciudad construida en un islote en medio de un inmenso lago, unida a tierra a través de varias calzadas amplias por las que podían desfilar diez caballeros de frente. Ningún europeo había visto nunca una ciudad de tales dimensiones. Más grande que Córdoba y Sevilla juntas. Si Sevilla, la ciudad más grande de Europa, tenía una población de entre 35 y 50 mil habitantes, Tenochtitlán albergaba diez veces más. Circulaban por el lago 50 mil canoas sin interrupciones. Mantenían prácticas de higiene desconocidas en Europa, en plazas y avenidas repletas de mercados, flores, áreas verdes.

    Tras el encuentro, ya inevitable, de Cortés con Moctezuma, este lo aloja en una casa cerca del templo mayor. El emperador azteca, que no era tal, sino un “tlatoani” –es decir, el que tiene la palabra, funcionario de una compleja administración política–, estaba muy bien informado del paso sangriento de los españoles desde que llegó Colón por vez primera.  En esa casa de alojo pasó Cortés una semana de descanso y de diarias entrevistas con Moctezuma. Pero al enterarse de que los mexicanos han asesinado al jefe de su guarnición en Veracruz, Cortés secuestró a Moctezuma para protegerse. No obstante, aun así pudieron compartir en paz durante siete meses. Mientras, Cortés aprendió el náhuatl y las costumbres e ideas de los aztecas.
    De acuerdo a Duverger, Cortés se vio en la necesidad de tomar por la fuerza la capital azteca luego de que, tras una imprudencia de uno de sus lugartenientes, y estando ausente Cortés de Tenochtitlán, los aztecas se rebelaron contra sus constantes afrentas.  Eso obligó a los españoles a huir de regreso a Veracruz. Tras esa derrota vino la llamada “noche triste” en la que Cortés, decidido tras la duda, quema las embarcaciones. Más tarde, cuando el sitio de la ciudad de México, Cortés, empleó 700 soldados, 85 caballos, 118 ballestas y escopetas, tres cañones y quince piezas de artillería, y trece bergantines que construyó en la costa caribeña. Además, lo acompañaron 150 mil guerreros indígenas y seis mil canoas.  La victoria no fue un tránsito apacible sobre rosas. Le tomó a Cortés más de dos meses: desde el 30 de mayo, cuando le corta el agua a la ciudad situada y sitiada en el centro del lago, hasta el 13 de agosto. Cien mil víctimas ensangrentaron el lago.
    Por otra parte, y respecto a la administración y colonización del nuevo e inmenso territorio, se fue desarrollando
tras la derrota del imperio azteca una pugna insalvable entre Cortés y el emperador Carlos V. Cortés tenía un nuevo proyecto social, revolucionario para un mundo cuya estructura medieval apenas comenzaba a agrietarse. De acuerdo a Duverger, Cortés pretendía, por una parte, fraguar un injerto español “en las estructuras del imperio azteca” con el fin de engendrar una sociedad mestiza y no un mundo colonial, que fuera copia de España (234). Pretendió imponer al náhuatl como la lengua “oficial” de la Nueva España, y que las escuelas enseñaran esa lengua junto con el latín.  Para Cortés, asegura el autor, no habría hispanización. Los detalles sobre sus utópicos planes los expone el autor en la tercera parte, capítulo primero: “El proyecto cortesiano” (233 - 260O).
    Respecto a la religión, Cortés no construye iglesias: sino que transforma los santuarios aztecas en templos cristianos. No abomina las creencias religiosas de los aztecas: solo exige el fin de los sacrificios humanos. Para evangelizar recurre a los franciscanos, notables por su voto de pobreza. Cortés incluso, celebró el “primer encuentro teológico del Nuevo Mundo” (248). Constituía, dicho encuentro, en  “conversaciones mantenidas entre los doce primeros franciscanos y los dignatarios de México-Tenochtitlán”, dadas a conocer a la historia por Sahagún.        
    Respecto al espíritu feudal de las “encomiendas” y “repartimientos” en sociedades esclavistas como las europeas y las prehispánicas, Cortés mantuvo en principio el orden establecido por los aztecas que se consideraba como una esclavitud “voluntaria”, puesto que se trataba de vender la libertad a cambio de un precio. Pero Cortés introduce un cambio fundamental: esa esclavitud desaparece si el esclavo voluntario se convierte al cristianismo.
    Por otra parte, las encomiendas tenían la finalidad de impedir el despoblamiento y conservar las estructuras sociales tradicionales. Los indios podían mantener su régimen de productividad y conservar sus cultivos tradicionales en su beneficio, pero canalizando una parte en beneficio del grupo y otro para el encomendero. Asimismo, Cortés estableció las condiciones de un régimen propio benigno: prohibió el trabajo de las mujeres y los niños; fijó la jornada laboral en diez horas; ordenó un descanso de una hora para el mediodía; instituyó el domingo como día de descanso; limitó los periodos de trabajo brindados al encomendero a veinte días, seguidos por treinta días de completa libertad. De este modo el trabajo obligatorio equivale a 25 horas y media a la semana. Aunque distribuyó solares destinados al alojamiento de los españoles, trazó perímetros fuera del cual se les prohibía habitar a estos. Además, le permitió a los “autóctonos” que se gobernaran por sí mismos en el interior de los barrios reservados (233-253).
Mientras Cortés estuvo en el poder, por otra parte, no hubo inquisición en México.    Como puede verse, Cortés fundaba un nuevo país con instituciones distanciadas de las españolas y europeas, y mientras, se naturalizaba así como hijo predilecto del mundo mestizo. En ese mundo mantuvo sus relaciones conyugales, y en él plantó una descendencia de hijos mestizos a los que bautizó con el nombre de su padre y de otros familiares cercanos. Según Duverger, Cortés llegó a sentirse entonces como un rey, acusable de “independentista”. A fin de cuentas, México era más grande que España, estaba tres veces más poblada, era mucho más rico, gozaba de todo lo que pueda menester, y estaba muy lejos. La España de Carlos V se opuso a todo eso.
    La rivalidad entre Carlos V y Hernán Cortés la subraya el autor al incluir una breve relación de la incursión de este último en uno de los más grandes asaltos de la vida del emperador. Se trataba de la toma de Argel, como parte de su afán por reducir a los berberiscos que, lo largo de todo su reinado, amenazaron la cristiandad y dominaron gran parte del Mediterráneo. Carlos V reunió en el 1541 un ejército “gigantesco” de 12 mil marinos, 24 mil soldados, 65 galeras, 450 navíos, y aun así desistió del asalto tras una primera derrota contra Barbarroja y acosado por una tempestad. Según Duverger, Cortés, que estuvo presente, le ofreció al emperador realizar él mismo el ataque asombrado de que el emperador emprendiera la retirada con 36 mil hombres y más de 500 navíos, pues él conquistó México con 600 soldados y posiciones mucho más peligrosas. Pero Carlos V impuso la retirada.       
    Aunque Cortés fue un hueso duro de roer, el emperador puso a funcionar su maquinaria para establecer su autoridad, y socavar la de Cortés. Para nuestra sorpresa, Cortés le respondió al principio señalándole por qué no seguiría sus instrucciones. La sociedad que fundaba Cortés, de acuerdo a Duverger, llevaba en su seno el germen de la independencia. La posibilidad de germinarla estuvo en las manos de Cortés. Pero no dio el paso (260).
    La historia de Cortés no termina aun. Aunque formalmente abandona el poder en 1524, mantuvo su autoridad en México en parte por concesiones muy especiales y generosas de la corona, y en parte por la ascendencia y apoyo que la sociedad establecida por Cortés generó en las comunidades indígenas de gran parte del México central y sur. Se trataba de una amenazante multitud de 15 millones de indígenas. 


