Hostos inédito:
El ideal de América: su tierra patria
Hostos es un paradigma lleno de sorpresas. No acudimos a él con el herraje del antropólogo de la historia o la arqueología de este monumento que es su obra. Volvemos a Hostos porque nos urge, porque es pieza clave del futuro nuestro.
La peregrinación de Bayoán de Eugenio María de Hostos es, conforme a la información prevaleciente y la bibliografía conocida citada, la primera de sus obras publicadas. Sale a la luz en noviembre de 1863. Conforme a la información prevaleciente al uso, el próximo texto de Hostos se publica el 25 de enero de 1865. Así lo puntualiza la recopilación hecha por Eugenio Carlos de Hostos en el volumen publicado en 1954 titulado España y América, en el que se rescatan, tras una extensa investigación, innumerables textos publicados por el joven Hostos en la prensa periódica española, no recogidos en las Obras completas de 1939. Conforme a esta recopilación, todo el 1864 se ubica entre silencio y ausencia.
Ya hemos señalado en otra parte que, ese primer texto publicado de 1865, no es uno que carezca de interés en la comprensión del que hemos llamado repetidamente “joven Hostos”. Se titula “La estadística criminal en Puerto Rico”, y confirma tanto la atención que entonces le merecen los asuntos de su patria, como su dedicación al estudio del Derecho. El novelista virtió en este artículo su rumbo en nuevo surco: el del ensayo sociológico. Veremos que ello no implica en modo alguno que el interés por el arte literario haya quedado atrás.
Una publicación de febrero de 1864, hasta donde sabemos no reproducida en parte alguna, y por tanto inédito en la práctica, nos sale al paso. Este trabajo es para nosotros de mucha importancia, porque se publica solo tres meses después de la novela, sugiere la existencia de otros textos que no conocemos publicados ese año, y arroja muchísima luz sobre el carácter, tanto del autor como de la obra, de este inquietante y controvertido joven escritor.
Con una narración intensamente lírica, el autor se vuelca, en un sueño, en persecución de un ángel de mujer que, aunque encarna el bello ideal romántico del arte, convierte el sueño en una pesadilla. Es la lucha tormentosa de una antinomia, una trabazón dialéctica que se concreta en varios niveles o espacios y que arroja al perseguidor de la cima colosal a la sima tenebrosa. Y es que ese ideal aspirado es un imposible.
Las categorías literarias de lo bello, lo bueno y lo verdadero que caracterizan su teoría del arte comprometido, desarrollado en textos muy posteriores, están presentes aquí. Hay un factor moral que constituye ya el ancla de un hito infranqueable. La lucha por alcanzar el angélico ideal preconcebido, más recuerdo que encuentro, faro de luz en medio de las tinieblas, se dramatiza en esta persecución que es la alegoría de lo inalcanzable.
El tema del ideal huidizo es intrínsecamente
romántico. Hegel trata ese ideal de lo bello, transitado por Goethe, Byron y
tantos otros. En España, Bécquer troquela el tema en varias rimas. Recordemos,
nada más por lo cercano, aquella danza de Ángel Mislán titulada “Tú y yo”,
compuesta con la letra de su rima XV: “Cendal flotante, de leve bruma”, que
termina con estos inolvidables versos: “yo, que incansable corro demente / tras
una sombra, tras la hija ardiente /
de una visión!” Tal como lo modela Bécquer lo discurre Hostos.
Este importante texto de es evidencia de las cuitas del joven Hostos que deambulan a lo largo de las páginas de su diario, esa indecisión afincada en su interioridad, esa confusión del sentimiento que pretende anular continuamente su voluntad, para arrojarlo, del ideal de una carrera literaria a la que aspira, en pos de ideales políticos libertarios. La ambición por el arte literario, nutrido desde su intimidad, se contraviene contra el compromiso político que ya lo apremia. Hostos vive este conflicto como una “tempestad”, como una “pesadilla” de reminiscencia calderoniana. A lo largo de los textos primerizos publicados en la prensa periódica se puede constatar este reflujo de intereses contrarios que batallan en su espíritu, pero también se evidencia cómo lo domina la moral de los imperativos políticos.
Hay otros dos elementos en este trabajo de la mayor importancia para nosotros. Uno de ellos es el vínculo que se establece entre el ideal y las bienandanzas de la infancia. Un elemento autobiográfico que si bien edeniza su vida familiar en Mayagüez, también permite vincular el anverso de sueño-pesadilla con las muertes recientes de dos de sus hermanos, y, sobre todo, de su señora madre, a quien nunca olvidará evocar en cada aniversario su muerte.
El otro factor de gran importancia se reporta al final de este trabajo. Hostos ha interrumpido en un par de ocasiones el discurso narrativo de la persecución de este ideal fugitivo, de esa “visión”, para hacer alguna breve reflexión digresiva, tal como lo hace Bayoán, y al final, para hacer irrumpir, inesperadamente, en medio de los prados y lagos de su alegoría, “una tarde de América” que “ahuyenta las sombras del Oriente”. En efecto, Hostos ha hecho un salto súbito sobre el océano, se aleja de España y se ubica ahora en “la desdichada América”. El viaje a España, en La peregrinación de Bayoán, tuvo aquí el trueque de una vuelta. En la tierra de su infancia, y evocando sus recuerdos, se ha alejado la pesadilla, aunque reaparece como varias otras veces a lo largo de la narración. Pero, esta vez, el ideal lo ha contrastado, no con prados y lagos imaginarios e idealizados, sino con su “miserable” tierra. Le ha arrancado “el velo”, y así descubierto, el ideal ha huido nuevamente. El trabajo, termina, pues, con el “aviso” que su “sueño encierra”. ¿Cuál? Alguna lectura pudiera deducir que ese “ideal” estuvo presente para él desde la cuna de su infancia. “América”, dice: su tierra patria.
Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas!
Publicado en 80 GRADOS el 4 de Septiembre de 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario