Manuel de la Puebla:
la “rama verdecida” de un recuerdo
(Réquiem)
De la Puebla se
dedicó durante años a la docencia en el Departamento de Estudios Hispánicos de
la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Una pléyade de
estudiantes surgió engrandecida de sus aulas, pero mucho, mucho más, salió al
país con la gestión incesante que desplegó fuera de ella a partir de 1979.
Aunque español,
de origen, su interés por la poesía de afirmación nacional puertorriqueña no
tuvo nunca distracción ni desvío. Era finísimo poeta. Ya había estudiado y publicado su estudio
sobre La poesía militante puertorriqueña, en dos tomos (1979),
cuando inició la publicación de una revista trimestral que llamó Mairena.
El nombre, tomado del alter ego de Antonio Machado, Juan de Mairena, que reflexionaba sobre el
quehacer poético, fue la inspiración que germinó, no de la nacionalidad de
éste, sino de su deseo de emular un quehacer que, como las olas, no tuvo
descanso. Don Manuel de la Puebla fue su militante idóneo y paradigmático. La
aspiración que asumió con asombroso celo fue la de tomar, enriqueciéndola, el
pulso de la poesía puertorriqueña, y del alma de lo que es permanencia en el
tiempo.
El primer número
de Mairena lo dedicó a Luis Palés Matos. De alguna manera llegó
ese número pronto a mis manos, cuando aún no estaba titulado de posgrado. Me
comuniqué con él, e iniciamos inmediatamente, para mi sorpresa de pino
verde, una colaboración permanente que solo abrevió la dirección de la Revista
Exégesis de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Humacao, que
asumí alrededor de 1989 y 1990, hasta 2017. La colaboración entre nosotros se
dio por grados ascendentes: primero ayudante, luego miembro de su Junta
Editorial, y finalmente, escribiendo, en algunas ocasiones, trabajos a dos
manos con él para la revista, y algunos libros. Además, me encargó la
confección principal de algún que otro número, o el estudio y la reseña global
de toda la poesía puertorriqueña publicada en algunos años. No sólo aprendí de
él, desde luego, pronto y hondo: don Manuel indujo, además, una confianza en mí
mismo que no habría alcanzado tan pronto de ningún otro modo. En su casa leí algunos de sus versos aún secretos. En su casa imprimimos mis primeros dos cuadernos de poesía.
Mairena –es decir, don Manuel-- publicó durante veinte años, tres números en
cada uno de ellos. La revista, de alrededor de 150 - 170 páginas, incluía diversas secciones: artículos sobre autores y temas, juicios críticos de profundidad, reseñas, homenajes, antología de la poesía publicada cada año, ilustraciones y fotografías, y entrevistas. Muchos números fueron de naturaleza monográfica, ya fuera por autores o por temas. Entre ellos, el primer número antes mencionado: Palés Matos. Con los años por venir, se incluyeron autores como Evaristo Rivera Chevremont (4), Luis Hernández Aquino (8), Francisco Matos Paoli (11 y 12), Juan Antonio Corretjer (15), Julia de Burgos (20), Manuel Joglar Cacho (26), Marigloria Palma (30), San Juan de la Cruz (32), Sor Juana Inés de la Cruz (39), José Martí (40). Aparte de ellos, hubo números dedicados a temas específicos, por ejemplo, “La poesía actual del Mundo Hispánico”, en dos volúmenes (24 y 25), “La creación femenina” (28), “En areyto y romance: la poesía sobre el descubrimiento” (33), “Poesía de España y las Américas” (34), “Poesía atalayista” (36), “Imagen poética del siglo XX” (41), “Seis poetas puertorriqueñas” (42), “Ecología y poesía” (43), “Poemas a la madre” (44), “Veinte poetas puertorriqueños del siglo XX” (45 y 46). (Entre ellos, José de Diego, Luis Lloréns Torres, José P. H. Hernández, Clara Lair, José de Diego Padró, José Antonio Dávila, Clemente Soto Vélez, Graciany Miranda Archilla, Carmen Alicia Cadilla, Ester Feliciano Mendoza, Violeta López Suria, Hugo Margenat, Marina Arzola, Manuel Ramos Ortero.) Algunos de estos números los editó también como libros. Así, por ejemplo, la “Antología de poesía puertorriqueña 1982”, “Antología de poesía puertorriqueña 1983”, y “Antología de poesía puertorriqueña 1984-1985”, autoría de dos. Como editorial, Mairena publicó también libros de poesía de varios autores, y realizó o patrocinó conferencias y otras actividades públicas.
Como esto le fuera
insuficiente, Mairena auspició también durante años certámenes de
poesía, y produjo, también durante años, a través de Radio Universidad de
Puerto Rico, “La revista oral de poesía”.
Muchos de estos
temas de la revista parecen desvincularse de la poesía puertorriqueña, pero a
eso respondía De la Puebla, que el propósito de Mairena no era limitarse
a ella, sino vincularla con el resto del mundo hispanohablante. De ese modo y
con esa intención, Mairena publicó poemas de autores de estos
países y distribuyó la revista más allá de nuestras costas. Mairena
insertó la poesía puertorriqueña en un mundo que abarcaba varios continentes, y
a la vez, alimentaba la nuestra con el conocimiento y las aportaciones de otros
lares.
Mairena publicó mucho más de tres mil páginas. Las
antologías de los años particulares mencionados incluyeron la revisión de toda
la poesía publicada en libros esos años.
Tras completar
durante veinte años la publicación de la revista, De la Puebla vio en ese
número el ciclo culminado de su proyecto. Mas aun así, y a pesar del peso de sus
años, fundó enseguida otra nueva revista que tituló Julia, en
obvio homenaje, no esta vez a la idea de la permanencia en el tiempo, como lo
fue el personaje de Antonio Machado, sino a un símbolo de la naturaleza más
entrañable nuestra que representa una voz de género, de intención, calidad,
querencia y compromiso.
El siglo XX amaneció
con revistas titulares que fueron canónicas. Limitémonos a mencionar La
revista de las Antillas, de Lloréns Torres, o Asomante / Sin
Nombre, de Nilita Vientós Gastón. Pero una revista no gubernamental, o
privada, dedicada a un género específico, de la duración de dos décadas, con
una cantidad tan grande de números, de distribución internacional, de su
apertura, de actividades colaterales, abarcadora de un número tan amplio de
colaboradores, de tantos homenajes, y números monográficos, es una hazaña que
no tiene émulo en Puerto Rico.
Don Manuel ha
fallecido a mediados de 2021. Pero la obra que realizó para nosotros, aunque
sea anónima para muchos, desconocida para tantísimos, es profunda. Y nunca
termina. Porque fue amparo y surco de la poesía que es alma nuestra, y mirada
del pensamiento, la sensibilidad, y el oído. Lo que ha sido la poesía, e
incluso el arte nuestro de las últimas tres décadas, tiene una deuda impagable en
el ser que somos. Maestro nuestro ¡durante medio siglo! Cuántas gracias, don
Manuel.
MRD
¡Albizu seas!