Hostos
y la masonería
Probablemente muchos conocedores de la figura histórica de Eugenio María
de Hostos habrán oído que era masón. Así se ha sugerido o afirmado públicamente
desde hace más de un siglo.
En la
Revista Exégesis (UPR-Humacao, núm. 7, pp. 3-7) publicamos en 1989 un
manuscrito inédito de Hostos titulado “Si la masonería influye en la familia”.
Con total certidumbre Nelson W. Canals, por ejemplo, afirma la afiliación de
Hostos a la comunidad masónica en la revista, masónica, Entre columnas (Año
24, núm. 3, de agosto de 1989, pp. 3-5). Acto seguido, Canals reproduce la
primera de dos partes del documento. Sin embargo, es en la segunda parte que
Hostos responde la pregunta formulada en el título.
Este trabajo
no es un análisis exhaustivo del documento, sino una hojeada a un tema muy poco
estudiado por el carácter privado, reservado, de la institución masónica.
Estipulemos
primero, que grandes figuras de la historia occidental fueron masónicas, como
George Washington y Bolívar, Martí y Betances, Mozart, Winston Churchil,
Bakunin, Goethe, Beethoven, Napoleón, Céspedes, una lista muy larga. De modo
que no puede extrañar que Hostos también lo fuera, como muchos de los líderes
liberales españoles, incluso jefes de gobierno, que fueron sus compañeros de
lucha antimonárquica en su época española, como Ruiz Zorrilla, Cánovas, Juan
Prim, Mateo Sagasta.
En cuanto a
Hostos, ciertamente luce así a primera vista. En 1874, por ejemplo, Hostos le pregunta
a Bonicio Tió Segarra si acaso lo es, empleando el símbolo gráfico de los tres
puntos en forma de triángulo. La logia masónica Fiat Lux de Coamo envió a los
deudos de Hostos en 1903 una nota de duelo publicada en Hostos: Ofrendas a
su memoria de 1904.
El
Instituto de Estudios Hostosianos halló el mencionado manuscrito de
Hostos, inédito e incompleto, titulado “Si la masonería influye en la familia."
Al comenzar a leer el texto reconocemos muy pronto que se trata en efecto, por
sus ideas y por la manera de desarrollar y analizar el tema, de un texto
escrito por Hostos. Inicialmente nos viene a la cabeza la idea de que se trate
de un texto primerizo de su obra porque contiene muchas alusiones a motivos
religiosos que no solo fueron no son habituales en sus obras completas, sino
que son contrarios a su composición de la realidad. Es un texto que se parece
más, de entrada, a algunos de los primeros artículos del que hemos llamado
joven Hostos, publicados en 1865, y a algunas páginas de sus primeros diarios.
No
obstante, la composición conceptual, de ideas y argumentación desmienten la
apreciación inicial. Entonces brotó en nosotros cierto desconcierto. El título
sugiere que se escribió en respuesta a una interrogante que le fuera planteada
por otro, en ese caso, un dominicano, y acaso alguna controversia. La
referencia a “nuestra pobre sociedad dominicana” induce a convencer que el
texto fuera escrito en alguna de sus estadías en la república dominicana, esto
es, a mediados de los setenta, muy poco probable, o la década de los ochenta, o
acaso en sus últimos años, pero nada es concluyente. Es un hecho, en cambio,
que en 1892, en Chile, Hostos publica una serie de artículos, agrupados con el
título, “Quisqueya, su sociedad y algunos de sus hijos” (Obras completas,
“La cuna de América, tomo X, pp. 167-244), en los que apunta a la “enseñanza
práctica de la fraternidad”, y “la sana influencia que la masonería ha ejercido
y ejerce en aquella sociedad”.
Mas, regresando
al manuscrito que comentamos, Hostos repasa primero, con juicio crítico, la
historia de la institución masónica, su orígenes y raíces, sus influencias, sus
convergencias, sus objetivos y sus beneficios. Destaca el carácter arraigado,
hondo en el tiempo, semejante al rito brahamánico y el símbolo cristiano,
convergente con las religiones “positivas”, desde Zoroastro, Confucio, los
Levitas de Judá, Lamas del Tibet, Delfos, Sócrates, Jesús, el estoicismo, el
misticismo y otras doctrinas. Añade también, por ejemplo, al fanático, Esparta y
Corinto, y desde Saint-Simon y Owen, por hallarse también “instituido” en las
utopías socialistas. (Llama la atención que no mencione a Krause.)
El asunto a
plantear lo encarrila en dos vías: si podría influir, y si en efecto influye.
