jueves, 12 de enero de 2017
Hostos: Para vivir el espíritu de enero
La sombra que transcurre de enero a enero
HOSTOS:
Para vivir en el espíritu de enero
(Discurso pronunciado en la Plaza Hostos de la Universidad de Puerto Rico en Humacao, el once enero de 2017.)
Queridos amigos...
La invitación que me hace el rector, José Encarnación González, para estar aquí con ustedes y hablarles de Hostos, amén de un honor, es una de esas ofertas que no se pueden renunciar. No es solo que me hayan seducido las bellas palabras de su invitación. Es que es una invitación que, francamente, la siento como en bandeja de plata. Porque Hostos es uno de esos amigos a los que no podemos renunciar. No podemos renunciarlo porque le hace bien a nuestro espíritu, lo mismo a principios de cada año que a lo largo de todo su peregrinar.
De enero a enero transcurre su sombra entre nosotros, aunque no se advierta. Yo le llamé el año pasado el espíritu de enero, no solo porque siempre es del año que comienza, sino porque además toda vida propende a renovarse soñando primavera. Soñamos primaveras porque nos urge esa necesidad de resistir los embates del cada día. Embates que persisten lo mismo para cada quien, que para nuestro país y aun para el mundo entero. Y ante los embates que cunden desde Siria a Puerto Rico queda siempre el amparo de recordar la brecha de José de Diego: ese toro que si no muge, embiste. Hostos es, pues, urgencia de renovación.
Yo no he venido aquí a decirles que Hostos nació en Mayagüez en el 1839, y que fue un maestro notable que escribió “La peregrinación de Bayoán” y la “Moral social”. No, no celebramos a un hombre extraordinario que nació hace 178 años y murió hace 114... No: Hostos no ha muerto todavía.
Hostos en la UPRH
El busto de Hostos que nos acompaña hoy, inaugurado el pasado año, es solo un paso más a los muchos que le precedieron en las últimas cuatro décadas.
Yo llegué al entonces Colegio Universitario de Humacao en el 1984. Pocos años después, se creaba e iniciaba sus trabajos el Comité del Sesquicentenario de Hostos que organizaría el congreso cumbre del sesquicentenario en el 1989.
En este recinto un grupo de profesores y no docentes se sumó de inmediato a la tarea. Recuerdo las actividades celebradas en el recinto y fuera del recinto, alguna por radio, en los que estábamos participando ya, entre otros, compañeros como Carlos Rojas y Antonio Mansilla. Estaban Roberto Mori y seguramente Carlos López que estudiaba al Hostos geógrafo. Más tarde formamos parte del grupo de conferenciantes que llevó a muchísimas comunidades del país de toda índole conferencias muy diversas sobre Hostos.
La revista EXÉGESIS, fundada en el 86, publicó su primer número monográfico con ese motivo, número al que se me nombró editor designado.
Una vez creado el Instituto de Estudios Hostosianos nos asignaron, a Carlos Rojas y a mi persona, los estudios preliminares de algunos de los volúmenes de las nuevas obras completas de Hostos. Se constituyó también un comité que recomendaría al presidente de la universidad el nombramiento para ocupar por un año la Catédra de Honor Eugenio María de Hostos. Me recomendaron para ser miembro del comité, y tuve la fortuna de poder promover y recomendar la candidatura de nuestro compañero Carlos Rojas. Digo que tuve la fortuna porque con su “apreciación filosófica” de Hostos y su estudio sobre la filosofía modserna en El Caribe hispano, Carlos se integró de manera permanente al grupo de estudiosos de Hostos y ha producido al respecto una gran cantidad de trabajos sobre el tema. Además, Carlos ha ocupado, y creo que aun ocupa, una cátedra sobre Hostos en la facultad de educación.
Roberto Mori sería nombrado más tarde también catedrático de honor. Mori también logró completar un libro sobre Hostos.
Rosalina Perales, por varios años profesora en este recinto, ocupó también la cátedra. Por mi parte, fui nombrado director en propiedad del Instituto Hostos tras la renuncia del benemérito fundador, Julio César López. En ese tiempo enmendé el plan de las obras completas para incluir un tomo dedicado a los trabajos relacionados con la confederación de las Antillas, tema y propósito que fueron el núcleo y la razón de vivir de Hostos. “Hablaros de las Antillas es hablaros de mí mismo”, dijo una vez. También Carlos fue un breve tiempo director del instituto.
Uno de los momentos cumbres sobre el devoto trajinar en torno a Hostos en este recinto, Fue la celebración del simposio internacional organizado por EXÉGESIS en el 2003 con motivo del centenario de su muerte. Nuestro recinto fue el centro en Puerto Rico de la conmemoración de ese centenario. Las magistrales actas del mismo fueron publicadas en un número triple de EXÉGESIS en el 2003. Poco después le seguiría mi libro sobre Hostos, que publicamos como un experimento editorial de Exégesis que se descontinuó.