    Esta época de la vida de Cortés fue igualmente espectacular aunque menos conocida. Me refiero a los años que siguen al 1524 cuando abandona el poder. Mientras mantuvo una presencia de fuerza relativa en la corte del emperador, por otro lado continuó sus proyectos de exploración y fundación hacia el sur, hasta Honduras. En este proyecto llevó consigo una cohorte de pajes, chambelán, doctor, cirujano, halconeros, músicos, juglares, un inmenso rebaño de cerdos, todos los príncipes nahuas del Valle de México, 300 españoles armados, miles de guerreros indígenas, 150 caballos. También mujeres y sus propios hijos. Se expandió también hacia el Pacífico, incluso hasta las Filipinas –cuya soberanía conquistó para España– y las islas Molucas, y hacia el norte, hasta California. Llegó a auxiliar las conquistas de Pizarro en el mundo inca. Y levantó una nueva infraestructura, que enriqueció notablemente a la Nueva España, importando y aclimatando animales, caballos, la caña, la vid, desarrollando nuevas industrias que llegaban incluso a producir renglones para importación como los gusanos de seda, o para la exportación como el algodón, el cacao, el tabaco, la vainilla, la cría de ganado vacuno, caballo, cerdos, la lana de oveja, las maderas preciosas, la construcción de barcos. Para eso precisó fundar nuevos puertos. Cortés, además, impulsó la creación de una universidad y fundó el Hospital del Niño Jesús. 
     Mas las luchas por el poder se entronizaron en México. No solo contra Cortés, sino entre los distintos dignatarios que a lo largo de los años envió el emperador como oidores, virreyes, gobernadores, miembros para las audiencias, alcaldes, inquisidores. Se arrestaban unos a los otros. Se desterraban, ahorcaban y decapitaban. Así, como se extinguió la vida de Cortés, con funerales de príncipe, se extinguió su utópica Nueva España. Tan abominable resultó Cortés para las carcomidas estructuras europeas, que la biografía que publicó López de Gomara en 1552 se registró en el Índice de libros prohibidos por la Inquisición hasta 1808 (357).
    Duverger opina que quizá fuera Sahagún quien inventó el famoso mito del retorno de Quetzacóatl. Los franciscanos, conocedores de la idea ancestral en los aztecas que, a propósito de esa estrella que se hace visible en la noche temprana, y luego desaparece para reaparecer en la mañana, representaba para ellos un ciclo cotidiano que asociaron con la “serpiente emplumada”, se la aplicaron a Cortés, para presentarlo ante los ojos de las comunidades indígenas como el dios azteca que regresa y se regresa, legitimando la conquista (360).
    Cortés deseó, y así lo dispuso, ser enterrado en el mismo punto donde se encontró por primera vez con Moctezuma: la iglesia del Hospital de Jesús que construyó con las piedras de la antigua pirámide. Allí, en el país que soñó, descansan sus restos. Una vida, y un libro, fascinante. 





Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!
 
   

           