Al hablar de “familia” Hostos no se refiere a la unidad familiar básica, sino a
la “familia humana”. El principio fundamental de la masonería, explica, es la
hermandad, el vivir asociados para el bien de todos, la caridad y la
confraternidad. Es, dice, una religión sin altares ni libros sagrados, pero sí
una religión o “sacerdocio de los buenos”. Inconmovible, pero vacilante. Por la
interacción entre estos dos últimos adjetivos encamina su exégesis. Así,
concluye que, aunque sea efectiva, indisoluble, y resista “como eterna”, basada
en el principio original de la moralidad humana, para Hostos la masonería trabaja
poco, satisfecha de sí, y reducida “fórmulas rituales”. En una reveladora
nota marginal, Hostos explica lo que entiende como el “doctrinarismo levítico”
que la masonería padece: “ritualismo y sujeción servil a la letra de la ley o
doctrina”.
La
masonería, arguye, ha debido adherir su organismo al “principio del progreso”. Lejos
de la satisfacción y la inercia de toda complacencia, las necesidades de la
comunidad humana demandan a su juicio reparación y sacrificio. De modo que, aunque
la masonería hermane la familia y prevalezca en ella la intención del
bien, “no tiene derecho a dar frutos cualesquiera”. Es entonces que, para nosotros,
se revela en el manuscrito, con suficiente transparencia, el Hostos revolucionario
que conocemos.
Hostos
afirma que la masonería ha sido “irresponsable” al no progresar, cito:
“… en el
sentimiento de una unidad fundamental del ser humano, en la organización del
trabajo sin la esclavitud, en la constitución de las sociedades sin despotismo,
en el aumento de nociones de verdad, en el ascendiente progresivo de las
nociones de moral, en la unión material de los pueblos por medio de las
aplicaciones de la ciencia a las necesidades comerciales e industriales, y en
la unión moral e intelectual que resulta necesariamente de la mayor
comunicación y del mejor conocimiento de la unidad sicológica y geográfica de
los habitantes del planeta”.
La
condición de texto incompleto de este trabajo no desvía, sin embargo, al lector,
de asir la tesis fundamental, perfectamente acorde con las formuladas en “El
Tratado de Moral”, aunque en el mismo no se mencione nunca la masonería. No
obstante, Hostos formula en el mismo, cierto es, muchas de las premisas y
doctrinas de la masonería, pero, sin embargo, no lo hace como tales. Hallamos
solo coincidencias dentro de un sistema independiente, muy suyo, producido por
elementos ajenos a masonería, puesto que son el producto de un proceso
sistemático estructurado por los vectores de su razón.
Ya había
Hostos observado y denunciado en múltiples ocasiones el desfase, en numerosos
países, entre el desarrollo económico y la moral que ha debido organizarla. En
sus luchas por la libertad de las Antillas, en y con España primero, Hostos
tuvo que enfrentar y romper con los líderes masones que traicionaron la
libertad de las Antillas. Otro tanto debió ocurrir en los viajes por Nuestra
América, pues tuvieron que desencantarlo encontrar en sus hermanos masones esa
confraternidad individual, pero junto a ella, la ausencia de compromiso ante la
angustia vivida por Cuba durante la Guerra de los Diez Años. En Argentina, por
ejemplo, durante la presidencia de Sarmiento, tuvo que soportar que se dijera
que no podían apoyar la causa cubana porque Argentina tenía con La Habana
colonial un comercio de tasajo muy fuerte.
Hostos vio y vivió muy de cerca que
la colonia había sobrevivido en los países ganados a una independencia formal,
pero no cierta. Su vida toda estuvo dirigida hacia las metas enumeradas en la
cita anterior. Mucho más allá de reducirse a ritos formales, estaba la
necesidad de organizar el trabajo sin esclavitud, constituir las sociedades democráticas,
sin despotismo, aumentar las nociones de verdad científica, el ascendiente
progresivo de las nociones de moral dirigidas a la libertad de individuos y
pueblos, la unión material de los pueblos por medio de las necesidades
comerciales e industriales, y la unión moral e intelectual que resulta
necesariamente de la mayor comunicación y del mejor conocimiento de la unidad
sicológica y geográfica de los habitantes del planeta, más allá de las
fronteras.
Con
certidumbre podemos afirmar que Hostos fue masón, pero la altísima complejidad
y plenitud de sus aspiraciones y agendas lo mantuvo distante, en nuestra
opinión, de la doctrina ortodoxa de las instituciones masónicas. Nada en Hostos
es simple, pero siempre podemos hallarlo en el cauce de la revolución por la
libertad.
Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!
Publicadso en 80 GRADOS el 10 de julio de 2020:
https://www.80grados.net/hostos-y-la-masoneria/
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