El tema de Hostos ha constituido el grupo temático más numeroso de EXÉGESIS.
Ya lo era para el 2013, cuando como parte de nuestras muchas aportaciones al centenario publicamos un disco compacto con más de 30 trabajos incluidos hasta entonces en la revista. Obviamente, el cedé no incluía las cerca de 40 ponencias dictadas aquí en el simposio, y mucho menos, las numerosas publicadas después. Tengo la certidumbre de que EXÉGESIS es la revista puertorriqueña que ha publicado más trabajos sobre Hostos en las últimas 3 ó 4 décadas.
Y que la UPRH se ha ganado el título de universidad hostosiana.
Hostos y la crisis de Puerto Rico
Mas quisiera comienzar otra vez estas palabras de hoy con un tono que no es de tersa ternura ni agradable sueño. Quisiera comenzar estas palabras hablando de resistencia porque quiero ubicar a Hostos en nuestro hoy. Porque solo con voluntad de resistencia podemos aspirar –hoy– a ser libres y a merecer el descanso y el sueño.
Y es que no hemos venido aquí a admirar a una pieza de museo inerte. Nosotros esperamos ver en Hostos el acicate que es, tal como aquel viajero del que contó Martí, que cuando llegó ante la estatua de Bolívar en Caracas, sintió que Bolívar se movía para abrazarlo.
Hostos es una exhortación, imperativa, porque enseñó su vida entera, y con su propia vida,
que nunca, nunca, debemos dejarnos vencer.
Hoy quiero invocar, como nuevo, el espíritu de enero que es Hostos porque este país vive desde hace demasiado tiempo penurias que impulsan al exilio. Porque este país nuestro observa, más impasible que ardiente, cómo sufrimos un despojo creciente.
No debemos olvidar que Hostos nace cuando aun no había pasado una sola década de la muerte del Libertador Simón Bolívar. Nació bajo su estrella. La independencia de los países hermanos de Nuestra América, si bien no formalmente, estaba aun enredada -transida- en un penoso proceso. Hostos, lo mismo que su padre y que todos los próceres decimonónicos de nuestra historia, desde los anónimos de las décadas del treinta y del cuarenta, y pasando por Manuel Alonso y Tapia, hasta Betances o Manuel Zeno Gandía, sufrieron y rechazaron las afrentas del coloniaje español. Y si han merecido nuestro recuerdo es porque se esforzaron por superarlas y por enfrentar los retos de la libertad.
No hubo un día en la vida completa de Hostos, desde su infancia hasta su muerte acontecida en el 1903, que Hostos no denunciara y luchara - a través de diversas tácticas y estrategias - no solo contra el coloniaje español -sino contra el coloniaje norteamericano.
Contra el coloniaje español luchó junto a patricios del liberalismo español en pos de una república liberal federal que aliviara el despotismo en las tres Antillas –no en dos, como suele decirse–,
y luego luchó con las armas en la mano. Fue más tarde que recurrió a la educación para formar seres humanos libres, seres humanos nuevos, que pudieran ser “auxiliares” de su deber. Porque todo hombre y mujer libre es --inexorablemente-- soldado de la libertad de nuestros pueblos.
Para formar mujeres y hombres libres Hostos formuló e integró una pedagogía propia y novedosa. Los pensadores de la Ilustración formularon sus principios; atravesó como un relámpago el ideario del propio Simón Bolívar que clamó por ciudadanos nuevos para una república nueva. De muchos arroyos llegó a Hostos --como un incentivo irresistible– la fértil bonanza de esas aguas milagrosas que tuvieron que enfrentar batallones de fundamentalistas e inquisitores. Mas Hostos resistió en la brecha sus ataques --toda su vida– y no cejó en practicar y en madurar su idea.
Cuando Martí reinica en el 1895 la guerra en pos de la independencia de Cuba (guerra que llevaba en su seno la intención de fomentar y auxiliar la independencia de Puerto Rico), no solo pretendía liberar a nuestras islas del colonialismo español y su despojo perenne, sino prevenir la intervención colonial de Estados Unidos. A los apologistas de Estados Unidos puede parecerle falsa esta aseveración, pero la historia documenta ese continuo afán y apetito de la nueva república del norte, con infinidad de evidencias --que no eran secretas ni calladas. Desde el propio Washington, y Jefferson, se expresó el deseo de extenderse por las Antillas del mismo modo que se extendieron hasta el Océano Pacífico engullendo a su paso muchísimos pueblos dueños de esas tierras. Para eso intervinieron en la guerra que lideraba Bolívar y le frenaron su intención de extender la libertad a las Antillas.