miércoles, 7 de junio de 2017

lunes, 29 de mayo de 2017

"El tren de Lenin" de Merridale


RESEÑA


“El tren de Lenin” 
de Catherine Merridale


U
no de los episodios sobreseídos (cesar, poner fin, ignorar), o apenas concurrido en las biografías, lo es el tránsito de Lenin en la primavera de 1917 de Suiza a Rusia, pasando por Alemania, en un tren “sellado”. Ese episodio es precisamente la médula nutricia del libro de Catherine Merridale, miembro de la Academia Británica de historia, titulado, precisamente, “El tren de Lenin. Los orígenes de la revolución rusa”. (Barcelona, Crítica, 2017, 349 págs.)
    El libro es el último
producto de intensas y prolongadas investigaciones de la autora en torno a la Rusia soviética. En esta ocasión, y bajo la sombrilla inmensa de la turbulenta historia del país cuyos ramalazos ubica ella entre la Rusia zarista y la Rusia actual de Putin, sin dejar esquinado el Centenario de la Revolución Rusa que se conmemora este año, Merridale concentra su mirada en las asombrosas peripecias de ese tránsito que ubicó a Lenin en esa primavera de 1917, y que hizo posible el acontecimiento más importante del siglo XX y una de las revoluciones más dramáticas y trascendentales de la historia de la humanidad. Con este libro la autora pretende rescatar del olvido la figura sombreada en este centenario de su gestor fundamental.
    Narrado en once capítulos, armado con una muy amplia bibliografía erudita, una investigación minuciosa que incluso la llevó a reproducir todo el temible trayecto, un índice analítico, ilustraciones y dos mapas ( uno con la ruta del tren desde Zurich a Petrogrado, que pasó por Francfort, Berlín, Malmo, al sur de Suecia, Estocolmo, Haparanda y Tornio ya en el Círculo Ártico; el otro mapa detalla las localizaciones del Petrogrado de 1917),  Merridale nos lleva de la mano en ese tren, con una minuciosidad extraordinaria, a vivir la complejidad y trascendencia de esa aventura. El lector contempla todo como lo haría un espectador en una narración fílmica.
    La autora repasa la ruta, las condiciones topográficas y climáticas, las poblaciones, la estructura socioecómica, la importancia estratégica para cada una de las potencias en guerra. Detalla y analiza, además, la red de intrigas de las potencias en guerra y el balance de fuerzas desde marzo de 1916. Los principales actores de los acontecimientos estaban ya presentes, de modo que  Merridale estudia los conflictos, alianzas y puntapiés recíprocos. Examina asimismo la mudante, compleja y conflictiva relación de fuerzas políticas entre los aliados franceses, británicos y rusos, y los alemanes. La autora destaca la participación de actores como Parvus (Helphand), oscilante mediador entre alemanes y revolucionarios rusos, que jugó un papel fundamental en el tránsito de Lenin por territorio alemán. También se detiene de manera enfática en actores como Gorki, Trotski, Stalin, Kámenev, Zonóviev, Kerenski, el príncipe Lvov, Tsereteli, Radek, Plekhanov, Miliukov, Buchanan, Samuel Hoare y Zimmerwald. Como es de esperar, una multitud pasa por las páginas.
    Merridale examina también, aparte de la coyuntura política oficial y la encubierta, cómo inciden los aspectos materiales económicos, del mercado, en un conflicto cuya naturaleza fundamental es la lucha por prevalecer en ellos. De ahí que una parte de los tratados entre los aliados se refiriera a repartir  anexiones y regiones de hegemonía. Su mirada va desde Estados Unidos a Japón, pasando por el Mediterráneo, Egipto, y Turquía, entre otros.
    Algunos aspectos de la historia llaman nuestra atención. Así, por ejemplo, la afirmación de que “la revolución comenzó” inesperadamente con “la fiesta del Día Internacional de la Mujer” (111); que la abdicación del zar el 2 de marzo significó el paso a una república; que lo del tren sellado era tanto una medida cautelar de Lenin para prevenir que se le acusara de recibir ayuda de los alemanes y prevenir una acusación por traición, pero que también le era útil al kaiser alemán para evitar que Lenin insuflara ánimos revolucionarios a su paso; que el ejército ruso contaba con más de siete millones de hombres; que el llamado a la paz de Lenin era un arma para los alemanes, de modo que los aliados, británicos y franceses, lo veían con alarma y el gobierno ruso lo interpretaba como una traición para un país que estaba en guerra; que Lenin le exigió al gobierno alemán que los vagones del tren usados por los rusos tuvieran el “estatus de entidad extraterritorial”, de modo que ningún pasajero podía ser obligado a bajar del tren (149); que aunque numerosos bolcheviques se oponían a continuar la guerra imperialista, el liderato bolchevique en Rusia –entiéndase Stalin y Kámenev– defendía en Pravda continuar la guerra nacionalista, y se dio el lujo de censurar escritos de Lenin. Llama además nuestra atención la descripción del horrible paso sufrido por el círculo polar ártico; las humillaciones en algunos pasos de aduana en Suecia y Finlandia que los obligaban a registrarlos desnudos; y, finalmente, la llegada del tren a Petrogrado, con el recibimiento apoteósico, y el balde de agua fría que traían los mensajes de Lenin para los revolucionarios rusos.
    El fin  del capítulo ocho y casi todo el capítulo nueve, lo dedica la autora a describir ese recibimiento y esos discursos. El recibimiento fue “espectacular”. A pesar de que Lenin notificó a sus hermanas poco antes la hora de su llegada, de que la estación del tren se hallaba a 40 kilómetros de distancia, y a pesar de ser un día de fiesta en el que no circulaba Pravda, una inmensa multitud con banda militar, flores, un mar de banderas rojas, reflectores –era casi media noche lo aguardaba. Lenin, preso de uforia, besó a todo el mundo, y lo trasportaron en hombros a salones y banquetes. Allí estaba gran parte del liderato político ruso.

    Desde su llegada a Finlandia, Lenin salía a ofrecerles discursos a las muchedumbres que lo esperaban en cada parada. Sus palabras fueron las mismas que pronunció en Petrogrado y que cayeron sobre todos como un balde de agua fría: no continuar con la guerra imperialista; no cooperación con el gobierno provisional; hacer una lucha de clases, y tomar el poder para imponer la dictadura del proletariado. Tras ellas, las aclamaciones fueron silenciándose.  Incluso su esposa Krúpskaya pensó que Lenin se había vuelto loco (230). Mas Lenin, imperturbable, señaló que sus camaradas tenían una actitud confiada hacia el gobierno. “Si esto es así –concluyó–, nuestro caminos difieren. Prefiero quedarme en minoría”.
    Como es sabido, Lenin tuvo que reconquistar lentamente la confianza del comité central bolchevique. Con absoluta convicción sostuvo que la burguesía nunca seria una fuerza revolucionaria; que la burguesía se enriquecía financiera e industrialmente –igual que hoy– con la guerra, mientras arruinaba y agotaba las fuerzas del proletariado y campesinado.
    La yuxtaposición de fuerzas era muy compleja. Albert Thomas, político francés que llegó a Petrogrado en esos días, anotó lo siguiente:
    “Las manifestaciones ... son como procesiones religiosas. La gente congregada es amable, se muestra tranquila y ordenada. Las voces son puras. En la Perspectiva Nevsky, una procesión de prisioneros (de guerra) reparte octavillas solicitando el fin de la guerra contra los alemanes. En la plaza situada ante el Palacio de Invierno, el gentío es enome. Una multitud de monjas, todas vestidas de blanco, se han reunido en los balcones del palacio. Por el puente rojo ... pasa una procesión inmensa: está formada por los grupos más heterogéneos: grupos revolucionarios, grupos de aldeanos de los alrededores de Petrogrado, grupos de profesores y estudiantes del Jardín Botánico, con grandes palmas en la mano y grandes guirnaldas adornadas de cruces hechas de siemprevivas. Las pancartas proclaman el acuerdo entre la ciencia libre y el pueblo libre. Grupos de gentes del Turquestán, musulmanes, con pancartas que proclaman la libertad de conciencia, la libertad de religión, la libertad de escribir en cualquier lengua. Por todas partes se oye La Marsellesa, a ritmo lento. La Plaza del Campo de Marte está atestada por doquier de banderas rojas”... (238)
    A estas líneas le sigue un capítulo donde la autora narra y analiza el episodio en el que el gobierno, acorralado por la revolución que se yergue, ataca a Lenin acusándolo de traición como agente alemán. El 10 de julio Lenin se vio obligado a huir a Finlandia hasta principios de octubre, cuando regresa a Petrogrado disfrazado. El resto de la historia es conocida.  
      En los capítulos 11 y 12 Merridale hace el balance de esta formidable gesta.  La autora no entra a detallar cómo se produjo la toma del poder en octubre, pero sí a evaluar sus consecuencias, así como a reflexionar sobre la participación de todos los actores, de todas las potencias, de todos los sectores, de la guerra y de la revolución, y del destino final de todos ellos, hasta la presente era de Putin. La atención principal de estas reflexiones finales se centran, como es de esperar, en la sucesión de Lenin, el desplazamiento de la dictadura del proletariado a la dictadura personal de Stalin que desorientó y desangró la naturaleza revolucionaria de la gesta de 1917 y el ocultamiento de Lenin en las conmemoraciones del centenario de la Revolución Rusa . No empece este libro se escribe a propósito de ese centenario, y a restacar la marginada presencia en ella de su protagonista y principal gestor, Lenin.
    Cada capítulo tiene su epígrafe, muchos interesantes. En la introducción Merridale toma una frase de Krúpskaya que nos alecciona a decirle siempre la verdad a las masas sin temor a que las ahuyente. En el capítulo primero, ya de Lenin, como las siguientes, el epígrafe señala que un puñado de banqueros hace una fortuna con la guerra. El tercero, observa que es más difícil de sobrellevar las traiciones de los correligionarios que los horrores de la guerra. El capítulo cuarto reflexiona que aunque las condiciones de la democracia burguesa y de las reformas no deben ocupar sino una parte pequeña, la revolución debe ocupar nuestro tiempo mayor. El quinto, que no hay que buscar dignidad humana en el capitalismo. El séptimo, que aceptar una cosa en “principio”, significa rechazarlo. El onceavo: “Los jacobinos del siglo XX no llevarían a la guillotina a los capitalistas: seguir un buen ejemplo no significa copiarlo.”
    Nuestro olvido del Centenario de la Revolución Rusa, en mi opinión el
acontecimiento más importante del siglo XX, tal como lo fueron las revoluciones burguesas para el siglo XVIII, así como también el olvido de Lenin en cuanto su principal artífice, y por lo tanto, la figura política de mayor calibre del siglo, es imperdonable en tiempos en que arrecia con furor aplastante por gran parte del planeta el imperialismo “neoliberal”, saqueándolo, bombardeándolo, sometiéndolo.
    Acosados hoy por la aplanadora neoliberal del imperialismo que sojuzga Puerto Rico, así como también lo hace con amplias naciones del mundo, Lenin, y la revolución rusa, bien pudieran ser un punto de referencia obligado al que no deberíamos olvidar.




Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!



jueves, 4 de mayo de 2017

Calibán: La deuda es suya: nuestras son las utopías





CALIBÁN
La deuda  
          es suya
nuestras son 
                    las utopías

D
e seguro que el éxito mayor del gobierno de Estados Unidos, de la Junta de Control que lo representa, y del gobierno colonial (PNP y PPD) que también lo representa, es obligarnos a hablar, sin que lo percatemos, su lenguaje. El lenguaje del imperio colonial, y con él, el lenguaje del mundo del capital.

Todos los medios de difusión le siguen a pie juntillas, a los poderes coloniales, la canción de la deuda. Y con los medios y con el lenguaje del gobierno colonial, del imperio colonial y del capital financiero, también toda la sociedad puertorriqueña le hace coro a la canción: “Puerto Rico vive una crisis”; “El gobierno no tiene dinero”; “Hay que pagar la deuda”.

Y no. No es solo cuestión –que lo es– de que la deuda es impagable, y que solo pretender lo imposible causará la ruina, durante décadas, del pueblo de Puerto Rico y una “catástrofe humanitaria” que muchos expertos saben que vendrá y que ya tiene un pie dentro: desempleo, reducción del gobierno, de los seguros de salud, de las pensiones, de los derechos laborales, de la privatización hasta de los suspiros, de la educación, de los bienes del pueblo de Puerto Rico.

Enredarse en el discurso del dominador es un laberinto sin salida para el pueblo de Puerto Rico porque es internarse en una manera de entender las cosas que no es, no debe ser, no puede ser, la nuestra como pueblo. El discurso de la deuda es falso, porque es el discurso del capital financiero y de sus intereses político-económicos. Es el discurso de la explotación y del explotador. Con ese discurso la libertad yace muerta en yermo estéril.  El discurso nuestro está en la orilla contraria.

El lenguaje del dominador, el de la deuda y de los bonistas buitres, nos pone a buscar soluciones que pensamos serán más justas para nuestros intereses. O nos pone a dilucidar sin cansancio en cómo acomodarnos mejor a la alegada escasez. Pero la verdad es que por más vuelta que se le dé al problema, este no tiene otra solución, para ellos, que la explotación inmisericorde de la riqueza inmensa que aquí producimos. Para colmo, a ellos no les interesa el beneficio del pueblo de Puerto Rico. Con premeditación, y con toda intención y alevosía, ellos nos entramparon para explotarnos con más profundidad, contando incluso, con la dócil venia nuestra.

Shakespeare escribió la historia –“La tempestad”– sobre este señor llamado “Próspero” –¡y “Promesa”!– que vino a colonizar una isla desconocida que habitaban Ariel y Calibán. Luego el Premio Nobel caribeño, Aimé Césaire, ubicó la historia en el Caribe, y Fernández Retamar, más tarde, convierte la historia en una de explotación colonial en las Antillas. La historia del colonizado.

La parte que nos interesa en esta historia según la interpreta Retamar, es la del oprimido y esclavizado que se ve en la necesidad de hablar la lengua del amo. Esa es la historia de todo pueblo colonizado. Y de eso, justamente, estamos hablando.

La lengua del amo, repetimos y repito, no es la nuestra. La verdadera lengua de los pueblos sometidos a la esclavitud colonial es una que, enraizada en nuestros propios intereses como pueblo distinto y aplastado, tome conciencia de sí, y dirija su esfuerzo a la emancipación de esa esclavitud y a todas las reivindicaciones que conforme al derecho natural le corresponden.

Basta de soñar. Rescatemos la utopía de la libertad y de la felicidad, que si no está arrinconada en la esquina del olvido o de lo inasible, está enterrada. Enterrada, pero nunca muerta. La libertad y la felicidad son siempre objeto de aspiración y de nostalgia. En términos sin sombra lo expresó Hostos: “ni hoy ni mañana ni nunca dejará nuestra patria de ser nuestra”.     


Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!


martes, 2 de mayo de 2017

Los bonistas en Puerto Rico y la sangre de Lázaro



Los Bonistas en Puerto Rico
y la Sangre de LÁZARO



PUERTO RICO TIENE EL ROSTRO DE UN (O UNA) ESTUDIANTE

De acuerdo a los medios de prensa, y conforme a la crítica histérica del gobernador y del gobierno, la protesta del PRIMERO DE MAYO DE 2017 que reunió a varios cientos de miles de puertorriqueños de todos los partidos, múltiples organizaciones, algunas sindicales, algunas políticas, algunas de entidades sociales, algunas de iglesias... la organizaron y la caminaron los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico.

Ya no es jíbaro, ni negro de la plena, ni obrero, ni mis universo, boxeador o tenista o cantante, quien nos representa.  A Puerto Rico lo representa hoy un estudiante. Es hermoso que el país vea en el estudiante universitario, aquel que representa la juventud y el estudio, y la cara del futuro, al auténtico representante de la nación puertorriqueña.

...

LOS “ESTUDIANTES” NO SON UN GRUPÚSCULO SALVAJE


El gobierno de Puerto Rico no debería olvidar que el estudiantado universitario en Puerto Rico está compuesto por más de cien mil puertorriqueños, adultos en su mayoría, votantes, que desde hace un siglo se destacan en todo el mundo por su talento, sus investigaciones y sus creaciones. Pero además de esa excelencia académica, cada estudiante universitario, cada uno de esos cien mil, tiene padre y tiene madre, tiene abuelo y tiene abuela, hermano y hermana, tiene tío y tía, primo y prima, padrino y madrina, amigo y amiga. Cada uno de los cien mil estudiantes representa a un grupo grande de otros miembros de la comunidad puertorriqueña. Cada familia puertorriqueña que componen esos cerca de cuatro millones de puertorriqueños, tiene un hijo o una hija estudiante, un sobrino o una sobrina, un primo o una prima, un nieto o una nieta, un ahijado o una ahijada, un amigo o una amiga. No. Cuando hablamos de los estudiantes universitarios no hablamos de un grupúsculo salvaje.

...

EL CADÁVER DEL PAÍS TIENE SANGRE DE LÁZARO

Ayer, primero de mayo de 2017, cuatro o cinco enormes columnas de puertorriqueños salieron de sendos puntos de encuentro para iniciar marchas hacia un gran encuentro a realizarse frente al edificio que alberga la llamada Junta de Control Fiscal, justo en el centro de la llamada “Milla de Oro”, es decir, la barriada central de los bancos. Los bancos son los instrumentos y representantes de los BONISTAS - BUITRES que saquean a todos los puertorriqueños.

Cuando hablamos del “cadáver del país” hacemos alusión a una calificación que desde el siglo diecinueve pervive debajo de nuestra piel y que se refiere a nuestra perenne condición colonial, nunca soberana. Ese “cadáver” ha dado muestras muchas veces señas de nacer y levantarse. Instigado por fuerzas nacionalistas y republicanas, principalmente, ha intentado tomar por la fuerza los derechos naturales de la soberanía de los pueblos que es columna fundamental de los derechos humanos, y cada vez ha sido sofocada a sangre y fuego.

Pero ayer, primero de mayo, instigado por las atrocidades que se arman contra el país para exprimirlo de todas sus riquezas y dignidades y derechos, muchas muchedumbres, que no una, marcharon por diversas avenidas de la ciudad capital –y de otros pueblos–, incluida la arteria principal de la red de carreteras que sin duda es el llamado “Expreso  Las Américas”, para protestar contra esa Junta colonial norteamericana y el  gobierno eunuco local que lo mayordomea. El país manifestó un pulso vivo, como el lázaro de un cuerpo que nunca ha estado verdaderamente vivo, menos libre. El pulso vivo pulseó contra las fuerzas represivas del gobierno, gruñó, como “el toro que muge” –aunque aun no “embiste”–, pero que ya sin duda “resiste” y contempla “levantarse”. Cito el famoso soneto de José de Diego.


...

LOS BUITRES DEL NEOLIBERALISMO ASOMAN SU VERDADERO ROSTRO

Apenas media hora después de terminado el paro nacional, apenas presente aun el celaje disperso de su peso, retirada ya la policía, la fuerza de choque, los “swats” armados para batallas campales de guerras mundiales, los gases lacrimógenos y las balas de goma, un grupo de enmascarados llegó apertrechado de piedras para destruir vidrieras de bancos, pintar consignas en las paredes, y prender un fueguito. Para el gobernador, el paro nacional no fue sino eso: una instigación a la violencia. El Banco Popular DE LOS BONISTAS BUITRES presentó en un tribunal, solo una hora después, una demanda de 20 páginas contra alrededor de 47 organizaciones que organizaron o participaron del paro, culpables, a su juicio, de los “destrozos”, con el objetivo de criminalizar la protesta, al servicio del gobierno colonial y de la Junta de Control Fiscal. Un SHOW MEDIÁTICO. Existe la “guerra preventiva”, pero el Banco Popular inventó la “demanda preventiva”: radicada antes de los sucesos por los cuales demanda.

El gobernador Rosselló, hijo del otro gobernador que incurrió en los mayores préstamos –ilegales–  para buitres en la historia de Puerto Rico, acusó solo una hora después a los manifestantes como “criminales”, y señalando de manera directa a las entidades organizadoras y a una de las principales líderes de las oposición política, de instigar a la violencia y ser culpable de los “destrozos” de algunas vitrinas y cristales.  De esa manera el gobierno eludía hablar de la masiva protesta de cientos de miles de puertorriqueños de todos los partidos, de todas las clases sociales, de infinidad de organizaciones comunitarias, incluidas las iglesias y el mismo Arzobispo de San Juan. La prensa del país también optó por priorizar los vidrios rotos seguramente por agentes encubiertos para desvirtuar la protesta , como suele suceder, a la muy exitosa manifestación de repudio de un pueblo atacado en sus derechos laborales, sus pensiones para ancianos, sus seguros de salud, sus universidades, sus ingresos y sus bienes todos. En suma: violentado y empobrecido. ¿Cuando se hable del Paro, se hablara de cinco o diez, o de los cientos de miles que desfilaron?

Señor gobernador: Arreste por actos criminales a Monseñor Aponte, Arzobispo de San Juan.
 Banco Popular Buitre: Demande por daños criminales a Monseñor Aponte, Arzobispo de San Juan.

...

EL NEOLIBERALISMO Y EL GOBIERNO DEL PUEBLO

A los “Buitres del Neoliberalismo” lo representan hoy en Puerto Rico, no solo los bancos y los bonistas, no solo el gobierno colonial local, no solo la Junta de Control Fiscal norteamericana, sino el propio gobierno de Estados Unidos, es decir, los tres principales poderes de Estados Unidos y la élite financiera mundial.

En ese sentido la situación de Puerto Rico es infinitamente más terrible que la de Argentina y Brasil y Grecia, o las de tantos otros países acosados por deudas impagables y fraudulentas. Argentina y Grecia poseen, al menos sobre el papel, los poderes del estado para “bregar” con los poderes internacionales del capital financiero. Puerto Rico no goza de ninguno, ni de la ilusión de ninguno, ni siquiera de una sombra hecha humo de declararse en quiebra. Articulada de manera fraudulenta e ilegal como todas las deudas nacionales con los bonistas, articulada con el consorcio y la complicidad de los gobiernos de esos estados que actúan contra los intereses de sus propios pueblos para explotarles los recursos que le pertenecen y de los que no gozan, la deuda de Puerto Rico, que el gobierno no acepta auditar para comprobar si es ilegal o no lo es, en parte o total, como lo hace cualquier hijo de vecino con la cuenta de un restaurante, suma más de $70 mil millones de dólares.

Estados Unidos declaró y certificó claramente, antes de nombrar su Junta de Control Fiscal, que Puerto Rico no era sino un “territorio” sujeto a los poderes, plenos, del Congreso norteamericano. Así lo declaró y lo certificó la Oficina del Presidente; así lo declaró y lo certificó separadamente el Tribunal Supremo; así lo declaró y lo certificó separadamente el Congreso de Estados Unidos. Esas certificaciones son las que le otorgan –alegadamente, como los trucos de magia– la autoridad y el poder para constituir, ante las manos absolutamente atadas del pueblo de Puerto Rico, una J
unta de Control Fiscal, irónicamente llamada por ellos, “promesa”, para disponer de TODOS los bienes y recursos del país, TODOS, para el pago a los bonistas-buitres de la deuda buitre.

Lo más significativo del caso es que esa Junta de Control Fiscal tiene PODER ABSOLUTO sobre Puerto Rico. Ellos legislan, ellos ejecutan, ellos criminalizan y juzgan sobre el gobierno y sobre el país, sin temor a demandas ni apelaciones, y con absoluta impunidad (inmunidad previa).

Es decir: que el gobierno de los Estados Unidos ha creado en Puerto Rico un gobierno absolutista, con garra de dictadores absolutos, para exprimir y seguir exprimiendo una pequeña isla de menos de cuatro millones de habitantes, alegadamente norteamericanos, en medio del Mar Caribe.

Esa es la gran nación de la libertad y la democracia. Es decir la nación que presume tener el gobierno  “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.   

¡Arriba los estudiantes !


Marcos Reyes Dávila
¡ Y Albizu seas!




      

domingo, 9 de abril de 2017

La ilusión de la paloma



La ilusión 
       de la paloma

    La ETA renuncia a su guerra de liberación nacional después de poco más de cinco décadas de lucha. En días recientes hemos visto la entrega de las armas de la “guerrilla” colombiana.


    Cualquiera puede constatar, sino lo recuerda, lo que históricamente han sido estas renuncias al combate sin victoria. Todas han sido inútiles y traicionadas por los poderes “oficiales”.
 

    Aborrezco la guerra. Aborrezco las fuerzas militares. Pero no puedo negar su necesidad y su urgencia.
 

    Hay guerras de conquista y guerras de liberación. Martí, entre muchos otros define con precisión su línea de corte. Bolívar, a pesar de dedicar casi toda su vida a la guerra, estuvo muy conciente de que nunca conquistó ni utilizó las armas contra americanos. Liberó.
 

    La paloma que ofrece la burguesía en el poder es SIEMPRE un fraude. La burguesía, como el escorpión de la fábula con la tortuga, siempre muerde, porque esa es su naturaleza. La burguesía se define por la incautación, violenta, de la riqueza de los pueblos. Eso es la burguesía. Esa es su naturaleza. No puede ser otra cosa.
 

    De modo, que la paloma que ofrece la burguesía es siempre una ilusión que engaña al ingenuo que desea la paz por la que lucha, paz que nunca se puede alcanzar mientras exista la burguesía. 

Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!




 

