jueves, 27 de junio de 2019




HOSTOS socialista

llegó la hora de afirmarlo*





https://www.80grados.net/wp-content/uploads/2017/10/Eugenio_M_de_Hostos.268201913_large-960x640.jpgDigámoslo claramente ya: hay una vinculación de tal grado entre las ideas de Eugenio María de Hostos y el anarcosocialismo, que cabe afirmar que hay, de hecho, un Hostos socialista. La verdad podrá andar oculta mucho tiempo, pero habrá de prevalecer eventualmente porque los hechos en que se funda no desaparecen ni desaparecerán. A Hostos ha habido que irlo rescatando y a veces reivindicando de interpretaciones erróneas que en ocasiones se debían a información incompleta y otras a corrientes de ideas o a supuestos ideológicos prevalecientes. Otras veces, a la tendencia a repetir sin examinar lo afirmado en textos clásicos como los de Pedreira. En esta gestión de reivindicaciones, cierto es, no hemos estado solos. Pienso, por ejemplo, no solo en Julio César López, y en el mucho más olvidado de lo justo, Josemilio González.
Yo inicié, con ventaja, mis estudios hostosianos de la mano de Manuel Maldonado Denis. Don Pepe Ferrer Canales los había puesto en remojo, y tibios durante varios años, y Julio César López, la figura más encumbrada de los estudios hostosianos, aun no llegaba.
Hasta mi época con Maldonado Denis, se decía, para dar un ejemplo, que Hostos era un prócer que “había renunciado a la literatura”, es decir, un escritor “malogrado”. Hay tesis posgraduadas aprobadas por el Departamento de Estudios Hispánicos escritas en ese sentido. Nosotros refutamos desde el inicio de nuestros estudios esa tesis, así como otras dadas a descartar el carácter esencialmente revolucionario de su obra, toda, en nuestro discurso, “Hostos: las manos y su luz”, pronunciado el once de enero de 1986 en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, aplaudido por Maldonado Denis, allí presente, y publicado en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, a solicitud suya (XXVI.95-96, 1987).
En los años previos al sesquicentenario dictamos varias veces una conferencia sobre “su literatura para la liberación”, publicada luego en la Revista Exégesis (núm. 7, 1989), y luego concretada y mejorada en la ponencia de 1989 presentada en el Congreso del Sesquicentenario con el título alusivo a su “llamarada escrituraria”, publicada en las memorias del congreso en 1995. En todas ellas reivindicamos nuevamente, y de manera más firme e informada, su literatura de compromiso y contenido, así como la variedad de sus formas, incluido su teatro de “nenerías”, hasta entonces olvidado. Sobre esta ponencia, un estudioso argentino que participó del mismo vino a mí para decirme que ojalá fueran ciertas mis aseveraciones, y en cambio, Fernando Aínsa se acercó para celebrarla. Poco después, Julio César López, ya director del Instituto de Estudios Hostosianos, nos ofreció redactar los estudios preliminares a los tomos I.II y I.III, que recogen parte de su obra eminentemente literaria y también de su crítica. Allí constan esas y otras tesis.
La lucha por rescatar del olvido y la insensatez el carácter revolucionario de la práctica política de su etapa española, la etapa del que hemos llamado “joven Hostos” es, para dar otro ejemplo que siguió después, y aun nos cuesta hacerla prevalecer. Definir a Hostos como autonomista y reformista es insultar a quien se desvivió por luchar por la libertad de las Antillas. Hostos entendió la Libertad como ningún otro antes. Acompañada con esta lucha ha ido la negación del alegado anexionismo de Hostos y del también alegado deslumbramiento “irreflexivo” hacia los Estados Unidos que, por definición, no pudo existir porque nada hay irreflexivo en la obra del más fecundo pensador de nuestra historia, y porque él mismo lo negó repetidamente.
Hace varios años tuvimos, además, que dar la batalla contra la concepción de un Hostos anodino y disminuido a la inopia por un alegado afán desmitificador que no halló otro apoyo que la tergiversación fatua. Nuestra respuesta más firme entonces fue defender la Cátedra de Honor Eugenio María de Hostos para Carlos Rojas Osorio, a pesar de que su oponente ofrecía a la Cátedra el texto de la novela de Hostos La tela de araña, por él descubierta. Rojas Osorio vino a esclarecer y ennoblecer los estudios hostosianos, al grado de poder considerarlo uno de los hostosianos más ilustrados y completos de las últimas décadas.