Hostos, como Betances, compartían desde hace décadas ese temor profético. De modo que una vez reinicia el Partido Revolucionario Cubano la guerra de liberación, el Hostos educador –ese mismo– se convierte en insobornable propagandista de la causa cubana. Llegada la Guerra Hispano-antillano-norteamericana de 1898 Hostos se trasladó acompañado de una extensa familia al teatro de guerra. Imposibilitado de enfrentar por las armas las fuerzas de ocupación, formula la nueva estrategia de recurrir a las doctrinas jurídicas. Las propias doctrinas políticas estampadas en la propia Constitución de los Estados Unidos que le prohibían poseer colonias porque las colonias son incompatibles con la doctrina de la democracia repúblicana, esto es, el gobierno del pueblo y para el pueblo.
Pero Estados Unidos no tuvo reparo en traicionar la constitución que una vez asombró a un mundo dominado por la aristocracia monárquica. Estados Unidos no tuvo reparo en violar los principios de su propia constitución al legalizar el coloniaje de Puerto Rico con la ley Foraker de 1900. Allí quedó estampada permanente la definición de nuestro status político de esta manera:
“Puerto Rico pertenece, pero no es parte de, Estados Unidos”. Ese es el status presente de Puerto Rico en el 2017. Ese es el status que permite al Congreso aprobar la Ley Promesa, esa que creó la Junta de Control Fiscal. Esa ley formulada para pagar a los bonistas el robo previo de nuestras riquezas, de modo que obliga a las víctimas del pillaje a pagar por su propio pillaje.Hostos tronó contra esa ley como hoy debemos tronar todos contra la la ley Promesa.
La Universidad de Puerto Rico, así como todas las corporaciones del estado, y lo que va más allá, esto es, la riqueza y el bienestar de cada persona residente en Puerto Rico, pagará con su bolsillo esa deuda ilegal. Y ante ello qué hacer... Para eso, precisamente, transcurre como sombra el espíritu de enero.
Un ex gobernador de Puerto Rico, y profeta de la estadidad –Luis A. Ferré– llevaba bajo su brazo la “Moral social” de Hostos. A mí me consta. Otro ex gobernador de Puerto Rico
enfrentó una vez la prédica de los independientes a “sudar la patria”, con la lucha, tergiverzando la idea, al sugerir que se “suda la patria” con el trabajo. El equívoco parecería estar apoyado por aquellos versos expresados por Juan Antonio Corretjer en su deslumbrante poema “Oubao Moin”,
luego musicalizado por Roy Brown, en los que se dice que el pueblo creó trabajando la patria puertorriqueña, y proyectando el concepto mucho más lejos, propone que la misma libertad de Puerto Rico será producto inevitable de nuestro trabajo. Mas la idea del candidato a gobernador era fraude inocuo porque su contenido es individualista, es decir, por concebir que se suda la patria trabajando para el ganar el pan de la familia propia. La idea del candidato es un placebo.
El concepto de los independientes es, por lo contrario, social, se refiere a la patria como pueblo.
Apreciemos la idea como la ve Hostos.
La novelista dominicana Julia Álvarez publicó una muy interesante novela titulada “En nombre Salomé”. Se refiere a Salomé Ureña de Henríquez, poeta y patriota, que Eugenio María de Hostos escogió para dirigir su proyecto de educación para las mujeres de la isla.
En la novela, protagonizada por la hija de Salomé, Camila, ésta evoca la vida de su madre.
Al final de la novela, Camila pone en boca de su madre, Salomé, la idea, tomada de Hostos, de que es la lucha constante por crear un país libre lo que hace del suelo que pisamos una patria.
La idea supone que la libertad no es algo que se otorga sino que se practica y se vive.
En su célebre “Tratado de moral” Hostos había destacado que el derecho, solo es derecho, si se practica. Y la libertad es para Hostos el derecho más grande, más importante, de todos los derechos. “La Libertad –escrita con mayúscula– es –para Hostos– un modo absolutamente indispensable de vivir”.
Si alguien se siente desilusionado porque he hablado esta mañana muy poco del Hostos de museo y biblioteca, lo lamento, porque ese no ha comprendido la trascendencia de Hostos.
Hostos fue un hombre absorbido por enormes pasiones. Por esas pasiones que nos impulsan a dar la vida. Pronto a la arenga, conflictivo y fajador. Hostos trasciende porque es fuerza tan viva que a más de cien años de su muerte nos enseña aun como vivir, como ser libres,
y como enfrentar los retos de nuestra actualidad, y con ello, el de la Junta de Control Fiscal
que también amenaza a la Universidad de Puerto Rico. Más trascendencia que esa es imposible. No, Hostos no ha muerto todavía. ¿Acaso No sentimos que como aquel Bolívar de Martí,
Hostos nos abraza ahora? Vivamos todos, pues, el espíritu de enero.
Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!
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