miércoles, 22 de marzo de 2017

La UPR, ese miocardio




La UPR
ese miocardio

Cuando el gobernador Rosselló y la Junta de Control Fiscal –es decir, los bonistas buitres y el Congreso y la presidencia de Estados Unidos– la emprenden contra la Universidad de Puerto Rico, saben lo que hacen y lo que quieren. Ya sea simplemente cobrar las rentas de sus bonos usureros, ya sea anular uno de los baluartes de la resistencia nacional a la anexión, ya sea fracturar una de las columnas fundamentales del país, la magnitud del golpe que se pretende ejecutar resultaría en un ataque al miocardio de la nación.
    La Universidad de Puerto Rico significa para la nación puertorriqueña más, y acaso mucho más de lo que significa una universidad para casi todo otro país del mundo. Su magnitud respecto a las dimensiones del país; sus riquezas materiales, racionales y espirituales; su acervo activo como fragua creadora de nuestra conciencia y nuestro ser, convierten a la universidad en pieza indispensable –indispensable, repito– de nuestra vida como pueblo. (Alguien allá arriba lo sabe bien.)
    A pesar de sus grandes defectos que tienen su origen –óyelo Jay Fonseca– en la mordaza impuesta por una autonomía violada y fraudulenta que la ha convertido siempre en presa partidista, la Universidad de Puerto Rico ha formado y producido toda –o casi toda– la clase humana que ha levantado o mantenido viva la nación puertorriqueña. La Universidad se fundó bajo el dominio colonial inicial del gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico. Hablamos del 1903, mucho antes de la Ley Jones y de la ciudadanía estadounidense. Las principales construcciones de su infraestructura que la caracteriza se construyeron antes de la legislación que creó el hoy desaparecido “Estado Libre Asociado”. Pero el partido de Muñoz, el PPD, tuvo al menos la visión de anticipar y luego comprobar la necesidad que tenía y tiene el país de la universidad.
    La Universidad de Puerto Rico ha sido el generador fundamental de los saberes de la nación, no un simple generador de títulos y adiestrador de empleados para la industria.
    La Universidad de Puerto Rico ha sido el refugio fundamental del espíritu nacional. 
    De la Universidad de Puerto Rico dependen, hoy y directamente, más de 100,000 puertorriqueños que impactan –hoy y directamente– una cantidad muchísima mayor de puertorriqueños.
    La Universidad de Puerto Rico genera directa e indirectamente gran parte de la riqueza que aun le queda a un país mordido por todas partes.
    La Universidad de Puerto Rico le permite al país recibir grandes cantidades de fondos del gobierno colonial a través de las becas y muchos otros desembolsos, pero la UPR también recibe enormes aportaciones millonarias para realizar sus numerosas investigaciones en todas las áreas del saber.
    Que no hable Jay Fonseca de gastos alegres y superfluos en la universidad. Que es hablar de esas manchas del sol que generan precisamente los que violan todos los días la autonomía de sus procesos. Con la Universidad se produce algo análogo al pitcher y catcher que ocurre con la deuda fiscal del gobierno y de los bonistas. Ellos roban los fondos del presupuesto del país, ellos producen la deuda y ellos cobran la renta del dinero. Es decir, yo te quito –robo–  y luego te cobro –robo– lo que te quité –robé.
    El dinero que se pide recortar al presupuesto de la UPR es de más de la mitad de las aportaciones gubernamentales que recibe. No se trata simplemente de que la UPR deje de ser tras los recortes la universidad que conocíamos. Se trata de que la universidad perderá sus acreditaciones, y con estas las aportaciones del gobierno federal para estudiantes y para investigaciones. Creer que los grandes recintos de Río Piedras, Ciencias Médicas y el RUM no se afectarán con la desaparición de los otros ocho recintos supone una soberbia incapacidad para preveer consecuencias.
     El recorte al presupuesto de la universidad es un ataque a la yugular de ella, un ataque al miocardio.
    La defensa de la UPR se impone. Se crea optimistamente en la posibilidad de victoria o no se crea pesimistamente en ella. El ser humano tiene la obligación y el deber de luchar por el bien del país, de su comunidad, de su gente y de su pueblo, más que por el bien propio. Sin embargo, no se lucha mejor por el bien propio que cuando se lucha por propia la comunidad, por el pueblo propio.  Es esa lucha la que nos hace libres y crea una patria bajo nuestros pies. “¡Levántate! ¡Revuélvete! ¡Resiste!”, nos aleccionó, José de Diego. Si se hubiera quedado en su casa durmiendo la siesta no hubiera existido, sería nada.  


Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!



sábado, 25 de febrero de 2017

Ojo de cenote


 
Ojo de cenote 

        A doña Meche, in memorian.



El ojo del cenote

A ras de su faz
sus ojos resplandecen todo el día.
Su transparencia
en cambio es aparente.
El ojo del cenote es un abismo ciego
que simula la muerte.
Oscuro como todo lo profundo,
abodega los secretos
del tiempo infinito.
Por sus ojos
transitan multitudes calladas,
casi penitentes.
Algunas quizás tiernas y expectantes,
pero muchas van hambrientas de ira,
de rencor y de sangre.




El lago de soslayo

Los edificios del centro de México
se aferran a la tierra.
Hunden en ella sus raíces
como buscando el agua,
ese antiguo fantasma del lago
que oíamos pasar.
Cavan su trinchera
en ese pasado sin olvido
que es el agua de antaño.
De ese pasado ausente
que mira desde entonces de soslayo.
El palacio se yergue
en el oculto zócalo de Teonochtitlán.
Y allá lejos acaso se desliza todavía,
como serpiente emplumada,
la guerrilla de Oxaca,
o siembra la comuna libre
en la indiada de Chiapas.




México pasa primero

Aunque cante corrida una ranchera
México tiene corazón de cenote.
Se escurre oculto entre las hojas duras
del viaducto y las calzadas
y sorprende de pronto
cuando yergue los dientes

de sus ciudades de piedra.
Todo en apariencia está asusente en ella.
Pero hablan y se regodean
juntos en el viento
el abrazo y la puñalada,
la puñalada en el abrazo
y el abrazo en la puñalada.
Entre la limosna y la mordida
se cuecen en el caldo del cenote
lo mismo sapos que gorriones.
En ella todo está
como la columna de un susurro
como la estela de un grito
como el friso de un jaguar que habla.
El mexicano es tantas veces
un tamal abrigado
hecho camote.
Mas donde quiera que se mire
México pasa y pasará primero.





El ejido entre mis barbas

Viví sobre la pirámide del sol.
En el ancho valle
que derrotó mi mirada impertinente.
Creí que la plaza de las tres culturas
yacía en la calzada de Teotihuacan,
que el Popo velaba el sueño de Itztaccihualt
y que el ángel bendecía la reforma.
Que acaso vería cantar a Sor Juana
en el convento de San Jerónimo
su oda al dios del maíz,
más allá de Tlalpan.
Y que el caballito en la glorieta
tenía alma.


Entre la Viga e Insurgentes
crecí mis barbas.
Es cierto que en mi ciudad
tuve una hija,
y que inflamó mi alma
el espacio libre de la unam,
pero también es cierto
que en la avenida de Plutarco
la muerte me sopló a la cara
e imprimió mis pies
sobre la tierra.

Mucho después viví rodante
en la larga raíz de sus mercados.
 

La mirada del cenote aun me persigue.
El mismo cenote que se alegra
en el lago de Pátzcuaro

pero se recoge endurecido
en el desierto de Sonora.
Allá se levanta aun Villa,
Juárez benemérito,
Zapata en la plaza
y Marcos huidizo
entre los pueblos mayas.
En su arena
su selva
su oníx
y su piedra volcánica
está mi raíz de plata.
Allí levanté mi ejido
con techo de tejas y de flores.
Allí, repito, creció el escuincle,
y el nombre de un hombre.



Despierto en los ojos de Meche


En México todo anda
a la vera de las cruces.
En la catedral y en cada vela
México es devoto de la Guadalupe.
Yo, en cambio, de aquella Meche
calientita y artesana,
apegadita al sol remiso
que siempre vuelve.

