A propósito del reclamo de perdón hecho por México a la monarquía de
España
HOSTOS
y la Conquista sin perdones de América *
Que su Presidente es “un imbécil”, ha dicho el famoso novelista Arturo
Pérez Reverte.
Introducción:
La conquista de América ante los ojos de Hostos
Uno de los esguinces más dolorosos en el pensamiento de Eugenio María de
Hostos, en el contexto del llamado “encuentro de dos mundos” y las
reivindicaciones de los pueblos originarios de Nuestra América, pudiera ser su
elogio persistente de Cristóbal Colón. En parte, el esguince proviene de
torceduras en la interpretación apresurada que se realiza cuando no se conocen
los textos completos y cuando la inveterada costumbre repite ideas y términos
cuya realidad carece de sentido. Por ejemplo, llamar Indias a las américas porque inicialmente se creyó que se había
llegado a ellas.
Al auxilio del examen de este tema se puede recurrir a una infinidad de
textos por todo lo extenso de su obra, pues ni siquiera faltan en el primero de
ellos, la novela de Bayoán, a donde necesariamente habremos de ir. Forzoso es,
además, acudir a algunas de las abundantes referencias hechas por Hostos a
través de las tres décadas siguientes, y así también a su Tratado de Moral. Mas, sobre todo, a la extensa sección de trabajos
publicados en el volumen “La cuna de América” de sus Obras completas,
bajo el título “El Descubrimiento y el Descubridor”, páginas 7-165. (Los
títulos son de los editores.)
El primer texto publicado
y conocido de Hostos, ya sabemos, es su novela La peregrinación de Bayoán.
Como desde el título se destaca, la novela evoca la comunidad ancestral
indígena de los pueblos arahuacos de El Caribe todo, pues lejos de limitarse a
Boriquén, el personaje Bayoán se desplaza a través del espacio geográfico de
las Antillas, y también a través de los siglos, para recrear sucesos
importantes de su historia. En todos los lugares y tiempos donde detiene su
mirada, el narrador rescata del olvido los paisajes edénicos de la vida de sus
pueblos para contrastarla con los horrores de la conquista española. La novela
es en suma de por sí, como sabemos, una denuncia presentada ante la sociedad
española que plantea los ultrajes cometidos por más de 350 años, y que siguen
cometiéndose hasta ese momento. “Bayoán nunca fue español”, apuntó una vez
Hostos, pues con esa novela inicia una prolongada epopeya por la libertad de
las Antillas. Es decir, que una vez superado el intento de abrir una vía de
entendimiento con los republicanos españoles, Hostos ya no abandonará nunca su
ruta de ruptura con España.
A todo lo largo de
su vida posterior, dirigida por la lucha para la libertad de las Antillas y de
los países de Nuestra América, Hostos evoca constantemente la historia colonial
para identificarse con los pueblos originarios y reclamar para ellos y sus
descendientes los derechos ultrajados durante toda la época colonial que
sobreviven a la independencia. Es decir, que la colonización española creó
sociedades impuestas desde Europa que primero masacraron a los pueblos
americanos y luego los marginaron de sus derechos ciudadanos, y de su libertad
y dignidad humana. Conocida es la catástrofe demográfica del siglo XVI en
América. En toda esta prolongada temporada de su vida, el Hostos que esgrimió
todas las armas que tuvo a su alcance, denunció los oprobios sufridos durante
la época colonial por los pueblos que conoció, identificando su origen en las
estructuras administrativas, políticas y económicas levantadas por España. De
ahí la necesidad de procurar una segunda
independencia, que diera al traste con ellas, erigida sobre los principios
de la libertad basada en el respeto a derechos humanos universales.
Repetidamente, cuando se sintió tomado por una indignación irreprimible, Hostos
no solo quiso ser el más colombiano, chileno, dominicano, cubano, paraguayo,
entre otras nacionalidades, sino también personajes heroicos de la historia de
América como Cuautémoc, Lautaro, Hatuey, Atahualpa, Bayoán, y, en general, con
todos los desheredados de la tierra, fueran incas, cholos, araucanos,
patagónicos, chinos, gauchos o esclavos africanos. Eso y no otra cosa retrata
la anécdota de cuando en Brasil, extrañado el encargado de pasaje de que pida
uno de tercera, le advierte que sobre cubierta solo van “cholos, sambos,
sirvientes” y Hostos responde que es hombre antes que caballero. La historia
señala cómo Hostos se divierte con la feria que allí hacen los cholos.