Ahora, estamos revelando el carácter socialista que observamos muy marcado en la obra de Hostos, presente en ella durante toda su vida, incluida la española del “joven Hostos”, y su etapa final de inicios del siglo XX. En Hostos no se observan tan solo, como suele afirmarse de manera reductora, influencias del positivismo comtiano y del krausismo, sino de una diversidad amplia de fuentes, corrientes del pensamiento decimonónico y de todos los tiempos y espacios, que no excluyen el anarquismo socialista de Proudhon ni el de la internacional socialista.
Muchos de los exégetas de Hostos se han preguntado por qué Hostos apenas se refiere a Marx y al socialismo. La verdad es que la defensa de las ideas socialistas siempre estuvo allí, en sus obras, aunque muy pocos la hayan querido ver, y aun menos destacar y reconocer su importancia. Más que ausentes, Hostos formuló su convergencia con estas ideas de un modo diferente y seguramente inédito, un modo que quizás sea más profundo e importante. Por eso aplaudimos a la doctora dominicana Luisa Navarro cuando señaló en el discurso del pasado natalicio en Mayagüez que la pregunta a hacer no era por qué Hostos habló apenas sobre los socialistas de su tiempo, sino por qué los socialistas posteriores no hablaron sobre Hostos. Incluidos los de nuestros tiempos.
Hostos, además, pronosticó la entonces inminente revolución proletaria en la Europa oriental, y otras importantes revoluciones que azotaron en efecto el siglo XX. De amanecer muy temprano se quejaba ya en los años 70. Lo que ocurrió es que para las luchas de reivindicaciones libertarias en los países de Nuestra América esas demandas eran intrascendentes. Las revoluciones se pronosticaban entonces para los países altamente industrializados porque había la certidumbre de que el agente revolucionario debía ser la clase obrera.
Los fundamentos de sus ideas socialistas se pueden hallar por doquier en su obra, no solo en sus tesis sobre Economía Política. Hostos no dejó de afirmar que la riqueza la produce el obrero, y aun el esclavo. Y que la economía debe estar dirigida al bienestar común y no solo al de unos pocos. De manera particular, Hostos afinca sus fundamentos asombrosamente en esa “moral social” dirigida a la construcción de sociedades en las que impere la justicia social y la libertad de todos. Y además en los principios políticos, y aun los principios económicos y sociológicos de una democracia tan radical que, incluyendo la absoluta igualdad de los ciudadanos que debían participar de ella, debía desembocar en sociedades plenamente libres e igualitarias. Por eso su democracia es de todos y para todos. Y tiene una raíz material, no abstracta. Vivir la moral era tomar ruta hacia ese destino. El derecho y el deber no se reclamaban solo para sí, pues ambos solo podían existir si eran reclamados por todos y para todos. Por eso, para Hostos, el ejercicio de la libertad y la práctica absoluta de los derechos solo son compatibles con una sociedad en la que prevalezcan la igualdad, la equidad, la justicia y la fraternidad. Para Hostos, la práctica de la moral social y el ejercicio necesario de los deberes tienen por objetivo, revolucionario, la construcción de esa sociedad. A la búsqueda de esa finalidad dirigió su pedagogía de los hombres –y mujeres—completos. Ese es, además, el fundamento último de su pedagogía.
La verdad podrá andar oculta mucho tiempo, pero, tal como lo afirmamos al principio de estas líneas, habrá de prevalecer eventualmente porque los hechos en que se funda no desaparecen. En la IV Conferencia José Martí celebrada en La Habana a fines de enero desarrollamos una parte de la demostración de la aseveración nuestra que revelamos aquí. Otro tanto hemos hecho en la pasada Feria del Libro celebrada en la República Dominicana. Quisiéramos poder demostrar en Puerto Rico estos asertos. Pero quizás muchos de los estudiosos de Hostos, particularmente de su sociología, pueden estar rechazando de antemano ideas que no son las acostumbradas. Solo queremos demostrarlas. No puede reducirse a Hostos al positivismo y al krausismo como generalmente se pretende, porque Hostos fue un generador de ideas propias, producto de sus muy particulares reflexiones. Abramos la puerta a un nuevo campo de estudio que pueda comprobar o negar lo que predicamos. Al fin y al cabo, debemos reconocer que en el caso de Hostos hay mucho más por estudiar que estudiado.

 MRD

* Publicado en 80 GRADOS

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