América despertó su sangre nueva
con los ojos mexicanos
y con sus flores de piedra,
a la vez duras y tiernas
que hallan siempre su jalisco.
Yo desperté
en medio de los murales de Diego
y por los ojos cenotes de Meche.
Y sigo despierto.




 

Comemos con los judas muertos

México se burla de la muerte.
La indiada transparente e invisible
que camina descalza
por la tierra del ejido
a veces es solo un hueso huérfano,
o un 43 perdido.
A veces es el carnaval
de calaveras y difuntos
de un sol negro.
A veces es el lago de soslayo
ahogado en sangre.
A veces es un rencor
que nos sorprende
en medio de una noche fugitiva.
A veces es el salto al vacío
del que se desprende y emigra.
Con amor hasta en el odio
México persiste
en el auxilio del shamán,
y en bailar en la calle
con sus cementerios.
Arma con pólvora,
con chile pulque y pozole
sus fetiches de año viejo.
Esas máscaras de piñata
hechas para ajusticiar
a palos o con fuego
a los traidores y a los judas de siempre.
A los muertos con pólvora.
A los muertos con fuego.
Con el relámpago lázaro
de su sangre mexica.
En México comemos
con los judas muertos
y los escarabajos.
Y aunque no llevamos nunca
gafas oscuras de sol
llevamos con alegría
un pasamontañas negro...




El profundo rostro del cenote

Cuando conocí a Meche
tenía quizás los años que hoy tengo.
Yo era aun

un joven imberbe.
No tuvimos prefacios ni preámbulos.
No hubo amanecer ni hubo poniente.
Desde el principio me ofreció
un tantito de esto
y un tantito de aquello,
un lugar calientito,
un caballo de ónix para mamá,
un paseo por el fantasma del lago
que se escucha
como un tren subterráneo de agua
en Chapultepec.
50 años después
Meche no puede ya ir al mercado
ni merece una elegía.
Por encima del rencor,
de la sangre y de la ira
Meche me ofrece aun un lirio de amor
sobre el rostro profundo 

de ese calendario azteca sin despedidas
que poco por poco emerge del cenote.
Y todavía me sonríe.


Marcos

Reyes Dávila
¡Albizu seas!






Un Festival para Klemente




Un Festival para 
Klemente
El Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico (FIPPR) dedica su novena edición, este año,
al poeta lareño Klemente Soto Vélez, baluarte fundamental de la poesía puertorriqueña del siglo XX, es decir, la nuestra.
    El FIPPR se fundó con la misión de promover en el país una cultura literaria dirigida a las comunidades del país entero. Entre los objetivos secundarios y las estrategias para desarrollarlos gozó de prioridad estimular la presencia de representantes de los países hispánicos hermanos, desde Argentina a México, incluyendo en esa presencia a España. Y para no desmerecer el factor internacional, el FIPPR ha invitado repetidamente a algún autor de otros países y lenguas, desde el Kurdistán hasta Japón. Este año acudirá un poeta portugués.
    Los poetas invitados no llegan por vocación propia, sino por invitación personal del FIPPR. Se pretende siempre elegir poetas premiados en sus países, reconocidos internacionalmente. Algunos son jóvenes, otros maduros. La mayor parte de ellos poseen una obra amplia, son profesores o catedráticos –algunos eméritos– e incluso miembros de la academia de la lengua de sus países. Algunos trabajan con revistas o periodismo, o talleres de creación literaria. Ellos traen la cultura y poesía de sus países: los conocemos y nos conocen. Ellos llevan a sus países su experiencia profunda de realidad cultural y social puertorriqueña, pues el FIPPR los lleva por todas partes del país, desde Mayagüez a Humacao, y a un público muy diverso, desde niños escolares hasta las égidas, universidades y plazas públicas. El concurso de poetas invitados comparte toda la semana su diálogo creador con los poetas nacionales puertorriqueños. Nuestras actividades son, todas, totalmente gratuitas.
    Año tras año, cada edición del FIPPR se le dedica a algún poeta puertorriqueño importante. Entre los titulares han pasado poetas como Luis Palés Matos, Francisco Matos Paoli, Clara Lair, Julia de Burgos y el grupo de poetas de Guajana. El año pasado se eligió a Rubén Darío. El centenario de su muerte nos llevó a comprender que Puerto Rico y la poesía es un enmarañado de voces y presencias, y que el FIPPR, que auspicia este encuentro internacional con los poetas de Nuestra América y España, no puede desentenderse de voces que han refundado la poesía moderna de todos los países de habla hispana como lo fue Rubén Darío y el modernismo. El FIPPR auspicia además un certamen internacional de poesía que lleva el nombre de Vicente Rodríguez Nietzsche. Este año la dedicatoria regresa a las letras patrias con un festival dedicado a Klemente Soto Vélez.
    Klemente fue uno de los capitanes del grupo atalayista. El grupo atalayista acuñó una modalidad original en el abanico de tendencias de la vanguardia de principios de siglo. Pero Klemente, y con él su poesía, abrió su cursó dentro de la lucha revolucionaria del nacionalismo albizuista. De modo que, adscrito con abnegación a la causa de la libertad patria sufrió prisiones que solo consiguieron reforzar su abnegación y afilar su vocación por la libertad creadora. Vivió gran parte de su vida en las entrñas del monstruo neoyorkino, y allí continuó su reclutamiento de voluntarios para su ejército de patriotas.
    Klemente nació en Lares en el 1905 y murió en el 1993. Parte de su poesía ha sido musicalizada y difundida por voces como la de Roy Brown.
    El FIPPR depende para su realización de donativos generalmente menudos. Vendemos incluso camisetas (“Yo leo poesía”, o “#abesossepuede / aversostambién”). Vendemos cuadernos individuales con poesía de cada uno de los poetas invitados. Algunos aportaciones nos llegan en especie, o simplemente, almuerzos. De vez en vez, recibimos algún donativo empresarial o municipal.   
    El Festival de este año, novena edición, se celebrará del lunes 27 de marzo al primero de abril. La apertura, como de costumbre, se realizará el lunes 27 en la noche en el teatro de la Universidad InterAmericana de Puerto Rico, Recinto Metropolitano. Está el país, quiero decir que todos nosotros, fraternalmente invitados.

"A la hora del relámpago
muchas son
las flores que cuando azota
el huracán,
no dejan libar
a la abeja perseguida,
pero yo guardo
con la mía la espada tuya,
y esto lo puedes escribir
con tu K de Clemente."




Marcos 
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
* Publicado en : http://www.80grados.net/un-festival-para-klemente/


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