Cabría mencionar otras
aristas en un espacio más amplio, por ejemplo:
En el “Plácido” de
Hostos encontramos, además y para sorpresa nuestra, uno de los análisis sicosociológicos
y precursores más agudos y penetrantes de la mentalidad agónica del colonizado;
En Hostos hallamos
prefigurada una concepción del tercer mundo y de la sociología de la
dependencia;
En Hostos hallamos
una concepción previsora y relativamente iluminada del imperialismo moderno;
En Hostos hallamos
una identificación con los intereses y derechos de los trabajadores, a veces
cónsona con el anarquismo libertario.
Un planeta ante los ojos de Colón
Sin embargo, para
1892, a propósito del cuarto centenario de la llegada de Cristóbal Colón,
Hostos escribe una oda a “El nacimiento del Nuevo Mundo” y la serie de trabajos
al respecto mencionados al principio de estas líneas. Otros trabajos hay. Por
ejemplo, en la caracterización de personajes históricos, que pudiéramos llamar
ejemplares, en cuanto modelos de los deberes morales que a su juicio encarnan,
Hostos elige a Cristóbal Colón para representar el “deber de civilización”.
Esto lo hace en el “Libro cuarto” de su Tratado
de Moral. La reflexión que a fines de siglo hace Hostos entonces sobre
Colón, trasluce efectivamente una admiración hacia él constante a lo largo de
su vida, mas no ciega al error. Es decir, Hostos está consciente de que Colón “sacrificó
la sociedad recién descubierta por él al deber de civilizarla que se proponía
cumplir”. “Erró”, sentencia, pero añade que esa no es toda la historia. En esas
páginas del tratado se refiere a ella, pero donde lo hace de manera más
completa es en la serie de trabajos agrupados bajo un solo título por sus
editores que bajo el título de “El Descubrimiento y el Descubridor” mencionamos
antes.
El primero de los
trabajos incluidos es un fragmento de su oda épica “El nacimiento del Nuevo
Mundo”, título, como se verá, erróneo, y que comentaremos luego.
El segundo trabajo
se titula “El día de América”, publicado justamente el 12 de octubre de 1892,
justo en el cuarto centenario del nuevo mundo que nació para la historia “de la
humanidad occidental”. Hostos se refiere a la importancia de la verdad
“científica” impuesta sobre la noción “teológica” del mundo, de la que extrae
dos realidades trascendentes: el diámetro verdadero del planeta, y el “mundo
nuevo” que habría de transformar radicalmente la historia humana. Hostos parte,
en el análisis aquí expuesto, del derrotero divergente que siguieron las dos
grandes porciones que constituyen la América, norte y sur, para señalar que a
pesar de ese desigual derrotero son comunes a ambas las transformaciones que se
operan y los beneficios inmediatos que trajo consigo. Primero: que el Atlántico
se convierte en un “elemento de civilización”; segundo, la aplicación a grande
escala de la brújula; tercero, el descubrimiento del polo magnético; cuarto, la
forma “esferoidal” y el diámetro del planeta.
Hostos no pasa tampoco
por alto el enorme impacto que tuvo el acontecimiento en todas las artes.
Contrario a lo que cabría imaginar, Hostos no se limita a relatar extensamente
el desarrollo de las artes en el mundo americano y europeo, pues además, y tras
puntualizar las intersecciones de las “razas” o culturas “madres”, esto es, la
“autóctona, la conquistadora y la africana”, inserta la presencia en el proceso
histórico del “paria” de la India y el “desheredado de la China”, pero
destacando los dolores y el exterminio de los aborígenes de las Antillas,
envilecidos y azotados en el resto del continente, desde los hielos del Canadá
hasta la Patagonia, para poner de relieve y en evidencia su resultado violento.
De él, dan noticia las obras de algunos autores entre los que destaca la Araucana de Arcilla. Hostos no olvida
añadir otra serie importante de beneficios. Entre ellos, la aplicación del
vapor al movimiento, de la electricidad a la comunicación del pensamiento y los
sentidos, y la “omnímoda aplicación de las ciencias a las artes de la vida”.
Mas los que considera son los dos más grandes beneficios del Nuevo Continente
al porvenir son: el descubrimiento del Océano Pacífico y el descubrimiento de
la Federación.
En los trabajos
siguientes, “América precolombina”, Hostos relata, con pormenores, la gesta
exploratoria de los países escandinavos por América del norte. En los textos
siguientes, “La salida de Colón”, “A dónde iban”, “Quién era el hombre”, Hostos
narra, con la destreza del buen narrador, la odisea del explorador, y en
trabajos posteriores, el estudio de su carácter. Para Hostos, “Colón está lejos
de ser un simple navegante”. Es la “más poderosa intelectualidad científica de
todo el siglo”. Amplio conocedor de las letras antiguas que desde Hiparco y
Aristóteles afirmaban la redondez de la tierra, hasta Toscanelli, quien supo
ponerle en un mapa a Irlanda y África frente a la India, y la idea de que en
esa zona existían más de dos tierras. Colón creía tener “perfectamente”
calculado el diámetro del planeta, que conforme a los trabajos de Marín de Tiro
era un tercio menor de lo real. Una expresión de Hostos recoge una memorable
paradoja al respecto:
“Entre todos los
navegantes del siglo XV no había ninguno más incapaz que Colón de descubrir a
sabiendas el Nuevo Mundo, porque no había ninguno tan instruido como él”.
España y la América colonial en
tres poemas de Hostos
Tres textos
poéticos pertinentes a este asunto se recogen en el volumen I, tomo II, de sus Obras completas, Edición Crítica. El
primero, “El 18 del proscripto”, trata la celebración de la gesta emancipadora
de Chile. Aunque se repitan alusiones sobre los “tres pueblos indignados” de su
“patria gemebunda” (desde luego, las Antillas), quizás en algún sentido
impropias al tema, el poema intenta repasar la gesta liberadora de comienzos
del siglo XIX, menos atento al odio de la ruptura que a la misión regeneradora de
los pueblos de América que posibilita la independencia.
El segundo poema,
calificado como una “oda épica”, se titula en las Obras completas de 1939 como “El nacimiento del Nuevo Mundo”, solo
un fragmento del texto corregido en la edición crítica con el título verdadero
de “El nacimiento del Mundo Nuevo”. La modificada relación entre el sustantivo
y el modificador no es superflua. La expresión “Nuevo Mundo” se refiere a
América como un mundo nuevo; en cambio,
“Mundo Nuevo” se refiere al planeta entero, transformado, nuevo. El poema
recoge con gran expectación, harto prolongada para animar el suspenso, el
tiempo anterior al avistamiento de tierra de los navegantes, tal como lo hace
Eliseo Diego en “Cristóbal Colón inventa el Nuevo Mundo”. Sin embargo, Hostos se extiende más allá de
la epifanía para imaginar el encuentro primigenio y descubrir cómo y cuánto
debieron impactarse unos y otros, superando las visiones edénicas con “el dolor
de todo alumbramiento”, las “pasiones letales”, “la crueldad y la codicia”. De
modo que a pesar de ser Colón “náufrago del error”, es también “símbolo” del
“hombre nuevo / que el viejo mundo moral ha derruido”, y que, aunque “ungido
por el combate y el dolor” nos entrega “no un nuevo mundo / sino un mundo
nuevo”. Hostos reconoce que Colón abrió la puerta al Mundo Nuevo con sangre,
pero el hecho indisputable es que abrió la puerta.
El tercer poema
parece ser un desprendimiento –“dramático y casi elegiaco”, según los
editores-- de este anterior. Se titula “Los conquistadores de Chile”, y se
refiere a la guerra contra el pueblo araucano con un intencional acercamiento
al célebre poema de Alonso de Ercilla, La
Araucana, poema épico que, como se ha observado, no rinde honores solo a la
victoria española, sino también al valor y la visión del vencido.
En la Plaza de las
Tres Culturas de México, una placa conmemorativa dice:
“El
13 de agosto de 1521
heroicamente defendido por Cuauhtémoc
cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés.
heroicamente defendido por Cuauhtémoc
cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés.
No fue triunfo ni derrota,
fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo
que es el México de hoy.”
fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo
que es el México de hoy.”
No es a ese mestizaje al que quiere evocar el Presidente de México Andrés M. López Obrador, al reclamarle un perdón al
rey de España: es a los pueblos originarios destruidos, esclavizados y
envilecidos tras la conquista española de Tlatelolco. Se pide un gesto de
reparación, pesadumbre y arrepentimiento ante lo que fue una catástrofe humana.
La misma que reclamaba hace cerca de 200 años el personaje de Bayoán. Como
entonces, cuando Hostos, hoy España se niega, otra vez, y responde con soberbio
desdén imperial al Presidente de México, muy lejos de Ercilla, y con la ofensa
recogida en las palabras vulgares del novelista y académico Arturo Pérez
Revelte, al tacharlo de “imbécil”.
Hostos terminó su
poema con unos versos
que, con uso magistral de la dialéctica, pudiéramos ayudarnos para ponderar
mejor esta:
“Cuanto más se
venere al araucano
Más la conquista
de Ercilla es eterna”.
Marcos Reyes Dávila
* Publicado en 80 Grados el 27 de septiembre de 2019.